[Chiesa/Omelie1/TempoStoria/33A17TiempoHistoriaTalentosDonesDiosActividadHumana]
Ø Domingo 33 del Tiempo Ordinario, Ciclo A (2017). El tiempo. La historia. Nuestra vida. No durmamos como los demás, sino estemos en vela y seamos sobrios (2ª Lectura). Los dones/talentos que Dios nos da son un compromiso por parte del hombre, que tiene que hacerlos fructificar. Sabiduría y necedad. El talento se convierte en símbolo de la acción divina y de la respuesta humana. El Señor nos llama a un vigilante uso de los talentos que Él ha confiado a cada uno de nosotros. No son dignos del Señor quienes, por miedo de comprometerse, se cierran en sí mismos y se desentienden de las realidades de este mundo. Los talentos son los dones que nos da Dios, que tenemos que usar para que den fruto: son un compromiso por parte del hombre. El que escondió el talento recibido inutilizó su existencia. La actividad humana responde al plan de Dios. Esto vale también para todos los trabajos cotidianos. Los deberes cívicos.
v Cfr. Domingo 33 tiempo ordinario
Ciclo A ,19 noviembre 2017
Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31;
Salmo 127, 1-2.3.4-5; 1 Tesalonicenses 5, 1-6;
Mateo 25, 14-30; 1
1 Tesalonicenses 5, 1-6: 1 Acerca del tiempo y de las circunstancias,
hermanos, no necesitáis que os escriba, 2 porque vosotros mismos sabéis muy
bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. 3 Así, pues,
cuando clamen: "Paz y seguridad", entonces, de repente, se
precipitará sobre ellos la ruina -como los dolores de parto de la que está encinta-,
sin que puedan escapar. 4 Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, de
modo que ese día os sorprenda como un ladrón; 5 pues todos vosotros sois hijos
de la luz e hijos del día. Nosotros no
somos de la noche ni de las tinieblas. 6 Por tanto, no durmamos como los demás,
sino estemos en vela y seamos sobrios.
Mateo 25, 14-30: El Reino de los Cielos, 14 es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus
servidores y les entregó sus bienes. 15 A uno le dio cinco talentos, a otro
dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó. 16 El que
había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos
y llegó a ganar otros cinco. 17 Del mismo modo, el que había recibido dos ganó
otros dos. 18 Pero el que había recibido uno fue, cavó en la tierra y escondió
el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos
servidores e hizo cuentas con ellos. 20 Llegado el que había recibido los cinco
talentos, presentó otros cinco diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste,
he aquí otros cinco que he ganado. 21 Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco,
yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. 22 Llegado también el
que había recibido los dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste,
he aquí otros dos que he ganado. 23 Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco,
yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. 24 Llegado por fin el
que había recibido un talento, dijo: Señor, sé que eres hombre duro, que
cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 por eso tuve
miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. 26 Le respondió
su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso,
sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo de donde no he esparcido; 27
por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo,
hubiera recibido lo mío junto con los intereses. 28 Por lo tanto, quitadle el
talento y dádselo al que tiene los diez. 29 Porque a todo el que tenga se le
dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 30 En
cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el
llanto y el rechinar de dientes.
No durmamos como los
demás,
sino estemos en vela y
seamos sobrios
(1 Tesalonicenses 5,
6)
1.
Hay que velar y emplear bien el tiempo de
nuestra vida.
v
Vivid como sabios
-
Además
de las palabras de hoy de la Carta a los Tesalonicenses, San Pablo insiste, en
otras dos Cartas:
·
Efesios 5,
15-17: 15 Fijaos bien cómo vivís; no
como necios, sino como sabios. 16 redimiendo [1] el
tiempo, porque vienen días malos. 17 Por eso, no os volváis insensatos, sino
entended cuál es la voluntad del Señor.
Nuevo Testamento, EUNSA 2004, Comentario a 5, 8-29:
(…) “La vida nueva recibida en el Bautismo se caracteriza por la sensatez,
frente a la necedad de quienes se empeñan en vivir de espaldas a Dios (cfr. 1
Corintios 1-18). La consecuencia inmediata es hacer buen uso del tiempo que Dios
nos da para santificarnos (v. 16).
·
Colosenses 4,
5: 5 Comportaos sabiamente ante los
de fuera, redimiendo el tiempo.
-
El mismo Jesús nos dice acerca del tiempo de su segunda
venida (Marcos 13, 32-36):
32 En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los
ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre.
33 Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.34 Es
igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus
criados su tarea, encargando al portero que velara. 35 Velad entonces, pues no
sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al
canto del gallo, o al amanecer: 36 no sea que venga inesperadamente y os
encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!.
