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Ø Domingo 33 del tiempo ordinario, Ciclo C (2019). Acerca del día
del Señor. Lo importante no es saber
el cómo o cuándo vendrá. Hay que huir de
las curiosidades: “oímos
que hay algunos que andan ociosos entre vosotros sin hacer nada pero curioseándolo todo” (2ª Lectura).Lo importante es estar siempre preparados para el «día del Señor»,
vivir cada día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra. El
Señor pide que despertemos nuestras conciencias: “Mirad, no os dejéis engañar”.
El desierto interior de la conciencia dormida.
Cfr. 33 Tiempo ordinario Ciclo C
17 noviembre 2019 - Lucas 21, 5-19; 2 Tesalonicenses 3, 7-12
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture
Anno C, Piemme 1999 XXXIII domenica
ESCATOLOGÍA: DESPERTAR LA CONCIENCIA. VIGILANCIA ANTE EL DÍA DEL SEÑOR. UN «NO» DECIDIDO A LAS CURIOSIDADES.
Malaquías 3, 19-20: 19 Ved que llega el día, ardiente como un horno,
en que todos los arrogantes y los que practican la impiedad serán como paja; el día que ha de
venir los abrasará - dice el Señor
de los ejércitos -, hasta que no los quede ni raíz ni rama. . 20 Mas para vosotros, los que teméis mi Nombre, se
elevará el sol de justicia, que trae la salud en sus alas; y saldréis brincando como becerros cebados.
Lucas 21, 5-19: 5 Como algunos le hablaban del Templo,
que estaba adornado con bellas piedras
y ofrendas votivas, Jesús les dijo: 6 –
Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no
sea destruida. 7 Ellos le preguntaron:
-Maestro, ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está
para suceder? 8 Él les dijo: - «Mirad no
os dejéis engañar; porque muchos
vendrán en mi nombre, diciendo: "Yo soy", y “el momento está
próximo”. No les sigáis. 9 Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones,
no os aterréis, porque es necesario
que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Luego les
dijo: - «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, 11 habrá grandes
terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también cosas
aterradoras y grandes signos en el cielo. 12 Pero antes de todo eso os echarán
mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán
comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. 13 Así tendréis ocasión de
dar testimonio. 14 Haced propósito de no preparar vuestra defensa, 15 porque yo os daré palabras y sabiduría a las que
no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. 16Y hasta
vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a
algunos de vosotros, 17 y todos os odiarán por causa mía. 18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá; 19 con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
2 Tesalonicenses 3, 7-12 : 7 Hermanos: vosotros sabéis bien cómo debéis imitarnos, porque entre vosotros no estuvimos
ociosos; 8 y no comimos gratis el pan de nadie, sino que trabajamos día y
noche con esfuerzo y fatiga, par no ser gravosos a ninguno. 9 No porque no
tuviéramos derecho, sino para mostrarnos ante vosotros como modelo que imitar.
10 Pues también cuando estábamos con vosotros os dábamos esta norma: «Si alguno
no quiere trabajar, que no coma». 11 Pues oímos que hay algunos que andan
ociosos entre vosotros sin hacer nada
pero curioseándolo todo. 12 A
esos les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo a que coman su propio
pan trabajando con serenidad.
EL
DÍA DEL SEÑOR
LA
VIGILANCIA: UNA SACUDIDA DE LAS CONCIENCIAS
1. La imagen del día del Señor: el momento en el que el Señor entra en escena en la historia humana.
A. Ravasi
o Los profetas (primera Lectura) Ravasi, o.c. pp. 332-333
§ Una imagen “ardiente”: la paja que se quema
·
Primera Lectura: “La imagen «día del Señor» fue acuñada por el profeta
Amós. (...) se trata del momento
de la
historia en el que Dios entra en la escena de modo decisivo e inaugura su reino
de justicia y de paz. En aquel «día», que no está señalado en los calendarios
de los hombres ni en la previsiones meteorológicas o astrofísicas, las
estructuras actuales que contemplan como vencedores a los ricos, a los que
gozan, a los prepotentes y a los injustos, serán volcadas y surgirá un alba de
esperanza y de liberación para los pobres, oprimidos, dolientes y perseguidos.
