Ø Educación.
“Educar en el asombro” (21ª edición) y “Educar en la realidad” (5ª edición) – traducidos a cinco
idiomas- , dos libros de Catherine L´Ecuyer. Por qué urge la belleza, el
asombro y la trascendencia en la educación.
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Entrevista con la autora de best-seller
como «Educar en el Asombro»
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¿Urge la belleza, el
asombro y la trascendencia en la educación?
Catherine L´Ecuyer
explica por qué
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Catherine L´Ecuyer es una de las grandes expertas en
educación
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Catherine
L´Ecuyer es una de las grandes divulgadoras en temas de
educación en España, lo que le ha llevado incluso a asesorar al
Congreso de los Diputados. En este momento su libro Educar en el Asombro va
por la 21ª edición mientras que Educar en la Realidad ya
alcanza la quinta, habiendo sido traducido a cinco idiomas. Esta canadiense
madre de cuatro hijos y residente en Barcelona es una firme defensora del
juego en los niños y critica que se les quiera convertir en adultos antes
de tiempo. "Necesitan
menos pantallas y más realidad", insiste.
Sus tesis son revolucionarias
precisamente porque beben de las verdades de siempre. Y realizó este camino desde la empresa
gracias a su experiencia como madre, pues la familia es una
escuela de vida.
«Religión en Libertad» ha
hablado con esta escritora, que además es católica practicante. Su
obra y su pensamiento están influenciados, entre otros, por autores como
Chesterton, Santo Tomás de Aquino o San Agustín, a los que cita
constantemente y cuyas aportaciones serían ahora más útiles que nunca. Y
esto le lleva a hablar de la crisis de la educación católica, de la
trascendencia pero también de la gran importancia de la belleza en la
educación.
- ¿Cómo llega una mujer proveniente del mundo de la empresa
a convertirse en uno de los referentes en divulgación de temas de
educación?
- Excelente pregunta, no es algo que haya buscado. Trabajaba
en consultoría de alta dirección y la pregunta que me hacía a diario era:
¿qué es lo que motiva a las personas a trabajar y a aprender en las
organizaciones? Tras haber auditado la cultura empresarial de unas 40
empresas, llegue a la conclusión que las palancas de motivación internas y
trascendentes (de servicio) tenían más relevancia que las palancas
externas. Cuando tuve a mis hijos, dejé de trabajar a tiempo completo, los
escolaricé relativamente tarde y mi hogar se convirtió en una pequeña
escuela. Observando a
mis hijos, apliqué mis intuiciones al ámbito de la educación.
Luego empecé a investigar en psicología, filosofía, neuropediatría y en
educación y acabé plasmando mis ideas en un libro, Educar en el asombro. Pensé
que lo leerían mis 40 amigas y lo que ocurrió a continuación fue una
verdadera sorpresa.
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- Su libro se ha convertido ya en todo un auténtico
best-seller. A grandes rasgos, ¿qué es educar en el asombro?
- El
asombro es el “deseo de conocer”, decía Tomas de Aquino. El
niño nace con ese deseo, no es algo que haya que “inculcarle”, es algo que
debemos respetar, cultivar. Como decía Chesterton, “en cada una de esas
deliciosas cabezas se estrena el mundo, como en el séptimo día de la
creación”.
Asombrarse es “no dar
nada por supuesto”, ver todo como un regalo, por eso el niño asombrado es agradecido.
El asombro no es una mera “emoción”, es un pensamiento metafísico; de
hecho, los griegos decían que es el inicio de la filosofía. No lo considero
una innovación; dar importancia al deseo de conocer es volver a lo
esencial, a lo de siempre. Gaudí decía que ser original es volver a los
orígenes.
- ¿Cómo no se ahoga el asombro?
- A través del respeto por los ritmos, las etapas de la infancia, un niño que
actúa como un pequeño adulto es un niño que está de vuelta de todo.
No es necesario saturar los sentidos e hiperestimular a los niños. El
consumismo hace que se acostumbran a tenerlo todo antes de desearlo, y dan
todo por supuesto, lo contrario del asombro. Un niño embotado es pasivo.
Quizás se fascina, pero no sabe asombrarse. Un niño adicto a la velocidad y
al ruido no sabe contemplar. Necesitan
menos pantallas y más realidad.
-¿Y el esfuerzo?
Lo que asombra es la realidad. La realidad se descubre, no
se construye. Asombrarse es dejarse “medir por la realidad”, y eso siempre
requiere esfuerzo, porque la realidad es lenta y exigente. Una de las
características de la realidad, es su belleza. Las cosas son bellas, de por
sí, por el mero hecho de “ser”. Decía Tomas de Aquino que “hay belleza en todas las cosas”.
Lo que ocurre es que a veces hay poca, por eso decimos que son feas.
-Usted habla habitualmente del culto al feísmo. ¿En qué
consiste?
- El culto al feísmo es un desdén, una sospecha sistemática
hacía todo lo bello. Tiende a ver la belleza como una pegatina, algo
añadido, impuesto para engañar. El culto al feísmo nos dice: “no hay belleza intrínseca en las
cosas, todo se construye al antojo del que mira”. Esa
postura es consecuencia del olvido de la metafísica.
