[Chiesa/Omelie1/RemordimientoArrepentimiento26A17ViñaDosHijos]
Domingo 26 del Tiempo Ordinario, Año A. (2017). El
arrepentimiento en la parábola de los dos hijos a los que el padre pide
trabajar en la viña. Textos de la Escritura sobre el arrepentimiento. El
remordimiento; diferencias con el arrepentimiento. Algunas características del
arrepentimiento. Arrepentimiento, conversión y búsqueda de una nueva vida. La
transformación de cada remordimiento en arrepentimiento. El arrepentimiento es
la capacidad de descubrir la ternura y la misericordia del Señor. “La
conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en
misericordia”.
v
Cfr. Dom. 26 Tiempo ordinario Ciclo A - 1 de octubre de 2017
Ez 18, 25-28; Mt 21, 28-32
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme novembre 1995, XXVI domenica,
pp. 263-268.
Ezequiel 18, 25-28: Así dice el Señor: «Comentáis: "No es justo el
proceder del Señor. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no
es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere
por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que
hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos
cometidos, ciertamente vivirá y no morirá. »
Mateo 21, 28-32: En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo: -28 «¿Qué os parece? Un
hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a
trabajar en la viña. " 29 Él le contestó: "No quiero." Pero después se arrepintió y
fue. 30 Se acercó al segundo y le
dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor. " Pero no fue. 31
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: -«El primero.» Jesús les dijo: -«Os aseguro que
los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino
de Dios. 32 Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y
no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun
después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
"Hijo, ve
hoy a trabajar en la viña. "Él le contestó: «No
quiero»."
Pero después se
arrepintió y fue.
(Evangelio, Mateo 21,
29)
1. Algunos textos de la Escritura sobre el arrepentimiento
-
Si
confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos
de toda
iniquidad. (1 Juan
1,9)
-
Arrepentíos,
por tanto y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados (Hechos
3,19)
-
No tarda el
Señor en cumplir sus promesa, como algunos piensan; más bien tiene paciencia
con
vosotros, porque no quiere que nadie se
pierda, sino que todos se conviertan. (2 Pedo 3, 9)
-
Id y aprender qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a los
justos sino a los pecadores (Mateo 9,
13).
-
Dad, por tanto, un fruto de penitencia, y no os
justifiquéis interiormente pensando: «Tenemos por padre
a Abrahán». Porque os aseguro que Dios
puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. (Mateo 3,
8-9)
-
Acercaos a dios y
Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores, y purificad vuestros
corazones, hombres
vacilantes. Reconoced vuestra miseria,
afligíos y llorad. (Santiago 4,8).
-
Desde entonces
comenzó Jesús a predicar y a decir: - Convertíos porque está al llegar el Reino
de los
Cielos (Mateo 4, 17).
-
Yo, a cuantos amo, los reprendo y castigo. Por
tanto, ten celo y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y
llamo: si alguno escucha mi voz y abre
la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3,
19-20).
-
Pedro les dijo:
- Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de
Nuestro Señor
Jesucristo para perdón de vuestros
pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2, 38).
-
Dios
ha permitido los tiempos de la ignorancia y anuncia ahora a los hombres que todos
en todas partes
deben convertirse. (Hechos 17, 30).
-
Os
digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se
convierta que por
noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión
(Lucas 15, 7).
-
No
tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar
a los justos, sino a
los pecadores a la penitencia (Lucas 5, 31-32).
-
El
tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en
el Evangelio (Marcos 1,
15).
-
Así,
os digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente
(Lucas 15, 10)
Cfr. Ravasi o.c. pp. 263-265
v
Jesús nos presenta en la parábola de los dos
hijos como un cuadro de la vida familiar.
La duplicidad de comportamiento en los dos hijos.
o
El hijo aparentemente respetuoso pero
íntimamente hipócrita y rebelde.
§ Y el
hijo que presenta una actitud desordenada y díscola, pero que, en lo profundo,
tiene una sustancia válida en relación con el compromiso.
