4º Domingo de cuaresma, Año A. (2017). Jesús cura a un ciego de nacimiento. El milagro no essimplemente una curación, sino que también es la historia de una conversión a Cristo, luz del mundo. El cristiano debe caminar en esta vida como hijo de la luz. El Señor dijo concisamente: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden seguirlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Si permitimos que Jesús aplique el colirio a nuestros ojos, percibiremos las realidades terrenas y eternas con la luz de la fe, adquirimos una mirada limpia. Cristo transforma la inteligencia y la voluntad. El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe. Debemos apreciar y sentir la responsabilidad de nuestra fe cada uno en su puesto de vida y de trabajo, en el ámbito de la familia. Necesidad de una catequesis completa y metódica. Conocer la propia fe significa estimarla más.
Cfr. 4 Domingo Cuaresma Año A 26 de marzo de 2017
1
Samuel 16, 1b.6-7.10-13A¸ Efesios 5, 8-14; Juan 9, 1-41. - Cfr.
Raniero Cantalamessa, Echad las redes,
Ciclo A, Edicep
- Efesios 5, 8-14 : En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz – toda
bondad,
justicia y verdad son fruto de la luz-, buscando
lo que agrada al Señor, sin tomar
parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien
denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que
ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al
descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice:
«Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y
Cristo será tu luz.»
- Juan 9, 1-41: 1 En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y sus discípulos le
preguntaron:
-«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera
ciego?» 3 Jesús contestó: -«Ni éste pecó ni sus padres, sino
para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 Mientras es de
día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la
noche, y nadie podrá hacerlas. 5 Mientras
estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo
untó en los ojos al ciego 7 y le dijo: -«Ve a lavarte a la piscina
de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con
vista. 8 Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna
preguntaban: -«¿No es ése el que se sentaba a pedir?» 9 Unos
decían: -«El mismo.» Otros decían: -«No es él, pero se le
parece.» Él respondía: -«Soy yo.» 10 Y le preguntaban: -«¿Y
cómo se te han abierto los ojos?» 11 Él contestó: -«Ese hombre
que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que
fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a
ver. » 12 Le preguntaron: -«¿Dónde está él?» Contestó: -«No
sé.» 13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Era
sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15
También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: -«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
16 Algunos de los fariseos comentaban: -«Este hombre no viene de
Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: -«¿Cómo
puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos.
17
Y volvieron a preguntarle al ciego: -«Y tú, ¿qué dices del que te
ha abierto los ojos?» Él contestó: -«Que es un profeta.» 18 Pero
los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había
recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres 19 y les
preguntaron: -«¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que
nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» 20 Sus padres contestaron:
-«Sabernos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21 pero
cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los
ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que
es mayor y puede explicarse. » 22 Sus padres respondieron así
porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían
acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por
Mesías. 23 Por eso sus padres dijeron: «Ya es
mayor, preguntádselo a él.»
24
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
-«Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador. » 25 Contestó él: -« Si es un pecador, no lo sé; sólo
sé que yo era ciego y ahora veo.» 26 Le preguntan de nuevo: -¿«Qué
te hizo, cómo te abrió los ojos?» 27 Les contestó: -«Os lo he
dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo
otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? »
28 Ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: -«Discípulo de ése
lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros
sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde
viene.» 30 Replicó él: -«Pues eso es lo asombroso: que vosotros
no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso
y hace su voluntad. 32 Jamás se oyó decir que nadie le abriera los
ojos a un ciego de nacimiento; 33 si éste no viniera de Dios, no
tendría ningún poder.» 34 Le replicaron: -«Empecatado naciste tú
de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y
lo expulsaron. 35 Oyó Jesús que lo habían
expulsado, lo encontró y le dijo: -«¿Crees tú en el Hijo del
hombre?» 36 Él contestó: -«¿Y quién es, Señor, para que crea
en él?» 37 Jesús le dijo: -«Lo estás viendo: el que te está
hablando, ése es.» 38 Él dijo: -«Creo,
Señor.» Y se postró ante él. 39 Jesús añadió:
-«Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven
vean, y los que ven queden ciegos.» 40 Los
fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: -«¿También
nosotros estamos ciegos?» 41 Jesús les contestó: -«Si estuvierais
ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro
pecado persiste.»