También Malaquías , el último de los profetas
menores, cuyo nombre o pseudónimo es emblemático en hebreo («mensajero del
Señor») nos invita a fijar la mirada sobre aquel «día». El lo pinta con
imágenes «ardientes»: paja que se quema en un horno candente cuya llama carboniza también los brotes que todavía
están verdes y las raíces.”
o Jesucristo: Dios juzga inexorablemente al mundo y a su pueblo. Ravasi pp. 334-335
§ Una declaración desconcertante y escandalosa de Jesús sobre el templo de Jerusalén: «No quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
·
“Con este telón de fondo se consigue entender el significado genuino
del sobrecogedor último
discurso
de Jesús que, según los Sinópticos, tiene lugar en la vigilia de su muerte y
del que hoy leemos el primero y solemne párrafo. La ocasión se da por una
observación de sus discípulos mientras Jesús pasea por el perímetro del templo
de Jerusalén. Ante el esplendor del conjunto edilicio, tan apreciado por el
corazón de todo hebreo, Jesús hace una declaración desconcertante y
«escandalosa», que sin embargo está en la línea de ciertas afirmaciones
polémicas de la antigua profecía bíblica. (...) He aquí la frase lapidaria de
Jesús: «No quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
§ Jesús no hace previsiones sobre el futuro sino que orienta a los oyentes hacia una actitud de conversión y de elección de vida en relación con el Reino de Dios. Provoca una sacudida de las conciencias: debemos orientarnos hacia una actitud de compromiso y de esperanza.
Esta dura sentencia Jesús se refiere
implícitamente al anuncio del «día del Señor» al que antes hemos aludido: Dios juzga
inexorablemente la historia del mundo y de su pueblo. Ante esta dura sentencia
y esta futura irrupción de Dios, la actitud de los que escuchan al Señor es
infantil y motivada solamente por la curiosidad, precisamente como se
verificará más adelante en otras ocasiones.
Ellos están preocupados por el «cuando» y el «cómo» (de los «signos»),
casi como para conseguir evadirse con una estratagema de la inteligencia y de
la astucia humana al juicio divino. Pero la banalidad de esta curiosidad es
liquidada enseguida por Jesús, a quien no interesa hacer previsiones sobre el
futuro o a hacer juegos de astrología, sino orientar los oyentes hacia una
actitud existencial de compromiso y de esperanza.
Él usa la simbología popular característica
de un género muy en boga en aquel
tiempo, el apocalíptico. Dentro de ese género había escenarios terribles de
guerras, carestías, peste, terremotos y «cosas aterradoras y grandes señales en
el cielo». (...) Todo esto es asumido por Jesús no para lanzar previsiones o
avisos sobre el final del mundo sino para estimular con el lenguaje del tiempo
a la conversión y a la elección de vida en relación con el Reino de Dios. Por
esto no se asocia a un clima genérico de terror introducido por ciertos
movimientos apocalípticos de entonces y de hoy, y pone enseguida en guardia
sobre el atractivo de los mesías falsos, y sobre el de los falsos
profetas, pone en guardia sobre el riesgo de perder a Cristo creyendo que se le
encuentra.
La de hoy es una liturgia de tensión,
destinada a sacudir las conciencias pero
no a aterrorizarlas. (...) Por lo que se
refiere a aquel día y a aquella hora «nadie los sabe, ni los ángeles del cielo,
ni el Hijo, sino el Padre» (Mc 13,32). (...) Pero en medio de de la oscuridad y
de la tormenta resuenan las palabras de Cristo: «18 Pero no perecerá ni un cabello de vuestra
cabeza.» (Lc 21,18)”. [1]
§ El final de nuestra vida no será una especie de explosión catastrófica, sino un juicio y una salvación; el final no consistirá en una separación improvisa, sino que está ya presente dentro de nosotros. Ravasi pp. 336-337
·
“Jesús amonesta a sus discípulos para que no se dejen
seducir por sirenas tempestuosas, por
seudo-profecías, por el fanatismo, aunque sea proclamado en su nombre: «no
os dejéis engañar ... el final no es inmediato». (...) No se excluye que haya
en nuestra vida un «después» y un «final». Ésta era también la espera de los
profetas y de los justos en el Antiguo Testamento. Pero, como nos recuerda la
primera Lectura del texto de Malaquías, no se tratará de una especie de
holocausto nuclear, de una explosión destructora y catastrófica, sino de un
juicio y una salvación. (...) Jesús viene entre nosotros para afirmar que el
«final» no consistirá en una separación improvisa o un aerolito caído del
cielo: el Reino de Dios comienza ya en el presente, está presente en medio de
nosotros, es más, está dentro de nosotros”.