-
El salmo 90, el
versículo 12, hace una súplica al Señor, ante la brevedad de la vida:
“Enséñanos a llevar
buena
cuenta de nuestros días, para que logremos un corazón sabio”.
San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 52: “El tiempo es un tesoro que se va, que se
escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer
pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una
vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por
amor de Dios!”.
v
El misterio de la «plenitud de los tiempos».
o
El instante en el que el tiempo se convierte en
tiempo de salvación
-
San Juan Pablo
II, Enc. “Redemptoris Mater”, 25 de marzo de 1987, n. 1: “Esta plenitud
delimita el momento,
fijado desde toda la eternidad, en el cual el Padre envió a su Hijo « para que todo el que crea
en él no perezca sino que tenga vida eterna » (Jn 3, 16). Esta plenitud señala el momento feliz en el que « la Palabra que estaba con
Dios ... se hizo carne, y puso su morada entre nosotros » (Jn 1, 1. 14), haciéndose nuestro hermano”. Esta misma plenitud señala el momento en que
el Espíritu Santo, que ya había infundido la plenitud de gracia en María de
Nazaret, plasmó en su seno virginal la naturaleza humana de Cristo. Esta
plenitud define el instante en el que, por la entrada del eterno en el tiempo,
el tiempo mismo es redimido y, llenándose del misterio de Cristo, se convierte
definitivamente en « tiempo de salvación ».
2.
De una homilía de Juan Pablo II, sobre la
parábola de los talentos, dones que Dios nos da para que le demos gloria y hagamos el bien a
los demás.
En la Parroquia
de Santa María de la Salud, en Roma (15-XI-1981).
v
El Señor nos llama a un vigilante uso de los
talentos que Él ha confiado a cada uno de nosotros.
o
No son dignos del Señor quienes, por miedo de
comprometerse, se cierran en sí mismos y se desentienden de las realidades de
este mundo.
-
El Señor “nos
llama a un vigilante y dinámico uso de los talentos que el Señor ha confiado a
cada uno de
nosotros, y a ser generosos
en la correspondencia a las gracias y a los dones que Él nos destina. Por esto,
no son dignos del Señor la comunidad o el individuo que por miedo de
comprometerse, se cierran en sí mismos y se desentienden de las realidades de
este mundo. Precisamente en el Evangelio tenemos la actitud típica del que no
hace fructificar los dones recibidos: "Señor sabía que eres exigente, que
siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a
esconder tu talento bajo tierra" (Mt 25,24-25). (…) El Señor de la
parábola reprueba el comportamiento de ese siervo. Es un siervo negligente y
holgazán, que no ha utilizado en absoluto su dinero, no lo ha explotado, sino
que sin más lo ha desperdiciado. Y he aquí lo que dice el Señor: "Quitadle
el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le
sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene" (Mt
25,28-29). (…)
o
No nos podemos contentar con conservar los
talentos y, mucho menos, dejarlos infructuosos.
Efectivamente,
la parábola, insertada como está en el contexto de la parusía, hace pensar en
la plenitud del Reino, como premio de una vigilancia que es espera operante y
valiente en vista de la cual no nos podemos contentar con conservar el tesoro,
mucho menos cuando dejar infructuoso los dones de los diversos talentos es
culpa que merece llanto y rechinar de dientes (Mateo 25,30).
Todo
esto comporta para cada uno de los cristianos el compromiso de corresponder a
la gracia divina en orden a la perseverancia final, y exige también la voluntad
de construir un nuevo mundo. (…)
o El
cristiano, instruido por la palabra de Jesús, vive en comunión con Él,
vigilando constantemente. Esta espera, para ser auténtica, debe ser operante.
Pablo insiste a los Tesalonicenses para que sean activos en el bien: el bien
concreto, el de cada día.
- Por esto, de la liturgia de hoy nace una doble llamada a
permanecer en Cristo, como hemos
escuchado en el canto del
aleluya: “Sé fiel hasta la muerte, dice el Señor, y te daré la corona de la
vida eterna”, y a vigilar según las palabras de San Pablo a los Tesalonicenses.
También aquí retorna el tema general del empleo generoso de los talentos, dados
por Dios. El cristiano no es aquél que pierde el tiempo discutiendo sobre el
día y la hora de la venida del Señor, sino más bien aquél que, instruido por la
palabra de Jesús, vive en comunión con Él, vigilando constantemente. Esta
espera, para ser auténtica, debe ser operante. Pablo insiste a los
Tesalonicenses para que sean activos en el bien: el bien concreto, el de cada
día. Se salvarán los que son vigilantes y sobrios, no los que duermen.
o
El Señor vendrá, no solamente al fin del mundo,
sino también en nuestro tiempo y en nuestras vicisitudes cotidianas. De aquí
nace también nuestra responsabilidad ante el mundo por su paz y su seguridad,
por la paz que garantiza el Señor.
