lunes, 24 de abril de 2017
La alegría y la esperanza cristianas (2016). Homilía de Papa Francisco en Santa Marta, el 6 de mayo. Jesús, antes de su Pasión, advierte a los discípulos que estarán tristes, pero que esa tristeza se convertirá en un grito de alegría. Y usa la imagen de la mujer cuando da a luz. Tiene dolor, pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del sufrimiento. Eso es lo que hacen, en nuestra vida, la alegría y la esperanza juntas, cuando pasamos tribulaciones, cuando tenemos problemas, cuando sufrimos. No es una anestesia. El dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto nuevo.
1 La alegría y la esperanza cristianas (2016). Homilía de Papa Francisco en Santa Marta, el 6 de mayo. Jesús, antes de su Pasión, advierte a los discípulos que estarán tristes, pero que esa tristeza se convertirá en un grito de alegría. Y usa la imagen de la mujer cuando da a luz. Tiene dolor, pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del sufrimiento. Eso es lo que hacen, en nuestra vida, la alegría y la esperanza juntas, cuando pasamos tribulaciones, cuando tenemos problemas, cuando sufrimos. No es una anestesia. El dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto nuevo. Cfr. Papa Francisco, Homilía en Santa Marta, 6 de mayo de 2016 En el Evangelio de hoy (Jn 16,20-23), Jesús, antes de su Pasión, advierte a los discípulos que estarán tristes, pero que esa tristeza se convertirá en un grito de alegría. Y usa la imagen de la mujer cuando da a luz. Tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del sufrimiento. Espera en el dolor y exulta en la alegría. Eso es lo que hacen, en nuestra vida, la alegría y la esperanza juntas, cuando pasamos tribulaciones, cuando tenemos problemas, cuando sufrimos. No es una anestesia. El dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto nuevo. Esta imagen del Señor nos debe ayudar mucho en las dificultades; dificultades tantas veces feas, dificultades malas que hasta nos hacen dudar de nuestra fe… Pero con la alegría y la esperanza vamos adelante, porque después de esa tempestad lleva a un hombre nuevo, como la mujer cuando da a luz. Y esa alegría y esa esperanza dice Jesús que es duradera, que no pasa. Alegría y esperanza van juntas. Una alegría sin esperanza es una simple diversión, una alegría pasajera. Una esperanza sin alegría no es esperanza, no va más allá de un sano optimismo. Pero alegría y esperanza van juntas, y las dos hacen esa explosión que la Iglesia en su liturgia —permitidme decir la palabra— sin pudor grita: ¡Exulte tu Iglesia!, exulte de gozo. Sin formalidades. Porque cuando hay alegría fuerte no hay formalidades: es alegría. El Señor nos dice que habrá problemas en la vida y que esa alegría y esperanza no son un carnaval: son otra cosa. La alegría hace fuerte la esperanza y la esperanza florece en alegría. Y así vamos adelante. Pero esas dos virtudes cristianas, con el enfoque que la Iglesia quiere darles, indican un salir de nosotros mismos. El alegre no se encierra en sí mismo; la esperanza te lleva allá, es el ancla que está en la playa del cielo y te saca fuera. Salir de nosotros mismos, con alegría y esperanza. La alegría humana puede perderse por cualquier cosa, por cualquier dificultad. Jesús, en cambio, nos quiere dar una alegría que nadie nos podrá quitar. Es duradera. Hasta en los momentos más oscuros. Así sucede con la Ascensión del Señor. Los discípulos, cuando el Señor se va y dejan de verlo, se quedaron mirando al cielo, con un poco de tristeza. Pero los ángeles les despertaron. Y el Evangelio de Lucas dice que volvieron felices, llenos de alegría, de la alegría de saber que nuestra humanidad ha entrado en el cielo, ¡por primera vez! La esperanza de vivir y de alcanzar al Señor se convierte en una alegría que inunda toda la Iglesia. Que el Señor nos dé la gracia de una alegría grande que sea expresión de la esperanza, y de una esperanza fuerte, que se vuelva alegría en nuestra vida. Y que el Señor proteja esa alegría y esa esperanza, y así nadie podrá quitarnos ni la alegría ni la esperanza. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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