lunes, 10 de julio de 2017
Domingo 17 del Tiempo Ordinario (2016), Ciclo C. La oración cristiana de alabanza. La antífona de comunión de este domingo, del salmo 103 (102). La oración de alabanza a Dios por colmarnos en Cristo de toda clase de bendiciones. La oración de alabanza. ¿Cómo está mi oración de alabanza? Es difícil justificar a quien siente vergüenza al cantar la alabanza del Señor, mientras que luego se deja llevar por gritos de júbilo por el gol de su equipo del corazón. La oración de alabanza es una oración cristiana, para todos nosotros. El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor —y cuando lo hace es feliz de decirlo—, y goza «cuando canta el Sanctus en la misa», es un hombre o una mujer fecundo.
1 Domingo 17 del Tiempo Ordinario (2016), Ciclo C. La oración cristiana de alabanza. La antífona de comunión de este domingo, del salmo 103 (102). La oración de alabanza a Dios por colmarnos en Cristo de toda clase de bendiciones. La oración de alabanza. ¿Cómo está mi oración de alabanza? Es difícil justificar a quien siente vergüenza al cantar la alabanza del Señor, mientras que luego se deja llevar por gritos de júbilo por el gol de su equipo del corazón. La oración de alabanza es una oración cristiana, para todos nosotros. El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor —y cuando lo hace es feliz de decirlo—, y goza «cuando canta el Sanctus en la misa», es un hombre o una mujer fecundo. Cfr. Papa Francisco, Homilía, en la Casa de Santa Marta. Martes 28 de enero 2014 – Martes de la 3ª semana del tiempo ordinario. Cfr. Primera lectura 1 Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 5, viernes 31 de enero de 2014 La oración de alabanza Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios2 . (Salmo 103,2: Antífona de comunión del domingo 17 del Tiempo Ordinario, Ciclo C) Es difícil justificar a quien siente vergüenza al cantar la alabanza del Señor, mientras que luego se deja llevar por gritos de júbilo por el gol de su equipo del corazón. Es difícil justificar a quien siente vergüenza al cantar la alabanza del Señor, mientras que luego se deja llevar por gritos de júbilo por el gol de su equipo del corazón. Éste es el sentido de la reflexión que propuso el Papa Francisco en la misa del martes 28 de enero. El Papa Francisco se centró en la descripción de la fiesta que improvisó David por la llegada del arca de la Alianza, tal como lo relata la primera lectura de la liturgia del día (2 Samuel 6, 12-15 .17-19). «El rey David —recordó el Pontífice— inmoló sacrificios en honor a Dios; oró. Luego su oración llegó a ser jubilosa... era una oración de alabanza, de alegría. Y comenzó a danzar. Dice la Biblia: “David iba danzando ante el Señor con todas sus fuerzas”». Y David estaba tan contento al dirigir esta oración de alabanza que salió «de toda moderación» y comenzó «a danzar ante el Señor con todas sus fuerzas». Esto, insistió el Papa, era «precisamente la oración de alabanza». 1 Segundo Libro de Samuel 6,12-15.17-19: Cuando informaron a David: "El Señor ha bendecido a la familia de Obededóm y todos sus bienes a causa del Arca de Dios", David partió e hizo subir el Arca de Dios desde la casa de Obededóm a la Ciudad de David, con gran alegría. Los que transportaban el Arca del Señor avanzaron seis pasos, y él sacrificó un buey y un ternero cebado. David, que sólo llevaba ceñido un efod de lino, iba danzando con todas sus fuerzas delante del Señor. Así, David y toda la casa de Israel subieron el Arca del Señor en medio de aclamaciones y al sonido de trompetas. Luego introdujeron el Arca del Señor y la instalaron en su sitio, en medio de la carpa que David había levantado para ella, y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión delante del Señor. Cuando David terminó de ofrecer el holocausto y los sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre del Señor de los ejércitos. Después repartió a todo el pueblo, a toda la multitud de Israel, hombres y mujeres, una hogaza de pan, un pastel de dátiles y uno de pasas de uva por persona. Luego todo el pueblo se fue, cada uno a su casa. 2 Salmo 103: “La bendición a Dios expresada en este salmo, una de las piezas más bella y de espiritualidad más profunda dentro del Antiguo Testamento, es asumida, adquiriendo nuevas dimensiones, en la bendición del comienzo de la Carta a los Efesios. Ahí, en efecto, se alaba a Dios por colmarnos de toda clase de bendiciones en Cristo (Efesios 1,2; Salmo 103,5), porque nos ha redimido mediante