- Una certeza guía la vida del cristiano y determina su conducta:
¡el Señor vendrá! y no hay
que considerar su venida
solamente en términos escatológicos, es decir, la que tendrá lugar al fin del
mundo, sino también la que se realiza en nuestro tiempo y en nuestras
vicisitudes cotidianas. De aquí nace también nuestra responsabilidad ante el
mundo por su paz y su seguridad (cfr. 1 Tesalonicenses 5,3); pero no por “esa
paz que reina entre los hombres, infiel, inestable, mudable e incierta..., sino
por la paz que proviene de Jerusalén”, como explica San Agustín (Enarr. in Ps.,
127,16), esto es, por la paz que garantiza el Señor. (…)
3. Los talentos son los dones que nos da Dios, que
tenemos que usar para que den fruto: son un compromiso por parte del hombre.
Cfr. Gianfranco Ravasi. Secondo le Scritture, Anno A, Piemme
1995, domingo 33 del Tiempo Ordinario, pp. 304-
306.
- En el Evangelio el Señor habla de un hombre que dio sus bienes, al
emprender un viaje, a sus siervos para que los hiciesen fructificar. El
talento, desde el punto de vista monetario son 6.000 denarios; y el denario era,
más o menos, la paga diaria de un jornalero. Por tanto un talento equivalía al
salario de 17 años.
v El don de Dios de los talentos se
transforma en un compromiso, en unidad de medida de una auténtica religiosidad.
- “Como los siervos
de los dos y de los cinco talentos, también nosotros hemos sido llamados a no
considerar nunca los dones de Dios como frías piedras preciosas sino como simiente
para plantar y cultivar para que llegue a ser espiga o árbol. Un celebre dicho
del místico islámico medieval al-Ghazali recuerda que la fe tiene tres
dimensiones: «es palabra con la boca, es verdad con el corazón, es obra con los
hechos»”.
- “Dios irrumpe con sus dones, diversos para cada hombre. Es la oferta
de un tesoro, es el ingreso del Reino de Dios en el mundo. Y con ello nos damos
cuenta de una segunda dimensión, la más común y popular: el don se transforma
en un compromiso. El talento no es una perla que hay que custodiar celosamente
en un cofre, sino que es una moneda que debe crecer y fructificar produciendo
«el ciento, o el sesenta o el treinta» (Mateo 13,23). El talento se convierte,
entonces, en unidad de medida de una auténtica religiosidad: no se complace en
considerar la gracia y todos los dones divinos como una fría posesión sino como
un compromiso exigente y caluroso”.
v El talento se convierte en símbolo
de la acción divina y de la respuesta humana.
-
“El talento se convierte en símbolo de la gracia y de
la fe, es decir de la acción divina y de la respuesta
humana, es el modelo o ejemplo de una genuina religiosidad que
compromete todo el ser del hombre en su diálogo con el Señor que lo llama a participar
en la construcción de su Reino”. (…)
4.
El que escondió el talento recibido inutilizó su
existencia
tierras, convocó
a sus criados y les entregó sus bienes (Mateo 25,14). A cada uno le confía una cantidad
distinta, para que la administre en su ausencia. Me parece muy oportuno
fijarnos en la conducta del que aceptó un talento: se comporta de un modo que
en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca
altura y decide: fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su
señor (Mateo 25, 18).
¿Qué ocupación escogerá después este
hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido
irresponsablemente optar por la comodidad de devolver sólo lo que le
entregaron. Se dedicará a matar los minutos, las horas, las jornadas, los
meses, los años, ¡la vida! Los demás se afanan, negocian, se preocupan
noblemente por restituir más de lo que han recibido: el legítimo fruto, porque
la recomendación ha sido muy concreta: negotiamini dum venio (Lucas 19,13); encargaos de esta
labor para obtener ganancia, hasta que el dueño vuelva. Este no; éste inutiliza
su existencia.
5. La vocación del hombre a la vida
eterna: el Reino de Dios y su influjo en la tierra. La actividad humana y el
reino de Dios.
v Catecismo de la Iglesia Católica: la
vocación del hombre a la vida eterna
o
La vocación del hombre a la vida eterna refuerza
su deber de poner en práctica los medios recibidos del Creador, para servir en
este mundo a la justicia y a la paz.
