Ø La Eucaristía (2017). La Misa (5). Los ritos de introducción. La Misa comienza con la señal de la Cruz, con estos ritos introductorios, porque ahí comenzamos a adorar a Dios como comunidad. Y por eso es importante prever no llegar tarde, sino con antelación, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad.
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Papa Francisco, Catequesis, Audiencia General
Miércoles, 20
de diciembre de 2017
La Santa Misa - 5. Ritos de introducción
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
La celebración de la Misa se abre con
los ritos introductorios.
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Desde la entrada del celebrante hasta la oración
colecta.
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Su fin es lograr «que los fieles, reunidos
juntos, formen una comunidad, y se dispongan a escuchar con fe la palabra de
Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía».
Hoy quisiera entrar de lleno en
la celebración eucarística. La Misa está compuesta por dos partes, que son la
Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas
entre sí que forman un único acto de culto (cfr. Sacrosanctum Concilium, 56; Ordenación General del Misal Romano,
28).
Introducida por algunos ritos
preparatorios y concluida por otros, la celebración es un único cuerpo y no se
puede separar, pero para una mejor comprensión intentaré explicar sus varios
momentos, cada uno de los cuales es capaz de tocar e
implicar una dimensión de nuestra humanidad. Es necesario conocer estos santos
signos para vivir plenamente la Misa y saborear toda su belleza.
Cuando el pueblo está reunido, la
celebración se abre con los ritos introductorios, que incluyen la entrada de
los celebrantes o del celebrante, el saludo –“El Señor esté con vosotros”, “La
paz esté con vosotros”–, el acto penitencial –“Yo confieso”, donde pedimos
perdón de nuestros pecados–, el Kyrie
eleison, el himno del Gloria y la oración colecta: se llama “oración
colecta”
no porque ahí se haga colecta de las ofrendas: es la colecta
de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa colecta de la
intención de los pueblos sube al cielo como oración. Su fin –de estos ritos
introductorios– es lograr «que los fieles, reunidos juntos, formen una
comunidad, y se dispongan a escuchar con fe la palabra de Dios y a celebrar
dignamente la Eucaristía» (Ordenación
General del Misal Romano, 46). No es buena costumbre mirar
el reloj y decir: “Voy bien, llego después del sermón y con eso cumplo el
precepto”. La Misa comienza con la señal de la Cruz, con estos ritos
introductorios, porque ahí comenzamos a adorar a Dios como comunidad. Y por eso
es importante prever no llegar tarde, sino con antelación, para preparar el
corazón a este rito, a esta
celebración de la comunidad.
§ El
saludo al altar que es figura de Cristo.
Mientras normalmente se realiza
el canto de entrada, el sacerdote con los demás ministros llega procesionalmente
al presbiterio, y saluda el altar con una inclinación y, en señal de
veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el
altar es Cristo: es figura di Cristo. Cuando vemos el altar, vemos precisamente
donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de
pasar inadvertidos, son muy significativos, porque expresan desde el inicio que
la Misa es un encuentro de amor con Cristo, el cual «con la inmolación de su
cuerpo en la cruz […] se manifestó, a la vez, como sacerdote, altar y víctima»
(prefacio pascual V).
El altar, en cuanto signo de
Cristo, «es el centro de la acción de gracias que se cumple con la
Eucaristía» (Ordenación General del Misal Romano, 296), y
toda la comunidad en torno al altar, que es Cristo; no para mirarse a la cara,
sino para mirar a Cristo, porque Cristo está en el centro de la comunidad, no
está lejos de ella.
§ La
señal de la cruz
Luego viene la señal de la cruz.
El sacerdote que preside lo traza sobre sí y lo mismo hacen todos los miembros
de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se cumple «en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Y aquí paso a otro tema
pequeñísimo. ¿Habéis visto cómo los niños hacen la señal de la cruz? No saben
lo que hacen: a veces hacen un garabato, que no es la señal de la cruz. Por
favor: mamá y papá, abuelos, enseñad a los niños, desde el comienzo –desde
pequeños– a hacer bien la señal de la cruz. Y explicadles qué es tener como
protección la cruz de Jesús.
Y la Misa empieza con la señal de
la cruz. Toda la oración se mueve, por así decir, en el espacio de la Santísima
Trinidad –“En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”–, que es
espacio de comunión infinita; tiene como origen y como fin el amor de Dios Uno
y Trino, manifestado y entregado a nosotros en la Cruz de Cristo. Su misterio
pascual es don de la Trinidad, y la Eucaristía mana siempre de su corazón
atravesado. Signándonos con la señal de la cruz, pues, no solo hacemos memoria
de nuestro Bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el
encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se encarnó, murió en la
cruz y resucitó glorioso.
§ El
saludo del sacerdote y la respuesta del pueblo.
El sacerdote, luego, dirige el
saludo litúrgico, con la expresión: «El Señor esté con vosotros» u otra similar
–hay varias–; y la asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos en diálogo;
estamos al inicio de la Misa y debemos pensar en el significado de todos estos
gestos y palabras. Estamos entrando en una “sinfonía”, en la que resuenan
varias tonalidades de voces, incluidos tiempos de silencio, en vista a crear el
“acorde” entre todos los participantes, o sea, reconocerse animados por un
único Espíritu y por un mismo fin. En efecto, «el saludo sacerdotal y la respuesta
del pueblo manifiestan el misterio de la Iglesia reunida» (Ordenación General
del Misal Romano, 50). Se expresa así la común fe y el deseo mutuo de estar con
el Señor y de vivir la unidad con toda la comunidad.
Y esta es una sinfonía orante,
que se está creando y presenta en seguida un momento muy impactante, porque
quien preside invita a todos a reconocer sus propios pecados. Todos somos
pecadores. No sé, quizá alguno de vosotros no sea pecador… Si alguno no es
pecador que levante la mano, por favor, y así lo vemos todos. Pero no hay manos
alzadas, bueno: ¡tenéis la fe buena! Todos somos pecadores; y por eso al inicio
de la Misa pedimos perdón. Es el acto penitencial. No se trata solamente de
pensar en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse
pecadores delante de Dios y delante de la comunidad, ante los hermanos, con
humildad y sinceridad, como el publicano en el templo. Si verdaderamente la
Eucaristía hace presente el
misterio pascual, es decir el paso de Cristo de la muerte a
la vida, entonces lo primero que debemos hacer es reconocer cuáles son nuestras
situaciones de muerte para poder resurgir con Él a una vida nueva. Esto nos
hace comprender lo importante que es el acto penitencial. Y por eso,
retomaremos el tema la próxima catequesis.
Vayamos paso a paso en la
explicación de la Misa. Pero, repito: ¡enseñad bien a los niños a hacer la
señal de la cruz, por favor!
Vida Cristiana
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