Yo soy la luz del mundo – dice el Señor -;
el
que me sigue tendrá la luz de la vida.
(Juan
8,12B, versículo antes del Evangelio de este domingo)
Mientras
estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
(Juan
9, 5; Evangelio de hoy)
En
otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
caminad
como hijos de la luz.
(Efesios
5, 8; segunda Lectura de este domingo)
Todos
los hombres están llamados a la unión con Cristo, Luz del mundo,
de
quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos
(Concilio
Vaticano II, Const. Lumen gentium,
n. 3)
1. El ciego de nacimiento y la fe en Cristo
El ojo físico y el ojo de la fe: creer en Cristo
Cfr.
Raniero Cantalamessa, o.c. pp. 103-104
- “El niño nace si no propiamente ciego, al menos incapaz aún de distinguir los contornos de las cosas. Es
sólo
después de alguna semana cuando comienza a ver las cosas. ¡Si el
niño estuviese en disposición de expresar lo que experimenta cuando
comienza a ver claramente el rostro de su madre, las personas, las
cosas, los colores, ¡qué «¡oooh!» de admiración o maravilla se
escucharía! ¡Qué himno a la luz y a la vista!
El
ver es un milagro. Solo que no le hacemos caso porque estamos
habituados y lo damos por descontado. He aquí entonces que Dios
realiza a veces la misma cosa de un modo repentino, extraordinario,
como sacudiéndose de nuestra torpeza, y hacernos atentos”.
El ojo de la fe: creer en Cristo.
- “Pero, ¿es sólo por esto por lo que Jesús cura al ciego de nacimiento? Hay otra razón por la que nosotros
hemos
nacido ciegos. Hay otro ojo que todavía debe abrirse al mundo, otro
distinto al ojo material: ¡el ojo de la fe! Éste permite darse
cuenta de otro mundo más allá del que vemos con los ojos del
cuerpo: el mundo de Dios, de la vida eterna, el mundo del Evangelio,
el mundo que no acaba ni siquiera con el … fin del mundo. La fe
es como una ventana, que se abre de par en par ante un horizonte sin
fin. (…)
En
nuestro caso no se trata de creer genéricamente en Dios sino creer
en Cristo. El suceso le sirve al evangelista para mostrarnos cómo se
llega a la fe plena y madura en el Hijo de Dios”. (p. 104).
La recuperación de la vista por parte del ciego procede al mismo tiempo que su descubrimiento de quién es Jesús.
Cfr.
Raniero Cantalamessa, o.c. pp. 104-106
Las tres etapas del camino de la fe
- “La recuperación de la vista por parte del ciego procede por igual con su descubrimiento de quién es Jesús.
Reconstruyamos
las tres etapas de este camino.
a)
Al comienzo, el ciego no sabe nada de Jesús. A la pregunta «¿Y
cómo se te han abierto los ojos?», responde : «Ese hombre
que se llama Jesús hizo barro … ». Para él, Jesús es todavía
un «hombre» cualquiera, nada más que un hombre.
b)
Más tarde, le preguntan también: «Y tú, qué dices del que te ha
abierto los ojos?», y é responde: «Que es un profeta». Jesús es
un enviado de Dios, que habla y trabaja en nombre de él. Hemos
llegado a la base de un simple razonamiento que cualquiera podría
hacer: «Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder».
c)
En fin, después de que los fariseos lo han arrojado de la sinagoga e
insultado por haberse atrevido a defender lo efectuado por Cristo, el
ciego se encuentra de nuevo con Jesús y esta vez le grita: «Creo,
Señor», y se postra ante él para adorarlo, reconociéndole así
manifiestamente como a su Señor y a su Dios”.
