Ø
La Cuaresma. Tres
diversas formas de penitencia en la vida cristiana: el ayuno, la oración y la
limosna.
Catecismo de la Iglesia Católica n. 1434: “La penitencia interior del cristiano
puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre
todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (Cf Tobías
12, 8; Mateo 6, 1-18), que expresan la
conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los
demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el
martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos
realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la
preocupación por la salvación del prójimo (Cf Santiago 5, 20), la intercesión
de los santos y la práctica de la caridad «que cubre multitud de pecados» (1 Pedro
4, 8).”
1.
¿Por qué el ayuno?
Cfr. San Juan
Pablo II, Catequesis, Audiencia general del 21-III-79
v La
tradicional abstención de la comida y de las bebidas tiene como fin no
solamente el introducir en la existencia del hombre el equilibrio necesario,
sino también el desprendimiento de lo que se podría definir "actitud
consumista.
o
Cuando el hombre se orienta exclusivamente hacia
la posesión y el empleo de bienes materiales, es decir de las cosas, entonces
también toda la civilización se mide según la cantidad y la calidad de las
cosas que es capaz de proporcionar al
hombre, y no se mide con la medida adecuada al hombre.
§ El
hombre contemporáneo debe ayunar, es decir abstenerse no solamente de la comida
o de las bebidas, sino también de muchos otros medios de consumo, de estímulo,
de satisfacción de los sentidos.
La renuncia tiene que servir para crear en el hombre las condiciones para
poder vivir los valores superiores, de los que él está, a su modo, hambriento.
"¡Promulgad el ayuno!" (Joel 1,14)
(...) "El alimento y las bebidas
son indispensables al hombre para vivir, él se sirve y tiene que servirse de
ellos, sin embargo no le es lícito abusar de ello bajo cualquiera forma. La
tradicional abstención de la comida y de las bebidas tiene como fin no
solamente el introducir en la existencia del hombre el equilibrio necesario,
sino también el desprendimiento de lo que se podría definir "actitud
consumista". (...) No se trata en este caso únicamente de la comida y de
las bebidas. Cuando el hombre se orienta exclusivamente hacia la posesión y el
empleo de bienes materiales, es decir de las cosas, entonces también toda la
civilización se mide según la cantidad y la calidad de las cosas que es capaz
de proporcionar al hombre, y no se mide
con la medida adecuada al hombre. Esta civilización, en efecto, ya no provee
solamente los bienes materiales para que sirvan al hombre para desarrollar actividades creadoras y útiles,
sino siempre más... para satisfacer los
sentidos, la excitación que deriva de ello, para el placer momentáneo, para
satisfacer continuamente una mayor
multiplicidad de sensaciones.
(...) De
esto se sigue que el hombre contemporáneo debe ayunar, es decir abstenerse no
solamente de la comida o de las bebidas, sino también de muchos otros medios de
consumo, de estímulo, de satisfacción de los sentidos. Ayunar significa
abstenerse, renunciar a algo. (...) He aquí, en resumen, la interpretación del
ayuno hoy día. La renuncia a las sensaciones, a los estímulos, a los placeres y
también a la comida o a las bebidas, no tiene una finalidad en sí misma. Ella
debe, por así decirlo, solamente allanar el camino hacia contenidos más profundos con los que se
alimenta el hombre interior. Tal renuncia, tal mortificación, tiene que servir
para crear en el hombre las condiciones para poder vivir los valores
superiores, de los que él está, a su modo, hambriento"...
2.
¿Por qué la limosna?
Cfr. san Juan Pablo II, Catequesis, Audiencia
general del 28-III-79
v Convertíos
y creed en el evangelio
o
El hecho mismo de prestar ayuda a quién tiene
necesidad de ello, el hecho de compartir con los otros los mismos bienes, tiene que suscitar respeto.
§ Dar
limosna significa la actitud de apertura hacia el otro. Justamente tal actitud
es un factor indispensable de la "metanoia", es decir de la
conversión, así como son indispensables la oración y el ayuno.