-¿Ese culto afecta en la transmisión de la fe o de los
valores que transmitimos a nuestros hijos?
- El culto al feísmo nos pinta la belleza, la bondad y la
verdad como una mentira o una cursilada. Existen dos alternativas.
Rendirnos a la lógica del culto al feísmo y responder con una especie de
marketing de la belleza, que vendría a ser una pegatina más. Ese es el
camino de la mundanidad. Yo no conozco a ningún adolescente que se haya
dejado seducir por ese ridículo disfraz. La belleza no necesita trajes o
marketing, luce de por sí.
Hay que descubrir el poder de atracción de la belleza, desnudándola, aunque
eso sea motivo de escándalo.
-¿Hasta qué punto el proceso de atracción de la belleza se
trata de un proceso tan natural? ¿No cabe el peligro de caer en una especie
de naturalismo?
- Existe en todas las personas una capacidad natural para
juzgar rectamente, una luz inextinguible que nos hace reconocer la verdad y
la bondad como tal y que nos las señala como fines de las virtudes. Tomas
de Aquino lo llamaba sindéresis. A María Montessori le acusaron de
naturalismo y respondió: "Cuando miramos las estrellas que brillan en
el firmamento, tan obedientes en su recurso y tan misteriosas, no decimos
"¡qué buenas son las estrellas!" Decimos que obedecen a las leyes
que gobiernan el universo. Nos
admiramos ante el orden de la creación. En el
comportamiento de nuestros hijos, es también una cierta ley de la
naturaleza que se manifiesta". El orden no es bondad, pero la tarea de
la educación debe ser la de indicar el orden interior y exterior como un
camino indispensable para alcanzarlo, dándoles lo que pide su naturaleza...
- Que no siempre es lo mismo que lo que piden ellos…
- Eso es. Montessori decía, “nuestros hijos no hacen todo lo
que quieren, pero quieren hacer todo lo que hacen”. Montessori hablaba de
la importancia del “entorno preparado”. Es importante que los niños estén
rodeados de oportunidades de belleza, que los griegos
definían como “expresión visible de la verdad y de la bondad”. El feísmo,
definido como ausencia de belleza, acaba oscureciendo la luz interior de la
que hablamos antes. Películas, libros, canciones, juguetes, ejemplos,
palabras... No es cuestión de prohibición, de burbujas o de puritanismo, es
cuestión de agrandar los horizontes de la razón de nuestros hijos con cosas
excelentes. En la educación no hay nada que sea neutro. Todo, o suma, o
resta.
Lo bello es un camino que lleva a la trascendencia
-¿El asombro lleva a Dios?
- Asombrarse es tener una actitud de apertura ante la
realidad, de confianza hacía lo bello, es interrogar la realidad sin
filtro. San Agustín responde a la pregunta: “Interroga a la belleza de la
tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que
se dilata y se difunde, interroga a la belleza del cielo, interroga a todas
estas realidades. Todas te responden: “Mira, nosotros somos bellas”. Pero su belleza es una confesión,
porque estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma
Belleza que no sujeta a cambio?”.
Si no se experimenta deslumbramiento ante las realidades
naturales y sobrenaturales, uno
acaba con una idea teórica de Dios, que lleva a una fe vacía, sentimental,
o rígida, conductista y mecanicista. Esas posturas no
resistirán al paso de los años y serán terrenos fértiles para el fideísmo,
el voluntarismo, y todos los “ismos” que tantos rebotes provocan entre los
jóvenes y los no creyentes, porque son caricaturas grotescas del creyente.
- En una entrevista en La
Vanguardia hace unos años usted dijo que se
convirtió con 16 años, ¿nos podría explicar cómo se produjo?
- Alguna vez, Padre Pio dijo que “el secreto de Dios no se puede revelar
sin profanarlo”. Por eso, prefiero guardar los secretos de
mi vida interior en lo más profundo de mi corazón.
-¿Está en crisis la escuela católica en España?
- Hay dos formas de definir las crisis. Desde el utilitarismo,
decimos que hay una crisis cuando una empresa, o un sistema no funciona, no
sirve, no produce beneficios, medidos en términos económicos. Entonces la
educación estaría en crisis sencillamente porque hay abandono escolar y eso
es malo para la economía. O la escuela católica estaría en crisis porque
hay bajada en las matrículas, amenazan con quietarle los conciertos, hay
que reducir el número de líneas, es deficitaria, etc. Pero esa crisis, por
mucho daño que puede producir, no es una crisis de fondo, y siempre
dependerá de las circunstancias del entorno.
Las verdaderas crisis remiten al concepto de identidad, o de
razón de ser. La educación estaría en crisis porque está perdiendo su razón
de ser, la escuela católica
estaría en crisis porque está perdiendo su verdadera identidad.
Si la escuela católica asumiera como suyos métodos constructivistas que se
ponen de moda, por el mero hecho de que se hayan puesto de moda, sin hacer
un planteamiento de fondo de si esos métodos encajan o no en su marco
antropológico, eso indicaría que está en profunda crisis.
