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Ø Los diez mandamientos. Videomensaje de Papa Francisco a los participantes en la iniciativa “Diez lazas para diez mandamientos”. Son un don de Dios. Nos indican un camino a seguir, y constituyen también una especie de «código ético» para la construcción de sociedades justas, a medida del hombre. Iluminan y orientan a quien busca paz, justicia y dignidad. Indican un camino de libertad, que encuentra plenitud en la ley del Espíritu escrita no en tablas de piedra, sino en el corazón (cf. 2 Co 3, 3)
No son
limitaciones, sino ¡indicaciones para la libertad! Ellos nos enseñan a evitar
la esclavitud a la que nos reducen tantos ídolos que construimos nosotros
mismos.
v Cfr. Papa Francisco,
Videomensaje, 8 de junio de 2013
¡Buenas tardes a
todos!
Me complace unirme a
vosotros que participáis, en las plazas principales de Italia, en esta
relectura de los diez Mandamientos. Un proyecto denominado «Cuando el amor da
sentido a tu vida...», sobre el arte de vivir a través de los diez Mandamientos
que Dios dio no sólo a Moisés, sino también a nosotros, a los hombres y mujeres
de todos los tiempos. Gracias a los responsables de la Renovación en el
Espíritu Santo —son buenos estos de la Renovación en el Espíritu Santo,
¡felicidades!— que han organizado esta admirable iniciativa en colaboración con
el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización y con la
Conferencia episcopal italiana. Gracias a todos aquellos que con generosidad
contribuyen a la realización de este proyecto especial en el Año de la fe. Preguntémonos entonces: ¿Qué
sentido tienen para nosotros estas diez palabras? ¿Qué dicen a nuestro tiempo
inquieto y confundido que parece querer prescindir de Dios?
Los diez Mandamientos son
un don de Dios. La palabra: «Mandamiento» no está de moda; al hombre de hoy le
recuerda algo negativo, la voluntad de alguien que impone límites, que pone
obstáculos en la vida. Lamentablemente la historia, incluso reciente, está
marcada por tiranías, por ideologías, por lógicas que han impuesto y oprimido,
que no han buscado el bien del hombre, sino el poder, el éxito, el beneficio.
Pero los diez Mandamientos vienen de un Dios que nos ha creado por amor, de un
Dios que ha establecido una alianza con la humanidad, un Dios que quiere sólo
el bien del hombre. ¡Confiemos en Dios! ¡Fiémonos de Él! Los diez Mandamientos
nos indican un camino a seguir, y constituyen también una especie de «código
ético» para la construcción de sociedades justas, a medida del hombre. ¡Cuánta
desigualdad en el mundo! ¡Cuánta hambre de comida y de verdad! ¡Cuánta pobreza
moral y material se deriva del rechazo de Dios y de poner en su lugar a tantos ídolos!
Dejémonos guiar por estas diez Palabras que iluminan y orientan a quien busca
paz, justicia y dignidad.
Los diez Mandamientos
indican un camino de libertad, que encuentra plenitud en la ley del Espíritu
escrita no en tablas de piedra, sino en el corazón (cf. 2 Co 3,
3): ¡Aquí están escritos los diez Mandamientos! Es fundamental recordar cuando
Dios da al pueblo de Israel, por medio de Moisés, los diez Mandamientos. En el
mar Rojo el pueblo había experimentado la gran liberación; había tocado con su mano
el poder y la fidelidad de Dios, del Dios que hace libres. Ahora, Dios mismo,
en el Monte Sinaí indica a su pueblo y a todos nosotros el itinerario para
permanecer libres, un camino que está grabado en el corazón del hombre, como
una ley moral universal (cf. Ex 20, 1-17; Dt 5,
1-22). No debemos ver los diez Mandamientos como limitaciones a la libertad,
no, no es esto, sino que debemos verlos como indicaciones para la
libertad. No son limitaciones, sino ¡indicaciones para la libertad! Ellos nos
enseñan a evitar la esclavitud a la que nos reducen tantos ídolos que
construimos nosotros mismos —lo hemos experimentado muchas veces en la historia
y lo experimentamos también hoy—. Ellos nos enseñan a abrirnos a una dimensión
más amplia que la material, a vivir el respeto por las personas, venciendo la
codicia de poder, de posesión, de dinero, a ser honestos y sinceros en nuestras
relaciones, a custodiar toda la creación y nutrir nuestro planeta de ideales
altos, nobles, espirituales. Seguir los diez Mandamientos significa ser fieles
a nosotros mismos, a nuestra naturaleza más auténtica y caminar hacia la
libertad auténtica que Cristo enseñó en las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,
3-12.17; Lc 6, 20-23).
Los diez Mandamientos son
una ley de amor. Moisés subió al monte para recibir de Dios las tablas de la
Ley. Jesús realiza el camino opuesto: el Hijo de Dios se abaja, desciende en
nuestra humanidad para indicarnos el sentido profundo de estas diez Palabras:
Ama al Señor con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y al
prójimo como a ti mismo (cf. Lc 10, 27). Este es el sentido
más profundo de los diez Mandamientos: el mandamiento de Jesús que lleva
consigo todos los mandamientos, el Mandamiento del amor. Por ello digo que los
diez Mandamientos son Mandamientos de amor. Aquí está el corazón de los diez
Mandamientos: el Amor que viene de Dios y que da sentido a la vida, amor que
nos hace vivir no como esclavos, sino como verdaderos hijos, amor que anima
todas las relaciones: con Dios, con nosotros mismos —a menudo lo olvidamos— y
con los demás. La verdadera libertad no es seguir nuestro egoísmo, nuestras
ciegas pasiones, sino la de amar, escoger aquello que es un bien en cada
situación. Los diez Mandamientos no son un himno al «no», se refieren al «sí».
Un «sí» a Dios, el «sí» al Amor, y puesto que digo «sí» al Amor, digo «no» al
no Amor, pero el «no» es una consecuencia de ese «sí» que viene de Dios y nos
hace amar.
¡Redescubramos y vivamos
las diez Palabras de Dios! Digamos «sí» a estos «diez caminos de amor» perfeccionados
por Cristo, para defender al hombre y guiarle a la ¡verdadera libertad! Que la
Virgen María nos acompañe en este camino. De corazón imparto mi Bendición a
vosotros, a vuestros seres queridos y a vuestras ciudades. ¡Gracias a todos!
Vida Cristiana
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