La apertura a los otros, que se expresa en la "ayuda", en el
"dividir" la comida, el vaso de agua, la buena palabra, el consuelo,
la visita, el tiempo precioso, etcétera, este regalo interior ofrecido a otro hombre le llega directamente
a Cristo, directamente a Dios. Este don es decisivo para el encuentro con Él.
Es la conversión.
"Paenitemini et date elemosynam" (cfr. Marco 1,15 y Luca
12,33). Hoy no escuchamos con gusto la
palabra limosna. Nos parece que es algo
humillante. Parece que nos lleva a suponer un sistema social en el que reina la
injusticia, la desigual distribución de los bienes, un sistema que debería ser
cambiado con reformas adecuadas. (...) En cambio, la limosna en sí misma, como
ayuda a quien tiene necesidad de ello, como "la manera de hacer participar
los otros de nuestros propios bienes",
no suscita absolutamente parecidas asociaciones negativas. Podemos no estar de
acuerdo con quien da la limosna, por el modo en que lo hace. Podemos no estar
tampoco de acuerdo con quien alarga la
mano pidiendo limosna, en cuanto que no se esfuerza por ganarse la vida por sí
mismo. Podemos no aprobar la sociedad o el sistema social en los que hay
necesidad de limosna. Sin embargo el hecho mismo de prestar ayuda a quién tiene
necesidad de ello, el hecho de compartir con los otros los mismos bienes, tiene que suscitar respeto. Vemos cómo para
entender las expresiones verbales hace falta librarse del influjo de diversas
circunstancias accidentales: circunstancias a menudo impropias, que pesan sobre
el significado ordinario. (...) En la Sagrada Escritura
y según las categorías evangélicas, "limosna" significa ante todo
regalo interior. Significa la actitud de apertura hacia el otro. Justamente tal
actitud es un factor indispensable de la "metanoia", es decir de la conversión, así como son
indispensables la oración y el ayuno. (...) La oración como apertura hacia
Dios; el ayuno, como expresión del dominio sobre sí mismo también cuando nos
privamos de algo, cuando decimos
"no" a nosotros mismos; y por fin la limosna, como apertura
"hacia los otros". El evangelio dibuja tal cuadro claramente cuando
nos habla de la penitencia, de la "metanoia". Sólo con una actitud
total - en la relación con Dios, consigo mismo y con lo prójimo -, el hombre
alcanza la conversión y permanece en el estado de conversión.
El
"limosna" así entendida, tiene
un significado en cierto sentido decisivo para una tal conversión. Para
convencernos de ello, basta con recordar la imagen del Juicio final que Cristo
nos ha dado: "Porque yo he tenido hambre (...) cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos
más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 35-40). (...) Esta apertura a
los otros, que se expresa en la "ayuda", en el "dividir" la
comida, el vaso de agua, la buena palabra, el consuelo, la visita, el tiempo
precioso, etcétera, este regalo interior
ofrecido a otro hombre le llega directamente a Cristo, directamente a
Dios. Este don es decisivo para el encuentro con Él. Es la conversión. (…)
o
Todos podemos dar limosna.
"Lo que cada cristiano tiene
que hacer siempre, ahora debe practicarlo
con mayor solicitud y devoción, para que se cumpla no sólo la norma apostólica
del ayuno cuaresmal consistente en la abstinencia de las comidas, sino también
y sobre todo de los pecados.
Además,
ninguna obra se puede asociar con tanta utilidad como la limosna a estos
debidos y santos ayunos, la cual abraza muchas obras buenas bajo el nombre
único de "misericordia." En esto, los fieles pueden reconocerse como
iguales, a pesar de las desigualdades de bienes. (...)
Es
inmenso el campo de las obras de misericordia. No sólo los ricos y los
adinerados pueden socorrer los otros con la limosna, sino también los de
condición modesta o pobre. Aunque desiguales en los bienes de fortuna, todos pueden ser iguales en los sentimientos
de piedad del alma". (San Leo Magno, falleció en el 460, Disc. 6 sobre el
Cuaresma, Oficio de lecturas del jueves después de ceniza.).
