viernes, 14 de julio de 2017
Domingo 13 del Tiempo Ordinario (2012, Año B). La curación de una mujer enferma desde hacía doce años. Es una catequesis sobre la fe: «tu fe te ha salvado» (Marcos 5,34). Los sacramentos son como «fuerzas que salen» del cuerpo de Cristo, a través de ellos Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos. “Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos”.
1 Domingo 13 del Tiempo Ordinario (2012, Año B). La curación de una mujer enferma desde hacía doce años. Es una catequesis sobre la fe: «tu fe te ha salvado» (Marcos 5,34). Los sacramentos son como «fuerzas que salen» del cuerpo de Cristo, a través de ellos Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos. “Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos”. Cfr. Domingo 13 Tiempo ordinario Año B, 1 julio 2012. Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24; 2 Corintios 8, 7.9.13-15; Marcos 5, 21-43 Marcos 5: 21 Y habiendo cruzado de nuevo Jesús en la barca hasta la otra orilla, se reunió una gran muchedumbre a su alrededor mientras él estaba junto al mar. 22 Viene uno de los jefes de la sinagoga, de nombre Jairo, y, al verlo, se postra a sus pies, 23 y le suplica con insistencia diciendo: Mi hija está en las últimas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva. 24 Se fue con él, y le seguía la muchedumbre, que le apretujaba. 25 Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, 26 y que había sufrido mucho por parte de muchos médicos, y gastado todos sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba del mal en peor, 27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; 28 porque decía: Si pudiera tocar, aunque sólo fuera su manto, quedaré sana. 29 En el mismo instante se secó la fuente de sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad. 30 Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31 Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? 32 Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. 33 La mujer, asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. 34 El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia. 35 Todavía estaba él hablando, cuando llegan desde la casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas ya al Maestro? 36 Jesús, al oír lo que hablaban, dice al jefe de la sinagoga: No temas, tan sólo ten fe. 37 Y no permitió que nadie le siguiera, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga, y ve el alboroto, y a los que lloraban y a las plañideras. 39 Y al entrar, les dice: ¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme. 40 Y se reían de él. Pero él, haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la niña, le dice: Talita qum, que significa: Niña, a ti te digo, levántate. 42 Y en seguida la niña se levantó y se puso a andar, pues tenía doce años. Y quedaron llenos de asombro. 43 Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a la niña. 1. La curación de la mujer que padecía un flujo de sangre, en el Catecismo de la Iglesia Católica. Un fresco de las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino en Roma, de comienzos del siglo IV. Los sacramentos son como fuerzas que salen del cuerpo de Cristo: sanan las heridas de nuestros pecados y nos dan la vida nueva. o “Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él” (Marcos 5,30) • En varias ediciones del Catecismo de la Iglesia Católica, al inicio de la Segunda Parte, que trata de la Celebración del misterio cristiano, en concreto de la liturgia y de los sacramentos, hay una fotografía a color que representa el encuentro de Jesús con la mujer que padecía un flujo de sangre desde hacía muchos años; esa mujer enferma se acerca a Jesús con mucha fe, toca el borde del manto de Jesús y queda curada «por la virtud que salía de él» (cf. Mc 5, 25-34). Se trata de la fotografía de un Fresco de las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino en Roma, de comienzos del siglo IV. En el pie de página de la fotografía se comenta lo siguiente: Los sacramentos de la Iglesia prosiguen ahora la obra que Jesús realizó a lo largo de su vida terrenal (n. 1115). Los sacramentos son como «las fuerzas que salen» del cuerpo de Cristo que sanan las heridas de nuestros pecados y nos dan la vida nueva (n. 1116). 