Hoy,
profecía, salmo y evangelio hablan de un banquete.
En
nuestra sociedad sobrealimentada, es difícil imaginar que alguien
sueñe con un banquete. Ese sueño sólo es posible para pobres: es
el sueño del mendigo y llagado Lázaro, y lo será también del
epulón cuando, atrapado en la soledad de su infierno, una gota de
agua le parecerá un banquete más deseable que todo lo que ha
banqueteado en los días de la abundancia.
Hoy
hemos de hablar de salvación a hombres y mujeres que no saben que la
necesitan, que es como hablar de pan a quien le sobra de todo.
Que
a nadie le sorprenda que los invitados al banquete de boda desprecien
la invitación y se vayan cada uno a sus tierras, a sus negocios, a
sus intereses, a su mundo, y que incluso lleguen a maltratar, hasta
matarlos, a los criados que llevan la invitación.
Pero
tú, Iglesia de Cristo, has llenado con tus hijos –con tus pobres-
la sala del banquete de Dios: Tú has creído que tu Dios vendría a
ti, que aniquilaría la muerte para siempre, que enjugaría las
lágrimas de todos los rostros, que alejaría el oprobio de su
pueblo, que vendría a ti con su salvación. Tú te has sentado a la
mesa que tu Dios ha preparado para ti. Tú nada temes, pues tu Dios
va contigo, su bondad y su misericordia te acompañan todos los días
de tu vida.
Hoy,
la fe evoca el misterio de la encarnación: Tú has creído y, en
Cristo Jesús tu Señor, ves cumplido lo que en profecías y salmos
se te había prometido: En Jesús, tu Dios ha venido a ti como tu
salvador; en Jesús, tu Dios te ha perdonado, ha borrado la ignominia
de tu culpa, ha enjugado con su compasión tus lágrimas, y ha
aniquilado tu muerte, pues con Cristo Jesús has resucitado, en
Cristo Jesús has sido enaltecida, por Cristo Jesús has sido
glorificada.
Hoy,
Iglesia de Cristo, en el misterio de la eucaristía vuelves a
sentarte con tus pobres a la mesa de tu Señor: y no sólo recuerdas
y recibes lo que has creído, sino que se te desvela el misterio de
la esperanza a la que eres llamada: el que ahora es tu pastor, mañana
será tu plenitud; el que ahora te conduce y repara tus fuerzas, él
mismo será la meta de tu camino; el que ahora es tu alimento, mañana
lo será todo para ti.
Feliz
domingo.
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