miércoles, 12 de julio de 2017
Solemnidad de Pentecostés (2015). La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. La acción del Espíritu Santo en dos Padres de la Iglesia y en el Concilio Vaticano II. El Espíritu Santo es quien imprime en el hombre la imagen de Dios. Por medio del Espíritu Santo somos partícipes de la naturaleza divina. La imagen del agua. El agua lo sostiene todo y produce múltiples efectos, acomodándose a las exigencias de los seres que la reciben. Concede sabiduría, fortaleza, templanza, misericordia … Salva, sana, enseña, aconseja, ilumina … Él es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad.
1 Solemnidad de Pentecostés (2015). La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. La acción del Espíritu Santo en dos Padres de la Iglesia y en el Concilio Vaticano II. El Espíritu Santo es quien imprime en el hombre la imagen de Dios. Por medio del Espíritu Santo somos partícipes de la naturaleza divina. La imagen del agua. El agua lo sostiene todo y produce múltiples efectos, acomodándose a las exigencias de los seres que la reciben. Concede sabiduría, fortaleza, templanza, misericordia … Salva, sana, enseña, aconseja, ilumina … Él es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad. Cfr. Pentecostés, ciclo B, 24 de mayo de 2015 Hechos 2, 1-11; Salmo 103; 1 Corintios 12, 3-7.12-13 o Romanos 8, 8-17; Juan 20, 19- 23 o 14, 15-16.23b-26 1. La acción del Espíritu Santo en dos Padres de la Iglesia y en el Concilio Vaticano II A) Una imagen para explicar la acción del Espíritu Santo: el agua viva que salta a la vida eterna 1 . De las catequesis de san Cirilo de Jerusalén (315-386), obispo (Catequesis 16, sobre el Espíritu Santo) o El agua lo sostiene todo y produce múltiples efectos, acomodándose a las exigencias de los seres que la reciben. El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. Una nueva clase de agua que corre y salta; pero que salta en los que son dignos de ella. ¿Por qué motivo se sirvió del término agua, para denominar la gracia del Espíritu? Pues, porque el agua lo sostiene todo; porque es imprescindible para la hierba y los animales; porque el agua de la lluvia desciende del cielo, y, además, porque desciende siempre de la misma forma y, sin embargo, produce efectos diferentes: Unos en las palmeras, otros en las vides, todo en todas las cosas. De por sí, el agua no tiene más que un único modo de ser; por eso, la lluvia no transforma su naturaleza propia para descender en modos distintos, sino que se acomoda a las exigencias de los seres que la reciben y da a cada cosa lo que le corresponde. De la misma manera, el Espíritu Santo, aunque es único, y con un solo modo de ser, e indivisible, reparte a cada uno la gracia según quiere. Concede sabiduría, fortaleza, templanza, misericordia … De la misma manera, también el Espíritu Santo, aunque es único, y con un solo modo de ser, e indivisible, reparte a cada uno la gracia según quiere. Y así como un tronco seco que recibe agua germina, del mismo modo el alma pecadora que, por la penitencia, se hace digna del Espíritu Santo, produce frutos de santidad. Y aunque no tenga más que un solo e idéntico modo de ser, el Espíritu, bajo el impulso de Dios y en nombre de Cristo, produce múltiples efectos. Se sirve de la lengua de unos para el carisma de la sabiduría; ilustra la mente de otros con el don de la profecía; a éste le concede poder para expulsar los demonios; a aquél le otorga el don de interpretar las divinas Escrituras. Fortalece, en unos, la templanza; en otros, la misericordia; a éste enseña a practicar el ayuno y la vida ascética; a aquél, a dominar las pasiones; al otro, le prepara para el martirio. El Espíritu se 1 El mismo Señor empleó esta imagen en el encuentro con la mujer samaritana: el agua del pozo es comparada por Jesús con la gracia divina. Juan 4, 5-14. 5 Llegó, pues, a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que dio Jacob a su hijo José. 6 Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. 7 Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos. 9 Entonces le dijo la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? Pues no se tratan los judíos con los samaritanos. 10 Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes ni con qué sacar agua y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas, pues, el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús: Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo, 14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna. 2 manifiesta, pues, distinto en cada uno, pero nunca distinto de sí mismo, según está escrito: En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Salva, sana, enseña, aconseja, ilumina … Llega mansa y suavemente, se le experimenta como finísima fragancia, su yugo no puede ser más ligero. Fulgurantes rayos de luz y de conocimiento anuncian su venida. Se acerca con los sentimientos entrañables de un auténtico protector: pues viene a salvar, a sanar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar el alma, primero de quien lo recibe, luego, mediante éste, la de los demás. Y, así como quien antes se movía en tinieblas, al contemplar y recibir la luz del sol en sus ojos corporales, es capaz de ver claramente lo que poco antes no podía ver, de este modo el que se ha hecho digno del don del Espíritu Santo es iluminado en su alma y, elevado sobrenaturalmente, llega a percibir lo que antes ignoraba. B) El Espíritu Santo llena todo con su acción. Del libro de san Basilio Magno (329-79), obispo, sobre el Espíritu Santo. (Cap. 9, Núms. 22-23) o Él es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad. ¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, Espíritu Santo son sus apelativos propios y peculiares. Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación; hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de riego que los ayuda en la consecución de su fin propio y natural. El es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad. Aunque inaccesible por naturaleza, se deja comprender por su bondad; con su acción lo llena todo, pero se comunica solamente a los que encuentra dignos, no ciertamente de manera idéntica ni con la misma plenitud, sino distribuyendo su energía según la proporción de la fe. Simple en su esencia y variado en sus dones, está íntegro en cada uno e íntegro en todas partes. Se reparte sin sufrir división, deja que participen en él, pero él permanece íntegro, a semejanza del rayo solar cuyos beneficios llegan a quien disfrute de él como si fuera único, pero, mezclado con el aire, ilumina la tierra entera y el mar. Está presente en cada hombre capaz de recibirlo. Distribuye a todos gracia abundante y completa. Así el Espíritu Santo está presente en cada hombre capaz de recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante, distribuye a todos gracia abundante y completa; todos disfrutan de él en la medida en que lo requiere la naturaleza de la criatura, pero no en la proporción con que él podría darse. Conduce a los débiles. Las almas portadoras del Espíritu se vuelven plenamente espirituales y transmiten la gracia a los demás. Por él los corazones se elevan a lo alto, por su mano son conducidos los débiles, por él los que caminan tras la virtud llegan a la perfección. Es él quien ilumina a los que se han purificado de sus culpas y al comunicarse a ellos los vuelve espirituales. Como los cuerpos limpios y transparentes se vuelven brillantes cuando reciben un rayo de sol y despiden de ellos mismos como una nueva luz, del mismo modo las almas portadoras del Espíritu Santo se vuelven plenamente espirituales y transmiten la gracia a los demás. De la comunión con el Espíritu procede la penetración de los misterios la vida sobrenatural…, proviene el gozo que nunca terminará …, y lo más sublime que se puede desear: que el hombre llegue a ser como Dios. De esta comunión con el Espíritu procede la presciencia de lo futuro, la penetración de los misterios, la comprensión de lo oculto, la distribución de los dones, la vida sobrenatural, el consorcio con los ángeles; de aquí proviene aquel gozo que nunca terminará, de aquí la permanencia en la vida divina, de aquí el ser semejantes a Dios, de aquí, finalmente, lo más sublime que se puede desear: que el hombre llegue a ser como Dios. 3 C) El Espíritu Santo: Él es el Espíritu de la vida, la fuente del agua que salta hasta la vida eterna. De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo (nn. 4 y 12) Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que santificara a la Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de la vida, o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna, por quien vivifica el Padre a todos los muertos por el pecado hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales. o Habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos sus frutos a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos. Renueva constantemente a su Iglesia y la conduce a la unión con Cristo Hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: «Ven.» Así se manifiesta toda la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Mueve y sostiene el sentido de la fe del pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio La universalidad de los fieles, que tiene la unción del Espíritu Santo, no puede fallar en su creencia, y ejerce ésta su peculiar propiedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde el obispo hasta los últimos fieles seglares manifiesta el asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres. Con ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios, se adhiere indefectiblemente a la fe que se transmitió a los santos de una vez para siempre, la penetra profundamente con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida. No solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales. Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece, reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. 2. Otras fuentes, sobre el Espíritu Santo. A) El Espíritu Santo es quien imprime en el hombre la imagen de Dios. Por medio del Espíritu Santo somos partícipes de la naturaleza divina. Cfr. Comité Para el Jubileo del Año 2000, El Espíritu del Señor, BAC Madrid 1997, Cap. III o El hombre es imagen de Dios porque está llamado a la comunión con Dios y el Espíritu Santo es quien pone en comunión. “La tradición de la Iglesia, oriental y occidental, es unánime al afirmar que aquel que imprime en el hombre la imagen de Dios es el Espíritu Santo. Este es considerado el «iconógrafo» (aquel que pinta los iconos sagrados) de la imagen de Dios en el hombre para que, mirando a Cristo como modelo, pinte en el hombre la imagen viva del Redentor y, de esta manera, cristifique progresivamente al fiel (cf. PSEUDOMACARIO, Homilías, XXX, 4). El