[Chiesa/Omelie1/Quaresima/1°20JesúsTentadoIdolatríaNosotrosTambiénSomosTentados]
Ø
Cuaresma Domingo 1º, Año A (1 de marzo
de 2020). Jesús es tentado: Satanás le tienta tres
veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia
Dios ( Cfr. Catecismo n. 538).
v Cfr. 1º Cuaresma Año A (2020).
Génesis
2, 7-9; 3,1-7; Romanos 5, 12-19; Mateo 4, 1-11
Génesis 2, 7-9; 3, 1-7: El Señor Dios modeló al
hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se
convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y
colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo
toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la
vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La
serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había
hecho. Y dijo a la mujer: -«¿Como es que os ha dicho Dios que no comáis de
ningún árbol del jardín?» La mujer respondió a la serpiente:-«Podernos
comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que
está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo
toquéis, bajo pena de muerte."» La serpiente replicó a la mujer: -«No
moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y
seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.» La mujer vio que el
árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del
fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces
se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos;
entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Salmo responsorial . Sal 50, 3-4. 5-6a. 12-13.
14 y 17 (R.: cf. 3a) R. Misericordia, Señor:
hemos pecado. Misericordia, Dios mío, por
tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre
presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que
aborreces. R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no
me quites tu santo espíritu. R. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca
proclamará tu alabanza. R.
Romanos 5, 12-19: [Si creció el pecado, más
abundante fue la gracia].
12 Lo mismo que por un hombre entró el
pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los
hombres, porque todos pecaron. 13 Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo,
el pecado no se imputaba porque no había Ley. 14 A pesar de eso, la muerte
reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una
transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir. 15 Sin
embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de
uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia
que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. 16 Y
tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del
pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia
condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en
sentencia absolutoria. 17 Por el delito
de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo.
Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo,, vivirán y reinarán todos los
que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. 18 En resumen: si el delito de uno trajo la
condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. 19
Si por la desobediencia de uno todos se
convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en
justos.
Mateo 4, 1-11: 1 En aquel tiempo, Jesús fue llevado al
desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. 2 Y después de ayunar cuarenta
días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 El tentador se le acercó y le dijo: -«Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4 Pero él le
contestó, diciendo: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios."» 5 Entonces el diablo lo lleva
a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y 6 le dice: -«Si eres Hijo
de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden
de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras."» 7 Jesús le dijo:
-«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."» 8 Después
el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y
su gloria, 9 le dijo:
-«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.» 10 Entonces le dijo Jesús: -«Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."» 11 Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
-«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.» 10 Entonces le dijo Jesús: -«Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."» 11 Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
1. Jesús es tentado
v Las tres tentaciones en general.
a) Catecismo de la Iglesia Católica
CEC 538: Las Tentaciones de Jesús - Los evangelios hablan de un tiempo de soledad
de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan:
«Impulsado por el Espíritu» al desierto, Jesús permanece allí sin comer durante
cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (Cf Mc 1,
12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud
filial hacia Dios. Jesús rechaza
estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las
de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él «hasta el tiempo determinado»
(Lc 4, 13).
CEC 539: Los
evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso.
ö Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a
la tentación. Jesús cumplió
perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente
provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (245). Cristo se revela como el Siervo de Dios
totalmente obediente a la voluntad divina. ö En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha «atado al hombre
fuerte» para despojarle de lo que se había apropiado (246). ö La victoria de
Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión , suprema obediencia
de su amor filial al Padre.
CEC 394: ö La Escritura atestigua la
influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio»
(Jn 8, 44) y que incluso intentó
apartarlo de la misión recibida del Padre (Cf Mt 4, 1-11). ö «El Hijo de
Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3, 8). ö La más grave en consecuencias de estas
obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a
Dios.
b) La finalidad fundamental de las tres tentaciones:
-
En la raíz, como hace notar el CEC, Satanás, de un modo u otro, intentó
«apartar a Jesús de la
misión recibida por el Padre», «trata de poner a prueba su actitud
filial hacia Dios», pero Cristo «se revela como el Siervo de Dios totalmente
obediente a la voluntad divina».
