[Chiesa/Omelie1/Quaresima/3A20AguaQueSaltaHastaVidaEterna]
Ø Domingo 3º de Cuaresma, Ciclo A (2020). El encuentro de Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Jacob. El agua viva de la que le habla Jesús, simboliza la acción del Espíritu Santo en el Bautismo. El Espíritu es el agua viva que brota de Cristo crucificado como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna. El creyente tiene necesidad de Dios y de su palabra para estar vivo y existir. Cristo es el agua que lleva a la vida eterna. Jesús invita a examinar la propia conciencia, a escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar las esperanzas más profundas: importancia del examen de conciencia. “Golpearás la peña, y saldrá de ella agua” (Éxodo 17,6). Jesús indica a la Samaritana el camino que lleva al agua. Es el camino de la conversión y de las obras buenas.
Juan 4, 5-42: 5 Jesús llegó a una ciudad de Samaría,
llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a su hijo José. 6 Estaba allí el
pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado en el pozo. Era más
o menos la hora sexta. 7 Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo:
- Dame de beber 8– sus discípulos se
habían marchado a la ciudad a comprar alimentos. 9 Entonces le dijo la mujer samaritana: -
¿Cómo tú siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? –
porque los judíos no se tratan con los
samaritanos. 10 Jesús le respondió: -Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le
habrías pedido a él y él te habría dado agua viva. Etc.
v Cfr. Domingo 3º de Cuaresma
Ciclo A 15 de marzo de 2020
Éxodo 17, 3-7; Romanos 5, 1-2.5-8; Juan 4,
5-42
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras
inmundicias.
Y os infundiré un espíritu nuevo – dice el
Señor
(Cfr. Antífona de
entrada, Exequiel 36.23.24.25.26)
Todo el que bebe de esta agua [de la
del pozo]
tendrá sed de nuevo –respondió Jesús -,
pero el que beba del agua que yo le daré no
tendrá sed nunca más,
sino que el agua que yo le daré se hará en él
fuente de agua
que salta hasta la vida eterna.
(Evangelio de hoy,
Juan 4, 13-14)
1. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Jacob: le prometa a la mujer que le dará un agua “viva” (v. 10).
- Jesús le dijo: “El que beba del agua que
yo le daré no tendrá sed nunca más, sino que el
agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna” (v. 14).
- Esa
agua viva es un don exclusivo de Dios, que en el lenguaje bíblico y litúrgico
se
refiere a un “signo de vida , di prosperidad, de bienestar
en la esfera del espíritu”. Más en
concreto, se refiere a la acción del
Espíritu Santo, realidad de la que habla el mismo Jesús en Juan 7, 38-39: “Si
alguno tiene sed, venga a mí; y
beba quien cree en mí. Como dice la Escritura,
de sus entrañas brotarán ríos de agua viva. Se refirió con esto al Espíritu que
iban a recibir los que creyeran en él”.
- Se
trata del agua de la salvación, realidad que encontramos en textos de la Biblia[1]:
“Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”
(Isaías 12,3); vid. el torrente del
Templo en Ezequiel 47, 1-12; etc. “Como
de la roca salió el agua que quietó la sed
a los hebreos, así de Cristo (1 Corintios 10, 4) surge el agua del
Espíritu Santo que vivifica a los creyentes”[2].
-
La sed es el símbolo de nuestros deseos, de
aquello que ansiamos. En la vida
cristiana se ha
considerado
como el símbolo de la nostalgia de Dios, de su búsqueda. Pero, tendremos en
cuenta que cuando nosotros buscamos a Dios, Él ya nos buscó primero.
2. El agua en el Catecismo de la Iglesia Católica (algunos números)
o
El agua, desde el origen del mundo, es la fuente
de la vida y de la fecundidad
- n. 1218: Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable,
es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el
Espíritu de Dios «se cernía» sobre ella (Cf Génesis 1, 2):
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo,
se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de
santificar (MR, Vigilia Pascual, bendición del agua bautismal, 42).
o
Dios habla al hombre a través de la creación
visible
- n. 1147: Dios habla al hombre a través
de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del
hombre para que vea en él las huellas de su Creador (Cf Sabiduría 13, 1; Romanos
1, 19-20; Hechos 14, 17). La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y
los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad.
