Martes, 12 de noviembre de 2019
o Expertos belgas en salud denuncian la falta de autonomía del paciente
La
eutanasia real, allí donde se aplica: el «derecho a morir» se transforma en «obligación de morir»
Los defensores de la eutanasia afirman que refuerza la
autonomía del paciente. La realidad, allí donde se aplica, es justo la
contraria.
ReL / 18 septiembre 2019
En Bélgica, uno de los países
pioneros en la legalización de la eutanasia y su gran banco de pruebas, un
equipo de personas del ámbito de la salud y la bioética cuestionan desde su
conocimiento de la realidad cotidiana práctica el mito de que la decisión de
morir sea totalmente individual. Lo cuenta Ferdinando Cancelli en Il Foglio:
No hay modo mejor de comprender
lo que podría suceder en nuestro país si se aprobara la ley que despenaliza la
eutanasia y el suicido asistido, que hacer referencia a la experiencia
directa de personas que trabajan en el sector sanitario de un país en
el que las cosas son muy distintas desde hace mucho tiempo. Bélgica es un
óptimo modelo. Algunos médicos y enfermeros belgas han publicado recientemente
un libro, Euthanasie, l’envers du décor (que
se podría traducir como Eutanasia,
la otra cara de la medalla), en el que recogen sus testimonios,
respaldados por referencias bibliográficas y documentales. (Pincha aquí para ver
una entrevista con dos de los autores.)
El texto, disponibile por ahora
sólo en francés, merece ser leído con atención y ofrece algunos hechos
dolorosamente interesantes.
En primer lugar, se descubre que
antes de la aprobación de la ley belga del año 2002 había muchas dudas,
expresadas por instituciones importantes y relacionadas con los riesgos de
deriva. "Pensamos que cualesquiera que puedan ser las precauciones que la
ley quiera adoptar, existe un peligro real de que la petición de
eutanasia no refleje la verdadera voluntad del individuo, o esté
fácilmente condicionada por circunstancias o presiones externas",
escribía ya en 1983 la Comisión de reforma del derecho en Canadá. Y sigue:
"Existe un peligro real de que el procedimiento puesto en marcha para
permitir matar a quien siente que es un peso para sí mismo sea desviado
gradualmente de su objetivo principal, y acabe siendo utilizado para
eliminar a quienes son un peso para otros y para la sociedad". En la
práctica, ya entonces se vislumbraba lo que es, actualmente, una realidad en un
país como Bélgica.
Dos de los autores del libro. A la izquierda,
Timothy Devos, hematólogo e internista en el hospital universitario de Lovaina,
coordinador de la obra. A la derecha, Eric Vermeer, enfermero especializado en
cuidados paliativos.
Eric Vermeer, enfermero
especializado en cuidados paliativos y psiquiatría lo dice con claridad en el
libro. A finales de 2001, la Comisión que trabajó en el que era entonces el
proyecto de ley sobre la eutanasia había afirmado, sin ningún tipo de
ambigüedad, que el sufrimiento psíquico del paciente, sólo, nunca
debería llevar a la muerte por petición. A fecha de hoy, el séptimo informe
de registro de las eutanasias en Bélgica indica 113 casos de muertes
por eutanasia por motivos psiquiátricos como depresión, demencia
-incluso en una fase muy inicial-, trastornos bipolares, esquizofrenia y otras
enfermedades mentales. Esta deriva se aplica también a los casos
pediátricos. Vermeer hace referencia a la petición que hicieron los mejores
pediatras del mundo reunidos en el congreso internacional de cuidados
paliativos pediátricos de Bombay, en la India, en 2014. Dirigiéndose
directamente al gobierno belga, pedían la puesta en marcha de los cuidados
paliativos, afirmando que "la eutanasia no forma parte de la terapia
paliativa pediátrica y no constituye una alternativa".