B. Eunsa, Nuevo Testamento, nota a Lucas 21, 5-36
·
Los tres evangelios sinópticos (cfr. Mateo 24, 1-51; Marcos 13, 1-37 y
notas) conservan este
discurso
de Jesús frente al Templo que versa sobre la destrucción de Jerusalén y el
final de la historia.
·
En las palabras del Señor se alternan y entremezclan tres cuestiones
relacionadas entren sí: la
destrucción
de Jerusalén - ocurrida unos cuarenta años después -, los signos del fin del
mundo y la venida de Cristo en gloria y majestad.
-
vv. 5-9: Jesús anuncia la destrucción
del Templo. Tal destrucción va acompañada de la
aparición
de falsos mesías (v.8), guerras y
revoluciones (v.9). Ante estos
hechos la consigna del Señor es serenidad: «No os dejéis engañar (v. 8), «no os
aterréis» (v.9).
-
vv. 10-19: anuncia a los discípulos las
dificultades que van a tener en la expansión del Reino de
Dios:
persecuciones, incomprensiones, odio, etc. (vv. 12.16.17). Pero les promete su
asistencia (vv. 14-15) y la victoria que nacerá de su perseverancia (vv.
18-19).
-
vv. 20-24 (que ya no están en la parte
del evangelio leída hoy): se refiere a
las señales de la
destrucción
de Jerusalén, que son signos del fin del mundo que concluirá con la venida
gloriosa de Cristo (vv. 25-28). Por
último, con la imagen de la higuera (vv. 29-33) el Señor asegura que todo se va
a cumplir. De ahí a la exhortación a velar llevando una vida sobria (v. 34) y
de oración (v. 36).
2. Estar alerta, vigilar... despertar la conciencia: diversos aspectos
§ Las guerras, las revoluciones y los hechos terroríficos, etc. son signos de la precariedad de la vida, de la precariedad del mundo no de su final inmediato.
A) Ante el anuncio del Señor de la destrucción
del Templo, la reacción de los discípulos se centra en desear que les aclare el
«cuándo» y el «cómo» sucederá. Pero ante el hecho de la destrucción del Templo
y de las dificultades que aparecerán en la difusión del Reino de Dios, el Señor:
- les alerta para que no se dejen engañar por
los falsos profetas (v. 8);
- les pide serenidad («no os aterréis», v. 9)
- les advierte de que las pruebas serán la
ocasión para que den testimonio (v. 13)
- les pide que tengan confianza en su
asistencia (vv. 15.18),);
- y les anima para que perseveren en la fidelidad (v.
19)
La perseverancia tiene su fundamento en la fe
en el Señor, no se apoya en las propias fuerzas.
B) Las guerras, revoluciones, los hechos
terroríficos, etc. son signos de la precariedad de la vida, de la precariedad
del mundo no de su final inmediato.
C) Acerca del «cuándo» y el «cómo» de la segunda
venida de Cristo, el mismo Señor dijo: «Pero nadie sabe de ese día y de esa
hora: ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Estad atentos,
velad: porque no sabéis cuando será el momento»
(Mc 13,32-33). Lo que cuenta es que sucederá el hecho, que “la apariencia de este mundo pasa” ( 1
Cor 7,31). “El mundo es pasajero, y también sus
concupiscencias” (1 Juan 2,17): «mundo»
entendido en sentido peyorativo de enemigo de Dios y del hombre, abarcando todo
lo que se opone a Dios: el reino del pecado.
D) El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2849)
advierte:
- que es el mismo Señor quien nos
recuerda con insistencia la necesidad de estar alerta, de
velar, de vigilar, etc.: Cf. Marcos 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lucas 12, 35-40;
- que el Espíritu Santo[2] trata de despertarnos
continuamente a esa vigilancia: Cfr.1 Corintios 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8
E) El hecho de tener despierta la conciencia es,
por tanto, obra del Señor. Hemos de descubrir su proyecto (antífona de entrada,
con palabras del profeta Jeremías: “Mis pensamientos son pensamientos de paz”)
a través de signos externos (que son los que perciben nuestros sentidos:
guerras, engaños, la figura de este mundo que pasa, no quedará piedra sobre
piedra, etc.), que por ser, como acabamos de ver, signos de la precariedad de
la vida en este mundo, no favorecen el descubrimiento de los proyectos del
Señor.
§ El desierto de la conciencia
·
Muchos de esos signos exteriores que dificultan la vida cristiana a
veces son consecuencia
de acciones que proceden de la
mala - o oscurecida, o narcotizada -
conciencia de los hombres, que
los provocan y consolidan. Por ello es también necesario el “despertar de la conciencia”, es
necesaria la vigilancia.