2 Esta imagen simboliza por tanto la virtud divina y salvífica del Hijo de Dios, que salva a todo hombre, en cuerpo y alma, por medio de la vida sacramental. o En los sacramentos, Jesús continúa “tocándonos” para sanarnos. • n. 1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34 Mc 5,36 Mc 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36 Mc 8,22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41 Mc 3,10 Mc 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos. 2. En el “Año de la fe”.1 Hemos de ponernos en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. • “Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»”. (PF, n.2). La reflexión sobre la fe • “Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. (PF, 8) La celebración de la fe • “Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. (PF, 9) Los sacramentos, eficacia de la profesión de fe • “Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos”.(PF, 11) Las curaciones de Jesús son obra de Dios y camino hacia Dios, están siempre en relación con la fe. • Romano Guardini, El Señor, Ed. Cristiandad 2ª ed 2005, p. 88: “Las curaciones de Jesús son obra de Dios, camino hacia Dios. Sus milagros de curación están siempre en relación con la fe. En Nazaret no pudo hacer ningún milagro, porque sus compatriotas no creían. Imponer un milagro sería destruir su mismo sentido, pues siempre hace referencia a la fe (Lc 4, 23-30). Los discípulos no pueden curar al joven epiléptico porque tienen poca fe y la fuerza que debe actuar en virtud del Espíritu Santo se ve coartada (Mt 17, 14-21). Cuando traen al paralítico, en un primer momento da la impresión que Jesús no se interesa en absoluto por la enfermedad del paciente. Lo que se ve, sobre todo, es su fe. Por eso le promete, en primer lugar, el perdón de sus pecados y sólo como culminación de todo el proceso le cura la parálisis (Mc 2, 1-12). Al padre del niño epiléptico le pregunta: «¿Crees que puedo hacerlo?»Y el milagro sólo se produce cuando el corazón está dispuesto a dejarse guiar hasta la fe (Mc 9, 23-25). El centurión dice con simplicidad militar: «Yo no soy quién para que entres bajo mi techo, pero basta una palabra tuya para que mi criado se cure, porque si yo le digo a uno de mis subordinados que se vaya, se va; y a otro que venga, y 1 El «Año de la fe» ha sido convocado por Benedicto XVI (el 11 octubre 2011), con la Carta Apostólica «Porta Fidei» (PF). Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. 3 viene; y a mi criado, que haga algo, y lo hace». Por eso, oye un elogio maravilloso: «Os aseguro que en ningún israelita he encontrado tanta fe» (Mt 8, 5-13). Y el ciego puede escuchar estas palabras: «Tu fe te ha curado» (Mc 10, 46-52). Las curaciones de Jesús hacen referencia a la fe, igual que el anuncio del mensaje; y al mismo tiempo revelan la realidad de un Dios que ama. La auténtica finalidad de esas curaciones consiste en que los hombres descubran la realidad de la fe, se abran a ella, y se identifiquen con ella”. Los milagros que hizo nuestro Señor Jesucristo son obras divinas que enseñan a la mente humana a elevarse por encima de las cosas visibles para comprender lo que es Dios. • S. Agustín, Comentario al Evangelo di san Juan, 24,1: Los milagros que hizo nuestro Señor Jesucristo son obras divinas que enseñan a la mente humana a elevarse por encima de las cosas visibles para comprender lo que es Dios. Como Dios tiene una naturaleza que no es visible a los ojos del cuerpo, y como los milagros con los que él gobierna y rige todo el mundo y todas las criaturas del universo, parece que han perdido valor porque se repiten ininterrumpidamente - de tal modo que nadie piensa ya en apreciar la asombrosa y admirable potencia divina que se manifiesta también en un grano de trigo -, en su misericordia él se reservó el hacer algunas cosas en el momento oportuno y más allá del curso normal de los sucesos naturales, de modo que se suscitase estupor ante tales hechos, no mayores pero sí insólitos respecto a los acontecimientos cotidianos que ya no causan impresión. Ciertamente gobernar todo el