Otro aspecto fundamental que se
deduce del libro es el de las motivaciones económicas que respaldan el interés
político por la "muerte dulce", un argumento del que no se habla, a
propósito, en los debates a favor de acortar la vida. Un
estudio detallado de 2017 llevado a cabo por la universidad de
Calgary, en Canadá, demostró que si el estado norteamericano alcanzaba el
porcentaje de muertes por eutanasia de Bélgica en relación a la
población, podría ahorrarse cada año 130 millones de dólares, el
dinero que serviría para curar a quien, en cambio, "debería hacerse a un
lado".
An Haekens, psiquiatra, también participa en
este volumen sobre la eutanasia en Bélgica.
An Haekens, psiquiatra
belga, directora de la clínica Alexianen, en Tienen, refiere las palabras de un
compañero de profesión, el doctor Boudewijn Chabot, un militante
pro-eutanasia de los inicios. "Se observa -tiene que reconocer también
Chabot- un cambio cultural inquietante a propósito de la muerte elegida de
acuerdo con el médico" y surge, continúa, "un vínculo
creciente entre las peticiones de eutanasia y la crisis financiera de la
sanidad que amenaza la calidad de los cuidados de las personas, sobre
todo de las que sufren enfermedades psíquicas, en especial si son de larga
duración".
Cada vez más, el
"derecho a morir" se transforma en una "obligación de
morir"; los médicos objetores de conciencia (aspecto previsto por la
ley belga) se sienten cada vez más discriminados y sufren presiones para que se
adapten al pensamiento dominante; cada vez más la lógica de la "calidad de
vida", creciente también en nuestro trabajo diario en Italia, ejerce un
sutil pero pérfido y continuo "impulso amable" para que
convenzamos a nuestros pacientes de que su vida vale poco, seguramente
menos de la de las personas que están sanas o son "curables". Este
condicionamiento forma ya parte de la mentalidad de los médicos y el
personal sanitario hasta tal punto que muchos corren el riesgo, también en
nuestro país, de no ser conscientes de los riesgos que algunos cuestionarios
aparentemente "inocentes" pueden esconder para los pacientes. A
menudo presentados como instrumentos de valoración para mejorar la calidad de
los cuidados, los cada vez más frecuentes listados de preguntas y su
correspondiente puntuación acaban siendo clasificaciones artificiales de
"dignidad", a menudo sin el conocimiento de quien los distribuye
rutinariamente, o porque el "sistema de calidad así lo solicita".
Patrick Verspieren, jesuita.
El experto en bioética Patrick
Verspieren, profesor de Filosofía moral en el centro Sèvres, a menudo
recordaba el hecho de que no existe un "yo" que no dependa de los
otros. "Recurrir a la noción de libertad individual, escribía, es
por lo tanto, en este campo de elección entre la vida y la muerte, en parte
ilusorio. Ese enfermo desea verdaderamente morir; sin embargo, ese deseo
no es el resultado únicamente de su libertad, sino que con frecuencia puede
ser la traducción de la actitud de su ambiente, si no de toda la sociedad, que
ya no cree en el valor de su vida y se lo hace comprender con todo tipo de
mensajes. Es una paradoja suprema: se rechaza a alguien de la comunidad de los
vivos y él mismo piensa que desea personalmente la muerte. (…) Lo que soy y lo
que quiero depende de la mirada y de la actitud de los otros".
A partir de esta tesis, las
palabras de uno de los padres fundadores de la sociología moderna, Emile
Durkheim, a propósito del suicidio, escritas hace más de un siglo, nos
provocan: "El índice de suicidios no se explica sociológicamente. Es la
construcción moral de la sociedad la que fija en cada momento el contingente de
muertes voluntarias. Existe una corriente 'suicidógena' que actúa en cada
sociedad, que influye en el deseo o no de vivir".
Hay que tener los ojos bien
abiertos, nos dicen desde Bélgica estos compañeros. Hay que atesorar el camino
recorrido por algunos "pioneros" y no caer en el error de pensar que
somos mejores que ellos. Al cabo de algunos años de camino, éste es
cada vez más oscuro y resbaladizo de lo que algunos podían pensar. Es
el momento, como pidió en una ocasión el cardenal Angelo Bagnasco a
los jóvenes genoveses, de caminar contracorriente.
Traducción
de Elena Faccia Serrano.
Vida Cristiana
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