su sangre de todos nuestros delitos (Efesios 1,7; Salmo103, 10), y porque no sólo nos ha tratado como hijos (Salmo 103,13), sino que incluso nos ha hecho sus hijos de adopción (Efesios 1,5)” (…). (Sagrada Biblia, Antiguo Testamento, Eunsa 2001) 2 Ante este episodio «pensé inmediatamente —confesó el obispo de Roma— en la palabra de Sara tras dar a luz a Isaac: “el Señor me hizo bailar de alegría”. Esta anciana de 90 años bailó de alegría». David era joven, repitió, pero también él «bailaba, danzaba ante el Señor. Esto es un ejemplo de oración de alabanza». Que es algo distinto de la oración que, explicó el Pontífice, normalmente hacemos «para pedir algo al Señor» o incluso sólo «para dar gracias al Señor». La oración de alabanza es una oración cristiana, para todos nosotros. Pero «la oración de alabanza —destacó el Santo Padre— la dejamos a un lado». Para nosotros no es algo espontáneo. Algunos, añadió, podrían pensar que se trata de una oración «para los de la Renovación en el Espíritu», no para todos los cristianos. La oración de alabanza es una oración cristiana, para todos nosotros. En la misa, todos los días, cuando cantamos repitiendo “Santo, Santo...”, ésta es una oración de alabanza, alabamos a Dios por su grandeza, porque es grande. Y le decimos cosas hermosas, porque a nosotros nos gusta que sea así». Y no importa ser buenos cantantes. En efecto, explicó el Papa Francisco, no es posible pensar que «eres capaz de gritar cuando tu equipo hace un gol y no eres capaz de cantar las alabanzas al Señor, de salir un poco de tu comportamiento para cantar esto». Me pregunto cuántas veces despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, gente buena que alaba al Señor Alabar a Dios «es totalmente gratuito», prosiguió. «No pedimos, no damos gracias. Alabamos: tú eres grande. “Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo...”. Con todo el corazón decimos esto. Es incluso un acto de justicia, porque Él es grande, es nuestro Dios. Pensemos en una hermosa pregunta que podemos hacernos hoy: “¿cómo es mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿O cuando rezo el Gloria o el Sanctus lo hago sólo con la boca y no con todo el corazón? ¿Qué me dice David danzando? ¿Y Sara que baila de alegría? Cuando David entró en la ciudad, comenzó otra cosa: una fiesta. La alegría de la alabanza nos lleva a la alegría de la fiesta». Fiesta que luego se extiende a la familia, «cada uno —es la imagen propuesta por el Pontífice— en su casa comiendo el pan, festejando». Pero cuando David vuelve a entrar en el palacio, debe afrontar el reproche y el desprecio de Mical, la hija del rey Saúl: «“¿pero tú no tienes vergüenza de hacer lo que has hecho? ¿Cómo has hecho esto, bailar delante de todos, tú el rey? ¿No tienes vergüenza?”. Me pregunto cuántas veces despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, gente buena que alaba al Señor», así, de modo espontáneo, así como surge sin seguir actitudes formales. Pero en la Biblia, recordó el Papa, se lee «que Mical quedó estéril para toda su vida por esto. ¿Qué quiere decir aquí la Palabra de Dios? Que la alegría, la oración de alabanza nos hace fecundos. Sara bailaba en el momento grande de su fecundidad, a los noventa años. La fecundidad alaba al Señor». El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor —y cuando lo hace es feliz de decirlo—, y goza «cuando canta el Sanctus en la misa», es un hombre o una mujer fecundo. El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor —y cuando lo hace es feliz de decirlo—, y goza «cuando canta el Sanctus en la misa», es un hombre o una mujer fecundo. En cambio, añadió el Pontífice, quienes «se cierran en la formalidad de una oración fría, medida, así, tal vez terminan como Mical, en la esterilidad de su formalidad. Pensemos e imaginemos a David que baila con todas sus fuerzas ante el Señor. Pensemos cuán hermoso es hacer oraciones de alabanza. Tal vez nos hará bien repetir las palabras del salmo que hemos orado, el 23: “¡Portones! Alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales: va a entrar el rey de la gloria. ¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor héroe valeroso, el Señor valeroso en la batalla». Ésta debe ser nuestra oración de alabanza, y, concluyó, cuando elevamos esta oración al Señor debemos «decir a nuestro corazón: “levántate corazón, porque estás ante el rey de la gloria”». www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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