sábado, 25 de marzo de 2017

Domingo Cuaresma Año A 26 de marzo de 2017. Jesús cura a un ciego de nacimiento.



  • 4º Domingo de cuaresma, Año A. (2017). Jesús cura a un ciego de nacimiento. El milagro no essimplemente una curación, sino que también es la historia de una conversión a Cristo, luz del mundo. El cristiano debe caminar en esta vida como hijo de la luz. El Señor dijo concisamente: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden seguirlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Si permitimos que Jesús aplique el colirio a nuestros ojos, percibiremos las realidades terrenas y eternas con la luz de la fe, adquirimos una mirada limpia. Cristo transforma la inteligencia y la voluntad. El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe. Debemos apreciar y sentir la responsabilidad de nuestra fe cada uno en su puesto de vida y de trabajo, en el ámbito de la familia. Necesidad de una catequesis completa y metódica. Conocer la propia fe significa estimarla más.

  • Cfr. 4 Domingo Cuaresma Año A 26 de marzo de 2017

1 Samuel 16, 1b.6-7.10-13A¸ Efesios 5, 8-14; Juan 9, 1-41. - Cfr. Raniero Cantalamessa, Echad las redes, Ciclo A, Edicep
  • Efesios 5, 8-14 : En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz – toda
bondad, justicia y verdad son fruto de la luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
  • Juan 9, 1-41: 1 En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y sus discípulos le
preguntaron: -«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» 3 Jesús contestó: -«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.» 6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego 7 y le dijo: -«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. 8 Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: -«¿No es ése el que se sentaba a pedir?» 9 Unos decían: -«El mismo.» Otros decían: -«No es él, pero se le parece.» Él respondía: -«Soy yo.» 10 Y le preguntaban: -«¿Y cómo se te han abierto los ojos?» 11 Él contestó: -«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. » 12 Le preguntaron: -«¿Dónde está él?» Contestó: -«No sé.» 13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15 También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: -«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.» 16 Algunos de los fariseos comentaban: -«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: -«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos.
17 Y volvieron a preguntarle al ciego: -«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: -«Que es un profeta.» 18 Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron: -«¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» 20 Sus padres contestaron: -«Sabernos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21 pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. » 22 Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. 23 Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
24 Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: -«Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. » 25 Contestó él: -« Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» 26 Le preguntan de nuevo: -¿«Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?» 27 Les contestó: -«Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? » 28 Ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: -«Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.» 30 Replicó él: -«Pues eso es lo asombroso: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. 32 Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; 33 si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.» 34 Le replicaron: -«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. 35 Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -«¿Crees tú en el Hijo del hombre?» 36 Él contestó: -«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» 37 Jesús le dijo: -«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» 38 Él dijo: Creo, Señor.» Y se postró ante él. 39 Jesús añadió: -«Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.» 40 Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: -«¿También nosotros estamos ciegos?» 41 Jesús les contestó: -«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»

Yo soy la luz del mundo – dice el Señor -;

el que me sigue tendrá la luz de la vida.
(Juan 8,12B, versículo antes del Evangelio de este domingo)
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
(Juan 9, 5; Evangelio de hoy)
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
caminad como hijos de la luz.
(Efesios 5, 8; segunda Lectura de este domingo)
Todos los hombres están llamados a la unión con Cristo, Luz del mundo,
de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos
(Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, n. 3)

1. El ciego de nacimiento y la fe en Cristo

  • El ojo físico y el ojo de la fe: creer en Cristo

Cfr. Raniero Cantalamessa, o.c. pp. 103-104
  • El niño nace si no propiamente ciego, al menos incapaz aún de distinguir los contornos de las cosas. Es
sólo después de alguna semana cuando comienza a ver las cosas. ¡Si el niño estuviese en disposición de expresar lo que experimenta cuando comienza a ver claramente el rostro de su madre, las personas, las cosas, los colores, ¡qué «¡oooh!» de admiración o maravilla se escucharía! ¡Qué himno a la luz y a la vista!
El ver es un milagro. Solo que no le hacemos caso porque estamos habituados y lo damos por descontado. He aquí entonces que Dios realiza a veces la misma cosa de un modo repentino, extraordinario, como sacudiéndose de nuestra torpeza, y hacernos atentos”.
  • El ojo de la fe: creer en Cristo.

