Ø Algunos
aspectos sobre la vocación que resalta el Catecismo de la Iglesia Católica
o Los
diez mandamientos establecen los fundamentos de la vocación del hombre. Son una
luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los
caminos de Dios.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1962: “La Ley antigua es el primer estado de la Ley
revelada. Sus
prescripciones morales están
resumidas en los Diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo establecen los
fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios. Prohíben lo
que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que le es
esencial. El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para
manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el mal:
Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los
hombres no leían en sus corazones (S.
Agustín, Sal. 57, 1).
o
Todos los discípulos de Cristo tenemos una
vocación común: es la llamada a la santidad y a la misión de evangelizar el
mundo (vocación al apostolado), cuyo fundamento son los sacramentos de la
iniciación cristiana. Nuestra respuesta a esa llamada.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1533: “El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son
los
sacramentos de la iniciación
cristiana. Fundamentan la vocación común de todos los discípulos de Cristo, que
es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo. Confieren las
gracias necesarias para vivir según el Espíritu en esta vida de peregrinos en
marcha hacia la patria”.
§ Nuestra
respuesta a esa llamada: tratar de ajustarnos al proyecto que Dios ha
querido para cada uno de nosotros.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2807: Santificado sea tu nombre (…). Esta petición es
enseñada por Jesús como algo
a desear profundamente y como proyecto en que Dios y el hombre se comprometen.
Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio
íntimo de su Divinidad y en el drama de la salvación de nuestra humanidad.
Pedirle que su Nombre sea santificado nos implica en «el benévolo designio que
él se propuso de antemano» para que nosotros seamos «santos e inmaculados en su
presencia, en el amor» (Cf Efesios 1, 9. 4).
o Todos
estamos llamados a vivir las bienaventuranzas, que están en el centro de la
predicación de Jesús.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1716, 1717 y
1719: Las bienaventuranzas expresan
la vocación
de los fieles asociados a la
gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y actitudes
características de la vida cristiana; paradójicamente sostienen la esperanza en
las tribulaciones; descubren la meta de
la existencia humana.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1820: “ (…) Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza
hacia el cielo como hacia la
nueva tierra prometida; trazan el camino
hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero
por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en «la esperanza
que no falla» (Romanos 5, 5). La esperanza es «el ancla del alma», segura y
firme, «que penetra... a donde entró por nosotros como precursor Jesús» (Hebreos
6, 19-20). Es también un arma que nos
protege en el combate de la salvación: «Revistamos la coraza de la fe y de la
caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación» (1 Tesalonicenses 5, 8).
Nos procura el gozo en la prueba misma: «Con la alegría de la esperanza;
constantes en la tribulación» (Romanos 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del
Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear”.
o Todos
estamos llamados a la comunión con Dios.
§ Esta
vocación que tiene todo hombre a la comunión con Dios, es la razón más alta de
la dignidad humana. Y es el fin último y principio unificador de la existencia
humana.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 27: El deseo de Dios está inscrito en el corazón del
hombre, porque
el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios
no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la
verdad y la dicha que no cesa de buscar:
La
razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la
comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su
nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado
siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce
libremente aquel amor y se entrega a su Creador (Gaudium et spes 19,1).
o
La vocación es llamada gratuita de Dios, que
tiene siempre la iniciativa.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1998: “(...) La vocación depende enteramente de la
iniciativa gratuita de Dios,
porque sólo El puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las capacidades de
la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de toda criatura
(Cf 1 Corintios 2, 7-9).”
o A
veces, se sirve de intermediarios - es la mediación - para comunicar ese proyecto.
§ Primera
lectura (de este domingo 2º del tiempo ordinario). Samuel. «Habla, Señor, que
tu siervo escucha». Ana y Elí son los mediadores de los que se sirve el
Señor para que Samuel le reconozca.
·
Samuel vivió
aproximadamente entre los años 1050
a .C. y el 970
a .C., en los reinados de Saúl y David.
Samuel fue hijo de Ana, una
mujer que era estéril hasta que, después de muchas oraciones por parte de
ella, el Señor le curó de la
esterilidad (cfr. 1 Samuel 1). Su madre le consagró al Señor, y Samuel desde
pequeño servía a Yahvé en el templo, a las órdenes del sacerdote Elí (cfr. 1
Samuel 2, 11).