Por una parte está el hijo
aparentemente respetuoso pero íntimamente hipócrita y rebelde; hay una
obediencia que tiene el tono de la deferencia, de las apariencias y del
equilibrio, pero que en su profundidad esconde una sutil rebelión interior. Por
otra, el hijo externamente no disponible pero sí interiormente. Bajo el aspecto
desgreñado, contestador inquieto y revoltoso
de muchos jóvenes se esconde, en realidad, una sorprendente bondad, una
inesperada generosidad y ternura insospechable. Se trata de una obediencia
exterior que presenta una actitud desordenada y díscola, pero que en lo
profundo tiene una sustancia válida y ejemplar en relación con el compromiso.
Jesús construye su aplicación sobre
esa duplicidad de comportamiento. Se dirige a los dos, con acentos diversos. Es
indudable que manifiesta más esperanza en relación con el segundo hijo. Pide
conversión sobre todo a quien se deleita con satisfacción en su formalismo
religioso, quien tiene continuamente en la boca la religión y la ley pero en
realidad es indiferente y está vacío interiormente.
Pero también pedirá la conversión a
los rebeldes para que renieguen de su pasado y se encaminen por una vida nueva.
Estos deberán cancelar los “no” externos, reales o aparentes; deberán decir
también su “sí" para que los demás vean sus buenas obras y den gloria al Padre
que está en los cielos.
§ El
Señor invita a romper con los lugares comunes al juzgar a los hombres.
En cualquier caso: a) lo que dice el Señor es una
invitación a romper con los lugares comunes al juzgar a los hombres; la
auténtica medida del valor de una persona está, en última instancia, sólo en
las manos de Dios que ve el corazón; b)
es una llamada para apostar sobre las secretas posibilidades de todo hombre,
también de quien parece que está rodeado por el mal; en efecto, toda criatura
tiene en sí la llama del amor de Dios, también cuando está empañada por el
pecado; c) todavía mejor es aquel que dice y hace, quien es observante en
el culto y en la vida, quien obedece con las palabras y con las acciones, quien
responde y obra con amor; más allá del hijo aparentemente rebelde pero en
realidad obediente, está quien sabe expresar con coherencia toda su
fidelidad.
2. Remordimiento y arrepentimiento: una clarificación.
Cfr. El Canto del Espíritu, R. Cantalamessa,
PPC pp. 130-137
v
A. El remordimiento: ambigüedad que puede llevar
a la desesperación o al arrepentimiento y consiguiente salvación. pp. 131-134
·
El remordimiento
“Actúa como un pensamiento que quema, un
«gusano que roe y no muere»
(Cfr Marcos 9, 48); «Veneno
en las entrañas», lo llamaba un gran maestro espiritual ortodoxo (Cfr. San
Simeón el Nuevo Teólogo, Catequesis,
XXIII (Sch 113, p. 15). Quita esa falsa
paz que sigue a la transgresión”. p. 131
o
El remordimiento es algo ambiguo que puede tener
resultados opuestos: desesperación y salvación
·
“La Biblia está llena de historias de grandes remordimientos en la Biblia. Remordimiento
es el
de Caín y el de David, el de Pedro y el de Judas. Pero estos
ejemplos nos están mostrando ya que el remordimiento es algo ambiguo y puede
tener dos resultados opuestos: la desesperación o la salvación”. p. 131
o
La diferencia entre remordimiento que lleva a la
desesperación y a la catástrofe y el
arrepentimiento que lleva a la conversión y la decisión de comenzar una vida
nueva.
·
En la literatura. “Remordimiento es el de Macbeth,
que ha matado a su rey y a uno de sus
dignatarios («ya no se podrá
dormir. ¡Macbeth ha matado el sueño»!); remordimiento es el del héroe de Crimen y castigo de Dostoiewski. Pero en
el primer caso el remordimiento lleva a la desesperación y a la catástrofe, en
el segundo a la conversión y redención. Puede que nadie haya descrito el paso
de la fase del remordimiento a la del arrepentimiento con mayor penetración que
Manzoni (Cfr. A. Manzoni, Los Novios,
ed. Cátedra, Madrid 1985, cap. 31), en la figura del Innominado: el repentino
recuerdo del pasado y de los delitos cometidos, vistos bajo una luz distinta,
espantosa: los vanos intentos por sofocar los remordimientos y volver a los
pensamientos habituales; el resplandor de la esperanza de que pudiera haber una
salida, hasta las lágrimas de gozo que acompañan el arrepentimiento y la
decisión de iniciar una vida nueva.” p.