  • Pero, ¿es sólo por esto por lo que Jesús cura al ciego de nacimiento? Hay otra razón por la que nosotros
hemos nacido ciegos. Hay otro ojo que todavía debe abrirse al mundo, otro distinto al ojo material: ¡el ojo de la fe! Éste permite darse cuenta de otro mundo más allá del que vemos con los ojos del cuerpo: el mundo de Dios, de la vida eterna, el mundo del Evangelio, el mundo que no acaba ni siquiera con el … fin del mundo. La fe es como una ventana, que se abre de par en par ante un horizonte sin fin. (…)
En nuestro caso no se trata de creer genéricamente en Dios sino creer en Cristo. El suceso le sirve al evangelista para mostrarnos cómo se llega a la fe plena y madura en el Hijo de Dios”. (p. 104).
  • La recuperación de la vista por parte del ciego procede al mismo tiempo que su descubrimiento de quién es Jesús.

Cfr. Raniero Cantalamessa, o.c. pp. 104-106
  • Las tres etapas del camino de la fe

  • La recuperación de la vista por parte del ciego procede por igual con su descubrimiento de quién es Jesús.
Reconstruyamos las tres etapas de este camino.
a) Al comienzo, el ciego no sabe nada de Jesús. A la pregunta «¿Y cómo se te han abierto los ojos?», responde : «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro … ». Para él, Jesús es todavía un «hombre» cualquiera, nada más que un hombre.
b) Más tarde, le preguntan también: «Y tú, qué dices del que te ha abierto los ojos?», y é responde: «Que es un profeta». Jesús es un enviado de Dios, que habla y trabaja en nombre de él. Hemos llegado a la base de un simple razonamiento que cualquiera podría hacer: «Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder».
c) En fin, después de que los fariseos lo han arrojado de la sinagoga e insultado por haberse atrevido a defender lo efectuado por Cristo, el ciego se encuentra de nuevo con Jesús y esta vez le grita: «Creo, Señor», y se postra ante él para adorarlo, reconociéndole así manifiestamente como a su Señor y a su Dios”.
  • Nuestra fe: ¿a qué punto estamos en esas tres etapas de la fe?

  • Se llega a ser cristiano cuando se proclama que Jesús es el «Señor» 1.
Creer para los cristianos es creer en Jesucristo. La fe cristiana no es, primariamente, creer en algo sino en alguien.
  • Describiéndonos detalladamente así todo esto, es como si el evangelista Juan nos invitase muy
discretamente a plantearnos la pregunta: «Y yo, ¿en qué punto estoy de este camino? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Que Jesús sea un hombre, esto es, que haya existido un hombre llamado Jesús, nadie lo niega. Que haya habido un profeta, un enviado por Dios, que ha abierto a la humanidad nuevos horizontes religiosos, también esto es admitido casi universalmente.
Muchos se detienen aquí. Pero no basta. También un musulmán, siendo coherente con lo que encuentra escrito en el Corán, reconoce que Jesús es un profeta. Pero no por esto se le considera un cristiano. El salto mediante el cual se llega a ser cristianos en sentido propio es cuando se llega proclamar, como el ciego de nacimiento, que Jesús es «Señor» y se le adora como Dios. (…)
La fe cristiana no es primariamente creer algo (que Dios existe, que hay un más allá …) sino creer en alguien. Jesús en el Evangelio no nos da una lista de cosas a creer, no nos dice: «Creed esto y esto», dice más bien: Creéis en Dios: creed también en mí (Juan 14, 1). Creer para los cristianos es creer en Jesucristo. Actuar de forma distinta es como poner el carro delante de los bueyes. La dificultad para creer de muchos intelectuales depende del hecho de que no han encontrado nunca a Jesucristo y posiblemente ni siquiera se han dado prisa por encontrarlo”.

2. La visión física y la visión sobrenatural. Ceguera física y ceguera sobrenatural.

  • Primera Lectura, de la carta a los Efesios: un texto espléndido sobre la luz.

