jueves, 10 de noviembre de 2016
30 domingo del tiempo ordinario, Ciclo C. (23 de octubre de 2016)
30 domingo del tiempo ordinario, Ciclo C. (23 de octubre de 2016). El fariseo y el publicano. Dos modos diversos de orar; dos modos diversos de concebir la salvación. Cfr. 30 domingo del tiempo ordinario (Año C). 23 de octubre 2016 Lucas 18, 9-14 (cfr. Temi di predicazione – Omelie, editrice domenicana italiana, Ciclo C, n. 54 nuova serie, pp. 8-17; R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 283-288). Lucas 18, 9-14: 9 En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: 10 - «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. 11 El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. 12 Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." 13 El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. " 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» El fariseo y el publicano: dos modos diversos de orar. Dos modos diversos de concebir la salvación. 1. Dos personajes, un fariseo y un publicano, subieron al templo a orar (v. 10) • El Señor a veces pone enfrente dos figuras, para hacer entender mejor su pensamiento: el rico y el pobre (Lucas 16, 20s); el hijo mayor y el hijo joven (Lucas 15.11.25), etc. En el Evangelio de hoy, el fariseo y el publicano. el fariseo: • Representa la categoría de los observantes rígidos de la ley mosaica; se abstiene de la injusticia y adulterio, paga las tasas, hace los ayunos prescritos... E inicia su oración de un modo formalmente irreprensible, contiene la lista de los méritos de una existencia correcta, justa y respetada. Se sabe que el fariseismo representaba la corriente del judaísmo más «espiritual», o más abierta y humana. Jesús condenará por tanto la degeneración que puede infectar algunas veces la vida espiritual. • Hay que analizar detalladamente su oración, para darse cuenta de lo que condenó Jesús: - En primer lugar: “¡Oh Dios, te doy gracias! El inicio es bueno. Comenzar a rezar con el agradecimiento a Dios es cosa sumamente recomendable. Pero debemos estar atentos. ¿Por qué da gracias a Dios el fariseo? ¿Por Dios? No, sino por sí mismo: «porque - así dice – no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano». En el fondo, su oración podría salvarse y ser digna de alabanza, si atribuyese todo a la gracia de Dios. Pero no; él atribuye el «no ser cómo los demás» a sus propias obras: al hecho de que ayuna y paga el diezmo. Normalmente se piensa que el fariseo es un hombre que está en orden, «irreprensible por lo que se refiere a la observancia que deriva de la ley», pero a quien falta humildad. Pero tal vez esto no es exacto. Jesús - se lee en la introducción – dijo estas palabras refiriéndose a algunos «que se tenían por justos». No que eran justos sino que se tenían por tal. - ¿En realidad que ha hecho el fariseo? Él, por decirlo así, ha confeccionado una moral como un 2 traje a medida. Ha establecido por su cuenta cuáles son las cosas con las que se decide lo que es justo o injusto, lo que es bueno y lo que es malo. Para él son estas: no ser ladrones, no se injustos, no cometer adulterio, ayunar dos veces por semana y pagar las tasas. Las cosas importantes son las que hace él y no hacen los demás. Ha hecho su autorretrato. De este modo, uno acaba por terminar vencedor en la confrontación. No se da cuenta, por ejemplo, de que ha dejado fuera de su cuadro un punto importantísimo de la ley, es decir, el amor al prójimo. Esto no tiene ningún lugar en su ideal de perfección, si él puede calificar indiscriminadamente a los demás como ladrones, injustos y adúlteros, y referirse con tanto desprecio al publicano que está a su lado”. (R. Cantalamessa, o.c. pp. 284-285). - En segundo lugar: “Él ha invertido el lugar donde colocarse entre Dios y él. Ha hecho de Dios un deudor y de sí mismo el acreedor. Ha hecho algunas obras buenas y se presenta a Dios para recibir lo que le es debido. ¿Qué hace Dios, de grande y de extraordinario en este caso? Nada más que lo que hace un vendedor que entrega la mercancía a quien le presenta el recibo” p. 285 b) el publicano • Es el odiado funcionario fiscal, que colabora con el poder romano, con el poder extranjero, recaudando los impuestos; al impuesto - convenido con los romanos- , ellos mismos añadían a su arbitrio una cantidad como recompensa por su trabajo, con la que ellos se quedaban. Los publicanos eran considerados pecadores, hombres sin escrúpulos que ponían el dinero y los negocios por encima de todo. • El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. • “Este hombre está solo delante de Dios, no se mide con los demás, como hacía el fariseo, sino sólo consigo mismo y con Dios. No se atreve a acercarse al altar, considerándose indigno de arrimarse a Dios, y ni siquiera se atreve a alzar los ojos hacia el cielo. Se bate el pecho. De su corazón brota una oración mucho más breve que la del fariseo, en la cual, sin embargo, está todo su corazón contrito y humillado: «Oh Dios, ten compasión de este pecador»”. (R. Cantalamessa, o.c. p. 285). 