-
Tentación
de los panes. Las criaturas tenemos que alimentarnos .. La tentación es tener
solamente el horizonte en la vida fisiológica; esta
tentación se vence con la adhesión a la Palabra de Dios. El hombre vive de pan, pero no
sólo de pan material; también tiene necesidad del pan de la Palabra de Dios, alimento
de nuestro espíritu.
-
Tentación
del templo. Un autor dice que Jesús rechaza la «pseudoreligión» por la
cual en vez de
servir a Dios nos servimos de Él. El diablo pide a Jesús que haga algo
espectacular para que Dios le socorra de
un modo extraordinario: con la consecuencia
– en el fondo, en nuestro caso –
de servirnos de Dios o de crear un Dios a nuestra disposición; se trata del
mesianismo fácil y espectacular por el que, dicho de otro modo, rechazamos, en
nuestro camino de fe, el trabajo por el Reino de Dios, el encuentro con Dios en
la vida normal cotidiana, las pruebas, las dificultades, las fatigas, etc.
-
La
tentación en el monte. La idolatría. El diablo
–presentándose como rey y señor del mundo –
le ofrece los reinos del mundo, y Jesús rechaza esa
idolatría y declara el verdadero señorío de Dios: -«Vete, Satanás, porque está escrito:
"Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."». Cristo, durante su vida
pública, multiplicará los panes, hará milagros, pero al leer el Evangelio
descubrimos fácilmente, en numerosas ocasiones, que la finalidad de estas
acciones era la gloria de Dios, y estaban hechas en perfecta adhesión a la
voluntad de Dios Padre.
2. Los hombres somos tentados. Hoy
ponemos especial atención en la idolatría.
v a) La tentación de nuestros primeros padres: primera lectura
o La serpiente
La
serpiente es en el Oriente Antiguo símbolo de la juventud perenne, de la
inmortalidad, de la fecundidad, debido sobre todo al fenómeno de su muda de
piel. Evoca, por tanto, la idolatría
cananea, tan fascinante para los pueblos agrícolas y nómadas, que querían
concretizar a Dios en algún dato experimental.
En una civilización agrícola y pastoril, los hijos, los partos de los
rebaños y la fertilidad de los campos eran considerados casi como el semen de
la divinidad difundido en la vida y en la tierra. El tentador por excelencia es, por tanto, el
ídolo. Y el pecado consiste precisamente
en ponerse a sí mismo en el puesto del Dios vivo y creador. La serpiente es también, en el Oriente
Antiguo, símbolo del caos: Tiamat, la divinidad negativa de las cosmogonías
mesopotámicas, aparece representada como una serpiente gigantesca. Además, tal como indica ya el v. 1 de nuestra
narración, se considera también a la serpiente como signo de la sabiduría.
(Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del Antiguo Testamento, ... p. 88)
·
Era un símbolo de la sabiduría en la cultura
antigua. El tentador (satanás o diablo) viene expresado aquí bajo la figura de
serpiente.
·
La serpiente se representaba, por ejemplo, sobre el
sombrero del faráon, para indicar su sabiduría. Y en la parte del Génesis que
se ha leído hoy, es definido como «el más astuto de todos los animales». Un
animal listo y astuto.
·
Nos ayuda a entender cómo la tentación
crece en nuestro corazón como reptando, tal vez, incluso con razonamientos
falsos y solapados .....
·
A veces el tentador hará una pregunta
que sirve simplemente para iniciar el diálogo; una pregunta que servirá para –
después – seducirnos. Y responder a esa pregunta (¿Cómo es que Dios os ha
dicho: no comáis de ninguno de los árboles del jardín?), es ya una victoria a
medias a favor del tentador.
·
El tentador sembrará la duda, es más, la
sospecha: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en
que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses”: que es como
decirles que Dios les ha engañado y que si comen serán como dioses, es decir,
decidirán ellos lo que es el bien y el mal.
