[Chiesa/Testi/Profeta/ProfetaSiervoDeDiosCantosDeIsaias
JPII]
Los
Cantos de
Isaías sobre el Siervo
de Yahvéh
v
Cfr.
San Juan Pablo II, Catequesis, Audiencia General del 25 de febrero de
1987
Jesucristo, Mesías
"Profeta"
1. Durante el proceso ante Pilato, Jesús, al ser
interrogado si era rey, primero niega que sea rey en sentido terreno y
político; después, cuando Pilato se lo pregunta por segunda vez, responde: “Tú
dices que soy rey. Yo para
esto he nacido y para esto he
venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad” (Jn 18,
37). Esta respuesta une la misión real y sacerdotal del Mesías con la
característica esencial de la misión profética. En efecto, el Profeta es
llamado y enviado a dar testimonio de la verdad. Como testigo de la verdad él habla en nombre de Dios. En cierto sentido es la voz de
Dios. Tal fue la misión de los Profetas que Dios envió a lo largo de los siglos
a Israel.
En la figura de David, rey y profeta, es en quien especialmente la característica profética se une a la vocación real.
v
La tarea de proclamar la verdad, de hablar en nombre de Dios es un
servicio difícil y fatigoso.
2. La historia de los Profetas del Antiguo Testamento indica
claramente que la tarea de proclamar la verdad, al hablar en nombre de Dios, es
antes que nada un servicio,
tanto en relación con Dios que envía, como en relación con el pueblo al que el
Profetas se presenta como enviado de Dios. De ello se deduce que el servicio profético no sólo es
eminente y honorable, sino también difícil y fatigoso. Un ejemplo
evidente de ello es lo que le ocurrió al Profeta Jeremías, quien encuentra
resistencia, rechazo y finalmente persecución, en la medida en que la verdad proclamada es incómoda. Jesús mismo, que muchas veces se
refirió a los sufrimientos que padecieron los Profetas, los experimentó
personalmente de forma plena.
3. Estas primeras referencias al carácter ministerial de la misión
profética nos introducen en la
figura del Siervo de Dios
(Ebed Yahvéh) que se encuentra en Isaías (y precisamente en el llamado
“Deutero-Isaías”). En esta figura la tradición mesiánica de la Antigua Alianza
encuentra una expresión especialmente rica, e importante, si consideramos que
el Siervo de Yahvéh, en el que sobresalen sobre todo las características del Profeta, une en sí mismo, en cierto
modo, también la cualidad del sacerdote y del rey. Los Cantos de Isaías sobre el Siervo de Yahvéh presentan una síntesis
veterotestamentaria del Mesías, abierta a ulteriores desarrollos. Si bien están
escritos muchos siglos antes de Cristo, sirven de modo sorprendente para la identificación de su figura,
especialmente en cuanto a la descripción del Siervo de Yahvéh sufriente: un
cuadro tan justo y fiel que se diría que está hecho teniendo delante los
acontecimientos de la Pascua de Cristo.
4. Hay que observar que el término “Siervo”, “Siervo de Dios”, se emplea abundantemente en el Antiguo
Testamento. A muchos personajes eminentes se les llama o se les define “siervos
de Dios”. Así Abraham (Gén 26, 24), Jacob (Gén 32, 11), Moisés, David y
Salomón, los Profetas. La
Sagrada Escritura también atribuye este término a algunos personajes paganos
que cumplen su papel en la historia de Israel: así, por ejemplo, a
Nabucodonosor (Jer 25,
8-9), y a Ciro (Is 44,
26). Finalmente, todo Israel como pueblo es llamado “siervo de Dios” (cf. Is 41, 8-9; 42, 19; 44, 21; 48, 20),
según un uso lingüístico del que se hace eco el Canto de María que alaba a Dios
porque “auxilia a Israel, su siervo” (Lc 1,
54).
5. En cuanto a los Cantos de Isaías sobre el Siervo de Yahvéh constatamos ante todo los que se
refieren no a una entidad colectiva, como puede ser un pueblo, sino a una persona determinada a la que el Profeta distingue en
cierto modo de Israel pecador: “He aquí a mi siervo, a quien sostengo yo -leemos en el primer Canto-, mi
elegido en quien se complace mi alma. He
puesto mi espíritu sobre él; él dará el derecho a las naciones. No gritará,
no hablará recio ni hará oír su voz en las plazas. No romperá la caña cascada
ni apagará la mecha que se extingue... sin cansarse ni desmayar, hasta que
establezca el derecho en la tierra...” (Is 42, 1-4). “Yo, Yahvéh... te he formado
y te he puesto por alianza del pueblo y para luz de las gentes, para abrir los ojos de los ciegos,
para sacar de la cárcel a los presos, del calabozo a los que moran en las
tinieblas” (Is 42, 6-7).
6. El segundo Canto desarrolla el mismo concepto: “Oídme, islas;
atended, pueblos lejanos: Yavé
me llamó desde el seno materno, desde las entrañas de mi madre me llamó por
mi nombre. Y puso mi boca como cortante espada, me ha guardado a la sombra de
su mano, hizo de mí aguda saeta y me guardó en su aljaba” (Is 49, 6). “Dijo: ligera cosa es para
mí que seas tú mi siervo, para restablecer las tribus de Jacob... Yo te he
puesto para luz de las gentes, para llevar mi salvación hasta los confines de
la tierra” (Is 49, 6).
