miércoles, 12 de julio de 2017

Domingo de Pentecostés. La gran misión del Espíritu Santo consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. Un aspecto importante de esta grandeza es la alabanza o proclamación «Jesús es Señor», de la primera Carta de San Pablo a los Corintios (12,3), que se lee hoy. Nos da a conocer la persona y la obra de Jesús; también nuestro destino: la esperanza a la que hemos sido llamados. Nos abre la inteligencia para conocer las Escrituras. A los cristianos nos corresponde anunciar, en el mundo de hoy, que Jesús es la piedra angular, el Redentor.



1 Domingo de Pentecostés. La gran misión del Espíritu Santo consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. Un aspecto importante de esta grandeza es la alabanza o proclamación «Jesús es Señor», de la primera Carta de San Pablo a los Corintios (12,3), que se lee hoy. Nos da a conocer la persona y la obra de Jesús; también nuestro destino: la esperanza a la que hemos sido llamados. Nos abre la inteligencia para conocer las Escrituras. A los cristianos nos corresponde anunciar, en el mundo de hoy, que Jesús es la piedra angular, el Redentor. Cfr. Domingo de Pentecostés 31 mayo 09 Hechos 2, 1-11; 1 Corintios 12, 3- 7.12-13; Juan 20, 19-23. Juan 20, 19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: « La paz con vosotros. » 20 . Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21 Jesús les dijo otra vez: « La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. » 22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: « Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Adoremos a Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo (Ant Invitatorio, T.P. después Ascensión) Cuando venga Aquel, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir. Él me glorificará «Recibe de lo mío y os lo anunciará» (Jn 16,13-15). 1. El Espíritu de la verdad (Juan 14,17; 16,13) os guiará hacia toda la verdad: algunos aspectos o contenidos. En el hombre hay dos tendencias inherentes: el «espíritu de verdad» y el «espíritu de error». • Biblia de Jerusalén, Jn 14,17: “La expresión proviene de Qumrán, donde se contraponía «espíritu de verdad» y «espíritu de error» (ver 1 Jn 4,6+), para designar dos tendencias inherentes al hombre. Aquí, el Espíritu de verdad (8,32+), está personalizado (confrontar con 2 Jn 1-2) texto que recalca el de Jn 14,17 c.” • 1 Jn 4,6: “Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, el que no es de Dios no nos escucha. En esto reconocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error”. Biblia de Jerusalén: “El tema de los dos espíritus es conocido del Judaísmo (por ejemplo, Qumrán), afín al de las dos vías (Dt 11, 26-28; Mt 7, 13-14+). El hombre está situado entre dos mundos, «es» del uno o del otro participando de su espíritu(3, 8.19). La victoria final de los creyentes no ofrece duda (v. 4; 2, 13-14; 5, 4-5)." En San Juan, la «verdad» tiene un sentido amplio, que comprende la fe y el amor. Se «camina en la verdad» cuando se cumplen los mandamientos en el amor. • Textos de la Escritura: 1 Juan 2,4: “Quien dice: «Yo le conozco y no guarda los mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él»”; 1 Juan 3,23: “Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo”; 1 Juan 3,18: “Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad”; 2 Juan 4-6: “Me alegré mucho al encontrar entre tus hijos a quienes viven en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. Y ahora te ruego, Señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros. Y en este consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor”. 