-
Poner a Dios en estado de sospecha es una
de las más corrientes tentaciones en las que podemos caer actualmente: “El espíritu de
las tinieblas (cfr Ef 6,12; Lc 22,53) es capaz
de mostrar a Dios como enemigo de la
propia criatura y, ante todo, como enemigo del hombre, como fuente de peligro y de amenaza para el
hombre. De esta manera Satanás injerta
en el ánimo del hombre el germen de la oposición a aquél que « desde el
principio » debe ser considerado como enemigo del hombre y no como Padre. El
hombre es retado a convertirse en el adversario de Dios”. (Dominum et
vivificantem, 38). El diablo dice a la criatura: ¡atenta, que Dios te la está
jugando, que no es tu padre sino tu enemigo!.
-
El diablo presenta a Dios como mentiroso
y celoso de su propia sabiduría y potencia, que no quiere cedernos, o de las
que no nos quiere hacer partícipes.
o Ese pecado llevó a Adán y Eva a la desnudez: significado
·
“Entonces se les abrieron a entrambos
los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos” (Gen 3,7). La desnudez
era un contravalor en el mundo cultural del Antiguo Testamento. Frecuentemente
la desnudez se asociaba a la idea del fracaso que llevaba consigo la vergüenza;
eran “desnudos” los esclavos, los pobres. De este modo, Adán y Eva descubrieron
que eran pobres y tuvieron vergüenza; su sabiduría era falsa, habían fracasado.
En el pasado se ha hecho hincapié en esta vergüenza para
identificar el pecado «original» con una dimensión sexual. Incluso recientemente ha habido algún exegeta
que ha insistido en esta línea. E. Testa
comenta, de una manera mas bien fantástica: «Los ojos de Eva, maliciosos, se
posan concupiscentes sobre la desnudez de Adán y los de Adán en Eva. Desequilibrio físico, al que sigue el moral, interno.» Con mayor
sobriedad, 0. Procksch escribe: «Una de las consecuencias del pecado es el
descubrimiento del secreto del sexo en el sentido de vergüenza.»
Pero, como ya se dijo a propósito de 2,25, el
símbolo de la «desnudez» (como, por lo demás, el análisis precedente sobre el
pecado) tiene, dentro de la literatura bíblica, dimensiones más
teológicas. Mientras que el vestido es
imagen de dignidad, despojarse o estar despojado de vestidos indica
humillación, pobreza, miseria. «La desnudez se refiere de ordinario en el
Antiguo Testamento - escribe el especialista J.A. Bailey - a la pérdida de la
dignidad humana y social.» La desnudez representa ante todo la radicalidad
humana en su situación existencial de criatura limitada. Resulta ejemplar en este sentido la
declaración de Job: «Desnudo salí del seno de mi madre, y desnudo allá volveré»
(1,21). 0 la del Qohélet: «Salió desnudo del seno de su madre y se marchará lo
mismo que vino» (Ecl 5,14). El pecado
consigue convertir en drama aquella limitación humana que antes, en cambio,
había sido aceptada con serenidad. (Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del
Antiguo Testamento .... pp. 91-92)..
b)
Nosotros también somos
tentados
o Los pecados - obras de la carne – en S. Pablo. La idolatría.
- S. Pablo, en
su carta a los Gálatas (5, 19-21) , incluye entre los pecados – que en ese
texto denomina «obras de la carne» - a la idolatría:
«Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios»(Cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm
1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).
o La idolatría en el Catecismo de la Iglesia Católica
- Según
el Catecismo de la
Iglesia Católica (cfr. nn. 2112 y 2113), la idolatría es
«una
tentación constante de la fe» en cuanto que rechaza «el
único Señorío de Dios» desde el momento en que «honra y reverencia a una
criatura en lugar de Dios», consiste en «divinizar lo que no es Dios». Los
ídolos son criaturas que se toman como dioses: aparte del diablo, el poder, el
placer, la raza, los antepasados, el dinero, el Estado, el bienestar, los
afectos desordenados, etc. Quien los venera como divinidades y pone en ellos su
confianza, se vuelve vano, superficial, esclavo (cfr. Sal 115, 4-5.8). Por último,
la idolatría, al rechazar el único
Señorío de Dios, es incompatible con la comunión divina (Cf Ga 5, 20; Ef 5, 5).