“El Señor, Yahvéh, me ha dado lengua de discípulo, para saber sostener con
palabras al cansado” (Is 50,
4). Y también: “Así se admirarán muchos pueblos y los reyes cerrarán ante él su
boca” (Is 52, 15). “El
Justo, mi Siervo, justificará a muchos y cargará con las iniquidades de ellos”
(Is 53, 11).
7. Estos últimos textos, pertenecientes a los Cantos tercero y cuarto, nos introducen con
realismo impresionante en el cuadro
del Siervo Sufriente al que
deberemos volver nuevamente. Todo lo que dice Isaías parece anunciar de modo
sorprendente lo que en el alba misma de la vida de Jesús predecirá el santo
anciano Simeón, cuando lo
saludó como “luz para
iluminación de las gentes” y al mismo tiempo como “signo de
contradicción” (cf. Lc 2,
32. 34).Ya en el libro de Isaías la figura del Mesías emerge como Profeta, que
viene al mundo para dar testimonio de la verdad, y que precisamente a causa de esta
verdad será rechazado por su pueblo, llegando a ser con su muerte motivo de
justificación para “muchos”.
8. Los Cantos del Siervo de Yahvéh encuentran amplia resonancia en el Nuevo Testamento,
desde el comienzo de la actividad mesiánica de Jesús. Ya la descripción del bautismo en el Jordán permite establecer un paralelismo
con los textos de Isaías. Escribe Mateo: “Bautizado Jesús. .. he aquí que se
abrieron los cielos, y vio al
Espíritu de Dios descender
como paloma y venir sobre Él” (Mt 3
16); en Isaías se dice: “He puesto mi espíritu sobre Él” (Is 42, 1). El Evangelista añade:
“Mientras una voz del cielo decía: Esté es mi Hijo amado, en quien tengo
mis complacencias” (Mt 3,
17), y en Isaías Dios dice del Siervo: “Mi elegido en quien se complace mi
alma” (Is 42, 1). Juan
Bautista señala a Jesús que se acerca al Jordán, con las palabras: “He aquí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29), exclamación que representa
casi una síntesis del contenido del Canto tercero y cuarto sobre el Siervo de Yahvéh sufriente.
9. Una relación análoga se encuentra en el fragmento en que Lucas
narra las primeras palabras mesiánicas pronunciadas por Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando
Jesús lee el texto de Isaías: “EL Espíritu del Señor está sobre mí, porque me
ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la
libertad, a los ciegos la recuperación de la vista: para poner en libertad a
los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 17-19). Son las palabras del primer Canto sobre
el Siervo de Yavé (Is 42, 1-7; cf. también Is 61, 1-2).
10. Si miramos también la vida y el ministerio de Jesús. El se nos
manifiesta como el Siervo de Dios, que trae la salvación a los hombres, que
los sana, que los libra de
su iniquidad, que los quiere ganar para Sí no
con la fuerza, sino con la bondad. El Evangelio, especialmente el de San
Mateo, hace referencia muchas veces al libro de Isaías, cuyo anuncio profético
se realiza en Cristo: así cuando narra que “ya atardecido, le presentaron
muchos endemoniados, y arrojaba con una palabra los espíritus, y a todos los
que se sentían mal los curaba, para
que se cumpliese lo dicho por el Profeta Isaías, que dice: El tomó nuestras
enfermedades y cargó con nuestras dolencias” (Mt 8, 16-17; cf. Is 53, 4). Y en otro lugar: “Muchos
le siguieron, y los curaba a todos... para
que se cumpliera el anuncio
del Profeta Isaías: He aquí a mi siervo...” (Mt 12, 15-21), y aquí el Evangelista
narra un largo fragmento del primer Canto sobre el Siervo de Yahvéh.
11. Como los Evangelios, también los Hechos de los Apóstoles demuestran que la primera generación
de los discípulos de Cristo, comenzando por los Apóstoles, está profundamente
convencida de que en Jesús se cumplió todo lo que el Profeta Isaías había
anunciado en sus Cantos inspirados: que
Jesús es el elegido Siervo de Dios (cf.
por ejemplo, Act 3, 13; 3, 26; 4, 27; 4, 30; 1 Pe 2, 22-25), que cumple la misión del Siervo de
Yahvéh y trae la nueva ley,
es la luz y alianza para todas las naciones (cf. Act 13, 46-47). Esta misma convicción la
volvemos a encontrar también en la “didajé”, en el “Martirio de San Policarpo”,
y en la primera Carta de San Clemente Romano.
12. Hay que añadir un dato de gran importancia: Jesús mismo habla
de Sí como de un siervo, aludiendo claramente a Is 53, cuando dice: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 45; Mt20, 28) y expresa el mismo
concepto cuando lava los pies a los Apóstoles (Jn 13, 3-4; 12-15).
En el conjunto del Nuevo Testamento, junto a los textos y a las
alusiones a al primer Canto del Siervo de Yahvéh (Is 42, 1-7), que subrayan la elección del
Siervo y su misión profética de liberación, de curación y de alianza para todos
los hombres, el mayor número de textos hace referencia al Canto tercero y
cuarto (Is 50, 4-11; 52,
13-53, 12) sobre el Siervo Sufriente. Es
la misma idea expresada de modo sintético por San Pablo en la Carta a los
Filipenses, cuando hace un himno a Cristo: “el cual, siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de Sí mismo tomando
la condición de siervo y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a Sí mismo, obedeciendo
hasta la muerte” (Flp 2,
6-8).
Vida Cristiana
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