Ø Domingo de Ramos (2018). Conmemoración del ingreso solemne de Jesús en Jerusalén, y su pasión y muerte. Corramos no para extender por el suelo a su paso ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para que pueda llevarnos a la familiaridad con él. Acerca de la aclamación al Señor llevando ramos, saliendo a su encuentro en la procesión….: los frutos de buenas obras. Aquel asno somos nosotros. Nos prosternamos a los pies de Cristo, para revestirnos de su gracia. Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, también los cristianos seremos servidores de todos los hombres. Decir “¡Jesús es el Señor!” significa entrar libremente en el ámbito de su dominio. Vivir “para el Señor”, y no para “nosotros mismos”. Dios quiere comunicar en Cristo su propia vida divina a los hombres.
Filipenses 2, 6-11: 6 Cristo Jesús, siendo de condición
divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, 7 sino que se
anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
y, mostrándose igual que los demás hombres, 8 se humilló a sí mismo haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo
nombre; 10 para que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11 y toda
lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre.
Marcos 11, 1-10 [Evangelio en la conmemoración de la
entrada del Señor en Jerusalén]: 1 Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé
y Betania, junto al monte de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos, 2
diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un
pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. 3 Y si
alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo
devolverá pronto”». 4 Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una
puerta; y lo soltaron. 5 Algunos de los presentes les preguntaron: «¿Qué hacéis
desatando el pollino?». 6 Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo
permitieron. 7 Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se
montó. 8 Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas
en el campo. 9 Los que iban delante y detrás, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el
que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito
el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».
¡Bendito el reino que
llega!
(Marcos 1, 10)
Y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!»,
para gloria de Dios Padre.
(Filipenses 2, 11)
v Cfr. Domingo de Ramos, 25 de maro de 2018, Ciclo B
Isaias 50,4-7;
Filipenses 2,6-11; Marcos 14,1-15,47
1.
En la liturgia del Domingo de
Ramos la Iglesia propone la conmemoración del ingreso solemne de Jesús en
Jerusalén, y su pasión y muerte.
·
El domingo próximo nos
propondrá la resurrección, que abre el acceso a la nueva vida.
v Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 654
o
Por su muerte nos libera del
pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida.
§
Realiza la
adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus
discípulos después de su Resurrección: «Id, avisad a mis hermanos».
·
“Hay un doble aspecto en el
misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección
nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la
justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (Cf Romanos 4, 25) «a fin de que, al igual
que Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos
una nueva vida» (Romanos 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el
pecado y en la nueva participación en la gracia (Cf Efesios 2, 4-5; 1 Pedro 1, 3). Realiza la
adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como
Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: «Id, avisad a
mis hermanos» (Mateo 28, 10; Juan 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por
don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación
real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su
Resurrección.”
v
Acerca de la aclamación al
Señor llevando ramos, saliendo a su encuentro en la procesión….
o
Los frutos de buenas obras.
Aquel asno somos nosotros.
·
Oración en la conmemoración de la entrada de Jerusalén: “Acrecienta, Señor, la fe de los
que en ti esperan y escucha las plegarias
de los que a ti acuden, para que quienes alzamos hoy los ramos en honor de
Cristo victorioso, permanezcamos en él dando fruto abundante de buenas obras”.
·
San Agustín, Sermón 189,4, comentario al Evangelio de la Bendición de los ramos,
aquel
asno
somos nosotros: “No te avergüences de ser jumento para el Señor. Llevarás a
Cristo, no errarás la marcha por el camino: sobre ti va sentado el Camino. ¿Os
acordáis de aquel asno presentado al Señor? Nadie sienta vergüenza: aquel asno
somos nosotros. Vaya sentado sobre nosotros el Señor y llámenos para llevarle a
donde él quiera. Somos su jumento y vamos a Jerusalén. Siendo él quien va
sentado, no nos sentimos oprimidos, sino elevados. Teniéndole a él por guía, no
erramos: vamos a él por él; no perecemos”.
o
Corramos no para extender por el suelo a su paso ramos
de olivo, vestiduras o palmas, sino para que pueda llevarnos a la familiaridad
con él.
De los sermones de san Andrés de
Creta [Nació en Damasco (Siria)
a mediados del siglo
VII], Arzobispo de Gortina (Creta), Padre de la Iglesia.
§ Nos prosternamos
a los pies de Cristo, para revestirnos de su gracia.
·
Sermón 9 sobre el
Domingo de Ramos: Corramos a una con quien se apresura a su
pasión, e imitemos
a quienes salieron a su
encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo,
vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la
disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito,
de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios
que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado
mansamente el que es manso y que asciende
sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y
convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la
familiaridad con él.
Ya que, si bien se dice que, habiéndose incorporado a las
primicias de nuestra condición, ascendió,
con ese botín, sobre los cielos, hacia el
oriente (cfr. Salmo 67,34), es decir, se me parece, hacia su propia gloria
y divinidad, no abandonó, con todo, su propensión hacia el género humano hasta
haber sublimado al hombre, elevándolo progresivamente desde lo más ínfimo de la
tierra hasta lo más alto los cielos.
Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies
de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que
muy pronto perderían verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos
de su gracia, es decir, de él mismo, pues los
que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os ha revestido de Cristo
(Cfr. Gálatas 3,27). Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas
túnicas.
Y sí antes, teñidos como estábamos de la escarlata del
pecado, volvimos a encontrar la blancura de la lana gracias al saludable baño
del bautismo, ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma,
sino trofeos de victoria.
Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los
niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: Bendito el que viene, como rey, en nombre
del Señor.
o
Si dejamos que Cristo reine
en nuestra alma, también los cristianos seremos
servidores de todos los hombres.