Es incompatible con la fe.
o Adoración de los ídolos
- Hay que precisar que la idolatría surge no porque el bienestar, el dinero, etc. en sí
sean realidades malas, sino
porque el primer mandamiento exige la adoración exclusiva del único verdadero
Dios: «Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a El darás culto» (Mt
4,10). La conversión que se nos pide de modo especial en la cuaresma, supone
un nuevo modo de pensar y de obrar,
para poner a Dios y su voluntad en
primer lugar, liberándonos – precisamente – de los ídolos a los que adoramos,
que son tales en cuanto que nos sugestionan y nos esclavizan, desviando nuestro
corazón fuera del designio de Dios. Podemos constatar que hay idolatría cuando
nos damos cuenta de que hay en nosotros
avidez, con la consiguiente ansia.
3. La raíz de la tentación de
nuestros primeros padres: querer ser como Dios, a través de una rebelión, de
una desobediencia.
La tentación de nuestros primeros padres: una
desobediencia cuya raíz es querer superar un límite insuperable para un ser
creado, dejar de ser criatura para ser como Dios, es decir, pretender decidir
por sí mismos lo que es bueno y malo. La libertad humana se cierra a Dios y se
abre al «padre de la mentira». Y a lo largo de la historia el «padre de la
mentira» tentará a la humanidad para que rechace a Dios.
4. Juan Pablo
II, Dominum et Vivificantem, n. 36. Una
desobediencia.
“Según
el testimonio del principio, que encontramos en la Escritura y en la Tradición , después de la
primera (y a la vez más completa) descripción del Génesis, el pecado en su
forma originaria es entendido como « desobediencia », lo que significa simple y
directamente transgresión de una prohibición puesta por Dios.( Gén 2, 16 s)
Pero a la vista de todo el contexto es también evidente que las raíces de esta
desobediencia deben buscarse profundamente en toda la situación real del
hombre. Llamado a la existencia, el ser humano —hombre o mujer— es una
criatura. La « imagen de Dios », que consiste en la racionalidad y en la
libertad, demuestra la grandeza y la dignidad del sujeto humano, que es
persona. Pero este sujeto personal es también una criatura: en su existencia y
esencia depende del Creador. Según el Génesis, « el árbol de la ciencia del
bien y del mal » debía expresar y constantemente recordar al hombre el « límite
» insuperable para un ser creado. En este sentido debe entenderse la
prohibición de Dios: el Creador prohibe al hombre y a la mujer que coman los
frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal. Las palabras de la
instigación, es decir de la tentación, como está formulada en el texto sagrado,
inducen a transgredir esta prohibición, o sea a superar aquel « límite »: « el
día en que comiereis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses,
conocedores del bien y del mal ».( Gén 3, 5)
La « desobediencia
» significa precisamente pasar aquel límite que permanece insuperable a la
voluntad y a la libertad del hombre como ser creado. Dios creador es, en
efecto, la fuente única y definitiva del orden moral en el mundo creado por él.
El hombre no puede decidir por sí mismo lo que es bueno y malo, no puede « conocer
el bien y el mal como dioses ». Sí, en el mundo creado Dios es la fuente
primera y suprema para decidir sobre el bien y el mal, mediante la íntima
verdad del ser, que es reflejo del Verbo, el eterno Hijo, consubstancial al
Padre. Al hombre, creado a imagen de Dios, el Espíritu Santo da como don la
conciencia, para que la imagen pueda reflejar fielmente en ella su modelo, que
es sabiduría y ley eterna, fuente del orden moral en el hombre y en el mundo.
La « desobediencia », como dimensión originaria del pecado, significa rechazo
de esta fuente por la pretensión del hombre de llegar a ser fuente autónoma y
exclusiva en decidir sobre el bien y el mal.”
v Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, n. 37. Dar la espalda a Dios y apertura al «padre de la mentira».