Cierto
día, como relata el párrafo de la primera Lectura, cuando Samuel estaba
acostado, le llamó el Señor. Samuel pensó que le llamaba el sacerdote Elí, y
“corrió donde Elí diciendo: «Aquí estoy porque me has llamado»”.Elí le respondió que no le había llamado y le
ordenó que fuese a acostarse. Esto sucedió por tres veces (1 Samuel 3, 4-9); la
Escritura dice que la tercera vez Elí “comprendió que era el Señor quien
llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien,
responde: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha»” (1 Samuel 3,9). Elí, por
tanto, instruyó a Samuel - le ayudó –
para que el joven reconociese la voz del Señor, pues, como dice la misma
Escritura, las tres primeras veces no había reconocido la voz del Señor:
“Samuel todavía no había reconocido al Señor”(1 Samuel 3,7). A partir de
entonces, el Señor indicó a Samuel la misión para la que le había llamado, le
indicó su vocación: fue el primer profeta del que se sirvió el Señor para
instruir a su pueblo, a sus sacerdotes y a sus reyes. La Escritura nos dice,
como acabamos de escuchar en la primera Lectura, que Samuel “crecía, y el Señor
estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse” (v. 19); es decir,
que Samuel fue fiel a su vocación, a la misión que el Señor le había
encomendado.
§ Elí
es modelo del verdadero educador espiritual.
·
Gianfranco Ravasi o.c. p. 155: “Elí es modelo del verdadero educador espiritual, el cual
no se pone
como sustituto en el asunto
personal del joven Samuel sino que lo sostiene y lo ilumina: «si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que
tu siervo te escucha"».
El encuentro
con un guía espiritual es un don extraordinario; el testimonio ofrecido a los
demás es un compromiso fundamental del creyente; la mediación límpida del hermano es
frecuentemente el camino para descubrir nuestra meta, nuestra vocación. Es
sugerente la representación de Juan el Bautista en la Crucifixión de Grünewald:
él tiene un enorme dedo índice que apunta hacia la cruz de Jesús. Ciertamente la meta está más allá del dedo,
está más allá del maestro, más allá del hermano que nos guía. En efecto, la
confesión de Juan el Bautista es iluminadora: «Es necesario que Él crezca y yo
disminuya». El verdadero educador debe ser capaz de retirarse, de
convertirse hasta en un «inútil»,
repitiendo al final de su misión aquella frase áspera pero decisiva de
Jesús:«Somos siervos inútiles; hemos hecho solamente lo que debíamos
hacer»”.
§ La
mediación de su madre Ana y del sacerdote Elí.
·
También se puede
resaltar, en la vocación de Samuel, cómo el Señor se sirve de su madre Ana –
que
implora sin cesar al Señor
que le cure de su esterilidad y le conceda descendencia - para que el joven aprenda cómo estar ante el
Señor.
·
El Catecismo de la Iglesia Católica lo afirma así (n. 2578): (...) “El niño
Samuel aprendió de su
madre Ana cómo «estar ante el
Señor» (Cf 1 Samuel 1, 9-18) y del sacerdote Elí cómo escuchar su Palabra:
«Habla, Señor, que tu siervo escucha» (Cf 1 Samuel 3, 9-10) (...) ”.
§ Evangelio:
los primeros discípulos del Señor. Oyeron las palabras de Juan el Bautista – que
fue el mediador - y siguieron a Jesús. Pedro
es conducido a Jesús por su hermano Andrés, que fue su mediador.
·
Después de
reflexionar sobre la vocación de Samuel, ahora consideramos la vocación de los
primeros
discípulos del Señor Jesús.