·
n. 2820: Discerniendo
según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del
Reino
de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las
que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del
hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en
práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este
mundo a la justicia y a la paz (Cf GS 22; 32; 39; 45; EN 31).
o
El progreso terreno interesa mucho al Reino de
Dios, aunque haya que distinguir el progreso terreno del Reino de Cristo.
·
n. 1049: «No obstante, la
espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la
preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la
nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo.
Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin
embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la
sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios» (GS 39, 2).
v Concilio Vaticano II, Constitución «Gaudium
et spes»: la actividad humana y el reino de Dios
o La actividad humana responde al plan
de Dios. Esto vale
también para todos los trabajos cotidianos.
·
n. 34. Los
creyentes tienen como cierto que la actividad humana, individual y colectiva, o
sea, el gran
esfuerzo con que los hombres
de todos los tiempos procuran mejorar las condiciones de su vida, considerado en
sí mismo, responde al plan de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, ha
recibido el mandato de someter la tierra con todo cuanto contiene, para así
regir el mundo en justicia y santidad [Cf. Génesis 1, 26-27; 9, 2-3; Sabiduría 9, 2-3],
reconociendo a Dios como creador de todas las cosas, ordenando a Él su propia
persona y todas las cosas, de tal modo que el nombre de Dios sea glorificado en
toda la tierra, por la subordinación de todas las cosas al hombre [Salmo 8,7.10].
Y
esto vale también para todos los trabajos cotidianos, porque los hombres y
mujeres que con el propio trabajo se procuran para sí y para su familia el
sustento necesario, ejercitando un servicio conveniente a la sociedad, tienen
derecho a pensar que con sus labores desarrollan la
obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen personalmente a
la realización del plan providencial de Dios en la historia [Cf. Juan XXII, e. PT 1.c., 297]. (...)
... el mensaje cristiano, lejos de apartar a los hombres
de la edificación del mundo, o hacerles despreocuparse del bien ajeno, les
impone el deber de hacerlo con una más estrecha obligación. .
·
n. 35..
(...), norma de la actividad humana es que, según el plan y voluntad divinos,
ha de estar de
acuerdo con el auténtico bien
de la humanidad, permitiendo al hombre, como individuo y como miembro de la
sociedad, cultivar su vocación y cumplirla íntegramente.
o Cristo, por el Espíritu Santo opera
en el corazón de los hombres animando, purificando, fortaleciendo .... las generosas
aspiraciones por las que intentamos hacer más humana esta vida.
·
n. 38. (...)
Proclamado Señor por su resurrección, Cristo, a quien se ha dado todo el poder
en el cielo y en
la tierra [ Hechos 2,36; Mateo
28,18.] opera ya en el corazón de los hombres mediante la
virtud del Espíritu, no sólo suscitando el deseo del mundo futuro, sino animando,
purificando y fortaleciendo, al mismo tiempo, las generosas
aspiraciones con que la familia de los hombres intenta hacer más humana su
propia vida, y someter a toda la tierra en orden a dicha finalidad.
o La esperanza de una nueva tierra no
debe atenuar, sino más bien excitar la preocupación por perfeccionar esta
tierra.
·
n. 39. Ignoramos tanto el tiempo en que la
tierra y la humanidad se consumarán [ Cf. Hechos 1,7.], como
la forma en que se
transformará el universo. Pasa ciertamente la figura de este mundo, deformada
por el pecado [Cf. 1 Corintios 7,31; S. Ireneo. Adv. haer. 5, 36 PG 7, 1222.].
Pero sabemos por la revelación que Dios prepara una nueva morada y una nueva
tierra donde habita la justicia [ Cf.
2 Corintios 5,2; 2 Pedro 3,13], y cuya bienaventuranza saciará y
superará todos los anhelos de paz que ascienden en el corazón de los hombres . Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios serán
resucitados en Cristo, y lo que se sembró en debilidad y corrupción se
revestirá de incorrupción[ Cf. 1 Corintios
15,42.53]; y, subsistiendo la caridad y sus obras[ Cf. 1 Corintios 13,8; 3,14], serán liberadas
de la esclavitud de la vanidad todas aquellas criaturas [Cf. Romanos 8,19-21] que Dios creó precisamente
para servir al hombre.
Y ciertamente se nos advierte que de nada sirve al hombre
ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo [Cf. Lucas 9,25]. Mas la
esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino más bien excitar la
preocupación por perfeccionar esta tierra, en donde crece aquel Cuerpo de la
nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta prefiguración del mundo nuevo.