Nuestra fe: ¿a qué punto estamos en esas tres etapas de la fe?
Se llega a ser cristiano cuando se proclama que Jesús es el «Señor» 1.
Creer para los cristianos es creer en Jesucristo. La fe cristiana no es, primariamente, creer en algo sino en alguien.
- “Describiéndonos detalladamente así todo esto, es como si el evangelista Juan nos invitase muy
discretamente
a plantearnos la pregunta: «Y yo, ¿en qué punto estoy de este
camino? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Que Jesús sea un
hombre,
esto es, que haya existido un hombre llamado Jesús, nadie lo niega.
Que haya habido un profeta,
un enviado por Dios, que ha abierto a la humanidad nuevos horizontes
religiosos, también esto es admitido casi universalmente.
Muchos
se detienen aquí. Pero no basta. También un musulmán, siendo
coherente con lo que encuentra escrito en el Corán, reconoce que
Jesús es un profeta. Pero no por esto se le considera un cristiano.
El salto mediante el cual se llega a ser cristianos en sentido propio
es cuando se llega proclamar, como el ciego de nacimiento, que Jesús
es «Señor» y se le adora como Dios. (…)
La
fe cristiana no es primariamente creer
algo
(que Dios existe, que hay un más allá …) sino creer en alguien.
Jesús en el Evangelio no nos da una lista de cosas a creer, no nos
dice: «Creed esto y esto», dice más bien: Creéis en
Dios: creed también en
mí
(Juan 14, 1). Creer para los cristianos es creer en Jesucristo.
Actuar de forma distinta es como poner el carro delante de los
bueyes. La dificultad para creer de muchos intelectuales depende del
hecho de que no han encontrado nunca a Jesucristo y posiblemente ni
siquiera se han dado prisa por encontrarlo”.
2. La visión física y la visión sobrenatural. Ceguera física y ceguera sobrenatural.
Primera Lectura, de la carta a los Efesios: un texto espléndido sobre la luz.
Caminad como hijos de la luz
a)
el ciego no ve las realidades de la Creación, el mundo ... le falta
la visión física.
b)
el ciego que tampoco «ve», en un primer momento, al Mesías, que
está delante de él, “Jesús le pregunta: «¿Crees tú en el Hijo
del Hombre?» Y él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que
crea en él?» Le
dijo Jesús: «¿Si lo has visto: el que está hablando contigo, ese
es». Y el ciego exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él”.
(vv. 35-38). Lo que dice Jesús en el v. 5 (“Mientras estoy en el
mundo, soy luz del mundo”), es una declaración sobre el sentido
del milagro, v. 37 (“Si lo has visto: el que está hablando
contigo, ése es”).
c)
Por ello, debemos resaltar que, en el texto de la Carta a los Efesios
que se ha leído hoy (Efesios 5, 8-14), hemos escuchado un texto
espléndido, sobre la luz: “En otro tiempo erais tinieblas, ahora
en cambio sois luz en el Señor: caminad
como hijos de la luz,
porque el fruto de la luz se manifiesta en toda bondad, justicia y
verdad. Sabiendo
discernir los que es agradable al Señor.
(...) Despierta,
tú que duermes, álzate de entre los muertos, y
Cristo te iluminará.”
(vv. 8-10.14).
3. El Señor es colirio para nuestros ojos
Cristo es el camino hacia la luz, la verdad y la vida
De
los tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Tratado 34, 8-9
En la Liturgia de las
Horas, IV Domingo de Cuaresma, 2ª Lectura
El Señor dijo concisamente: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden seguirlo.
Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio de la fe. Hemos nacido ciegos por causa de Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine.
El
Señor dijo concisamente: «Yo soy la luz del mundo: el que me sigue
no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan
8,12). (…)
Hagámoslo
ahora, sigamos al Señor; desatemos aquellas ataduras que nos impiden
seguirlo. Pero ¿quién será capaz de desatar tales cadenas, si no
nos ayuda aquel mismo a quien se dijo: «Rompiste mis cadenas?»