131-132
o
Un posible genuino remordimiento por la culpa
cometida, y los falsos remordimientos y complejos de culpa que a su vez afligen
a la humanidad.
·
“Actualmente el
remordimiento ya no goza, como suele decirse, de «buena prensa». Ha habido
un prolongado intento,
incluso por parte de algunos filósofos, de descalificar el remordimiento,
presentándolo como «fardo inútil, autosugestión, vano intento de anular el
pasado ...». Todo remordimiento se explica como complejo de culpa inducido
desde fuera por la cultura y la sociedad, y por tanto morboso. Esta crítica ha
ayudado (y en eso consiste su mérito) a prestar más atención a la hora de
distinguir entre el genuino remordimiento por la culpa cometida, y los falsos
remordimientos y complejos de culpa que a su vez afligen a la humanidad. Pero
no ha podido anular el sentimiento generalizado que sigue considerando el
remordimiento como una de las señales más fuertes de la naturaleza moral de la
conciencia, y, de manera indirecta, de la existencia de Dios.” p. 132
(...)
§ Cuando
es genuino, es una primera manifestación del Espíritu Santo; es insensato
combatirlo sin preocuparse de eliminar la causa del mismo
·
“Cuando es
genuino, el remordimiento es, por tanto, una primera e imperfecta manifestación
del
Espíritu Santo. (...) «Nadie puede airarse y disgustarse consigo mismo sin el don del Espíritu Santo»”
(San Agustín, Exposición sobre los Salmos, 50,16). En el remordimiento, por
tanto, ya está actuando el Espíritu Santo que «acusa» y «convence» del pecado. Es como una inflamación espiritual, una
especie de fiebre, que indica un estado alterado de la conciencia, la presencia
en ella de un «cuerpo extraño». Por eso, limitarse a combatir el sentimiento de
culpa y el remordimiento sin preocuparse por eliminar la causa del mismo, es
tan insensato como querer a toda costa quitar la fiebre, sin preocuparse por
localizar la enfermedad de la que ella es un providencial síntoma revelador.
Pretender alejar el remordimiento podría entonces constituir un sistemático
intento de la cultura moderna por «apagar el Espíritu». Algo parecido al
infantil intento de Pinocho por matar a Pepito Grillo, para no tener que volver
a enfrentarse con la realidad.” (p.
133).
·
“Había que decir
algo en defensa del remordimiento, para que no se borre en el hombre la
capacidad de reaccionar y de
no acostumbrarse al mal, capacidad que constituye una de las experiencias que
más le ennoblecen. Pero lo que más nos importa es aclarar el lado positivo del
asunto, explicando que el remordimiento puede ser nuestro aliado en la lucha
diaria contra el mal y el pecado”. (...)
(p. 133).
o
Transformar cada remordimiento en
arrepentimiento
·
“Tenemos que ir
haciéndonos cada vez más sensibles a las llamadas que el Espíritu nos hace
llegar a través de la voz de
la conciencia, y tomarnos en serio también los pequeños remordimientos: por
ejemplo, el hecho de no haber rezado, de haber hablado mal del hermano, de
haber tratado con poco amor a un pobre, de haber faltado a la verdad, de haber
concedido los ojos a una curiosidad morbosa, etc. Sobre todo debemos, sin demora,
transformar cada remordimiento en arrepentimiento.” (pp. 133-134)
v
B. Del
remordimiento a la alegría del perdón pp. 134-137
o
El paso
del silencio cargado de remordimiento, a la confesión que libera la
culpa
§ El
remordimiento sano conduce a la confesión
·
“Hay un salmo que
describe así el paso del silencio cargado de remordimiento, a la confesión que
libera de la culpa:
Salmo 32, 3-5: 3 Cuando yo me callaba, se
sumían mis huesos en mi rugir de cada día,
4 mientras pesaba, día y noche,
tu mano sobre mí; mi corazón se alteraba como un campo en los ardores
del estío. 5 Mi
pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: «Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías.»Y tú absolviste mi
culpa, perdonaste mi pecado.