  • Caminad como hijos de la luz

a) el ciego no ve las realidades de la Creación, el mundo ... le falta la visión física.
b) el ciego que tampoco «ve», en un primer momento, al Mesías, que está delante de él, “Jesús le pregunta: «¿Crees tú en el Hijo del Hombre?» Y él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Le dijo Jesús: «¿Si lo has visto: el que está hablando contigo, ese es». Y el ciego exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él”. (vv. 35-38). Lo que dice Jesús en el v. 5 (“Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo”), es una declaración sobre el sentido del milagro, v. 37 (“Si lo has visto: el que está hablando contigo, ése es”).
c) Por ello, debemos resaltar que, en el texto de la Carta a los Efesios que se ha leído hoy (Efesios 5, 8-14), hemos escuchado un texto espléndido, sobre la luz: “En otro tiempo erais tinieblas, ahora en cambio sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz, porque el fruto de la luz se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad. Sabiendo discernir los que es agradable al Señor. (...) Despierta, tú que duermes, álzate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.” (vv. 8-10.14).

3. El Señor es colirio para nuestros ojos

  • Cristo es el camino hacia la luz, la verdad y la vida

De los tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan (Tratado 34, 8-9
En la Liturgia de las Horas, IV Domingo de Cuaresma, 2ª Lectura
  • El Señor dijo concisamente: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

  • Sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden seguirlo.
Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio de la fe. Hemos nacido ciegos por causa de Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine.
El Señor dijo concisamente: «Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8,12). (…)
Hagámoslo ahora, sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden seguirlo. Pero ¿quién será capaz de desatar tales cadenas, si no nos ayuda aquel mismo a quien se dijo: «Rompiste mis cadenas?» (Salmo 115, 16). El mismo de quien en otro salmo se afirma: «El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan» (Salmo 145, 7.8).
¿Y en pos de qué corren los liberados y los puestos en pie, sino de la luz de la que han oído: «Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas»? (Juan 8,12). Porque el Señor abre los ojos al ciego. Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio de la fe. Porque fue necesaria la saliva de Cristo mezclada con tierra para ungir al ciego de nacimiento. También nosotros hemos nacido ciegos por causa de Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine. Mezcló saliva con tierra; por ello está escrito: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Juan 1,14). Mezcló saliva con tierra, pues estaba también anunciado: «La verdad brota de la tierra» (Salmo 84,12); y él mismo había dicho: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14,6). (…)
Si lo amas, síguelo. «Yo lo amo —me dices—, pero ¿por qué camino lo sigo?» Si el Señor, tu Dios, te hubiese dicho: «Yo soy la verdad y la vida», y tú deseases la verdad y anhelaras la vida, sin duda que hubieras preguntado por el camino para alcanzarlas, y te estarías diciendo: «Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida; ojalá mi alma tuviera la posibilidad de llegar hasta ellas.»
  • ¿Quieres saber por dónde has de ir? Oye que el Señor dice primero: Yo soy el camino.

  • No se te dice: «Trabaja por dar con el camino, para que llegues a la verdad y a la vida». El mismo camino viene hacia ti y te despierta del sueño en que estabas dormido. Levántate, pues, y anda.
¿Quieres saber por dónde has de ir? Oye que el Señor dice primero: Yo soy el camino. Antes de decirte a donde, te dijo por dónde: Yo soy el camino. ¿Y a dónde lleva el camino? A la verdad y a la vida. Primero dijo por dónde tenías que ir, y luego a donde. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Permaneciendo junto al Padre, es la verdad y la vida; al vestirse de carne, se hace camino.
No se te dice: «Trabaja por dar con el camino, para que llegues a la verdad y a la vida»; no se te ordena esto. Perezoso, ¡levántate! El mismo camino viene hacia ti y te despierta del sueño en que estabas dormido, si es que en verdad te despierta; levántate, pues, y anda. (…)
Esta vida debe ser un tiempo que prepara para la eternidad, en el que haya jerarquía en nuestros valores, problemas y ambiciones.