(...) “Esta desobediencia significa
también dar la espalda a Dios y, en cierto modo, el cerrarse de la libertad
humana ante él. Significa también una determinada apertura de esta libertad –
del conocimiento y de la voluntad humana – hacia el que es el «padre de la
mentira». (...). Dios Creador es
puesto en estado de sospecha, más aún incluso en estado de acusación ante la
conciencia de la criatura. Por vez primera en la historia del hombre aparece el
perverso « genio de la sospecha ». (...)
v Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, n. 38. A lo largo de la historia de la humanidad, el «padre de la mentira»
presionará para que se rechace a Dios. El hombre será propenso a ver en Dios ante
todo una propia limitación y no la fuente de su liberación y la plenitud del
bien.
“El análisis del pecado en su dimensión originaria
indica que, por parte del « padre de la mentira », se dará a lo largo de la
historia de la humanidad una constante presión al rechazo de Dios por parte del
hombre, hasta llegar al odio: « Amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios »,
como se expresa San Agustín. (Cf. De Civitate Dei XIV, 28: CCL 48, p. 451). El
hombre será propenso a ver en Dios ante todo una propia limitación y no la
fuente de su liberación y la plenitud del bien. Esto lo vemos confirmado en
nuestros días, en los que las ideologías ateas intentan desarraigar la religión
en base al presupuesto de que determina la radical « alienación » del hombre,
como si el hombre fuera expropiado de su humanidad cuando, al aceptar la idea
de Dios, le atribuye lo que pertenece al hombre y exclusivamente al hombre.
Surge de aquí una forma de pensamiento y de praxis histórico-sociológica donde
el rechazo de Dios ha llegado hasta la declaración de su « muerte ». Esto es un
absurdo conceptual y verbal. Pero la ideología de la « muerte de Dios » amenaza
más bien al hombre, como indica el Vaticano II, cuando, sometiendo a análisis
la cuestión de la « autonomía de la realidad terrena », afirma: « La criatura
sin el Creador se esfuma ... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura
queda oscurecida ».( Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en e1 mundo
actual, 36) La ideología de la « muerte de Dios » en sus efectos demuestra
fácilmente que es, a nivel teórico y práctico, la ideología de la « muerte del
hombre ».”
5. El Señor espera de nosotros amor y adoración
·
Los
síntomas de la actual coyuntura indican que un cambio profundo se está
produciendo en el
mundo. Los albores
del tercer milenio de la
Era Cristiana parecen destinados a alumbrar un nuevo tipo de
persona: segura de sí, dominadora de la naturaleza: «La humanidad ha hecho
admirables descubrimientos y ha alcanzado resultados prodigiosos en el campo de
la ciencia y de la técnica, ha llevado a cabo grandes obras en la vía del
progreso y de la civilización, y en épocas recientes se diría que ha conseguido
acelerar el curso de la historia» (Juan Pablo II, Redemptoris Mater,
25-III-1987, n. 52).
Ese nuevo tipo de hombre - de mujer -, se ve asediado por la tentación
de desvincularse de Dios y de su ley, y a veces lo rechaza con altanería,
engreído vanamente en sus logros y fuerzas. Y resulta, paradójicamente, que la
novedad de sus propuestas queda enfangada por la vejez del pecado, al no querer
someterse a su Creador y Padre. Se repite la vieja historia que el Papa
analizaba con tanta agudeza en la Encíclica Dominum et Vivificantem, mientras
sondeaba el núcleo del primer pecado del hombre. Satanás sigue activo, trata
por todos los medios de poner a Dios «en estado de sospecha, e incluso en
estado de acusación, en la conciencia de la criatura.» (enc. Dominum et
Vivificantem, 18-V-1986, n. 37). Porque el Señor espera de nosotros amor y
adoración, se empeña en mostrárnoslo como un tirano celoso de sus prerrogativas
, falseando radicalmente la verdad sobre Dios, Creador y Padre misericordioso.
Este «perverso genio de la sospecha» (ibid) serpentea a lo largo de la historia
y se manifiesta también en nuestros días, tratando de persuadir a la humanidad
con el antiguo engaño de presentar a Dios como un agresivo limitador de la
libertad humana, como un expropiador de la dignidad del hombre.