Por ello, aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso temporal
y el crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en
cuanto contribuye a una sociedad mejor ordenada, interesa en gran medida al
Reino de Dios[ Cf. Pío XI, e. QA l.
c., 207].
6.
Los deberes cívicos
v
Un error frecuente aun entre católicos que
parecen responsables y piadosos.
-
San Josemaría, Carta 9-I-1932, n. 46
(en J.L.Illanes, La santificación del
trabajo, p. 116, nota 76) :«Es
frecuente, aun entre católicos que parecen responsables y piadosos, el
error de pensar que solo están obligados
a cumplir sus deberes familiares y religiosos, y apenas quieren oír hablar de deberes
cívicos: No se trata de egoísmo; es sencillamente falta de formación, porque
nadie les ha dicho nunca claramente que la virtud de la piedad - parte de la
virtud cardinal de la justicia – y el sentido de la solidaridad cristiana se
concretan también en este estar presentes, en este conocer y contribuir a
resolver los problemas que interesan a toda la comunidad»
7.
Acerca
del trabajo y el siervo malo y perezoso.
-
San Basilio [2],
El deber de trabajar.
(Reglas
más amplias, 37, 1-2). “Igual que el alimento diario es
necesario, también lo es el trabajo cotidiano. No en vano, Salomón ha
escrito esta alabanza [de la mujer laboriosa]: el pan que come no es fruto de pereza
(Proverbios 31, 27). El Apóstol dice de sí mismo: ni comimos gratis el pan de
nadie, sino trabajando día y noche con cansancio y fatiga (2Tesalonicenses 3,
8) a pesar de que, como predicador del Evangelio, tenía derecho a vivir de su
predicación. El Señor unió la malicia a la pereza cuando dijo: siervo malo y
perezoso (Mateo 25, 26). Y también el sabio Salomón, no sólo alaba a quien
trabaja, sino que condena al vago enviándolo junto al animal más pequeño: ¡vete
donde la hormiga, perezoso!, le dice (Proverbios 6, 6). Por tanto, hemos de
temer que estas palabras nos sean dirigidas en el día del juicio, porque quien
nos ha dado energías para trabajar exigirá que nuestras obras sean
proporcionales a esas fuerzas. A quien mucho se le ha dado, mucho le será
exigido (Lucas 12, 48) (...)
8.
Encontrar
el tiempo
Gianfranco Ravasi, en Avvenire, 12
Novembre 2006
En una “Antigua balada irlandesa”
Encuentra el tiempo para
reflexionar porque es fuente de energía. Encuentra tiempo para el juego: es el
florecer de la juventud. Encuentra el tiempo para los libros, fundamento del
saber. Encuentra el tiempo de ser amable: es un camino para la felicidad. Encuentra el tiempo para soñar: subirás
hasta las estrellas. Encuentra el tiempo para amar y gozarás de la
alegría de la vida. Encuentra el tiempo
para rezar: es la música del alma. (…)
Es útil hacer resonar en nosotros un mensaje como éste, sobre todo el domingo,
cuando se debería «encontrar el tiempo» para detenerse y reflexionar. Uno de
los lugares comunes que llenan las respuestas de todos, también de aquellos que
en realidad tienen poco que hacer, es siempre éste: “No tengo tiempo”. A esto
nos ha conducido un modelo de vida marcado por la frenesía y lo que queda entre
manos es solamente polvo.
Los Griegos
antiguos sabían distinguir entre el cronos,
que es el tiempo “cronológico”, extrínseco, marcado por los relojes, y el kairós que
es en cambio nuestro tiempo, lleno de hechos y de palabras, de emociones y de
pasiones, de pensamientos y de decisiones. La balada nos invita precisamente al
kairós,
que está hecho de reflexión, de juego, de estudio, de generosidad,
de sueños, de amor y de oración. No nos acontentemos con el correr de las
horas, de confiar en el puro y simple gotear del chrónos. Llenémoslo de
nosotros mismos, de nuestra vida, de nuestra conciencia de existir, de amar, de
obrar, de esperar. Parafraseando un famoso dicho del evangelio, Rabelais en su
célebre «Gargantua y Pantragruel» [3]
escribía: «Las horas están hechas para el hombre, no el hombre para las horas»
Vida Cristiana
[1] En lenguaje coloquial
“redimir” significa “aprovechar”, hacer
“buen uso” del tiempo.
[2] San Basilio de Cesarea (ca. 330
-1 de enero, 379),
llamado Basilio el Magno. Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia
Griega, junto con San Atanasio, San Gregorio
Nacianceno y San Juan Crisóstomo.
.
[3] Conjunto de cinco novelas
escritas en el siglo XVI por François Rabelais.
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