4. Acerca de la necesidad de la presencia de Cristo en nuestras vidas

  • Lo que debe preocupar a nuestra conciencia: que tantos vivan sin el consuelo de la amistad con Jesucristo.

Cfr. Francisco, Exhortación Apostólica «Evangelii gaudium», 24 de noviembre de 2013.
  • n. 49: «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos
nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida».
  • No conformarnos con poco: cada ser humano necesita más y más a Cristo.
  • n. 160: «Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que
alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2,20)».
  • Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.
Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos.
  • n. 183: Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las
personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, (25 diciembre 2005, 28). Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. (…) (Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 12).
  • El encuentro con el prójimo nos hacer reconocer a Dios.
  • n. 272: Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir
algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios.

5. Percibir el verdadero rostro de Jesús.

  • Pedimos al Señor que nos dé la luz que ilumina nuestra vida actual. Pedimos que nos demos cuenta de
que es un tiempo que prepara para la eternidad, que nos ayuda para que haya jerarquía en nuestros valores, problemas, ambiciones, búsquedas ....De modo que las cosas ocupen el lugar que les corresponde.
La presencia del Señor será el colirio para nuestros ojos, es decir, para dilatar los horizontes. El ciego de nacimiento penetra en el misterio de Dios, percibe el verdadero rostro del Señor, como Hijo de Dios, como Mesías, como Cristo, de un modo progresivo: reconoce a Jesús como alguien que hace milagros (v. 16); después lo reconoce como profeta (v. 17); más adelante, como alguien que hace la voluntad de Dios (v. 31); finalmente, percibe a Jesús como quien viene de Dios (v. 33) y llega a la Confesión de Fe: "Creo, Señor. Y se postró ante Él"(v. 37).

6. Si permitimos que Jesús aplique el colirio a nuestros ojos, percibiremos las realidades terrenas y eternas con la luz de la fe, adquirimos una mirada limpia. Cristo transforma la inteligencia y la voluntad.

  • Es Cristo que pasa, n. 71: “Entre los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por
elemental miramiento, saben comportarse delicadamente: son sinceros, cordiales, educados. Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo cure la ceguera que todavía queda en nuestros ojos, si permitimos que el Señor nos aplique ese lodo que, en sus manos, se convierte en el colirio más eficaz, percibiremos las realidades terrenas y vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe: habremos adquirido una mirada limpia. Esta es la vocación del cristiano: la plenitud de esa caridad que «es paciente, bienhechora, no tiene envidia, no actúa temerariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no es interesada, no se irrita, no piensa mal, a todo se acomoda, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios 13, 4-7). La caridad de Cristo no es sólo un buen sentimiento en relación al prójimo; no se para en el gusto por la filantropía. La caridad, infundida por Dios en el alma, transforma desde dentro la inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenaturalmente la amistad y la alegría de obrar el bien”.

7. Por qué Jesús realizó el llamativo milagro de la curación del ciego de nacimiento.

Cfr. San Juan Pablo II, domingo 4º de Cuaresma, Ciclo A, Homilía en la parroquia de San Sabas,
Roma (29-III-1981)
  • La curación física del ciego se convierte en un símbolo de la conversión espiritual a Jesús que es luz del mundo. Quien le sigue no anda en tinieblas.

El ciego, una vez curado, no sabe todavía quién es Jesús, pero lo intuye, y contra la incredulidad de los judíos y el temor de sus mismos padres, afirma: “Jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Cuando después Jesús le dice claramente que es el “Hijo del Hombre”, esto es, el Mesías, el Hijo de Dios, el ciego curado no tiene duda alguna e inmediatamente hace su profesión de fe: “Creo, Señor”.
He aquí, pues el significado inmediato del milagro realizado por Jesús: Él es verdaderamente Dios el cual, como pudo dar enseguida la vida a un ciego, mucho más puede dar la vista al alma, puede abrir los ojos interiores para que conozcan las verdades supremas que se refieren a la naturaleza de Dios y al destino del hombre. Por esto la curación física del ciego, que luego es causa de su fe, se convierte en un símbolo de la conversión espiritual. De este modo, Jesús vuelve a confirmar: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8,12).
  • El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe.

