lunes, 27 de marzo de 2017
El corazón y la virtud. Discurso de Papa Francisco a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia por la vida (3 de marzo de 2016). El bien que el hombre realiza no es el resultado de cálculos o estrategias, ni el producto de la carga genética o de los condicionamientos sociales, sino el fruto de un corazón bien dispuesto, de la libre elección que tiende al verdadero bien. No bastan la ciencia y la técnica: para hacer el bien hace falta la sabiduría del corazón. Es sede de las decisiones, del modo de pensar y de obrar. La virtud no es emoción, no es una habilidad que se adquiere con un curso de actualización, y mucho menos un mecanismo bioquímico, sino la expresión más elevada de la libertad humana. La virtud es lo mejor que el corazón del hombre ofrece. Cuando el corazón se aleja del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre muchos peligros, queda privada de orientación y se arriesga a llamar bien al mal y mal al bien; las virtudes se pierden.
1 El corazón y la virtud. Discurso de Papa Francisco a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia por la vida (3 de marzo de 2016). El bien que el hombre realiza no es el resultado de cálculos o estrategias, ni el producto de la carga genética o de los condicionamientos sociales, sino el fruto de un corazón bien dispuesto, de la libre elección que tiende al verdadero bien. No bastan la ciencia y la técnica: para hacer el bien hace falta la sabiduría del corazón. Es sede de las decisiones, del modo de pensar y de obrar. La virtud no es emoción, no es una habilidad que se adquiere con un curso de actualización, y mucho menos un mecanismo bioquímico, sino la expresión más elevada de la libertad humana. La virtud es lo mejor que el corazón del hombre ofrece. Cuando el corazón se aleja del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre muchos peligros, queda privada de orientación y se arriesga a llamar bien al mal y mal al bien; las virtudes se pierden. Cfr. Papa Francisco, Discurso, Pontificia Academia por la vida, 3 marzo 2016 1. Las virtudes en la ética de la vida El bien que el hombre realiza no es el resultado de cálculos o estrategias, ni el producto de la carga genética o de los condicionamientos sociales, sino el fruto de un corazón bien dispuesto, de la libre elección que tiende al verdadero bien. o No bastan la ciencia y la técnica: para hacer el bien hace falta la sabiduría del corazón. Queridos hermanos y hermanas, os doy a todos la bienvenida, reunidos para la Asamblea general de la Pontificia Academia por la Vida. Me agrada particularmente encontrar al Cardenal Sgreccia, siempre de pie, gracias. Estos días serán dedicados al estudio de las virtudes en la ética de la vida, un tema de interés académico, que dirige un mensaje importante a la cultura contemporánea: el bien que el hombre realiza no es el resultado de cálculos o estrategias, ni el producto de la carga genética o de los condicionamientos sociales, sino el fruto de un corazón bien dispuesto, de la libre elección que tiende al verdadero bien. No bastan la ciencia y la técnica: para hacer el bien hace falta la sabiduría del corazón. 2. El corazón en la Biblia: órgano de los afectos, y también de la facultades espirituales, razón y voluntad. o Es sede de las decisiones, del modo de pensar y de obrar. En el corazón del hombre Dios derrama su misma sabiduría. De varios modos la Sagrada Escritura nos dice que las intenciones buenas o malas no entran en el hombre desde fuera, sino que nacen de su “corazón”. De dentro —afirma Jesús— del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos (Mc 7,21). En la Biblia el corazón es el órgano no solo de los afectos, sino también de las facultades espirituales, la razón y la voluntad, es sede de las decisiones, del modo de pensar y de obrar. La prudencia de le decisiones, abierta al movimiento del Espíritu Santo, implica también al corazón. De ahí nacen las obras buenas, pero también las erróneas, cuando la verdad y las sugerencias del Espíritu se rechazan. El corazón, en definitiva, es la síntesis de la humanidad plasmada por las mismas manos de Dios (cfr Gen 2,7) y mirada por su Creador con un agrado único (cfr Gen 1,31). En el corazón del hombre Dios derrama su misma sabiduría. o Algunas orientaciones culturales ya no reconocen la