6. La Cuaresma es un tiempo oportuno
para:
v Restablecer nuestra confianza filial en nuestro Padre Dios: el don
de la piedad.
o Gratitud al Señor.
“La Cuaresma es el tiempo
propicio para expresar sincera gratitud al Señor por las maravillas que ha
hecho en favor del hombre en todas las épocas de la historia y, de modo
particular, en la redención, para la cual no perdonó ni a su propio Hijo (cf. Rm 8, 32).” (Juan Pablo II, Mensaje de
Cuaresma 1999).
o El descubrimiento de lo que ha hecho el Señor por nosotros nos
lleva a la conversión.
“El descubrimiento de la
presencia salvadora de Dios en las vicisitudes humanas nos apremia a la
conversión; nos hace sentir a todos como destinatarios de su predilección y nos
impulsa a alabarlo y darle gloria. Repetimos con San Pablo: “Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase
de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha
elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en
su presencia, en el amor” (Ef 1,
3-4). Dios mismo nos invita a un itinerario de penitencia y purificación
interior para renovar nuestra fe. Nos llama incansablemente hacia Él, y cada
vez que experimentamos la derrota del pecado nos indica el camino de vuelta a
su casa, donde encontramos de nuevo la singular atención que nos ha dispensado
en Cristo. De este modo, de la experiencia del amor que el Padre nos
manifiesta, nace en nosotros la gratitud. (Juan Pablo II, Mensaje de Cuaresma
1999).
o El don de la piedad.
a
la ternura para con Dios. Juan Pablo II, Angelus 27 mayo 1989.
1. La
reflexión sobre los dones del Espíritu Santo nos lleva, hoy, a hablar de otro
insigne don: la piedad. Mediante éste, el Espíritu
Santo sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para
con Dios y para con los hermanos.
La ternura, como actitud sinceramente filial para
con Dios, se expresa en la oración.
La experiencia de la propia pobreza existencial, del vacío que las cosas
terrenas dejan en el alma, suscita en
el hombre la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia, ayuda, perdón.
El don de la piedad orienta y alimenta dicha exigencia, enriqueciéndola con sentimientos de profunda confianza para con Dios,
experimentado como Padre providente y bueno. En este sentido escribía San
Pablo: “Envió Dios a su Hijo... para que recibiéramos la filiación adoptiva. La
prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo,
sino hijo...” (Ga 4, 4-7; cf. Rm 8, 15).
2. La
ternura, como apertura auténticamente fraterna hacia el prójimo, se manifiesta
en la mansedumbre. Con el don de la piedad el Espíritu infunde en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos,
haciendo su corazón de alguna manera partícipe de la misma mansedumbre del
Corazón de Cristo. El cristiano “piadoso” siempre sabe ver en los demás a hijos
del mismo Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia. Por esto él
se siente impulsado a tratarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una
genuina relación fraterna.
El don de la piedad, además, extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como
son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de
comprensión, de tolerancia, de perdón. Dicho don está, por tanto, a la raíz de
aquella nueva comunidad humana, que se fundamenta en la civilización del amor.
3. Invoquemos del Espíritu Santo una renovada efusión de
este don, confiando nuestra súplica a la intercesión de María, modelo sublime
de ferviente oración y de dulzura materna. Ella, a quien la Iglesia en las Letanías
lauretanas saluda como Vas insignae devotionis, nos enseñe a adorar a Dios “en
espíritu y en verdad” (Jn 4, 23) y a abrirnos, con corazón manso y acogedor, a
cuantos son sus hijos y, por tanto, nuestros hermanos. Se lo pedimos con las
palabras de la “Salve Regina”: “¡... O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria!”
7. Bienaventurados ....
a)
Salmo 119 (118) 1-8
*Dichosos los que caminan rectamente, los
que proceden en la ley de Yahvé.
Dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón;
b)
Jeremías 17, 7-8
* Bendito quien se fía de Yahvé, pues no
defraudará Yahvé su confianza. es como árbol plantado a la vera del agua, que
junto a la corriente echas sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y
estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar
fruto.
