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Ø Domingo 28
del Tiempo Ordinario, Año A (2017). La Parábola de los invitados al banquete de
bodas del hijo
de un rey y la del invitado que no tenía traje de boda.
El banquete es una imagen de la comunión de vida con Dios y con los hermanos. Es
necesario participar en el banquete con el «traje de boda», que es la caridad que brota de un corazón limpio,
una conciencia buena y una fe sincera”; “hacerse discípulo de Cristo”; “la
conversión del corazón de las costumbres anteriores”.
v
Cfr. Domingo 28 del Tiempo Ordinario, Año A, 15
de octubre de 2017
Isaías 25,6-10; Filipenses 4,12-14.19-20; Mateo
22,1-14; Salmo 23/22
Isaías 25, 6-10: 6 El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los
pueblos, en este monte, un banquete de
sabrosos manjares, un banquete de vinos añejos: manjares suculentos, y vinos
exquisitos. 7 Y eliminará en este monte el velo que cubre el rostro de todos
los pueblos, y el manto que recubre a todas las naciones. 8 Eliminará para
siempre la muerte. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y
apartará el oprobio de su pueblo en toda la tierra, porque el Señor ha hablado. 9 Se dirá aquel día: «Aquí está
nuestro Dios. En Él esperábamos para que nos salvara; es el Señor en quien esperábamos: exultemos y gocémonos
de por su salvación». 10 Porque la mano del Señor descansará en este monte.
Salmo 23. R/. Habitaré en la casa del Señor, por años sin término.
El
Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar: me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero
justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante
mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré
en la casa del Señor, por años sin término.
Mateo 22,1-14: 1 Jesús les habló de nuevo en parábolas diciendo: 2 El Reino de los
Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, 3 y envió a sus
criados a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir.
4 Nuevamente envió a otros criados ordenándoles: Decid a los invitados: mirad
que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y
reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. 5 Pero ellos, sin
hacer caso, se marcharon uno a sus campos, otro a sus negocios; 6 los demás
echaron mano a los siervos, los maltrataron y dieron muerte. 7 El rey se
encolerizó y, enviando a sus tropas, acabó con aquellos homicidas y prendió
fuego a su ciudad. 8 Luego dijo a sus criados: Las bodas están preparadas
pero los invitados no eran dignos. 9 Id, pues, a los cruces de los caminos
y llamad a las bodas a cuantos encontréis. 10 Los criados, saliendo a los
caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de
comensales la sala de bodas. 11 Entró el rey para ver a los comensales, y se
fijó en un hombre que no vestía traje de boda; 12 y le dijo: Amigo, ¿cómo
has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero él se calló. 13 Entonces
dijo el rey a sus servidores: Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas
de afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 14 Porque muchos son
los llamados, pero pocos los elegidos.
EL REINO DE DIOS
¿Cómo has entrado aquí sin
llevar traje de boda?
(Cfr. Evangelio: vv. 11-14)
El traje de boda
Cf. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme 1995 pp. 274-279
El traje de boda
es el “revestimiento de Cristo”;
“la caridad que
brota de un corazón limpio, una conciencia buena y una fe sincera”;
“hacerse
discípulo de Cristo”;
“la conversión
del corazón de las costumbres anteriores,
para participar
en el banquete”.
de la comunión
con Dios”.
v
Significado del vestido de boda
o La
conversión del corazón de las costumbres anteriores: Cristo exige un vestido
totalmente nuevo para participar en el banquete de la comunión con Dios.
§ “El vestido de lino son las obras
buenas de los santos”.
El Evangelio no es un
remiendo nuevo para coser en un vestido viejo, sino una novedad absoluta
de «hábito» y de vida (Marcos 2,21). (p.
279)
·
Cfr. Ravasi, o.c. pp. 276 y 279: «En las grandes fiestas el
invitado, ayer y hoy, se presenta con
vestido de
ceremonia. En el pasado, le lavaban los pies nada más llegar a la casa del que
invitaba, se le perfumaba la cabeza con bálsamo, se le coronaba con flores, era
acogido con un beso. En muchas partes de la Biblia se demuestra la existencia
de este rito de acogida en la antigüedad, en Oriente Medio. El vestido es signo
evidente de una personalidad como muestran en nuestros tiempos, para el bien o
para el mal, la moda y el vestuario. Antes de considerar que el vestido sirve
para cubrirnos, indica nuestra mentalidad, expresa nuestra identidad y nuestro
gusto, bueno o malo. Se intuye, por tanto, el valor de la segunda simbología
evocada por Jesús.