·
San
Josemaría, Es Cristo que pasa,
182: “Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, no nos
convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos los
hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por El, a
todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos
servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar esta
tarea de servicio, porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y
darlo a conocer y lograr que otros más lo amen”.
2. “Toda lengua confiese: «¡Jesucristo
es el Señor»”
Filipenses 2, 11 – Segunda
Lectura de la Misa
v Decir “¡Jesús es el Señor!” significa entrar libremente en el
ámbito de su dominio [1].
o
Vivir “para el Señor”, y no para “nosotros
mismos”.
·
Raniero Cantalamessa, La fuerza de la Cruz, Ed. Monte Carmelo
2000, cap. I: “Toda lengua
proclame: Jesucristo es el Señor. «En la frase "¡Jesús es el Señor!»
hay también un aspecto subjetivo, que
depende de quien la pronuncia. Varias
veces me he preguntado por qué los demonios, en los evangelios, nunca
pronuncian este título de Jesús. Llegan
hasta a decirle a Jesús: «Tú eres el Hijo de Dios», o también «Tú eres el Santo
de Dios» (cf Mateo 4,3; Marcos 3,1 1; 5,7; Lucas 4,41); pero nunca los oímos exclamar: '¡Tú
eres el Señor!" La respuesta más plausible me parece ésta: Decir «Tú eres
el Hijo de Dios» es reconocer un dato real que no depende de ellos y que ellos no
pueden cambiar. Pero decir «¡Tú eres el
Señor!» es algo muy distinto. Implica
una decisión personal. Significa
reconocerlo como tal, someterse a su dominio.
Si lo hiciesen, dejarían en ese mismo momento de ser lo que son y se
convertirían en ángeles de luz.
Esa
expresión divide realmente dos mundos.
Decir «¡Jesús es el Señor!» significa entrar libremente en el ámbito de
su dominio. Es como decir: Jesucristo es
«mi» Señor; él es la razón de mi vida; yo vivo «para él», y ya no «para mí». «Ninguno de nosotros - escribía Pablo a los
Romanos - vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si
morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor» (Romanos 14,7-8). La suprema contradicción que el hombre
experimenta desde siempre - la contradicción entre la vida y la muerte - ya ha
sido superada. Ahora la contradicción
más radical no se da entre el vivir y el morir, sino entre el vivir «para el
Señor» y el vivir «para sí mismos».
Vivir para sí mismos es el nuevo nombre de la muerte.”
v Hagamos nuestra la ley fundamental, la norma constitutiva de
nuestra vida: sin el «sí» a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con
Cristo, no se puede lograr la vida.
Benedicto XVI, Homilía, Domingo de Ramos, 5 de abril de 2009
o
Quien quiere guardar su vida
para sí mismo, la pierde. Quien da su vida – cotidianamente – a encuentra.
(…) “Queridos
amigos. Al término de esta liturgia, los jóvenes de Australia entregarán la
Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud a sus coetáneos de España. La Cruz
está en camino de una a otra parte del mundo, de mar a mar. Y nosotros la acompañamos.
Avancemos con ella por su camino y así encontraremos nuestro camino. Cuando
tocamos la Cruz, más aún, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el
misterio de Jesucristo: el misterio de que Dios ha tanto amado al mundo, a
nosotros, que entregó a su Hijo único por nosotros (cf. Jn 3,16).
Toquemos el misterio maravilloso del amor de Dios, la única verdad realmente
redentora.
»Pero hagamos
nuestra también la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es
decir, el hecho que sin el «sí» a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión
con Cristo, no se puede lograr la vida. Cuanto más renunciemos a algo por amor
de la gran verdad y el gran amor — por amor de la verdad y el amor de Dios —,
tanto más grande y rica se hace la vida. Quien quiere guardar su vida para sí
mismo, la pierde. Quien da su vida — cotidianamente, en los pequeños gestos que
forman parte de la gran decisión —, la encuentra. Esta es la verdad exigente,
pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a
paso durante el camino de la Cruz por los continentes. Que el Señor bendiga
este camino. Amén”.
3.
Dios quiere comunicar en
Cristo su propia vida divina a los
hombres.
Algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica.
·
n. 52: Dios, que «habita una luz
inaccesible» (1 Tm 6, 16), quiere
comunicar su propia vida
divina
a los hombres libremente creados por él, para
hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (Cf Efesios l, 4-5). Al
revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle,
de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus
propias fuerzas.
·
n. 541: (…) La
voluntad del Padre es «elevar a los hombres a la participación de la vida
divina» (Lumen Gentium 2) Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo
Jesucristo. (…)
·
n. 759: (...) «El Padre eterno creó
el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su
sabiduría y bondad.
Decidió elevar
a los hombres a la participación de la vida divina» a la cual llama a todos los
hombres en su Hijo: «Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa
Iglesia»
·
n. 760: (...)«El mundo fue creado en
orden a la Iglesia», decían los cristianos de los primeros
tiempos (Hermas, vis. 2, 4, 1; cf
Arístides, apol. 16, 6; Justino, apol. 2, 7). Dios creó el mundo en orden a la
comunión en su vida divina, «comunión» que se realiza mediante la «convocación»
de los hombres en Cristo, y esta «convocación» es la Iglesia.
·
n. 458: El Verbo se encarnó para que
nosotros conociésemos así el amor de Dios: «En esto
se manifestó el amor que Dios nos tiene:
en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1
Jn 4, 9). «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
·
n. 163: La fe es, pues, ya el
comienzo de la vida eterna.
Vida Cristiana
[1] Filipenses 2, 6-11 (Segunda Lectura de la Misa): “Jesucristo es
Señor” (v. 11). Cf. Raniero Cantalamessa, La
fuerza de la Cruz, Ed. Monte Carmelo 2000, cap. I: Toda lengua proclame:
Jesucristo es el Señor.
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