principio es siempre el mismo: Dios se hace presente en el hombre a través de Jesucristo, en el Espíritu Santo; el hombre es imagen de Dios porque está llamado a la comunión 4 con Dios y el Espíritu es quien pone en comunión. Esta unión no consiste en un hecho externo o psicológico, sino que transforma al ser mismo del hombre, que ya desde la creación está llamado a esta comunión, que significa «ser llamados a imagen de Dios» a través de Jesucristo en el Espíritu Santo. San Ambrosio, refiriéndose a 1 Cor 15,49, afirma: «El Espíritu Santo reproduce en nosotros los diseños de la imagen celeste. ¿Quién osa decir que el Espíritu está separado del Padre y de Cristo, si por medio de El merecemos ser imagen y semejanza de Dios y, por medio de él, sucede lo que dice el apóstol Pedro, que nosotros somos partícipes de la naturaleza divina? (cf. 2 Pe 1,4» (El Espíritu Santo, I, 79-80). Cirilo de Alejandria, queriendo explicar en qué sentido el hombre participa de la santidad de Dios, se expresa así: «Nosotros hemos sido creados a imagen divina. Lo que producía en nosotros esta imagen era la santificación, es decir, nuestra participación en Cristo en el Espíritu. Cuando la naturaleza del hombre ha caído en la perversión, esta imagen ha sido deformada. Nosotros somos devueltos al estado primitivo gracias a nuestra nueva fusión con el Espíritu, que nos hace de nuevo imagen de aquel que nos ha creado, o más bien, del Hijo por el cual todo nos viene del Padre» (La Trinidad, VI). Como se ve, la acción del Espíritu al formar en el hombre la imagen del Hijo está unida con la creación del hombre mismo y, después de la caída, con la «re- creación» o «re-generación» que lleva al estado original, y todo esto de una manera real que toca su misma naturaleza”. La verdadera imagen de Dios es Cristo (Col 1,15-18), el hombre es «icono del Icono», es decir, imagen de Cristo, la imagen encarnada del Padre. “Para responder a la pregunta «¿quién es el hombre?», los Padres de la Iglesia recurren a la expresión bíblica: «el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios». (cf. Gén 1,26; 2,7). Este «ser hechos a imagen de Dios» es constitutivo del hombre y de la mujer, es parte de su estructura (la imagen no es algo añadido al hombre, sino que es el hombre mismo). Dios no constituye primero al hombre y después le añade su imagen: el hombre es imagen de Dios. La verdadera imagen de Dios es Cristo (Col 1,15-18), el hombre es «icono del Icono», es decir, imagen de Cristo, la imagen encarnada del Padre. «En Cristo - afirma el Catecismo de la Iglesia Católica--, imagen de Dios invisible» (Col 1,15; cf. 2 Cor 4,4), el hombre ha sido creado a «imagen y semejanza del Creador. En Cristo, Redentor y Salvador, la imagen divina deformada en el hombre por el primer pecado ha sido restaurada en la belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios» (CEC 1701)”. B) Pentecostés no fue un hecho aislado. La presencia y la actuación del Espíritu Santo lo dominan todo. Cfr. San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 127 “La venida solemne del Espíritu en el día de Pentecostés no fue un suceso aislado. Apenas hay una página de los Hechos de los Apóstoles en la que no se nos hable de Él y de la acción por la que guía, dirige y anima la vida y las obras de la primitiva comunidad cristiana: Él es quien inspira la predicación de San Pedro (cfr. 4,8), quien confirma en su fe a los discípulos (cfr.4,31), quien sella con su presencia la llamada dirigida a los gentiles (cfr. 10, 44-47), quien envía a Saulo y a Bernabé hacia tierras lejanas para abrir nuevos caminos a la enseñanza de Jesús (cfr. 13, 2-4). En una palabra, su presencia y su actuación lo dominan todo”. C) El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza del Espíritu Santo. La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. Cfr. Benedicto XVI, Homilía, 7 de mayo de 2005 “De las lecturas de la liturgia de hoy aprendemos también algo más sobre la manera concreta en la que el Señor se encuentra junto a nosotros. El Señor promete a sus discípulos su Espíritu Santo. La primera lectura nos dice que el Espíritu Santo será «fuerza» para los discípulos; el Evangelio añade que será guía hacia la Verdad plena. Jesús les dijo todo a sus discípulos, pues él es la Palabra viviente de Dios, y Dios no puede dar algo más que a sí mismo. En Jesús, Dios se nos dio totalmente a sí mismo, es decir, nos dio todo. Además de esto, o junto a esto, no puede haber otra revelación capaz de comunicar algo más o de completar, en cierto sentido, la Revelación de Cristo. En Él, en el Hijo, se nos dijo todo, se nos dio todo. Pero nuestra capacidad de comprender es limitada; por este motivo la misión del Espíritu consiste en introducir a la Iglesia de manera siempre nueva, de generación en generación, en la grandeza del misterio de Cristo. La Iglesia no presenta nada diferente o nuevo junto a Cristo; no hay ninguna revelación pneumática junto a la de Cristo, como algunos creen, no hay un segundo nivel de Revelación. No: «recibirá de lo mío», dice Cristo en el Evangelio (Juan 16, 14). Y, al igual que Cristo, sólo dice lo que escucha y recibe del Padre, el Espíritu 5 Santo es intérprete de Cristo. «Recibirá de lo mío». No nos lleva a otros lugares, alejados de Cristo, sino que nos hace penetrar cada vez más adentro de la luz de Cristo. Por este motivo, la revelación cristiana es, al mismo tiempo, siempre antigua y siempre nueva. Por este motivo, todo se nos ha dado siempre y ya. Al mismo tiempo, toda generación, en el inagotable encuentro con el Señor, encuentro mediado por el Espíritu Santo, aprende siempre algo nuevo”. D) Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. • CEC 152: No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque "nadie puede decir: «Jesús es Señor» sino bajo la acción del Espíritu Santo" (1Corintios 12,3). "El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios... Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1Corintios 2,10-11). Sólo Dios conoce a Dios enteramente. (…) • CEC 2670: "Nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por influjo del Espíritu Santo" (1Corintios 12,3). Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración. (…) E) A los cristianos nos corresponde anunciar, en el mundo de hoy, que Jesús es la piedra angular, el Redentor. Cfr. San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 132 A nosotros, los cristianos, nos corresponde anunciar en estos días, a ese mundo del que somos y en el que vivimos, el mensaje antiguo y nuevo del Evangelio. No es verdad que toda la gente de hoy —así, en general y en bloque— esté cerrada, o permanezca indiferente, a lo que la fe cristiana enseña sobre el destino y el ser del hombre; no es cierto que los hombres de estos tiempos se ocupen sólo de las cosas de la tierra, y se desinteresen de mirar al cielo. Aunque no faltan ideologías —y personas que las sustentan— que están cerradas, hay en nuestra época anhelos grandes y actitudes rastreras, heroísmos y cobardías, ilusiones y desengaños; criaturas que sueñan con un mundo nuevo más justo y más humano, y otras que, quizá decepcionadas ante el fracaso de sus primitivos ideales, se refugian en el egoísmo de buscar sólo la propia tranquilidad, o en permanecer inmersas en el error. A todos esos hombres y a todas esas mujeres, estén donde estén, en sus momentos de exaltación o en sus crisis y derrotas, les hemos de hacer llegar el anuncio solemne y tajante de San Pedro, durante los días que siguieron a la Pentecostés: Jesús es la piedra angular, el Redentor, el todo de nuestra vida, porque fuera de El no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual podamos ser salvos (Act IV, 12). F) El Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda y nos hace hablar con Dios y con los hombres. Cfr. Papa Francisco, de la Homilía en la Solemnidad de Pentecostés, 8 de junio de 2014 • El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. Él nos enseña el camino, el sendero. En los primeros tiempos de la Iglesia, al cristianismo se le llamaba «el camino» (cf. Hechos 9, 2), y Jesús mismo es el camino. El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar siguiendo sus huellas. Más que un maestro de doctrina, el Espíritu Santo es un maestro de vida. Y de la vida forma parte ciertamente también el saber, el conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana. • El Espíritu Santo nos recuerda, nos recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor. (…) Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un cristiano a mitad de camino, es un hombre o una mujer prisionero del momento, que no sabe tomar en consideración su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación. En cambio, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. (…) • El Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda, y —otro rasgo— nos hace hablar, con Dios y con los hombres. No hay cristianos mudos, mudos en el alma; no, no hay sitio para esto. Nos hace hablar con Dios en la oración. La oración es un don que recibimos gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que ora en nosotros y nos permite dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Papá, Abbà (cf. Romanos 8, 15; Gálatas 4, 6); y esto no es sólo un «modo de decir», sino que es la realidad, nosotros somos realmente hijos de Dios. «Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios» (Romanos 8, 14). (…) 6 3. La acción del Espíritu Santos en varios textos de la liturgia. A) Himno Veni Creator - Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado. -Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. -Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios. -Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. -Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne. -Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo. -Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo. -Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos. Amén. B) Del salmo 103 Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. C) De la Secuencia del domingo de Pentecostés -Ven, Espíritu divino, Manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; Don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. -Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. -Entra hasta el fondo del alma, Divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. -Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito guía al que tuerce el sendero. -Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. D) De la segunda Lectura, de la Carta de san Pablo a los Gálatas • “El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, espíritu de servicio, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí”. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.