»Sin cambio de «hábito», es decir,
sin la conversión del corazón de las costumbres anteriores, sin una
nueva
personalidad no se puede participar en el banquete de la comunión con Dios. El
Evangelio no es un remiendo nuevo para coser en un vestido viejo, sino una
novedad absoluta de «hábito» y de vida
(Marcos 2,21). (p. 279)
»Cristo exige un vestido totalmente
nuevo y en el Apocalipsis (19, 8) leemos esta frase: “El vestido
de lino son
las obras buenas de los santos”». (p. 276).
o
Se
requiere una conversión, un estilo de vida que ponga en práctica las enseñanzas
de Jesús
·
Cfr. Comentario al Nuevo Testamento, La Casa de la
Biblia 1995, Mt 22, 1-14: Para
participar en el
banquete, es necesario
cambiar de vestido, es decir, se requiere una transformación interior, una
conversión. Para entrar en el banquete del reino, “no es suficiente con haber
aceptado la invitación”, “es necesario un estilo de vida que ponga en práctica
las enseñanzas de Jesús”.
o El
traje de boda y el bautismo
§ El
traje de boda: el cristiano, por el bautismo, se reviste de Cristo. El «hombre
viejo» y el «hombre
nuevo».
·
Gálatas 3,27:
“Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de
Cristo”.
·
Efesios, 4,24:
“Revestíos del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la
verdad”. (Cfr. 4, 17-32: la
vida nueva en Cristo).
-
Biblia de Jerusalén, Ef 4,24: “Todos
los hombres deben revestirse del «Hombre Nuevo» (Efesios 2,15+), para ser en él
re-creados (ver Gálatas 3,27; Romanos 13,14). En otros lugares Pablo habla en
este sentido de «nueva creación» (2 Corintios 5,17).
·
Colosenses,
3, 9-11: “No os engañéis unos a otros, ya que os habéis despojado del
hombre viejo con sus
obras y os habéis revestido del hombre nuevo, que se renueva
para lograr un conocimiento pleno según la imagen de su creador, para quien no
hay griego o judío, circuncisión o no
circuncisión, bárbaro o escita, siervo o libre, sino que Cristo es todo en
todos”.
-
Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Eunsa
1999, Col 3, 5-11: “El «hombre viejo» (v. 9) es el que se deja dominar por
las inclinaciones de la concupiscencia desordenada. El discípulo de Cristo, que
ha sido renovado y vive para el Señor, posee un nuevo y más perfecto
conocimiento de Dios y del mundo, ve las cosas con una perspectiva más alta,
con visión sobrenatural, que no es sino «dejarse mover y poseer por la poderosa
mano del autor de todo bien» (S. Ignacio de Loyola, Epist. 4, 561-562).
-
Biblia de Jerusalén, Col 3,10: “El
hombre creado (Génesis 1, 26s+), se perdió buscando el conocimiento del bien y
del mal fuera de la voluntad divina (Génesis 2,17+). Desde entonces, convertido
en esclavo del pecado y de sus apetencias (Romanos 5,12+), el hombre viejo quedó condenado a morir (Romanos
6,6; Efesios 4,22). El hombre nuevo,
re-creado en Cristo (Efesios 2,15+), que es imagen de Dios (Romanos 8,29+),
vuelve a encontrar la rectitud anterior y el verdadero conocimiento moral (1,9;
Hebreos 5,14).
o El
vestido de boda son los preceptos del Señor y las obras que se realizan en el
espíritu de la Ley y del Evangelio
·
S. Jerónimo (343-420) (In Matt.
III, 22, 8-11): “El vestido de boda son los preceptos del Señor y
las obras que se realizan en
el espíritu de la Ley y del Evangelio. Estos son el vestido del hombre nuevo.
