Iglesias y catedrales, en la diana del feminismo ultra
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Acdeprensa - LUIS LUQUE
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11.NOV.2019
Decenas de mujeres encapuchadas intentaron, a finales de
septiembre, incendiar la Catedral Metropolitana de México. Habían participado
en una marcha para reclamar la instauración del aborto a petición y no idearon
mejor modo de concluir que tratar de prenderle fuego al templo.
Afortunadamente, los seis conatos de incendio fueron controlados.
Días después, en Argentina, idéntica situación: acababa el
Encuentro Nacional de Mujeres en la ciudad de La Plata, y varias participantes
de la manifestación se desviaron hacia la catedral local. El cordón policial,
en el que por cierto había agentes femeninas, evitó que ingresaran en el
edificio, a pesar de lo cual, algunas de las furiosas activistas prendieron
fuego a trozos de madera y los lanzaron contra la fachada.
En el país sudamericano, los ataques de este tipo son ya
“tradición”. El año pasado, por ejemplo, en la ciudad de Trelew, una parroquia
recibió el impacto de bombas molotov y se incendió un sector de la biblioteca.
Las pintadas ofensivas y los insultos complementaron la agresión.
“Las enseñanzas de la Iglesia católica (y
de la ortodoxa) sobre el aborto y sobre la dignidad de la vida humana, hacen
que sus símbolos visibles, como los templos, se conviertan en un blanco”
El espectáculo de La Plata provocó varias reacciones, entre
ellas la de la diputada Elisa Carrió, quien se define como feminista, y que se
confesó avergonzada por lo ocurrido. “Millones de argentinas queremos ser
mujeres –tuiteó–; no queremos el machismo inverso, no queremos machos crueles
vestidos de mujeres frente a una catedral y no queremos que se toque lo
sagrado”.
o “La Iglesia católica es el enemigo perfecto”
Llama la atención la saña particular que muestra, contra los
edificios católicos, esa pequeña parte de un amplio segmento poblacional que
merece ver respetados sus derechos, pero que no está por la labor de agredir a
nadie ni destruir joyas culturales –en el caso de que al menos se le reconozca
ese valor a un edificio religioso–.
Iseul
Turan
Iseul Turan, miembro de la
asociación francesa Las Antígonas, estuvo
infiltrada en las FEMEN, un grupo feminista radical muy recurrente en los
medios de comunicación por sus manifestaciones violentas con el torso desnudo.
Le preguntamos por qué esta fijación particular de las extremistas contra
catedrales e iglesias:
“Cada guerra necesita un
enemigo bien identificado. Las activistas contra el aborto no quieren que el
debate sobre este se dé en el campo de la política, sino en lo privado. Al
elegir a la Iglesia como su principal enemigo, lo convierten en un debate
religioso. La Iglesia católica es el enemigo perfecto por diversas razones:
varias corrientes filosóficas en boga en Europa valoran el progreso como un
‘ideal’, en la creencia de que el ser humano está en constante progreso, y que
la mujer y el hombre de hoy son mejores que sus ancestros”.
“La Iglesia es, según este criterio, una
marca del pasado, y la importancia que tiene o solía tener en la vida moral y
espiritual europea es inaceptable para estas corrientes, que valoran la
libertad como la posibilidad de cumplir los deseos propios, no de escoger la
vía correcta”.
Ellen Fantini
Coincide la joven francesa con
el criterio de Ellen Fantini, directora ejecutiva del Observatorio sobre la
Intolerancia y Discriminación contra los Cristianos en Europa. Según nos
comenta Fantini, “las enseñanzas de la Iglesia católica (y de la ortodoxa)
sobre el aborto y sobre la dignidad de la vida humana, hacen que sus símbolos
visibles, como los templos, se conviertan en un blanco”.
“No intentamos atraer a nadie; intentamos asustar. Nunca
sonrías: ¡grita!”,
orienta una activista de las FEMEN en un vídeo formativo
Las posiciones morales del
cristianismo –añade– “entran en conflicto con los objetivos de muchas
activistas, de anular las diferencias entre mujeres y hombres, promover la
ideología de género por sobre la realidad de la biología, desmantelar la institución
del matrimonio o cambiarla de manera que sea prácticamente irreconocible, y
forzar a la gente a aceptar que la homosexualidad es una entre muchas otras
opciones válidas”.
o A mayor violencia, más impacto en los medios
La percepción de que la Iglesia
es una organización “de hombres”, y de que estos son, por naturaleza,
opresores, impulsa a las militantes más radicales a proyectar en ella su
enfado.
“Te
cito –agrega Fantini– un email de la líder ucraniana de FEMEN [Inna Shevchenko,
al HuffPost], sobre una acción que
realizaron en el Vaticano hace pocos años: ‘Como feminista, FEMEN estima que
las religiones organizadas, con sus instituciones y sus líderes, están entre
las opresoras históricas de las mujeres. La acción en el Vaticano es, si
quieres, un acto de venganza: una víctima histórica (la mujer) se levanta
contra su opresor histórico’. El objetivo es, pues, la ‘Iglesia organizada’,
con su concepto de Dios como Padre, que es visto como algo opresivo y
patriarcal, y que debe ser destruido”.