Cuando escuchamos nuestro remordimiento, nos
conduce a la confesión y a la alegría
del perdón. «¡Dichoso el que es perdonado de su pecado, y olvidada
su culpa!»: así empieza el salmo que acabamos de citar. Con la
confesión, el alma abre la puerta a Espíritu, se une a él.” (p. 134).
o
El criterio para distinguir el remordimiento
sano de los falsos sentimientos de culpa
·
“El criterio para
distinguir el remordimiento sano de los falsos sentimientos de culpa es
precisamente
éste: el remordimiento sano
tiene como causa algo que está mal «en presencia de Dios»; el falso
remordimiento, en cambio, tiene como causa algo que está mal para la sociedad y
sus convencionalismos” (pp. 134-135).
o
La confesión es estéril y no abre la conciencia
al Espíritu sin el arrepentimiento y la compunción
·
“Pero hasta la
confesión más perfecta es estéril y no «abre» la conciencia al Espíritu, sin el
arrepentimiento y la compunción. Judas hizo su confesión: «He pecado entregando a un
inocente» (Mt 27,4). Pero su confesión no iba acompañada por un verdadero
arrepentimiento y por la esperanza del perdón, por eso no le aprovechó.
El
relato de Pentecostés es la mejor ilustración de cómo el Espíritu Santo nos
empuja a la compunción y
actúa a través de ella.
Primero viene la tremenda acusación: «¡Vosotros crucificasteis a Jesús de Nazaret!».
A esas tres mil personas estas palabras «les llegaron hasta el fondo del
corazón» y preguntaron a Pedro: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos? (Cfr. Hechos 2,23 ss) . (...) Pedro contesta: «Arrepentíos» (Hechos 2,38).
En el arrepentimiento se realiza al misterioso encuentro entre gracia y
libertad.” (pp. 135-136).
o
La verdadera compunción pp.
135-136
·
“La verdadera
compunción no consiste sólo en arrepentirse, en sentir pesar por algo que se ha
hecho: es
infinitamente más. Es empezar
a ver el pecado sobre el trasfondo del amor infinito de Dios Padre y de la muerte de Cristo en la
cruz. Es hacer nuestro el juicio de Dios. El vértice del Miserere se alcanza
cuando el salmista, arrepentido, le dice a Dios: «Eres justo cuando hablas e
irreprochable cuando juzgas» (Sal 51,6). “El hombre asume la responsabilidad
del mal, proclama a Dios inocente, restablece la verdad de las cosas, que el
pecado «obstaculizaba injustamente» (cfr. Rom 1,18)”. (p. 135)
·
El corazón contrito y humillado. Dios,
misteriosamente, necesita el
arrepentimiento del hombre.
Dios no puede «arrepentirse»
en su lugar. “Por eso, a lo largo de toda la Biblia , el «corazón contrito y humillado» se nos
presenta como el lugar de descanso, una especie de paraíso terrenal, la morada
preferida de Dios (cfr. Is 66, 1-2). El hombre no puede ofrecer a Dios un
sacrificio mejor y más grato que su corazón contrito (Sal 51,19)” (p. 136)
v
Del arrepentimiento a la absolución y
justificación pp. 136-137
·
Con el
arrepentimiento termina la parte que es propiamente del hombre y empieza la
parte que es
exclusiva de Dios. El
Espíritu Santo, a través del ministerio de la Iglesia , transforma al
hombre y lo convierte de pecador en justo (cfr. pp. 136-137). Se pasa del reino
del pecado al de la gracia. Se trata de una nueva creación. La fórmula de la
absolución sacramental: «Dios, Padre de misericordia, que ha reconciliado
consigo al mundo en la muerte y resurrección de Cristo, y ha derramado el
Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, mediante el ministerio
de la Iglesia ,
el perdón y la paz» (p. 137).
·
“Dios hace
verdaderamente una cosa nueva. «Lo viejo ha pasado y ha aparecido algo nuevo»
(2 Cor
5,17). Los Padres decían que,
en la justificación, el Espíritu Santo refunde en nosotros la imagen de Dios
(San Cirilo Alejandrino: Comentario al Evangelio de Juan, XI,n 10 (PG 74, 541
D); cfr. También San Juan damasceno: La fe ortodoxa, 4,9 (P?G 94,n 1121 A ), y que, de todas las
propiedades que el Espíritu Santo tiene en común con el fuego, ésta es sin duda
la más sublime.” (p. 137)
3. Algunas características del arrepentimiento/conversión
El arrepentimiento es la capacidad de
descubrir
la ternura y la misericordia del Señor.
(Salmo 24,
responsorial de hoy)
“La conversión a Dios
es siempre fruto
del « reencuentro » de este Padre,
rico en
misericordia”.