Si alguien que lleva el nombre de cristiano, en el momento del juicio se
encontrará sin el vestido de boda, es decir, sin el vestido del hombre celeste,
y llevará un vestido manchado, es decir
el vestido del hombre viejo, será capturado inmediatamente y se le preguntará:
«Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda»? (Mateo 22, 12).
o El
vestido de boda “«es la caridad que brota de un corazón limpio, una conciencia
buena y una fe sincera»
·
San Agustín (354-430) (Sermón 90.,6): el vestido de boda “«es la caridad
que brota de un corazón
limpio, una conciencia buena
y una fe sincera» (1 Tim 1,5). (...) En un mismo individuo existen dos impulsos
del alma: la caridad y la codicia. Que nazca en ti la caridad, si todavía no ha
nacido; y, si ya ha nacido, que sea cultivada y alimentada, y así crezca. Por
lo que se refiere a la codicia, no puede
ser eliminada totalmente en esta vida – «pues si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Jn 1,8) -.
Nosotros cometemos pecados en cuanto que tenemos la codicia; hagamos que crezca
la caridad y que disminuya la codicia, con el fin de que la caridad sea llevada
a la perfección un día, y la codicia sea reducida a la extinción”.
o Entra
a la boda, pero sin vestido de boda, quien formando parte de la Iglesia tiene
fe, pero no tiene la caridad
·
San Gregorio Magno (540-604) (Homilía 38):
“Hermanos, puesto que, por gracia de Dios,
habéis ya entrado en la sala
del banquete de bodas, es decir en la santa Iglesia, procurad que cuando entre
el rey non tenga motivos para llamaros la atención en lo referente al vestido
de vuestra alma. (...) ¿Cuál es el significado del vestido nupcial? Si decimos
que el vestido nupcial es el bautismo o la fe, ¿quién ha ido a estas bodas sin
el bautismo o la fe? Está excluido, en efecto quien todavía no tiene la fe. Por
tanto, ¿qué podemos entender por vestido nupcial si no es la caridad? Entra a la boda, pero sin vestido de boda,
quien formando parte de la Iglesia tiene fe, pero no tiene la caridad.”
o No
basta haber entrado en la Iglesia para estar seguro de la salvación eterna:
«Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de bodas?» (Mateo
22,12), pregunta el rey a uno de los invitados.
Cfr. Juan Pablo II, Audiencia General 18 de
septiembre de 1991
§ El “traje”
de bodas es el mandamiento nuevo.
·
No basta haber
entrado en la Iglesia para estar seguro de la salvación eterna: «Amigo, ¿cómo
has entrado aquí sin traje de
bodas?» (Mateo 22,12), pregunta el rey a uno
de los invitados. La parábola, que en este punto parece pasar del problema del
rechazo histórico de la elección por parte del pueblo de Israel al
comportamiento individual de todo aquel que es llamado, y al juicio que se pronunciará
sobre él, no especifica el significado de ese «traje». Pero se puede decir que
la explicación se encuentra en el conjunto de la enseñanza de Cristo. El
Evangelio, en particular el sermón de la montaña, habla del mandamiento del
amor, que es el principio de la vida divina y de la perfección según el modelo
del Padre: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).
Se trata del «mandamiento nuevo» que, como enseña Cristo, consiste en esto:
«Que como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13,34).
Por ello, parece posible colegir que el «traje de bodas», como condición para
participar en el banquete, es precisamente ese amor.
o Jesús
quiere hechos, no sólo palabras
·
Es Cristo que pasa, n. 180: “La salvación, que predica Nuestro Señor Jesucristo,
es una invitación
dirigida a todos: acontece lo que a cierto rey, que celebró
las bodas de su hijo y envió a los criados a llamar a los convidados a las
bodas (Mateo 22,2-3). Por eso, el Señor revela que el reino de los cielos está en medio de vosotros (Lucas 17,21).