(Salmo 115, 16). El mismo de quien en otro salmo se afirma: «El
Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se
doblan» (Salmo 145, 7.8).
¿Y
en pos de qué corren los liberados y los puestos en pie, sino de la
luz de la que han oído: «Yo soy la luz del mundo: el que me sigue
no camina en tinieblas»? (Juan 8,12). Porque el Señor abre los
ojos al ciego. Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio
de la fe. Porque fue necesaria la saliva de Cristo mezclada con
tierra para ungir al ciego de nacimiento. También nosotros hemos
nacido ciegos por causa de Adán, y necesitamos que el Señor nos
ilumine. Mezcló saliva con tierra; por ello está escrito: «La
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Juan 1,14). Mezcló
saliva con tierra, pues estaba también anunciado: «La verdad brota
de la tierra» (Salmo 84,12); y él mismo había dicho: «Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14,6). (…)
Si
lo amas, síguelo. «Yo lo amo —me dices—, pero ¿por qué camino
lo sigo?» Si el Señor, tu Dios, te hubiese dicho: «Yo soy la
verdad y la vida», y tú deseases la verdad y anhelaras la vida, sin
duda que hubieras preguntado por el camino para alcanzarlas, y te
estarías diciendo: «Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida;
ojalá mi alma tuviera la posibilidad de llegar hasta ellas.»
¿Quieres saber por dónde has de ir? Oye que el Señor dice primero: Yo soy el camino.
No se te dice: «Trabaja por dar con el camino, para que llegues a la verdad y a la vida». El mismo camino viene hacia ti y te despierta del sueño en que estabas dormido. Levántate, pues, y anda.
¿Quieres
saber por dónde has de ir? Oye que el Señor dice primero: Yo soy el
camino. Antes de decirte a donde, te dijo por dónde: Yo soy el
camino. ¿Y a dónde lleva el camino? A la verdad y a la vida.
Primero dijo por dónde tenías que ir, y luego a donde. Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida. Permaneciendo junto al Padre, es la
verdad y la vida; al vestirse de carne, se hace camino.
No
se te dice: «Trabaja por dar con el camino, para que llegues a la
verdad y a la vida»; no se te ordena esto. Perezoso, ¡levántate!
El mismo camino viene hacia ti y te despierta del sueño en que
estabas dormido, si es que en verdad te despierta; levántate, pues,
y anda. (…)
Esta
vida debe ser un tiempo que prepara para la eternidad, en el que
haya jerarquía en nuestros valores, problemas y ambiciones.
4. Acerca de la necesidad de la presencia de Cristo en nuestras vidas
Lo que debe preocupar a nuestra conciencia: que tantos vivan sin el consuelo de la amistad con Jesucristo.
Cfr.
Francisco, Exhortación Apostólica «Evangelii gaudium»,
24
de noviembre de 2013.
- n. 49: «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos
nuestros
vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con
Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un
horizonte de sentido y de vida».
No conformarnos con poco: cada ser humano necesita más y más a Cristo.
- n. 160: «Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que
alguien
se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: “Ya no vivo
yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2,20)».
Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.
Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos.
- n. 183: Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las
personas,
sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos
por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar
sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién
pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san
Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían
aceptarlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e
individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el
mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro
paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha
puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y
cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y
fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos
hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una
tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe
quedarse al margen en la lucha por la justicia» (Benedicto
XVI, Carta enc. Deus
caritas est,
(25 diciembre
2005, 28). Todos
los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse
por la construcción de un mundo mejor. (…) (Pontificio
Consejo «Justicia y Paz», Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia,
12).
El encuentro con el prójimo nos hacer reconocer a Dios.
- n. 272: Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir
algo
nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al
otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios.
5. Percibir el verdadero rostro de Jesús.
- Pedimos al Señor que nos dé la luz que ilumina nuestra vida actual. Pedimos que nos demos cuenta de
que
es un tiempo que prepara para la eternidad, que nos ayuda para que
haya jerarquía en nuestros valores, problemas, ambiciones, búsquedas
....De modo que las cosas ocupen el lugar que les corresponde.
