Con razón lo llamas “Rey del universo”, pues lo es. Pero no te engañes a ti mismo haciendo de tu Rey un trasunto perfeccionado de los reyes del mundo.
Tu rey –tu Dios- es tu pastor: A donde tú vas, él va contigo. Si te pierdes –porque en nuestra libertad está perdernos-, no dejará de buscarte, seguirá tu rastro, te recogerá si te has descarriado, te vendará si te encuentra herida…
Tu rey –tu Dios- es tu pastor: Con él, nada te falta; te conduce hacia fuentes tranquilas y repara tus fuerzas.
Así, buscándote, recogiéndote, vendando tus heridas, así reinará el que tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies.
Y si yo, oveja perdida, descarriada, me pregunto cuándo me encontrará mi Pastor, cuándo podré honrar con mi amor a mi Rey, él mismo me dice: hónrame en los pobres, acúdeme en su necesidad, visítame y abrázame en su soledad.
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Ayer, treinta emigrantes perecieron ahogados en el Mar Mediterráneo.
Hace dos días, más de 300 personas murieron asesinadas mientras oraban en una mezquita.
Hoy no sé cuántos son los que van a morir de hambre.
Tampoco puedo contar los que hoy van a ser explotados, vejados, esclavizados, violados, maltratados, humillados, asesinados…
Sólo quiero recordar, por si todavía queda alguien que no lo sepa, que esas víctimas son El Rey, son El Señor, son el que nos ha de juzgar “cuando venga en su gloria el Hijo del hombre”.
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