Se ha escrito que las palabras más bellas y sugestivas de la Biblia son las que
nos presentan la vocación de hombres concretos; en el Antiguo Testamento
encontramos - junto a la de Samuel -
tantas otras: Abrahán, Moises, David, Isaías, Jeremías, etc.; en el
Nuevo Testamento encontramos también muchas Zaqueo, la Samaritana, Nicodemo ...
pero seguramente las “más importantes” son las de los apóstoles que el Señor escoge directamente, sirviéndose
a veces de la mediación de otros discípulos o apóstoles. En el Evangelio que se
ha leído encontramos también una mediación – la de Juan el Bautista – en la
elección de dos de ellos; a su vez uno
de éstos - Andrés – es el mediador de su hermano Simón a quien el Señor cambia
el nombre por Pedro; en los versículos sucesivos Jesús llama a Felipe y éste
lleva Natanael a Jesús ... (43-51). Los otros tres evangelistas (Mateo, Marcos
y Lucas), también nos hablan del llamamiento por parte de Jesús de los primeros
discípulos, señalando algunos datos diferentes de los que hemos leído hoy.
o
La vocación del hombre a la vida eterna no
suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los
medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2820: Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben
distinguir
entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la
promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una
separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que
refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del
Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz (Cf Gaudium et spes 22; 32; 39; 45; Evangelii nuntiandi, 31).
o
Las circunstancias en las que vive cada uno hacen que haya unas connotaciones específicas
sobre el lugar o modalidad de vivir la vocación
común a la santidad
§ En
los fieles laicos esa vocación común a todos los fieles de la Iglesia, tiene
una característica propia: la búsqueda de la santidad (del Reino de Dios, de la
salvación), ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 898: “Los laicos tienen como
vocación propia el buscar el Reino
de
Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios... A
ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las
realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que
éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del
Creador y Redentor» (Lumen gentium, 31)”.
§ La
intervención directa en la actividad
política y en la organización de la vida social forma parte de la vocación de
los fieles laicos
·
Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 2442: No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir
directamente
en la actividad política y en la organización de la vida social. ö Esta tarea
forma parte de la vocación de los fieles laicos, que actúan por su propia
iniciativa con sus conciudadanos. La acción social puede implicar una
pluralidad de vías concretas. Deberá atender siempre al bien común y ajustarse
al mensaje evangélico y a la enseñanza de la Iglesia. Pertenece a los fieles
laicos «animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas,
procurar ser testigos y operadores de paz y de justicia» (Juan Pablo II,
Sollicitudo rei socialis, n. 47; cf 42).
§ La
vocación específica como mediadores de los padres de familia
Han de fomentar la vocación personal de cada hijo; y tienen la misión de
enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1656: “En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e
incluso
hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en
cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II
llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia doméstica» (Lumen gentium, 11; cf Familiaris consortio, 21.).
En el seno de la
familia, «los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la
fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de
cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada» (Lumen gentium, 11)”.
La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna
infancia.
·
Catecismo de la Iglesia Católica n. 2226: “La educación en la fe por los padres debe
comenzar desde
la
más tierna infancia. Esta educación se hace ya cuando los miembros de la
familia se ayudan a crecer en la fe mediante el testimonio de una vida
cristiana de acuerdo con el Evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña
y enriquece las otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión
de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios (Cf Lumen gentium, 11). La parroquia es la comunidad eucarística y el
corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas; es un lugar
privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres”.
Los padres de familia tienen como misión - como
vocación - respetar la vocación de sus
hijos, y favorecer la respuesta de ellos para seguirla. La vocación primera del cristiano es seguir a Jesús.
·
Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 2232: “Los vínculos familiares,
aunque son muy importantes,
no
son absolutos. A la par que el hijo crece hacia una madurez y autonomía humanas
y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más
claridad y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la
respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación
primera del cristiano es seguir a Jesús: (Cf Mateo 16, 25) «El que ama a su
padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su
hija más que a mí, no es digno de mí» (Mateo 10, 37)”.
·
Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 2253: “Los padres deben respetar y favorecer la vocación de
sus
hijos. Han de recordar y enseñar que la vocación primera del cristiano es la de
seguir a Jesús”.
o
La vocación cristiana es también, por su misma
naturaleza, vocación al apostolado:
todos los cristianos estamos llamados al apostolado. Características del
auténtico testigo.
·
Catecismo de
la Iglesia Católica, n. 863: “Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a
través
de los sucesores de S. Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida
con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es «enviada» al
mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras,
tienen parte en este envío. «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es
también vocación al apostolado». Se llama «apostolado» a «toda la actividad del
Cuerpo Místico» que tiende a «propagar el Reino de Cristo por toda la tierra»
(Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, n. 2).”
Vida Cristiana
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