La escuela católica no se puede permitir el lujo, o la pobreza, de hacer
voto de pobreza en materia de conocimientos. Si estuviese dando más
importancia a las metodologías que a los contenidos, la escuela católica se asimilaría al
resto de los colegios y acabaría perdiendo su sentido de identidad. Y
si en algún momento no hubiera nada que la diferencie de los demás
colegios, pues acabaría desapareciendo, por muchos actos de fe que hagamos
de que eso no vaya a ocurrir. Eso sí, quedaría el nombre, los edificios, y
el puesto en los rankings.
-¿Qué indican los rankings?
- Indican que un colegio dado se está conformando a un
listado de exigencias definidas por periodistas.
-¿Cuáles son?
- Comedor propio, digitalización de las aulas, instalaciones
deportivas, reconocimiento externo, precio, transporte… ¿Cuántos criterios
provienen de la literatura científica? A primera vista, aproximadamente 6
de 27 tienen una base científica, y no se matiza por etapa, que en muchos
casos es preciso hacerlo. Por lo tanto, nunca deberíamos medir la calidad educativa de un centro
partiendo de los rankings. Además, los rankings tienen
el efecto perverso de uniformizar la oferta educativa, porque todos se
apuntan a la carrera de cumplir con los mismos criterios para “subir en los
rankings”, queriendo imitar a los que lo encabezan y por el camino,
perdiendo su sentido de identidad.
-¿Son los padres los primeros educadores de sus hijos?
Sí, pero eso se queda en algo utópico si la oferta educativa
no es plural. Y con lo que acabamos de explicar, nos vamos hacía la
uniformidad, no la diversidad. En el caso de la concertada, no es una
uniformidad impuesta a través de un marco legal restrictivo, sino del
marketing educativo que se supone que va a salvar a esos colegios de entrar
en crisis económica. Todo
el mundo quiere estar a la última, y muchos de los métodos que se
incorporan en las aulas carecen de evidencias. Los padres hemos de pedir una educación
basada en las evidencias, no en las modas. La
educación es un asunto que debe estar encima de las consideraciones
ideológicas y económicas, no se experimenta con la educación.
-¿Nos puede dar ejemplos de métodos que carecen de
evidencias?
La estimulación temprana está condenada por Neurology, la Academia
Americana de Pediatría y toda la literatura académica desde el año 1968. Respecto
a las tabletas, no hay conjunto de estudios que indique que su uso en las
aulas lleve a una mejora de los resultados académico. De hecho, los
estudios apuntan a lo contrario. La literatura científica de los últimos 5
años advierte que muchos de los supuestos de la llamada educación “basada
en la neurociencia” son falsos. ¿Ejemplos? No es cierto que existe un
periodo crítico entre los 0 y los 3 años, o que solo usemos el 5% de
nuestro cerebro, o que haya que enriquecer el entorno durante los primeros años
de vida, o que las personas aprendan mejor cuando reciben información en su
estilo de aprendizaje preferido (ej. Auditivo, visual, kinestesia) o que
las diferencias en dominancia hemisférica (hemisferio izquierdo o derecho)
pueden ayudar a explicar las diferencias individuales de aprendizaje entre
los alumnos. Nos
puede sorprender, pero la literatura neurocientífica lo considera como
“neuromitos” (malas interpretaciones de la literatura
neurocientífica aplicadas a la educación). Pero como decía Huxley, a veces
preferimos una falsedad emocionante a una verdad sin interés.
-¿Cómo recuperar esa mentalidad científica?
Guardini decía “Si somos capaces de ver la verdad, somos
capaces de seguirla”. ¿Entonces por qué nos cuesta tanto tener esa
mentalidad científica? ¿Cuándo ha dejado la ciencia de ser parte de la
cultura? ¿Cuándo hemos dejado de entender la ciencia como un método valido
para llegar a conocer la realidad tal como es? Hemos de tener en cuenta que
no solo somos objeto de ciencia, sino también sujeto. Si el hombre se
estudia a sí mismo, y además se ve envuelto en consideraciones
cortoplacistas y de intereses económicos, siempre existe ese peligro de que
no sea objetivo con los resultados de la investigación, porque es a la vez
juez y parte. Quizás eso puede explicar que nos cueste tanto ser objetivos
en encarnar esa “sana duda”, en tener esa mirada limpia y asombrada que es
necesaria para la búsqueda de la verdad. Como apunta Miguel-Ángel Martí, “son muchas las causas que explican
ese ocultamiento de la verdad, pero una de ellas viene dada por la falta de
deseo (de admiración) de conocer qué son las cosas realmente. Quien
deja de admirar abandona también la búsqueda de la verdad”. En definitiva,
volvemos a la importancia del asombro.
-¿Qué dirías a los padres que quieren volver a asombrarse?
Descubrir el asombro como algo bueno y deseable y
querer recuperarlo es el mejor punto de partida para conseguirlo, porque
es, en sí, manifestación de asombro.
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