3 Juan 3-4 ss: “Me alegré mucho cuando vinieron unos hermanos que daban testimonio de tu verdad, y de cómo vives en la verdad. No siento alegría mayor que oir que mis hijos caminan en la verdad”; Juan 3, 21: “El que obra según la 2 verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios”; Juan 18, 37: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Conocimiento de la verdad en la Biblia (sentido semítico): es principio de vida moral, caminamos según sus directrices, obramos conforme a sus exigencias, etc. • Juan 8, 32: Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. • Biblia de Jerusalén, Jn 8,32: “La verdad es la expresión de la voluntad de Dios sobre el hombre, tal como nos ha sido transmitida por Cristo (8, 40.45; 17,17). Nosotros «conocemos» en el sentido (semítico) de que permanece en nosotros (2 Jn 1,2), como un principio de vida moral: «andamos» (=vivimos) según sus directrices (3 Jn 3-4; Sal 86,11); «hacemos la verdad» (3,21; 1 Jn 1,6; ver Tb 4,6), es decir, obramos conforme a lo que ella exige de nosotros. Se contrapone, pues, al «mundo» (1,9+), como una especie de clima ético: los que son «del mundo» no pueden sino odiarla (15,19; 17, 14-16), los que son «de la verdad» obedecen al mensaje de amor que Cristo nos ha transmitido de parte de Dios (18,37; 1 Jn 3, 18-19). Y son santificados por la verdad lo mismo que por la palabra de Cristo (17,17; 15,3). Por cuanto esta verdad se nos da por Cristo, éste puede afirmar que él es la Verdad que nos conduce al Padre (14,6+), del mismo modo que, después de su retorno junto al Padre, será el Espíritu el que, guiándonos hacia la verdad completa (16,13), será la Verdad (1 Jn 5,6), o el Espíritu de verdad (14,17+). • 1 Tm 2,4: “Dios, nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y llegue al conocimiento pleno de la verdad”. • Biblia de Jerusalén 1 Tm 2,4: “ La salvación es conocimiento de la verdad (1 Tm 4,3; 2 Tm 2,25; 3,7; Tt 1,1).Pero ese conocimiento importa el empeño de toda la vida (ver Os 2,22+; Jn 8,32+; 10,14+; s Ts 2,12; etc.)” “Quien comete el pecado es del diablo” (1 Jn 3,8). • Biblia de Jerusalén, 1 Jn 3,8: “A la expresiones: ser de Dios, de la verdad, hijos de Dios, que significan que el cristiano vive bajo el influjo de Dios que en él permanece, se oponen las expresiones: ser del diablo (3,8), del Maligno (3,12), para designar a todos los que viven bajo el influjo perverso de Satanás y se dejan «extraviar» por él.” 2. «Os guiará hacia toda la verdad [o «verdad completa»]: la gran misión del Espíritu Santo consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza del Espíritu Santo. La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. • Benedicto XVI, Homilía 7 mayo 2005 1 : “De las lecturas de la liturgia de hoy aprendemos también algo más sobre la manera concreta en la que el Señor se encuentra junto a nosotros. El Señor promete a sus discípulos su Espíritu Santo. La primera lectura nos dice que el Espíritu Santo será «fuerza» para los discípulos; el Evangelio añade que será guía hacia la Verdad plena. Jesús les dijo todo a sus discípulos, pues él es la Palabra viviente de Dios, y Dios no puede dar algo más que a sí mismo. En Jesús, Dios se nos dio totalmente a sí mismo, es decir, nos dio todo. Además de esto, o junto a esto, no puede haber otra revelación capaz de comunicar algo más o de completar, en cierto sentido, la Revelación de Cristo. En Él, en el Hijo, se nos dijo todo, se nos dio todo. Pero nuestra capacidad de comprender es limitada; por este motivo la misión del Espíritu consiste en introducir a la Iglesia de manera siempre nueva, de generación en generación, en la grandeza del misterio de Cristo. La Iglesia no presenta nada diferente o nuevo junto a Cristo; no hay ninguna revelación pneumática junto a la de Cristo, como algunos creen, no hay un segundo nivel de Revelación. No: «recibirá de lo mío», dice Cristo en el Evangelio (Juan 16, 14). Y, al igual que Cristo, sólo dice lo que escucha y recibe del Padre, el Espíritu Santo es 1 Homilía en la toma de posesión de la Cátedra del Obispo de Roma, en la Basílica de san Juan de Letrán, en la fiesta de la Ascensión del Señor. Este párrafo ya estaba entre los textos que se enviaron el domingo pasado, solemnidad de la Ascensión. 