8. La Cuaresma, tiempo
para …..
a)
tiempo para encontrar la
plena comunión con el Señor
·
“Mirad que
subimos a Jerusalén” (Mc10, 33).
Mediante estas palabras el Señor invita a los
discípulos a recorrer junto a Él el camino que partiendo de Galilea
conduce hasta el lugar donde se consumará su misión redentora. Este camino a
Jerusalén, que los Evangelistas presentan como la culminación del itinerario
terreno de Jesús, constituye el modelo de vida del cristiano, comprometido a
seguir al Maestro en la vía de la Cruz. Cristo , también, dirige esta misma
invitación de “subir a Jerusalén” a los hombres y mujeres de hoy. Y lo hace con
particular fuerza en este tiempo de
Cuaresma, favorable para convertirse y encontrar la plena comunión con Él,
participando íntimamente en el misterio de su muerte y resurrección. Por tanto,
la Cuaresma
representa para los creyentes la ocasión propicia para una profunda revisión de
vida. En el mundo contemporáneo, junto a generosos testigos del Evangelio, no
faltan bautizados que, frente a la exigente llamada para emprender la “subida a
Jerusalén”, adoptan una posición de sorda resistencia y, a veces, también de
abierta rebelión. Son situaciones en las que la experiencia de la oración se
vive de manera bastante superficial, de modo que la palabra de Dios no incide
sobre la existencia. Muchos consideran insignificante el mismo Sacramento de la Penitencia y la Celebración
eucarística del domingo simplemente un deber que hay que cumplir.
(Juan Pablo II, Mensaje Cuaresma
2001)
b) tiempo para librarnos de las apariencias y para encontrar la
verdad sobre nosotros mismos; para desprendernos de los obstáculos hacia la
plenitud de la vida.
·
"La penitencia, como conversión a
Dios, exige sobre todo que el hombre
rechace las apariencias,
que sepa librarse de la falsedad y
encontrarse en toda su verdad interior. Una mirada
rápida, sumaria, a través del fulgor divino es ya un éxito. Sin embargo, hace falta consolidar
hábilmente ese éxito a través de un trabajo sistemático sobre nosotros mismos.
Tal trabajo es llamado "ascesis" (así ya lo habían denominado los
griegos de los tiempos de los orígenes del cristianismo). Ascesis quiere decir
esfuerzo interior para no dejarse secuestrar y empujar por las muchas
corrientes "exteriores", de modo que
siempre permanezcamos nosotros mismos,
y conservemos la dignidad de la propia humanidad" (Juan Pablo II, 28-II-1979).
·
"El Cuaresma nos invita a practicar
el espíritu de penitencia, no en su
acepción negativa de
tristeza y frustración,
sino en aquella de la elevación del
espíritu, de la liberación del mal, del desprendimiento del pecado y de todos
los condicionamientos que pueden obstaculizar nuestro caminar hacia la plenitud
de la vida. Penitencia como medicina,
como reparación, como cambio de mentalidad que predispone a la fe y a la
gracia, y que presupone voluntad, esfuerzo y perseverancia. Penitencia como
expresión del libre y alegre empeño en el seguimiento de Cristo, que comporta
la aceptación de las exigentes pero fecundas palabras del maestro: «si alguien
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz, y sígame» (Mt 16,24). (Juan Pablo II, 16-II-83.
·
Primer paso: Volver
al Señor en el corazón. Joel 2,
12-18 (Lectura, Miércoles Ceniza). “Esto dice
el Señor: todavía es tiempo. Volveos a mí de todo corazón ..... enlutad vuestro corazón y no vuestros
vestidos. Volveos al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso,
lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia.” 2 Cor. 5,20-6,2: “ ... 20 En nombre de
Cristo os rogamos: reconciliaos con Dios. ...”. Ev. Miércoles Ceniza: Matxeo 6,
1-6. 16-18: “1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el
fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que
está en los cielos. ... 2.. Cuando des limosna no lo vayas pregonando, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de que les
alaben los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. ...”
Vida Cristiana
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