2. Dos modos, radicalmente diversos, de concebir la salvación Cfr. R. Cantalamessa, o.c. p. 287 Como algo que el hombre pretende realizar por sí mismo; o como don de la gracia y de la misericordia de Dios. • “... o como algo que el hombre pretende realizar por sí mismo; o como don de la gracia y de la misericordia de Dios. El ejemplo más célebre de conversión del primero al segundo de estos dos modos, es el de San Pablo apóstol: «Fariseo ante la Ley», como se definía a sí mismo, desde el día en que encontró a Cristo él consideró como «pérdida y basura» la justicia derivada de la observancia de la Ley, en relación con la santidad que deriva de la fe en Jesús (cfr. Filipenses 3, 5-9). Estos dos modos de concebir la salvación están todavía presentes y actúan en el panorama religioso de hoy día. Muchas de las así llamadas «nuevas formas de religiosidad», hoy de moda, conciben la salvación como conquista personal, debida a técnicas de la meditación, o de alimentación, o a determinados conocimientos filosóficos. La fe cristiana concibe la salvación como don gratuito de Dios en Cristo, que exige ciertamente el esfuerzo personal y la observancia de los mandamientos, pero más en el sentido de respuesta a la gracia que como su causa. (...) Un cristiano se comporta, por ejemplo, como fariseo cuando establece por su cuenta la medida del bien y del mal, de modo que ella corresponde exactamente a lo que él hace. Un marido o un padre de familia dirá: «El marido ideal, un óptimo padre de familia, es aquél que se comporta así o así...», y se describe tácitamente a sí mismo. También yo puedo decir pensar conmigo mismo: «El sacerdote ideal es aquél que hace así o así, que predica así o así, que emplea su tiempo así o así...», es decir, como hago yo. La Escritura llama todo esto autojustificación (¡aprendamos la palabra para desaprender el hecho!). Pero 3 quien se justifica a sí mismo no vivirá jamás la experiencia de «volver a casa justificado» por Dios, como el publicano”. 3. En breve. La oración del creyente: presenta a Dios los problemas reales y también, si es el caso, le pide explicaciones. Al final, pondrá su causa en manos de Dios. • En la Biblia, las grandes figuras de los creyentes - no sólo Jeremías, sino también Abraham, Moisés (quien en su oración «rehuye, objeta y sobre todo interroga»: Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2575) - nos enseñan a llevar a Dios los problemas reales y a preguntarle sobre el «por qué» de lo que nos sucede. Se nos dice 1 que “En el «cara a cara» con Dios, los profetas extraen luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios; es, a veces, un debatirse o una queja, y siempre, una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (Cf Amós 7, 2. 5; Isaías 6, 5. 8. 11; Jeremías 1, 6; 15, 15-18; 20, 7-18)”. • También en nuestro tiempo hay dificultades evidentes en la vida y, como se dice en el Salmo 122, nuestros ojos se fijan en el Señor, esperando su misericordia: Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos. Quien pone su causa en las manos de Dios es el «pobre» • Leemos en Jeremías (20,13): Cantad a Yahvé, alabad a Yahvé, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de manos de malhechores. • ¿Quién es el pobre o pobrecillo en la Biblia? En la Biblia, el pobre no es tanto quien no tiene propiedad material, sino aquél que se fía del Señor, y se abandona en El - Sal 52 (51),10 - : «en el amor de Dios confío para siempre jamás». Un de las consecuencias de la fe “es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una conocida oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente: Nada te turbe, / Nada te espante, Todo se pasa, / Dios no se muda, La paciencia / Todo lo alcanza; Quien a Dios tiene / Nada le falta: Sólo Dios basta (Poesías, 30)”. (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica n. 227). Pobre es quien no fundamenta su seguridad y su confianza en los bienes que posee, en el triunfo, en el orgullo, en los ídolos del oro y del poder. Su corazón está abierto a Dios y a los hermanos. • Los títulos para dirigirnos a Dios no son nuestros méritos sino su misericordia, fidelidad y compasión. • En el Salmo 69/68 el salmista expone los títulos en los que se basa para dirigirse a Dios con confianza: se apoyan en la «misericordia», en la «fidelidad» y en la «compasión» de Yahvé. (vv. 14 y 17). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana 1 Cf n. 2584
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