3 intérprete de Cristo. «Recibirá de lo mío». No nos lleva a otros lugares, alejados de Cristo, sino que nos hace penetrar cada vez más adentro de la luz de Cristo. Por este motivo, la revelación cristiana es, al mismo tiempo, siempre antigua y siempre nueva. Por este motivo, todo se nos ha dado siempre y ya. Al mismo tiempo, toda generación, en el inagotable encuentro con el Señor, encuentro mediado por el Espíritu Santo, aprende siempre algo nuevo”. La verdad es Cristo • Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, IV Edizione settembre 1996, Pentecoste, p. 149: La «verdad» para nosotros se identifica con la «veracidad», es decir, con la autenticidad de una tesis, de un mensaje, de un evento; es la afirmación de una realidad incontrovertible. Para el cuarto Evangelio, sin embargo, la «verdad» es sinónimo de «evangelio» y es, por tanto, la palabra y la misma persona de Cristo”. (...) La misión del Espíritu Santo es desvelar plenamente el misterio de Cristo, de hacer que el fiel penetre en el corazón de la revelación, en la infinita riqueza de las Escrituras. • La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed., Juan 16, 12-15: “La acción del Espíritu Santo consistirá en que, bajo el impulso de su presencia y de su iluminación, quedará desvelado el misterio de Jesús y de su revelación”. • JPII, Catequesis 16-12-1998: El Espíritu Santo es quien introduce al hombre en el misterio de la vida trinitaria. Al ser "Espíritu de la verdad" (Jn 15,26 Jn 16,13), actúa en lo mas íntimo de los creyentes, haciendo resplandecer en su mente la Verdad, que es Cristo. • JPII, Catequesis, 26/09/1990: El Espíritu Santo es también el maestro invisible que seguirá impartiendo de generación en generación la misma enseñanza de Cristo: su Evangelio. "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir" (Jn 16,13). La verdad completa: el escándalo de la Cruz y todo lo que Cristo «hizo y enseñó» • JPII, Enc. Dominum et vivificantem, n. 6: Este « guiar hasta la verdad completa », con referencia a lo que dice a los apóstoles « pero ahora no podéis con ello », está necesariamente relacionado con el anonadamiento de Cristo por medio de la pasión y muerte de Cruz, que entonces, cuando pronunciaba estas palabras, era inminente. Después, sin embargo, resulta claro que aquel « guiar hasta la verdad completa » se refiere también, además del escándalo de la cruz, a todo lo que Cristo « hizo y enseñó ».( Act 1, 1). En efecto, el misterio de Cristo en su globalidad exige la fe ya que ésta introduce oportunamente al hombre en la realidad del misterio revelado. El « guiar hasta la verdad completa » se realiza, pues en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de la verdad y fruto de su acción en el hombre. El Espíritu Santo debe ser en esto la guía suprema del hombre y la luz del espíritu humano. Esto sirve para los apóstoles, testigos oculares, que deben llevar ya a todos los hombres el anuncio de lo que Cristo « hizo y enseñó » y, especialmente, el anuncio de su Cruz y de su Resurrección. En una perspectiva más amplia esto sirve también para todas las generaciones de discípulos y confesores del Maestro, ya que deberán aceptar con fe y confesar con lealtad el misterio de Dios operante en la historia del hombre, el misterio revelado que explica el sentido definitivo de esa misma historia. Un aspecto importante de la grandeza del misterio de Cristo es la alabanza o proclamación «Jesús es Señor», de la primera Carta de San Pablo a los Corintios (12,3), que se ha leído hoy, solemnidad de Pentecostés. • San Pablo refiere que ninguno puede hacer esa alabanza sin la acción del Espíritu Santo. Acerca de este título de Jesús, que es Señor, es decir Dios, cf. Raniero Cantalamessa, El Canto del Espíritu, cap. XXI pp. 377-391: “Desde el punto de vista subjetivo - es decir, en lo que depende de nosotros - la fuerza de esa proclamación está en que supone también una decisión. Quien la pronuncia decide sobre el sentido de su vida. Es como si dijera: «Tú eres mí Señor; yo me someto a ti, te reconozco libremente como mi salvador, mi jefe, mi maestro, aquel que tiene todos los derechos sobre mí»” (p. 385) • Ven, Creador Espíritu, … Danos ir hacia el Padre conocer a Dios Hijo, (Estrofa del Veni Creator...) 