viernes, 6 de marzo de 2020

AUDIENCIA GENERAL DE Papa Francisco Miércoles de Ceniza, 26 de febrero de 2020 - Catequesis sobre la Cuaresma




AUDIENCIA GENERAL DE Papa Francisco
Miércoles de Ceniza, 26 de febrero de 2020 - Catequesis sobre la Cuaresma

SIGNIFICADO ESPIRITUAL DEL DESIERTO

v  El desierto es el lugar donde despegarse del trasiego que nos rodea. Es ausencia de palabras, para dejar sitio a otra Palabra, la Palabra de Dios que, como brisa ligera, nos acaricia el corazón

o   En el desierto se escucha la Palabra de Dios que es como un sonido ligero.

§  A Jesús le gustaba retirarse cada a día a lugares desiertos para rezar.
Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el camino cuaresmal, camino de 40 días hacia la Pascua, hacia el corazón del año litúrgico y de la fe, y un camino que sigue el de Jesús que, al principio de su ministerio, se retiró durante 40 días a rezar y ayunar, tentado por el diablo, al desierto. Precisamente del significado espiritual del desierto quería hablaros hoy.
¿Qué significa espiritualmente el desierto para todos nosotros, incluso para los que vivimos en la ciudad? ¿Qué significa el desierto? Imaginemos que estamos en un desierto. La primera sensación sería la de encontrarnos envueltos por un gran silencio, sin ruido, salvo el viento y nuestra respiración. Sí, el desierto es el lugar donde despegarse del trasiego que nos rodea. Es ausencia de palabras, para dejar sitio a otra Palabra, la Palabra de Dios que, como brisa ligera, nos acaricia el corazón (cfr. 1Re 19,12). El desierto es el lugar de la Palabra, con mayúscula. De hecho, en la Biblia al Señor le gusta hablarnos del desierto: en el desierto entrega a Moisés las Diez Palabras, los Diez Mandamientos, y cuando el pueblo se aleja de Él, comportándose como una esposa infiel, Dios dice: “Yo la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí me responderá como en los días de su juventud” (Os 2,16-17). En el desierto se escucha la Palabra de Dios que es como un sonido ligero. El Libro de los Reyes dice que la Palabra de Dios es como un hilo de silencio sonoro. En el desierto se recupera la intimidad con Dios, el amor del Señor. A Jesús le gustaba retirarse cada a día a lugares desiertos para rezar (cfr. Lc 5,16). Nos ha enseñado cómo buscar al Padre que nos habla en el silencio. ¡Y no es fácil guardar silencio en el corazón! Porque siempre estamos procurando
hablar con los demás, estar con la gente… ¡El silencio en el corazón!

v  La Cuaresma es el tiempo propicio para dejar sitio a la palabra de Dios, el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, el tiempo para separarnos del móvil y conectarnos al Evangelio.

o   Como el pan –más que el pan–, necesitamos la Palabra de Dios, nos hace falta hablar con Dios: ¡nos hace falta rezar! Porque solo ante Dios salen a relucir las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma.

§  Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial, como he dicho. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean, seguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son!
¡Qué bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas para redescubrir lo que cuenta, para reencontrar los rostros de quienes están a nuestro lado!
            La Cuaresma es el tiempo propicio para dejar sitio a la palabra de Dios, el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, el tiempo para separarnos del móvil y conectarnos al Evangelio. Cuando era niño, no había televisión, pero estaba la costumbre de no escuchar la radio en Cuaresma: el desierto. Es el tiempo para renunciar a palabras inútiles, chismes, habladurías…, y hablarle de tú al Señor. ¡Tiempo para hablar de tú al Señor! El tiempo para dedicarse a una santa ecología del corazón: ¡hacer una limpieza ahí! Vivimos en un ambiente contaminado por una violencia verbal de tantas palabras ofensivas y nocivas que internet amplifica.
            ¡Hoy se insulta como si se dijese: buen día! Estamos sumergidos en palabras vacías, en publicidad, de mensajes tortuosos…, estamos acostumbrados a oírlo todo de todos, y corremos el riesgo de resbalar a una mundanidad que nos atrofia el corazón. ¡Y no hay bypass para curar esto, solo el silencio! Nos cuesta distinguir la voz del Señor que nos habla, la voz de la conciencia, la voz del bien. Jesús, al llamarnos al desierto, nos invita a prestar atención a lo que cuenta, a lo
importante, a lo esencial. Al diablo que lo tentaba respondió: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Como el pan –más que el pan–, necesitamos la Palabra de Dios, nos hace falta hablar con Dios: ¡nos hace falta rezar! Porque solo ante Dios salen a relucir las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma. Eso es el desierto, lugar de vida, no de muerte, porque dialogar en el silencio con el Señor nos da la vida.
            Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial, como he dicho. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean, seguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son! ¡Qué bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas para redescubrir lo que cuenta, para reencontrar los rostros de quienes están a nuestro lado!

v  También en esto Jesús nos da ejemplo ayunando. Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial.

También en esto Jesús nos da ejemplo ayunando. Ayunar es saber renunciar a las cosas
vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial. ¡Ayunar no es solo para adelgazar! Ayunar es precisamente ir a lo esencial, es buscar la belleza de una vida más sencilla.

v  El desierto, finalmente, es el lugar de la soledad.

o   Cerca de nosotros, hay tantos desiertos, muchas personas solas. Son las personas solas y abandonadas.

§  ¡Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda! El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad con quien es más débil.
            El desierto, finalmente, es el lugar de la soledad. También hoy, cerca de nosotros, hay tantos desiertos, muchas personas solas. Son las personas solas y abandonadas. ¡Cuántos pobres y ancianos están a nuestro lado y viven en silencio, sin hacer ruido, marginalizados y descartados! Hablar de ellos no da audiencia, pero el desierto nos conduce a ellos, a cuantos, obligados a callar,
piden en silencio nuestra ayuda. ¡Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda! El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad con quien es más débil.
            Oración, ayuno, obras de misericordia: ese es el camino del desierto cuaresmal. Queridos hermanos y hermanas, con la voz del profeta Isaías, Dios hizo esta promesa –oídla bien–: “hago una cosa nueva, abriré en el desierto una senda” (Is 43,19). En el desierto se abre la senda que nos lleva de la muerte a la vida.

v  Entremos en el desierto con Jesús y saldremos saboreando la Pascua

o   Sucederá en nosotros como en esos desiertos en que florece la primavera, haciendo germinar de repente, de la nada, yemas y plantas.

            Entremos en el desierto con Jesús y saldremos saboreando la Pascua: el poder del amor de Dios que renueva la vida. Sucederá en nosotros como en esos desiertos en que florece la primavera, haciendo germinar de repente, de la nada, yemas y plantas. ¡Ánimo, entremos en este desierto de la Cuaresma, sigamos a Jesús en el desierto! ¡Con Él, nuestros desiertos florecerán! Gracias.


Vida Cristiana

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