impronta de la sabiduría divina en las realidades creadas y ni siquiera en el hombre. La naturaleza humana queda así reducida a sola materia, modelable a placer. En nuestro tiempo, algunas orientaciones culturales ya no reconocen la impronta de la sabiduría divina en las realidades creadas y ni siquiera en el hombre. La naturaleza humana queda así reducida a sola materia, modelable a placer. ¡Nuestra humanidad, en cambio, es única y tan valiosa a los ojos de Dios! Por eso, la primera naturaleza que hay que proteger, para que dé fruto, es nuestra misma humanidad. Debemos darle el aire limpio de la libertad y el agua vivificante de la verdad, protegerla de los venenos del egoísmo y de la mentira. En el terreno de nuestra humanidad podrá entonces brotar una gran variedad de virtudes. 2 3. La virtud permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. La virtud no es emoción, no es una habilidad que se adquiere con un curso de actualización, y mucho menos un mecanismo bioquímico, sino la expresión más elevada de la libertad humana. o La virtud es lo mejor que el corazón del hombre ofrece. Cuando el corazón se aleja del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre muchos peligros, queda privada de orientación y se arriesga a llamar bien al mal y mal al bien; las virtudes se pierden. La virtud es la expresión más auténtica del bien que el hombre, con la ayuda de Dios, es capaz de realizar. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma (Catecismo de la Iglesia Católica, 1803). La virtud no es una simple costumbre, sino la actitud constantemente renovada de elegir el bien. La virtud no es emoción, no es una habilidad que se adquiere con un curso de actualización, y mucho menos un mecanismo bioquímico, sino la expresión más elevada de la libertad humana. La virtud es lo mejor que el corazón del hombre ofrece. Cuando el corazón se aleja del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre muchos peligros, queda privada de orientación y se arriesga a llamar bien al mal y mal al bien; las virtudes se pierden, entra más fácilmente el pecado, y luego el vicio. Quien se adentra por esa pendiente resbaladiza cae en el error moral y acaba oprimido por una creciente angustia existencial. o La dinámica del corazón endurecido en la Escritura. Cuando el corazón se corrompe solo la obra del Espíritu Santo puede reformar nuestro corazón, si nosotros colaboramos. La Sagrada Escritura nos presenta la dinámica del corazón endurecido: cuanto más inclinado esté el corazón al egoísmo y al mal, más difícil es cambiar. Dice Jesús: Quien comete pecado es esclavo del pecado (Jn 8,34). Cuando el corazón se corrompe, graves son las consecuencias para la vida social, como recuerda el profeta Jeremías. Cito: Tus ojos y tu corazón sólo buscan ganancias deshonestas, sólo buscan derramar sangre inocente y practicar la opresión y la violencia (22,17). Dicha condición no puede cambiar ni en virtud de teorías, ni por efecto de reformas sociales o políticas. Solo la obra del Espíritu Santo puede reformar nuestro corazón, si nosotros colaboramos: Dios mismo asegura su gracia eficaz a quien lo busca y a quien se convierte «de todo corazón» (cfr Jl 2,12 ss.). 4. El servicio a la vida Hablar de virtudes significa afirmar que la elección del bien implica y compromete a toda la persona; no es una cuestión “cosmética”, un adorno exterior, que no daría fruto: se trata de desarraigar del corazón los deseos deshonestos y buscar el bien con sinceridad. o Son las virtudes de quien actúa en la promoción de la vida la última garantía de que el bien será realmente respetado. Hoy no faltan los conocimientos científicos y los instrumentos técnicos capaces de ofrecer apoyo a la vida humana en las situaciones en que se muestra débil. Pero falta tantas veces la humanidad. El buen obrar no es la correcta aplicación del saber ético, sino que presupone un interés real por la persona frágil. Hoy son muchas las instituciones comprometidas con el servicio a la vida, por medio de la investigación o de la asistencia; promueven no solo acciones buenas, sino también la pasión por el bien. Pero también hay muchas estructuras preocupadas más por el interés económico que por el bien común. Hablar de virtudes significa afirmar que la elección del bien implica y compromete a toda la persona; no