La
presencia del Señor será el colirio para nuestros ojos, es decir,
para dilatar los horizontes. El
ciego de nacimiento penetra en el misterio de Dios, percibe el
verdadero rostro del Señor, como Hijo de Dios, como Mesías, como
Cristo, de un modo progresivo: reconoce a Jesús como alguien que
hace milagros (v. 16); después lo reconoce como profeta (v. 17); más
adelante, como alguien que hace la voluntad de Dios (v. 31);
finalmente, percibe a Jesús como quien viene de Dios (v. 33) y
llega a la Confesión
de Fe: "Creo,
Señor. Y se postró ante Él"(v. 37).
6. Si permitimos que Jesús aplique el colirio a nuestros ojos, percibiremos las realidades terrenas y eternas con la luz de la fe, adquirimos una mirada limpia. Cristo transforma la inteligencia y la voluntad.
- Es Cristo que pasa, n. 71: “Entre los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por
elemental
miramiento, saben comportarse delicadamente: son sinceros,
cordiales, educados. Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo
cure la ceguera que todavía queda en nuestros ojos, si permitimos
que el Señor nos aplique ese lodo que, en sus manos, se convierte en
el colirio más eficaz, percibiremos las realidades terrenas y
vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe:
habremos adquirido una mirada limpia. Esta es la vocación del
cristiano: la plenitud de esa caridad que «es paciente, bienhechora,
no tiene envidia, no actúa temerariamente, no se ensoberbece, no es
ambiciosa, no es interesada, no se irrita, no piensa mal, a todo se
acomoda, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios
13, 4-7). La caridad de Cristo no es sólo un buen sentimiento en
relación al prójimo; no se para en el gusto por la filantropía. La
caridad, infundida por Dios en el alma, transforma desde dentro la
inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenaturalmente la amistad y
la alegría de obrar el bien”.
7. Por qué Jesús realizó el llamativo milagro de la curación del ciego de nacimiento.
Cfr.
San Juan Pablo II, domingo 4º de Cuaresma, Ciclo A, Homilía en la
parroquia de San Sabas,
Roma
(29-III-1981)
La curación física del ciego se convierte en un símbolo de la conversión espiritual a Jesús que es luz del mundo. Quien le sigue no anda en tinieblas.
El
ciego, una vez curado, no sabe todavía quién es Jesús, pero lo
intuye, y contra la incredulidad de los judíos y el temor de sus
mismos padres, afirma: “Jamás se oyó decir que nadie abriera los
ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no
tendría ningún poder”. Cuando después Jesús le dice claramente
que es el “Hijo del Hombre”, esto es, el Mesías, el Hijo de
Dios, el ciego curado no tiene duda alguna e inmediatamente hace su
profesión de fe: “Creo, Señor”.
He
aquí, pues el significado inmediato del milagro realizado por Jesús:
Él es verdaderamente Dios el cual, como pudo dar enseguida la vida a
un ciego, mucho más puede dar la vista al alma, puede abrir los ojos
interiores para que conozcan las verdades supremas que se refieren a
la naturaleza de Dios y al destino del hombre. Por esto la curación
física del ciego, que luego es causa de su fe, se convierte en un
símbolo de la conversión espiritual. De este modo, Jesús vuelve a
confirmar: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8,12).
El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe.
Debemos apreciar y sentir la responsabilidad de nuestra fe cada uno en su puesto de vida y de trabajo, en el ámbito de la familia. Necesidad de una catequesis completa y metódica. Conocer la propia fe significa estimarla más.
De
la meditación de las lecturas de la liturgia de hoy debemos sacar
ahora alguna conclusión práctica, que pueda servir en el camino
ulterior de vuestra vida personal.