  • Debemos apreciar y sentir la responsabilidad de nuestra fe cada uno en su puesto de vida y de trabajo, en el ámbito de la familia. Necesidad de una catequesis completa y metódica. Conocer la propia fe significa estimarla más.
De la meditación de las lecturas de la liturgia de hoy debemos sacar ahora alguna conclusión práctica, que pueda servir en el camino ulterior de vuestra vida personal.
Ante todo, tened siempre un profundo sentido de responsabilidad sobre vuestra fe cristiana. El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe. Pero sabemos que esta fe exige firmeza y fortaleza, porque está siempre insidiada. Frente a la luz de Cristo, hay siempre una actitud de abierta hostilidad, o de rechazo y de indiferencia, o también de crítica injusta y parcial.
Sentíos responsables de vuestra fe en la sociedad moderna en la que debéis vivir, cada uno en su puesto de vida y de trabajo, cada uno en el ámbito de sus relaciones de familia y de profesión. Y por esto, profundizad cada vez más en ella, con una catequesis sana, completa, metódica. ¡Conocer mejor la propia fe significa estimarla más, vivirla más intensamente, irradiarla con más eficaz testimonio!
  • Caminemos como hijos de la Luz (Segunda Lectura).

Una segunda consecuencia práctica se puede sacar de la Carta de San Pablo.
"En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz” (Efesios 5,8). La exhortación de San Pablo es siempre actual: “Buscad lo que agrada al Señor”. “No toméis parte en las obras estériles de las tinieblas” (Efesios 5,10-11).
¡Sed luz también vosotros en vuestra parroquia, en vuestra ciudad, en vuestra patria! Sed luz con la frecuencia asidua y convencida a la Santa Misa...; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas, la visión de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo continuo de vuestra bondad y de vuestra fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando que “toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz”.
¡Estemos dispuestos a seguir a Cristo por los caminos que Él nos indica, también mediante la enseñanza de la Iglesia que Él ha instituido!
  • Sacamos fuerza de las fuentes de la gracia: mediante los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
¡Estemos dispuestos a sacar fuerza de las fuentes de la gracia, que Él nos abre en la Iglesia mediante los sacramentos de la fe: Penitencia y Eucaristía!
Y, finalmente, ¡estemos dispuestos a buscar en Él el apoyo en todas las dificultades de nuestra vida y de nuestra conciencia! ¡No nos separemos nunca de Él! ¡Él es la luz del mundo!

8. El cometido fundamental y único fin de la Iglesia: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida.

Cfr. San Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, nn. 10 y 13.
  • El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra es orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo.

  • n. 10 (…) El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra es
dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo, ayudar a todos los hombres a tener familiaridad con la profundidad de la Redención, que se realiza en Cristo Jesús. Contemporáneamente, se toca también la más profunda obra del hombre, la esfera --queremos decir-- de los corazones humanos, de las conciencias humanas y de las vicisitudes humanas.
  • n. 13 (…) La Iglesia desea servir a este único fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda
recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad acerca del hombre y del mundo, contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella.
La Iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que constituye la vida de la Iglesia misma, no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza.
En nombre de tal solicitud, como leemos en la Constitución pastoral del Concilio, « la Iglesia que por razón de su ministerio y de su competencia, de ninguna manera se confunde con la comunidad política y no está vinculada a ningún sistema político, es al mismo tiempo el signo y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana ».[Conc.Vat. II, Const. Past. Gaudium et spes, 91]
Vida Cristiana

1 “San Pablo habla de un conocimiento «superior», y hasta «sublime», de Cristo, que consiste en conocerlo y proclamarlo «Señor» (cfr. Filipenses 3,8). Es la proclamación que, unida a la fe en la resurrección de Cristo, nos salva (cfr. Romanos 10,9). Y este conocimiento lo hace posible sólo el Espíritu Santo: «Nadie puede decir: "Jesús es Señor", si no está movido por el Espíritu Santo» (1 Corintios 12,3)”. (Raniero Cantalamessa, El Canto del Espíritu (Meditaciones sobre el Veni Creator), PPC 1999,Cap. XXI pp. 384-385).


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