Benedicto
XVI hablaba (en la Misa
del inicio del Ministerio Petrino, el 24 de abril de 2005) del desierto
“interior”: “Hay muchas formas de
desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el
desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el
desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen
conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se
multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores”.
Estos desiertos “interiores” también han
sido llamados los desiertos “espirituales” que se llaman “pobreza, miseria,
soledad, vacío, crisis de la conciencia y de la fe, dignidad perdida”.
“Hay una tradición
musulmana en la que se imagina que Dios deja caer sobre el jardín de la
creación un grano de arena cada vez que el hombre comete un pecado. Por ello se
explica el avance de las tierras áridas que van comiendo incesantemente el
verde de la vida y del mundo. Los efectos de cada maldad o delito no se reducen
a lo «privado» sino que tienen ecos e influjos en la sociedad. También por lo
mismo, cada conversión y acto de bien fecundan y transfiguran el mundo” (Cfr. G. Ravasi, Avvenire 19/10/2006).
3. Algunos puntos sobre el contenido de la vigilancia cristiana.
A) En la espera del Señor hay que seguir trabajando: segunda Lectura
a) En la segunda lectura de hoy (2
Tesalonicenses 3, 7-12), S.Pablo condena el que, algunos, pensando
equivocadamente en la inminente venida
del Señor ya no trabajaban. Sagrada
Biblia, Nuevo Testamento, Eunsa (2 Tesalonicenses 3, 6-15): “Pensando
equivocadamente en la inminencia de la Parusía, había en
Tesalónica algunos que no trabajaban. Por esto, el Apóstol recuerda que trabajó
allí abnegadamente para ganarse el sustento y no resultar gravoso a nadie. Los
cristianos tienen que «cumplir fielmente sus deberes temporales, guiados por el
espíritu del Evangelio. (...) Por su misma fe están más obligados a cumplirlos,
cada uno según la vocación a la que ha sido llamado» (C. Vat. II, Gaud. et sp.
43). Esta debe ser la actuación de cualquier cristiano responsable: trabajar
con intensidad para dar gloria a Dios, atender las necesidades de la propia
familia y servir también a los demás hombres. «Cada uno en su tarea, en el lugar que ocupa en la sociedad
ha de sentir la obligación de hacer un trabajo de Dios, que siembre en todas
partes la paz y la alegría del Señor» (S. Josemaría Escrivá, Hom. 2.70).
b) Gaudium et spes, 39: Y ciertamente se nos advierte que de nada
sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo (Cf Lucas 9,25).
Mas la esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino más bien excitar la
preocupación por perfeccionar esta tierra, en donde crece aquel Cuerpo de la
nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta prefiguración del mundo nuevo.
Por ello, aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso temporal
y el crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye a una
sociedad mejor ordenada, interesa en gran medida al Reino de Dios (Cf. Pio XI,
e. QA l. c., 207).
c) 1 Corintios 7, 29-32: 29
Hermanos, os digo esto: el tiempo es corto. Por tanto, en lo que queda: 31 Los
que disfrutan de este mundo como si no disfrutasen. Porque la apariencia de
este mundo pasa. 32 Os quiero libres de preocupaciones.
Biblia de Jerusalén, 7,31: Pablo no invita a
la indiferencia con respecto a las realidades terrestres. Quiere evitar que nos
sumerjamos en ellas y que olvidemos su carácter relativo en relación con Cristo y su Reino que viene.
B) El deber de santificar el tiempo
·
Se podría decir que es necesario emplear bien el
tiempo que resta de nuestra vida, como escribe
San Pablo en dos de sus Cartas: “Mirad con cuidado cómo
vivís: no como necios, sino como sabios; redimiendo el tiempo, porque los días
son malos” (Efesios 5,16); “Comportaos
sabiamente ante los de fuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4,5).
·
Juan Pablo II, en la Carta
Apostólica «Tertio
millenio adveniente», lo explica así, refiriéndose al
tiempo de
nuestra vida: “En el cristianismo el
tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el
mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su
culmen en la « plenitud de los tiempos » de la Encarnación y su
término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo
llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno. Con la venida
de Cristo se inician los « últimos tiempos » (cf. Hb 1, 2), la « última hora » (cf. 1 Jn 2, 18), se inicia el tiempo de la Iglesia que durará hasta la Parusía. De esta
relación de Dios con el tiempo nace el
deber de santificarlo” (n. 10).