Ante
todo, tened siempre un profundo sentido de responsabilidad sobre
vuestra fe cristiana. El relato evangélico nos hace comprender cuán
preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún
la luz de la fe. Pero sabemos que esta fe exige firmeza y fortaleza,
porque está siempre insidiada. Frente a la luz de Cristo, hay
siempre una actitud de abierta hostilidad, o de rechazo y de
indiferencia, o también de crítica injusta y parcial.
Sentíos
responsables de vuestra fe en la sociedad moderna en la que debéis
vivir, cada uno en su puesto de vida y de trabajo, cada uno en el
ámbito de sus relaciones de familia y de profesión. Y por esto,
profundizad cada vez más en ella, con una catequesis sana, completa,
metódica. ¡Conocer mejor la propia fe significa estimarla más,
vivirla más intensamente, irradiarla con más eficaz testimonio!
Caminemos como hijos de la Luz (Segunda Lectura).
Una
segunda consecuencia práctica se puede sacar de la Carta de San
Pablo.
"En
otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad
como hijos de la luz” (Efesios 5,8). La exhortación de San Pablo
es siempre actual: “Buscad lo que agrada al Señor”. “No toméis
parte en las obras estériles de las tinieblas” (Efesios 5,10-11).
¡Sed
luz también vosotros en vuestra parroquia, en vuestra ciudad, en
vuestra patria! Sed luz con la frecuencia asidua y convencida a la
Santa Misa...; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras
soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas,
la visión de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo
continuo de vuestra bondad y de vuestra fidelidad en todo lugar, pero
especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando
que “toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz”.
¡Estemos
dispuestos a seguir a Cristo por los caminos que Él nos indica,
también mediante la enseñanza de la Iglesia que Él ha instituido!
Sacamos fuerza de las fuentes de la gracia: mediante los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
¡Estemos
dispuestos a sacar fuerza de las fuentes de la gracia, que Él nos
abre en la Iglesia mediante los sacramentos de la fe: Penitencia y
Eucaristía!
Y,
finalmente, ¡estemos dispuestos a buscar en Él el apoyo en todas
las dificultades de nuestra vida y de nuestra conciencia! ¡No nos
separemos nunca de Él! ¡Él es la luz del mundo!
8. El cometido fundamental y único fin de la Iglesia: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida.
Cfr.
San Juan Pablo II, Enc. Redemptor
hominis, nn. 10 y
13.
El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra es orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo.
- n. 10 (…) El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra es
dirigir
la mirada del hombre, orientar la
conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de
Cristo, ayudar a todos los hombres a tener familiaridad con la
profundidad de la Redención, que se realiza en Cristo Jesús.
Contemporáneamente, se toca también la más profunda obra del
hombre, la esfera --queremos decir-- de los corazones humanos, de las
conciencias humanas y de las vicisitudes humanas.
- n. 13 (…) La Iglesia desea servir a este único fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda
recorrer
con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad
acerca del hombre y del mundo, contenida en el misterio de la
Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia
de ella.
La
Iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que
constituye la vida de la Iglesia misma, no puede permanecer
insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como
tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza.
En
nombre de tal solicitud, como leemos en la Constitución pastoral del
Concilio, « la Iglesia que por razón de su ministerio y de su
competencia, de ninguna manera se confunde con la
comunidad política y no está vinculada a ningún sistema político,
es al mismo tiempo el signo
y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana
».[Conc.Vat. II, Const. Past. Gaudium
et spes,
91]
Vida Cristiana
1
“San
Pablo habla de un conocimiento «superior», y hasta «sublime», de
Cristo, que consiste en conocerlo y proclamarlo «Señor» (cfr.
Filipenses 3,8). Es la proclamación que, unida a la fe en la
resurrección de Cristo, nos salva (cfr. Romanos 10,9). Y este
conocimiento lo hace posible sólo el Espíritu Santo: «Nadie puede
decir: "Jesús es Señor", si no está movido por el
Espíritu Santo» (1 Corintios 12,3)”. (Raniero
Cantalamessa, El
Canto del Espíritu
(Meditaciones sobre el Veni
Creator),
PPC 1999,Cap. XXI
pp. 384-385).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.