es una cuestión “cosmética”, un adorno exterior, que no daría fruto: se trata de desarraigar del corazón los deseos deshonestos y buscar el bien con sinceridad. También en el ámbito de la ética de la vida las necesarias normas, que sancionan el respeto de las personas, por sí solas no bastan para realizar plenamente el bien del hombre. Son las virtudes de quien actúa en la promoción de la vida la última garantía de que el bien será realmente respetado. Hoy no faltan los conocimientos científicos y los instrumentos técnicos capaces de ofrecer apoyo a la vida humana en las situaciones en que se muestra débil. Pero falta tantas veces la humanidad. El buen obrar no es la correcta 3 aplicación del saber ético, sino que presupone un interés real por la persona frágil. Los médicos y todos los agentes sanitarios no dejen nunca de conjugar ciencia, técnica y humanidad. o Animo a las Universidades a considerar todo esto en sus programas de formación, para que los estudiantes puedan madurar esas disposiciones del corazón y de la mente que son indispensables para acoger y cuidar la vida humana, según la dignidad que en cualquier circunstancia le pertenece. La cultura contemporánea conserva aún las premisas para afirmar que el hombre, sean cuales sean su condiciones de vida, es un valor que hay que proteger. Sin embargo, es a menudo víctima de incertidumbres morales, que no le permiten defender la vida de manera eficaz. Por eso es necesario no solo que las virtudes informen realmente el pensar y el obrar del hombre, sino que sean cultivadas a través de un continuo discernimiento y estén arraigadas en Dios, fuente de toda virtud. Por tanto, animo a las Universidades a considerar todo esto en sus programas de formación, para que los estudiantes puedan madurar esas disposiciones del corazón y de la mente que son indispensables para acoger y cuidar la vida humana, según la dignidad que en cualquier circunstancia le pertenece. Invito también a los directores de las estructuras sanitarias y de investigación a conseguir que sus empleados consideren parte integrante de su cualificado servicio también el trato humano. En todo caso, que cuantos se dedican a la defensa y promoción de la vida puedan mostrar ante todo su belleza. Como la Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción” (Evangelii gaudium, 14), así la vida humana se defiende y promueve eficazmente solo cuando se conoce y se muestra su belleza. Viviendo una genuina compasión y las demás virtudes, seréis testigos privilegiados de la misericordia del Padre de la vida. La cultura contemporánea conserva aún las premisas para afirmar que el hombre, sean cuales sean su condiciones de vida, es un valor que hay que proteger; sin embargo, es a menudo víctima de incertidumbres morales, que no le permiten defender la vida de manera eficaz. No raramente, además, puede pasar que bajo el nombre de virtud, se enmascaren “espléndidos vicios”. Por eso es necesario no solo que las virtudes informen realmente el pensar y el obrar del hombre, sino que sean cultivadas a través de un continuo discernimiento y estén arraigadas en Dios, fuente de toda virtud. o Me gustaría repetir aquí algo que ya he dicho bastantes veces: debemos estar atentos a las nuevas colonizaciones ideológicas que entran en el pensamiento humano, incluso cristiano, bajo forma de virtud, de modernidad, de actitudes nuevas, pero son colonizaciones. Me gustaría repetir aquí algo que ya he dicho bastantes veces: debemos estar atentos a las nuevas colonizaciones ideológicas que entran en el pensamiento humano, incluso cristiano, bajo forma de virtud, de modernidad, de actitudes nuevas, pero son colonizaciones, es decir, quitan la libertas, y son ideológicas, o sea, tiene miedo de la realidad tal como Dios la ha creado. Pidamos la ayuda del Espíritu Santo, para que nos saque fuera del egoísmo y de la ignorancia: renovados por Él, podemos pensar y obrar según el corazón de Dios y mostrar a quien sufre en el cuerpo y en el espíritu su misericordia. El deseo que os dirijo es que los trabajos de estos días puedan ser fecundos, y acompañaros a vosotros y a cuantos encontréis en vuestro servicio en un camino de crecimiento virtuoso. Os agradezco y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Gracias. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.