sábado, 31 de diciembre de 2016

Las diferencias sexuales en el cerebro destacan de forma muy sugerente el aspecto complementario que está presente en el designio vivencial de la mujer y del varón en nuestra sociedad. “Las influencias sexuales afectan a muchas áreas del cerebro y de la conducta, como en el caso de la emoción, la memoria, la organización sensorial de la visión y de la audición, la percepción del dolor, la organización espacial y del movimiento …” (p. 204).



Las diferencias sexuales en el cerebro destacan de forma muy sugerente el aspecto complementario que está presente en el designio vivencial de la mujer y del varón en nuestra sociedad. “Las influencias sexuales afectan a muchas áreas del cerebro y de la conducta, como en el caso de la emoción, la memoria, la organización sensorial de la visión y de la audición, la percepción del dolor, la organización espacial y del movimiento …” (p. 204). Cfr. José Manuel Jiménez Amaya, Cerebro y diferencias sexuales mujervarón, en Mujer y varón, ¿Misterio o autoconstrucción, ensayos presentados en el Congreso Internacional sobre Mujer y Varón, enero 2008. pp. 212-213 o CONCLUSIONES 1 Todo lo expuesto hasta aquí, vuelve a llevarnos hacia la idea con la que iniciamos este breve ensayo dedicado a realizar algunas consideraciones sobre los fundamentos neurobiológicos de la diferenciación entre la mujer y el varón. Se puede decir con claridad que, en efecto, existen diferencias cerebrales morfofuncionales en la constitución del sistema nervioso central de la mujer y del varón. Y además, es importante saber que desde muchos puntos de vista, estas diferencias no deberían ignorarse. Los estudios neurocientíficos están dejando cada vez más claro que la diferencia entre la mujer y el varón no sólo es manifiesta en los atributos físicos y en su función reproductora, sino que también aparece, por ejemplo, en la manera como los dos sexos resuelven problemas de índole cognitiva o establecen patrones de comunicación a través del lenguaje. Brevemente, se puede decir que el dimorfismo sexual ha podido demostrarse en el ser humano por múltiples parámetros anatómicos, fisiológicos y psicológicos, y este dimorfismo está moldeado por influencias internas (genéticas y endocrinas) y externas (psicosociales y ambientales) (Harasty etal., 1997). También es importante señalar que, aunque durante los últimos años se ha insistido en que estas diferencias entre las capacidades cognitivas de la mujer y del varón son pequeñas, la realidad parece indicar que las hormonas sexuales condicionan la organización del sistema nervioso central desde los primeros estadios del desarrollo del individuo. De todos modos, aunque todo indica que esta disparidad de partida existe, todavía no se han conseguido evaluar con absoluta precisión los efectos que tienen, por ejemplo, la experiencia y el entorno externo sobre el desarrollo del cerebro de la mujer y del varón. Pero también debemos señalar que nos enfrentamos a un asunto que plantea muchos más interrogantes de lo que parecía en un primer análisis superficial. Además de las implicaciones patológicas, pedagógicas, laborales o sociales de estas investigaciones, se podría decir, con palabras de un estudio de la sección médica de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos, que «(...) el sexo importa. Importa desde perspectivas que no esperábamos. Y, sin duda, importará de manera que todavía no somos capaces de imaginar». En mi opinión, las diferencias sexuales en el cerebro destacan de forma muy sugerente el aspecto complementario que está presente en el designio vivencial de la mujer y del varón en nuestra sociedad. www.parroquiasantamonica.com 1 Estas conclusiones son las del ensayo del Prof. José Manuel Jiménez Amaya, Catedrático de Anatomía y Embriología de la Universidad Autónoma de Madrid.

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