4 • CEC 152: No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque "nadie puede decir: «Jesús es Señor» sino bajo la acción del Espíritu Santo" (1Co 12,3). "El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios... Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1Co 2,10-11). Sólo Dios conoce a Dios enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios. La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. • CEC 2670: "Nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por influjo del Espíritu Santo" (1Co 12,3). Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración. Puesto que El nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando? Por eso, la Iglesia nos invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y al terminar cualquier acción importante. Si el Espíritu no debe ser adorado, ¿cómo me diviniza él por el bautismo? Y si debe ser adorado, ¿no debe ser objeto de un culto particular?. [San Gregorio Nacianceno] • CEC n. 2681: "Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por influjo del Espíritu Santo" (1Co 12,3). La Iglesia nos invita a invocar al Espíritu Santo como Maestro interior de la oración cristiana. En el Ordinario de la Misa también tenemos ejemplos sobre la grandeza del misterio de Cristo. Por ejemplo, en la alabanza o doxología que el sacerdote proclama antes del Rito de la Comunión, elevando la patena y el cáliz. • Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. o Cfr. Félix María Arocena, En el corazón de la liturgia, Palabra marzo 1999 pp. 246-261: - Por Cristo. «... no debemos presentar a Dios Padre nada si no es por Cristo, a través de Cristo, por medio de Él” p. 251 [Yo soy el camino ... nadie puede ir al Padre sino por mí .... (Juan 14,6] - Con Cristo. «Hacer las cosas por Cristo es poco todavía. No basta hacerlo todo a través de Cristo, sino con Él, en unión íntima con Él. (...) En su alma humana, Cristo posee la plenitud de la gracia santificante. Una plenitud intensiva y extensiva. La gracia santificante que yo poseo ha tenido su origen y su fuente en el alma humana de Cristo. Es gracia “capital”, mana de la Cabeza, que es Cristo. La gracia santificante que yo poseo se llama, por eso, “crística”. (...) La vida cristiana consiste en hacer todo con Jesús; rezar, discurrir, amar, trabajar, caminar, descansar, divertirse ... Los disgustos, enfermedades, contradicciones, dolores ... sin incorporar a Cristo, carecerían de valor». pp. 251-252 - En Cristo. Hay una gradación. «“Gradación” porque “por” y “con” son algo extrínseco a nosotros, mientras que “en” nos mete dentro de Cristo. Tema muy querido en San Agustín († 430), que nos reconduce a su doctrina sobre el Cuerpo místico de Cristo y el “Cristo total”. (... ) El “Cristo total” es Cristo más nosotros. (...) Él no está completo sin nosotros. No alcanza su plenitud y totalidad si no somos uno con Él. Incorporados a Él por el Bautismo somos partes integrantes de su unidad. El cristiano es alter Christus: el cristiano es otro Cristo, y nada más verdadero, pero hay que precisar. “Otro” no significa diferente. No somos otros Cristo distinto del Cristo verdadero. Estamos destinados a ser el Cristo único que existe. Como dice san Agustín, Christus facti sumus (Enarrationes in psalmos, 26,2; BAC, 235, p. 267). (...) La cabeza y los miembros forman el Christus totus, el “Cristo total”. Siendo así, se comprende que todas nuestras acciones sed han de realizar en Cristo, identificados con Él.» pp. 252-253. A los cristianos nos corresponde anunciar, en el mundo de hoy, que Jesús es la piedra angular, el Redentor. • San Josemaría, El gran desconocido, n. 132 (Es Cristo que pasa): A nosotros, los cristianos, nos corresponde anunciar en estos días, a ese mundo del que somos y en el que vivimos, el mensaje antiguo y nuevo del Evangelio. 