·
San Josemaría, en Hoja
Informativa nº 1: “Entiendo muy bien aquella exclamación que San
Pablo escribe a los de Corinto: tempus breve est!, ¡qué breve es la
duración de nuestro paso por la tierra! Estas palabras, para un cristiano coherente, suenan en lo más íntimo de
su corazón como un reproche ante la falta de generosidad, y como una invitación
constante para ser leal. Verdaderamente es corto nuestro tiempo par amar, para
dar, para desagraviar”.
·
Por tanto, “vigilar no es vivir con ansiedad, pensando noche y día en
la muerte, casi como
Paralizados
por este pensamiento. Significa pensar en la vida, y en cómo llenarla de
contenido; significa obrar, todos los momentos, conforme a la voluntad de
Dios... Es «la fe que actúa por la
caridad» (Gálatas 5,6); «caminad mientras tenéis la luz” (Juan 12, 35).” (R.
Cantalamessa, La parola e la vita,
Anno A, Città Nuova luglio 1992, p. 284).
conversión en el que hay que velar.
·
San
Pablo apela al sentido de responsabilidad de los Corintios, recordándoles unas
palabras del
Profeta Isaías
(49,8): “Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Pues dice
él: En el tiempo favorable te escuché, y
en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable; mirad
ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6, 1-2). El «tiempo favorable» es el
tiempo - del que hablamos antes - de la vida personal de cada uno, hasta el
momento de la muerte, el tiempo de nuestra peregrinación en esta tierra (cfr. 1
Pedro 1,17), de duración incierta (1 Tesalonicenses 5,1), que transcurre entre
la primera venida de Cristo en la Encarnación hasta su segunda venida gloriosa al
final de los tiempos; también veíamos que es el tiempo de conversión en el que
hay que velar.
v D) El cristiano emplea bien el tiempo que le resta cuando no sólo lo dedica a
salvarse a sí mismo, sino también a vivir la caridad ayudando a los demás.
·
Así
lo afirma claramente San Pablo (Gálatas 6,10): “Por tanto, mientras tengamos
oportunidad, hagamos
el bien a todos,
especialmente a nuestros hermanos en la fe”.
Biblia de Jerusalén: [Gálatas
6,10]: “En realidad toda obra buena del cristiano, que, en último término,
es expresión de amor (5,14), se ordena al prójimo: El amor cristiano se ejerce
ante todo dentro de la comunidad (Romanos 14,15; 1 Tesalonicenses 4, 9-10; 2 Tesalonicen
ses 1,3, etc.), pero es un testimonio para todos los hombres (Romanos 12,17), y
debe extenderse a todos (1 Tesalonicenses 5,15; Romanos 12, 18s), aún a los
enemigos (Romanos 12,20)”.
Vida
Cristiana
[1] [Nota de la redacción] CEC 2116: Todas las formas de
adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación
de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone «desvelan» el
porvenir (Cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la
quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de
visión, el recurso a «mediums» encierran una voluntad de poder sobre el tiempo,
la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la
protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el
respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios. CEC 2117: Todas las prácticas de
magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas
para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -
aunque sea para procurar la salud -, son gravemente contrarias a la virtud de
la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de
una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios.
Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia
prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los
fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales
no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la
credulidad del prójimo. CEC 2115:
Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la
actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la
providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad
malsana al respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de
responsabilidad.
[2] El Espíritu Santo es luz para la mente y
amor para el corazón: cfr. el Veni creator: Enciende tu luz en la
mente/sentidos, infunde amor en el corazón, es decir, principio del
conocimiento y del amor. Cfr. CEC 798: Es «el principio de toda acción vital y
verdaderamente saludable en todas las partes del cuerpo» (Pío XII, enc. «Mystici Corporis»: DS 3808), y CEC 1769: moviliza todo nuestro ser, incluidos
dolores, temores y tristezas. Se ha escrito que “el objetivo, por así decirlo,
privilegiado de la revelación del Paráclito es la persona y la obra de Jesús.
El Espíritu Santo enciende en la mente la luz de Cristo, hace presente a aquel
que dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12)”: «Danos ir hacia el Padre y
conocer a Dios Hijo» (Veni creator,
última estrofa). Él es la luz de los corazones, es decir, de las conciencias:
cfr. Secuencia Secuencia
Veni, Sancte Spiritus y JPII Enc. Dominum et Vivificantem, n. 42.
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