mundo es un milagro mayor que saciar cinco mil hombres con cinco panes; y, sin embargo, nadie se asombra, mientras los hombres se maravillan ante el milagro de los panes, no porque se trate de una cosa mayor que la otra, sino porque es rara. En efecto, ¿quien es el que alimenta todo el mundo sino quien con pocos granos crea la mies? Y el Señor actuó como actúa Dios. Con su potencia divina multiplica unos pocos granos haciendo nacer la mies, y con la misma potencia multiplicó en sus manos los cinco panes. En efecto había potencia en las manos de Cristo, y aquellos cinco panes eran como semillas de grano que no fueron echados en los surcos de la tierra, sino que fueron multiplicados por aquel que había creado la tierra. Este hecho golpea nuestros sentidos y nos obliga a elevar la mente; este prodigio, realizado ante nuestros ojos, nos empuja a esforzar nuestra inteligencia, de modo que admiremos a Dios invisible a través de las obras visibles, y que deseemos - después de haber sido elevados a la fe y de ser purificados por medio de ella - conseguir ver a Dios, cuya naturaleza invisible hemos conocido a través de las obras invisibles. Jesús vincula a la fe los milagros que él realiza. o Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? (Marcos 5, 30-32) • Muchos de la muchedumbre que rodeaba a Jesús le tocaban, pero ninguno de ellos fue curado. Solamente esa mujer tocó el borde de su vestido con fe. Y el mismo Jesús subraya la fe de ella: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia» (Marcos 5, 34). • San Romano el Meloda 2 , pone en boca de Jesús estas palabras: “Simón, hijo de Juan,¿ por qué me dices que una inmensa muchedumbre se amontona a mi alrededor? Ellos no llegan a tocar mi divinidad. Pero esta mujer, en el vestido visible ha conquistado manifiestamente mi naturaleza divina, y ha conquistado la salud cuando me ha gritado: ¡Señor, sálvame!”. 2 Padre de la Iglesia del que habló Benedicto XVI en la catequesis del 21 de mayo de 2008. Se trata de una figura poco conocida. Nació en torno al año 490 en Emesa (hoy Homs), en Siria. 4 o Juan Pablo II, Catequesis, 16 diciembre 1987 Jesús subraya más de una vez que los milagros que Él realiza están vinculados a la fe. “Tu fe te ha curado”, dice a la mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que, acercándose por detrás, le había tocado el borde del manto, quedando sana (cf .Mt 9,20-22 y también Lc 8,48 Mc 5,34). Palabras semejantes pronuncia Jesús mientras cura al ciego Bartimeo, que, a la salida de Jericó, pedía con insistencia su ayuda gritando: “(Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi!” (cf. Mc 10,46-52). Según Marcos: “Anda, tu fe te ha salvado” le responde Jesús. Y Lucas precisa la respuesta: “Ve, tu fe te ha hecho salvo” (Lc 18,42). Una declaración idéntica hace al Samaritano curado de la lepra (Lc 17,19). Mientras a los otros dos ciegos que invocan volver a ver, Jesús les pregunta: “¿Creéis que puedo yo hacer esto?”. “Sí, Señor”... “Hágase en vosotros, según vuestra fe” (Mt 9,28-29). o Los milagros, hoy No son expediente para resolver la ineptitud o facilitar la comodidad • Es Cristo que pasa, 50: Pero los milagros son una manifestación de la omnipotencia salvadora de Dios, y no un expediente para resolver las consecuencias de la ineptitud o para facilitar nuestra comodidad. Dan libertad a los corazones atados que no saben amar, resucitan a los muertos por el pecado, etc. • Es Cristo que pasa, 131: Ahora también se devuelve la vista a ciegos, que habían perdido la capacidad de mirar al cielo y de contemplar las maravillas de Dios; se da la libertad a cojos y tullidos, que se encontraban atados por sus apasionamientos y cuyos corazones no sabían ya amar; se hace oír a sordos, que no deseaban saber de Dios; se logra que hablen los mudos, que tenían atenazada la lengua porque no querían confesar sus derrotas; se resucita a muertos, en los que el pecado había destruido la vida. Comprobamos una vez más que la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que cualquier espada de dos filos (Hebreos 4, 12) y, lo mismo que los primeros fieles cristianos, nos alegramos al admirar la fuerza del Espíritu Santo y su acción en la inteligencia y en la voluntad de sus criaturas. 