5 No es verdad que toda la gente de hoy —así, en general y en bloque— esté cerrada, o permanezca indiferente, a lo que la fe cristiana enseña sobre el destino y el ser del hombre; no es cierto que los hombres de estos tiempos se ocupen sólo de las cosas de la tierra, y se desinteresen de mirar al cielo. Aunque no faltan ideologías —y personas que las sustentan— que están cerradas, hay en nuestra época anhelos grandes y actitudes rastreras, heroísmos y cobardías, ilusiones y desengaños; criaturas que sueñan con un mundo nuevo más justo y más humano, y otras que, quizá decepcionadas ante el fracaso de sus primitivos ideales, se refugian en el egoísmo de buscar sólo la propia tranquilidad, o en permanecer inmersas en el error. A todos esos hombres y a todas esas mujeres, estén donde estén, en sus momentos de exaltación o en sus crisis y derrotas, les hemos de hacer llegar el anuncio solemne y tajante de San Pedro, durante los días que siguieron a la Pentecostés: Jesús es la piedra angular, el Redentor, el todo de nuestra vida, porque fuera de El no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual podamos ser salvos (Act IV, 12). 3. Enciende tu luz en la mente (de una estrofa del Veni Creator) El Espíritu Santo nos guía hacia la verdad plena R. Cantalamessa, El Canto del Espíritu, PPC 1999, Cap. XIV (pp. 255-271) o ¿Qué ilumina concretamente el Espíritu Santo? (pp. 264-266) La vida íntima de Dios; las profundidades de Dios, las cosas de Dios Pero, ¿qué es lo que ilumina concretamente el Espíritu Santo? Pablo dice que él nos hace conocer «las profundidades de Dios», «las cosas de Dios», «lo que Dios gratuitamente nos ha dado» (cfr. 1 Cor 2,10-12). Las profundidades de Dios, a la luz del Nuevo Testamento, son, en primer lugar, las personas mismas de la Trinidad, la vida íntima de Dios que se desarrolla entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Dirá la última estrofa de nuestro himno: «Por medio de él, conocemos al Padre y sabemos quién es el Hijo». La persona y la obra de Jesús No obstante, el objetivo, por así decirlo, privilegiado de la revelación del Paráclito es - lo veremos comentando precisamente la última estrofa - la persona y la obra de Jesús. El Espíritu Santo enciende en la mente la luz de Cristo, hace presente a aquel que dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). «Es para conocer a Cristo que hemos recibido el pensamiento, es para correr hacia él que hemos recibido el deseo y es para llevarlo en nosotros que tenemos el memorial» 2 . El Espíritu Santo ilumina también nuestro destino: conocer la esperanza a la que hemos sido llamados El Espíritu Santo ilumina también nuestro destino. En la Carta a los Efesios se pide a Dios Padre que ilumine los ojos de nuestra mente con un espíritu de revelación, para comprender «cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, cuál la inmensa gloria que él ha otorgado en herencia a su pueblo» (cfr. Ef 1,17-18). Nos abre la inteligencia para conocer las Escrituras Pero la experiencia más frecuente del Espíritu que «enciende» su luz en la mente, la hacemos leyendo las Escrituras. El continúa, en la Iglesia, la acción del Resucitado que, después de la Pascua, «les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras» (cfr. Lc 24,45). «La ley pertenece a la esfera del “espíritu” (Rom 7,14); pero lo que la ley pretende significar espiritualmente, no es manifiesto a todos, sino tan sólo a quienes ha sido concedida la gracia del Espíritu Santo» 3 . Toda la riquísima tradición sobre la «lectura espiritual» de la palabra de Dios se basa en este convencimiento. La Escritura, dice la Dei Verbum, «tiene que ser leída e interpretada con la ayuda del propio Espíritu mediante el cual ha sido escrita» 4 . Leer la Biblia sin el Espíritu Santo es como abrir un libro en la oscuridad de la noche. 