3.
¿Por qué la oración?
A.
Cfr. San Juan Pablo
II, discurso a los jóvenes, en San Pedro, 14-III-79.
v "La
oración es el reconocimiento de nuestro límite y de nuestra dependencia:
¡venimos de Dios y a Dios volvemos! Por tanto, no podemos hacer otra cosa que
abandonarnos en Él, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza.
o
La máxima oración es la Santa Misa , porque
Jesús está realmente presente, quien renueva el Sacrificio de la Cruz ; pero es válida toda
oración, especialmente el "Padre
nuestro".
§ La
oración da fuerza por los grandes ideales … da el ánimo para salir de la
indiferencia … da luz para ver y para considerar los acontecimientos de la
propia vida …
“¿Por qué debemos orar? Debemos orar, lo primero de
todo, porque somos creyentes.
En efecto, la oración es el reconocimiento de nuestros
límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a
Dios. Por lo tanto, no podemos menos de abandonarnos en El, nuestro Creador y
Señor, con plena y total confianza. Algunos afirman, y tratan de demostrar que
el universo es eterno y que todo el orden que vemos en el universo, comprendido
el hombre con su inteligencia y libertad, es sólo obra del acaso. Pero los
estudios científicos y la experiencia admitida por tantas personas honestas
dicen que estas ideas, aunque afirmadas y tal vez enseñadas, no están
demostradas y dejan siempre extraviados e inquietos a quienes las sostienen,
porque comprenden muy bien que un objeto en movimiento debe tener el impulso de
fuera. ¡Comprenden muy bien que el acaso no puede producir el orden perfecto
que existe en el universo y en el hombre! Todo está maravillosamente ordenado,
desde las partículas infinitesimales que componen el átomo, hasta las galaxias
que giran en el espacio. ¡Todo señala un proyecto que comprende cada
manifestación de la naturaleza, desde la materia inerte hasta el pensamiento
del hombre! ¡Donde hay orden, hay inteligencia; y donde hay un orden supremo,
está la Inteligencia suprema que nosotros llamamos "Dios", y que
Jesús nos ha revelado que es Amor y nos ha enseñado a llamar Padre!
Así, reflexionando sobre la naturaleza del universo y sobre
nuestra misma vida, comprendemos y reconocemos que somos criaturas, limitadas
y, sin embargo, sublimes, que debemos nuestra existencia a la infinita majestad
del Creador!
Por esto la oración es, ante todo, un acto de inteligencia,
un sentimiento de humildad y de reconocimiento, una actitud de confianza y de
abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor.
La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios,
un diálogo de confianza y de amor”.
B.
Cfr. San Josemaría , Homilía Vida de oración, Amigos de
Dios, Ed. Rialp 1977, n. 245.
v Abrir
nuestra conciencia a Dios, para
referirle confiadamente todo lo que palpita en nuestra cabeza y en nuestro
corazón.
"Cuando se quiere de verdad desahogar el
corazón, si somos francos y sencillos, buscaremos el consejo de las personas
que nos aman, que nos entienden: se charla con el padre, con la madre, con la
mujer, con el marido, con el hermano, con el amigo. Esto ya es diálogo, incluso
aunque con frecuencia no se desea tanto
oír como explayarse, contar lo que nos ocurre. Empezemos a conducirnos así con Dios, seguros de que Él
nos escucha y nos responde; y le atenderemos
y abriremos nuestra conciencia a una conversación humilde, para
referirle confiadamente todo lo que palpita en nuestra cabeza y en nuestro corazón:
alegrías, tristezas, esperanzas, sinsabores, éxitos, fracasos, y hasta los
detalles más pequeños de nuestra jornada. Porque habremos comprobado que todo
lo nuestro interesa a nuestro Padre Celestial",
Vida
Cristiana
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