3. La fe en los sacramentos es la fe en la fuerza de Cristo que nos sana • La fe - don de Dios – nos llevará, por tanto, a aceptar, que en cada sacramento “Cristo continúa «tocándonos» para sanarnos” (cfr. CEC n. 1504). Los sacramentos son “como «fuerzas que brotan» del Cuerpo de Cristo (cfr. Lucas 5,17; 6, 19; 8,46)” (cfr. CEC n. 1116); prosiguen ahora la obra que Jesús realizó a lo largo de su vida terrenal (cfr. CEC n. 116). • Del mismo modo que esa mujer se acercó a Jesús con fe, ahora nos acercamos a los sacramentos creyendo que en ellos están la acción de Jesús y su presencia; en ellos nos manifiesta su poder al concedernos la gracia que nos salva. 4. El seguimiento de Cristo no es imitar al hombre Jesús, sino identificarse con Cristo: esto es realizable en la vida sacramental. Joseph Ratzinger, Conferencia dictada en el jubileo de los catequistas, 10 diciembre del 2000 “En los límites de esta conferencia me es imposible tratar los contenidos del anuncio del Salvador. Sólo quisiera aludir brevemente a dos aspectos importantes. El primero es el seguimiento de Cristo. Cristo se presenta como camino de mi vida. Seguimiento de Cristo no significa imitar al hombre Jesús. Ese intento fracasaría necesariamente; sería un anacronismo. El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más elevada: identificarse con Cristo, es decir, llegar a la unión con Dios. Esa palabra tal vez choque a los oídos del hombre moderno. Pero, en realidad todos tenemos sed de infinito, de una libertad infinita, de una felicidad ilimitada. Toda la historia de las revoluciones de los últimos dos siglos sólo se explica así. La droga sólo se explica así. El hombre no se contenta con soluciones que no 5 lleguen a la divinización. Pero todos los caminos ofrecidos por la "serpiente" (cf. Gn 3, 5), es decir, la sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la identificación con Cristo, realizable en la vida sacramental. Seguir a Cristo no es un asunto de moralidad, sino un tema "mistérico", un conjunto de acción divina y respuesta nuestra”. 5. Los presbíteros pueden realizar plenamente su "misión" mediante el anuncio de la Palabra y la administración de los sacramentos. El presbítero no es sino un hombre convertido y renovado por el Espíritu, que vive de la relación personal con Cristo, haciendo constantemente suyos los criterios evangélicos. Benedicto XVI, Catequesis, 1 de julio de 2009 “Habiendo recibido con su "consagración" un don de gracia tan extraordinario, los presbíteros se convierten en testigos permanentes de su encuentro con Cristo. Partiendo precisamente de esta conciencia interior, pueden realizar plenamente su "misión" mediante el anuncio de la Palabra y la administración de los sacramentos. Después del concilio Vaticano II, en muchas partes se tuvo la impresión de que en la misión de los sacerdotes en nuestro tiempo había algo más urgente; algunos creían que en primer lugar se debía construir una sociedad diversa. En cambio, la página evangélica que hemos escuchado al inicio llama la atención sobre los dos elementos esenciales del ministerio sacerdotal. Jesús envía, en aquel tiempo y hoy, a los Apóstoles a anunciar el Evangelio y les da el poder de expulsar a los espíritus malignos. Por tanto, "anuncio" y "poder", es decir, "Palabra" y "sacramento", son las dos columnas fundamentales del servicio sacerdotal, más allá de sus posibles múltiples configuraciones. Cuando no se tiene en cuenta el "díptico" consagración-misión, resulta verdaderamente difícil comprender la identidad del presbítero y de su ministerio en la Iglesia. El presbítero no es sino un hombre convertido y renovado por el Espíritu, que vive de la relación personal con Cristo, haciendo constantemente suyos los criterios evangélicos. El presbítero no es sino un hombre de unidad y de verdad, consciente de sus propios límites y, al mismo tiempo, de la extraordinaria grandeza de la vocación recibida: ayudar a extender el reino de Dios hasta los últimos confines de la tierra”. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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