2 CABASILAS, N.: Vida en Cristo, VI, 10 (PG 150, 680). 3 ORÍGENES: Los principios, Pref. 8 (SCh 252, p. 86). 4 Dei Verbum, n. 12. 6 En ocasiones ocurre que hemos leído, y puede que incluso comentado, muchas veces un determinado pasaje de la Escritura, sin sentir ninguna emoción particular. Y he aquí que un buen día lo leemos en un clima de fe y de oración, y ese pasaje de repente nos ilumina, nos habla, arroja luz sobre una situación que estamos viviendo, nos aclara la voluntad de Dios. Más aún, cuando pasa un tiempo, cada vez que volvemos a leerlo recibimos de él la misma fuerza y luz. ¿A qué se debe este cambio, si no es a una iluminación del Espíritu Santo? Las palabras de la Escritura, bajo la acción del Espíritu, se transforman en una especie de palabras fluorescentes, que emiten luz. Una de las experiencias más comunes y más fuertes que acompañan la llegada del Espíritu a un alma, es precisamente ésta. La Escritura cobra vida: cada frase parece escrita personalmente para ti, hasta el punto de que a veces te deja sin aliento, como si Dios estuviera allí en persona para hablarte con una autoridad y una dulzura inmensas. ¡Las palabras de los Salmos de repente parecen tan nuevas, tan frescas! Abren en el alma unos horizontes que se pierden, suscitan en ella profundas resonancias. En esos casos, se constata cuán verdadera es la afirmación de que la palabra de Dios es «viva y eficaz» (cfr. Heb 4,12). Se trata de una experiencia que todos hacen, incluso los más sencillos; muchas veces hay personas que no han hecho ningún estudio especial de la Biblia, y que consiguen penetrar en el corazón de un pasaje, mas que muchos eruditos que han estado analizándolo durante años con todos los instrumentos filológicos a su disposición. Es el Espíritu quien, una vez más, revela los secretos de Dios a los «sencillos» (cfr. Mt 11,25). La relación entre la palabra de Dios y la iluminación del Espíritu fue uno de los puntos en el que más insistieron los reformadores protestantes. Tal vez haya sido radicalizado, hasta el punto de excluir toda mediación de la Iglesia, a favor de la doctrina del libre examen. Cualquier cristiano, gracias al «testimonio interior» del Espíritu, está en condiciones de comprender la Escritura sin ninguna guía externa. Escribe Calvino: «El Espíritu de Dios está tan unido a la verdad, tal y como él la ha expresado en la Escritura, que manifiesta plenamente su fuerza cuando la Palabra es recibida con la veneración que se merece... La Palabra nos es definitivamente garantizada sólo si es aprobada por el testimonio del Espíritu. El Señor ha juntado y acoplado con vínculo mutuo la certeza de su Espíritu y la de su Palabra, a fin de que nuestro entendimiento reciba esta pa labra con obediencia, encontrando en ella la luz del Espíritu, donde se refleja la del rostro de Dios» 5 . Actualmente, una discusión más serena nos está llevando a reconocer que no puede haber oposición entre el testimonio interno, personal y el externo, apostólico, de la Iglesia, cuando proceden verdaderamente del Espíritu, y que ninguno de los dos, por sí solo, es suficiente. Pero hay que admitir que entonces esa fuerte llamada de atención de la Reforma era necesaria, y que en muchos aspectos ha sido beneficiosa para toda la Iglesia. www.parroquiasantamonica.com 5 CALVINO: Instituciones de la religión cristiana, I, 9, 3. 

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