(Juan Pablo II, Encíclica Dives in misericordia)
v
Es una capacidad de reaccionar para no
acostumbrarnos ante el mal y descubrir la dignidad de los demás y la
nuestra.
Cfr. El Canto del Espíritu, R.
Cantalamessa, PPC pp. 130-137.
·
Indica capacidad de reaccionar no
acostumbrándonos ante el mal. Esta capacidad es una de las
experiencias que más nos ennoblecen a los hombres, en cuanto
descubrimiento de la dignidad de los
demás que hemos ofendido, y de nuestra propia dignidad;
·
Conduce a la alegría del perdón: Salmo 32, 1:
Poema. ¡Dichoso el que es perdonado de
su
culpa!; por tanto
se distingue de los falsos sentimientos de culpa que tantos problemas nos
crean,
incluso
psíquicos; “Con el arrepentimiento termina la parte que es propiamente del
hombre y empieza
la parte que es
exclusiva de Dios. El Espíritu Santo, a través del ministerio de la Iglesia , transforma al
hombre y lo
convierte de pecador en justo (cfr. pp. 136-137). Se pasa del reino del pecado
al de la
gracia. Se trata
de una nueva creación”.
v
Es la capacidad de descubrir la ternura y la misericordia
del Señor.
o
La
conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia.
-
Salmo 24
(Salmo responsorial de hoy): Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas …
acuérdate de mí con
misericordia, por tu bondad.
- Juan
Pablo II, Encíclica Dives in misericordia,
n. 13: “La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y
benigno (Cfr. 1 Corintios 13, 4)
a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo » (2 Corintios 1, 3) es
fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con el
hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La
conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en
misericordia”.
v
Los contenidos esenciales de la nueva
evangelización en cuanto a la conversión/arrepentimiento
Cfr. Joseph Ratzinger -
Conferencia dictada en el jubileo de los catequistas (10/12/00)
o
Conversión
Por lo que atañe a los contenidos de la nueva
evangelización conviene ante todo tener presente que el Antiguo Testamento y el
Nuevo son inseparables. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está
resumido en el mensaje de san Juan Bautista: "Convertíos". No se
puede llegar a Jesús sin el Bautista; no es posible llegar a Jesús sin
responder a la llamada del Precursor; más aún, Jesús asumió el mensaje de Juan
en la síntesis de su propia predicación: "Convertíos y creed en el
Evangelio" (Mc 1, 15). La palabra griega para decir
"convertirse" significa: cambiar de mentalidad, poner en tela de
juicio el propio modo de vivir y el modo común de vivir, dejar entrar a Dios en
los criterios de la propia vida, no juzgar ya simplemente según las opiniones
corrientes.
o
Dejar de vivir como viven todos: buscar una
nueva vida
Por consiguiente, convertirse significa dejar de vivir
como viven todos, dejar de obrar como obran todos, dejar de sentirse
justificados en actos dudosos, ambiguos, malos, por el hecho de que los demás
hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; por tanto,
tratar de hacer el bien, aunque sea incómodo; no estar pendientes del juicio de
la mayoría, de los demás, sino del juicio de Dios. En otras palabras, buscar un
nuevo estilo de vida, una vida nueva.
o
El aspecto social de la conversión: la verdadera
personalización es siempre una socialización nueva: la apertura al tú
Aquí debemos tener presente también el aspecto social
de la conversión. Ciertamente, la conversión es ante todo un acto
personalísimo, es personalización. Yo renuncio a "vivir como todos";
ya no me siento justificado por el hecho de que todos hacen lo mismo que yo, y
encuentro ante Dios mi propio yo, mi responsabilidad personal. Pero la
verdadera personalización es siempre también una socialización nueva y más
profunda. El yo se abre de nuevo al tú, en toda su profundidad, y así nace un
nuevo nosotros. Si el estilo de vida común en el mundo implica el peligro de la
despersonalización, de vivir no mi propia vida sino la de todos los demás, en
la conversión debe realizarse un nuevo nosotros del caminar común con Dios.
Anunciando la conversión debemos ofrecer también una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una conversión puramente individual no tiene consistencia.
Anunciando la conversión debemos ofrecer también una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una conversión puramente individual no tiene consistencia.
Vida Cristiana
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