Nadie se encuentra excluido de la salvación, si se allana
libremente a las exigencias amorosas de Cristo: nacer de nuevo (Cfr. Juan 3,5), hacerse como niños, en la
sencillez de espíritu (Cfr. Mc 10,15; Mateo 18,3; 5,3); alejar el corazón de
todo lo que aparte de Dios (En verdad os
digo que difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos – Mateo
19,23). Jesús quiere hechos, no sólo palabras (Cfr. Mateo 7,21). Y un esfuerzo
denodado, porque sólo los que luchan serán merecedores de la herencia eterna (El reino de los cielos se alcanza a viva
fuerza y los que la hacen lo arrebatan – Mateo 12,12)”.
o No
un remiendo, sino un vestido totalmente nuevo
·
Gianfranco Ravasi,
Secondo le Scritture Anno A Piemme noviembre 1995, p. 276.:. “Aquel
que grita «Señor, Señor» pero
no hace concretamente la voluntad del Padre, es quien ha puesto solamente «un
remiendo de tela nueva sobre un vestido viejo». Cristo, sin embargo, exige un
vestido totalmente nuevo y en el Apocalipsis leemos esta frase: «Alegrémonos,
saltemos de júbilo; démosle gloria, pues llegaron las bodas del Cordero y se ha
engalanado su esposa; le han regalado un vestido de lino deslumbrante y puro:
el lino son las buenas obras de los santos» (19, 8).
o El
vestido de boda es hacerse discípulo de Cristo
·
CEC n.
546: Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo
típico de su enseñanza
(Cf Mc 4, 33-34).
Por medio de ellas invita al banquete del Reino (Cf Mt 22, 1-14), pero exige también una
elección radical
para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (Cf Mt 13, 44-45); las palabras
no bastan,
hacen falta obras
(Cf Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la
palabra
como un suelo
duro o como una buena tierra (Cf Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los talentos
recibidos (Cf Mt
25, 14-30)? Jesús
y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las
parábolas.
Es preciso entrar
en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para «conocer los Misterios
del Reino de
los cielos» (Mt
13, 11). Para los que están «fuera» (Cf Mc 4, 11), la enseñanza de las
parábolas es algo
enigmático (Cf Mt
13, 10-15).
o Jesús
se refiere en esta parábola – en la invitación a un banquete de boda – a la
invitación que Dios nos hace a la comunión transformante con Él. El traje adecuado consiste en las buenas
obras que deben acompañar nuestra fe.
§ Los
invitados no aceptaron la invitación probablemente porque con inaudita
presunción y autosuficiencia juzgaron el banquete inútil o, al menos, inferior
a las propias exigencias y pretensiones. En efecto, fueron los pobres quienes aceptaron
la invitación, aquellos que estaban parados “en los cruces de los caminos...
buenos y malos”.
Cfr. San Juan Pablo II, Homilía,
11-10-1981
Deseo a cada uno de vosotros y a todos que, ante la
invitación al “banquete de la boda de su hijo”, no os comportéis como hemos
escuchado en el Evangelio.
Efectivamente, los primeros invitados no quisieron ir
(Mt 22,3); después otros no hicieron caso (Ib., 22,5); otros hasta insultaron o
mataron a los criados que llevaban la invitación (Ib., 22,6). Todos ellos “no
se lo merecían” probablemente porque con inaudita presunción y autosuficiencia
juzgaron el banquete inútil o, al menos, inferior a las propias exigencias y
pretensiones. En efecto, fueron los pobres quienes aceptaron la invitación,
aquellos que estaban parados “en los cruces de los caminos... buenos y malos”
(Ib., 22,9-10) esto es aquellos que en su humildad conocieron la riqueza
inmerecida del don de Dios, y lo aceptaron con sencillez. Es preciso que
nosotros seamos conscientes de la invitación que se nos hace a una comunión
transformante con el Señor, invitación que se nos hace por la Palabra de Dios y
la predicación de la Iglesia; y además que sepamos acogerla con todo el
corazón, con plena disponibilidad, en la certeza de que el Señor sólo quiere
nuestra salvación. Finalmente como sugiere la alegoría del traje nupcial con la
que se concluye la parábola, también estamos llamados a presentarnos al Señor
llevando un traje adecuado; consiste en las buenas obras que deben acompañar
nuestra fe como nos advierte el mismo Jesús: “Si vuestra justicia (esto es,
vuestra vida real) no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en
el reino de los cielos” (Ib., 5,20). Pero si esto se realiza, entonces la
fiesta es plena e intensa.
Vida
Cristiana
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