Para llevar adelante los ataques hay que estar en forma,
organizarse y no dejar margen a la improvisación. “De mi experiencia en FEMEN
sé de ciertos grupos que se preparan para estas acciones –señala Turan–. La
formación es sobre imagen y comunicación, aquello en lo que se enfocan las
militantes. Si la violencia va a más es porque, para estar en los medios,
tienes que impactar; cada nueva acción tiene que ser más violenta y contundente
que las anteriores. En sus inicios, FEMEN recibió preparación por parte de
profesionales como Viktor Sviatski [un oscuro empresario ucraniano, considerado
el ideólogo del grupo]; otras organizaciones reciben este tipo de
asesoramiento”.
Otra ex-FEMEN muy conocida en
los medios es la brasileña Sara Winter.
En 2012, con 19 años, la organización le pagó un viaje a Ucrania, donde se le
preparó para la “misión”. En lo intelectual, asegura, el mensaje era ir contra
la Iglesia, “una institución patriarcal, el eje que unía todas las
desigualdades y violencias contra la mujer”.
Y desde luego, había que
entrenarse para las acciones de calle, algo para lo que contaban con la ayuda
de exmilitares de la antigua URSS. Como técnica, se ejercitaban en el
denominado “sextremismo”, el uso del cuerpo para impactar en las personas y en
los medios de comunicación: torso desnudo, pose agresiva, piernas separadas,
brazos en alto. “No intentamos atraer a nadie; intentamos asustar. Nunca
sonrías: ¡grita!”, dice en un vídeo una de las formadoras.
Las
activistas radicales buscan destruir completamente el legado del pasado, del
cual no habría nada que aprender
La semejanza con el modo en que
varias manifestantes se plantaron frente a la Catedral de La Plata, el pasado
13 de octubre, corrobora que las diferentes versiones del manual tienen el común
denominador de lo grotesco, y una fijación particular en la religión de la
Cruz.
o Una postura cuasi adolescente
La destrucción del símbolo del
adversario es, para los fanáticos de cualquier corriente, un objetivo nuclear
de la estrategia. Fue el del dictador soviético Iósif Stalin, quien en 1931
ordenó demoler la hermosa Catedral de Cristo Salvador, en Moscú, reconstruida
posteriormente tras el derrumbe del comunismo; o el de los terroristas del
Estado Islámico, de cuya saña contra el patrimonio no se salvaron iglesias
históricas como la de San Ahudemmeh, del siglo VIII, en la ciudad iraquí de
Tikrit.
En el caso de la Catedral de
México, de haber podido propagarse el fuego, hubiera destruido una joya
arquitectónica iniciada en el siglo XVI, concluida dos siglos y medio después,
y en la que intervino una legión de creadores que la modelaron según los
estilos correspondientes a cada época. Intentar que el fuego se cebara con ese
monumento ilustra cierta desconexión de las activistas ultras respecto a un concepto
como el de patrimonio cultural, esa herencia que ayuda a perfilar el carácter
de un pueblo.
“Iglesias, catedrales y
símbolos cristianos públicos son poderosos recordatorios del patrimonio de una
región y de su historia –comenta Fantini–. Las activistas no buscan cambiar las
leyes ni participar en procesos democráticos, sino destruir completamente el
legado del pasado. Hay una arrogancia en esta actitud, una postura cuasi
adolescente, de que no hay nada que aprender de la historia; de que todos
nuestros ancestros estuvieron totalmente equivocados, y de que solo la
destrucción total y la reconstrucción según la ideología actual son el proceder
adecuado”.
La cultura cristiana es antiviolación
La
paradoja –triste paradoja– es que con un déficit cultural importante, las
feministas violentas no reparan en que esas imponentes construcciones son, en
muchísimos casos, obras levantadas por las manos de miles de hombres para
honrar… a una mujer: a María, madre de Jesús.
Lo hace
notar Katherine Baker en MercatorNet,
en un artículo sobre el
regocijo de algunos cuando, el 15 de abril, Notre Dame de París era devorada
por las llamas: el modo en que entra María en la Historia es muy diferente a
las leyendas paganas sobre dioses que raptaban doncellas para violarlas, toda
vez que el cristianismo parte de la aceptación voluntaria, por parte de una
mujer, de llevar en sus entrañas a un Dios que se hace vulnerable.
El cristianismo parte de la aceptación voluntaria, por parte de
una mujer, de llevar en sus entrañas a un Dios que se hace vulnerable
“Eso es
cultura antiviolación –asegura–. El cristianismo, aunque no siempre es perfecto
en su ejecución, lleva en sí las semillas de una cultura y una civilización que
sobrepasan lo anterior. No estoy segura de que el feminismo esté realmente
feliz de retornar a las creencias paganas, que estaban centradas en la
supremacía del poder masculino, como lo ilustran sus historias fundamentales.
Para avanzar, se tiene que preservar todo cuanto de bueno y correcto ha habido
en el pensamiento de las anteriores generaciones”.
v “La Iglesia que ilumina es la que…”
El Observatorio sobre la Intolerancia y
Discriminación contra los Cristianos en Europa detalla en su web varios ataques de feministas
radicales en España contra instituciones católicas, cometidos
en torno al 8 de marzo de este año.
Entre las acciones, destacan las pintadas ofensivas
(“Iglesia = Muerte”) en la pared de la madrileña Iglesia de Santa Mónica, en
Rivas; la colocación de una tela con un lema grotesco en la reja exterior de
la Concatedral de Logroño, y los grafiti en tres iglesias de La Coruña, con
expresiones como “Pederastas” y una muy reiterada en acciones de este estilo:
“La Iglesia que ilumina es la que arde”.
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Vida Cristiana
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