- n. 1094: (...) El agua de la roca era la figura de los dones
espirituales de Cristo (Cf 1 Corintios 10, 1-6) (...) [Cf. Exodo 17, 3-7:
primera Lectura de hoy]
o
Los símbolos del Espíritu Santo. El agua
simboliza la acción del Espíritu Santo en el Bautismo.
§ El
Espíritu es el Agua viva que brota de Cristo crucificado como de su manantial y
que en nosotros brota en vida eterna.
- n. 694: Los símbolos del Espíritu Santo
- El agua. El simbolismo del agua es
significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después
de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental
eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer
nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que
nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero
«bautizados en un solo Espíritu», también «hemos bebido de un solo Espíritu» (1
Corintios 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que
brota de Cristo crucificado (Cf Juan 19, 34; 1 Juan 5, 8) como de su manantial
y que en nosotros brota en vida eterna (Cf Juan 4, 10-14; 7, 38; Éxodo 17, 1-6;
Isaías 55, 1; Zacarías 14, 8; 1 Corintios 10, 4; Apocalipsis 21, 6; 22, 17).
3.
El agua en la
Biblia y en
nuestro tiempo
Cfr.
Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme III edizione, novembre 1995, III domenica di
quaresima.
o
Para la Biblia el agua es un grande símbolo teológico.
“Para la
Biblia el agua es un grande símbolo teológico. Hay hasta
1.500 versos del Antiguo Testamento y 430 del Nuevo que se refieren al agua,
también porque es precisamente esa realidad la que más desea el paisaje oriental,
frecuentemente árido y sediento”. (pp. 76-77)
“Las palabras de Jesús sobre el
«agua viva» - es decir, sobre la revelación del Padre donada a los hombres a
través de Cristo – nos invitan a retomar este símbolo amado en todas las
culturas, raíz de nuestra existencia. También en nuestros días el agua vuelve a
hablarnos con toda su fuerza física y simbólica a causa de los desequilibrios
ecológicos, de los ciegos egoísmos industriales, de los derroches y del
desprecio en relación con la naturaleza. Pero, sobre todo, debe volver ante
nuestros ojos por su valor espiritual, como signo bautismal y purificador. Toda
la Biblia , en
efecto, está atravesada y bañada idealmente por el agua física y espiritual: «¡Todos
los sedientos, venid a las aguas! ... Si alguno tiene sed, venga a mí y beba
quien cree en mí» (Isaías 55,1; Juan 7, 37)”. (p. 77)
v
En el Antiguo Testamento
o
El grito de la cierva sedienta. La sed de oír las
palabras del Señor.
“Inmerso en una plaga del desierto, en un silencio
absoluto, el poeta del Salmo 42-43 siente de repente el grito de la cierva
sedienta. En este anhelo y en este lamento el salmista encierra también su
autobiografía espiritual, atravesada por
una ansia instintiva y primordial, por una tensión y por un deseo vital hacia
Dios, agua viva, alegría, esperanza, frescura y meta última de su ser: «Como
ansía la cierva las corrientes de agua, así te ansía mi alma, Dios mío. Mi
alma [¡en hebreo una misma palabra
significa «alma» y «garganta»!] está sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo
podré ir a ver el rostro de Dios?» (Salmo 42, 2-3). «Vienen días - se lee en
Amós 8, 11 - en que enviaré al país, no sed de agua, sino
de oír las palabras del Señor”. (p. 77)
o
Un deseo intenso de Dios. El creyente tiene
necesidad de Dios y de su palabra para estar vivo y existir.
“También el salmo 63, «un canto del amor místico», según la definición de un
comentador, es la celebración de esta sed insuprimible de Dios, más fuerte de
la sed física. Santa Teresa de Avila, en su Camino
de perfección escribía: «La sed expresa el deseo de una cosa, pero se trata
de un deseo tan intenso que morimos si permanecemos privados de él». He aquí
las palabras del salmista: «Oh Dios, Tú eres mi Dios, al alba te busco, mi alma
tiene sed de Ti, por Ti mi carne desfallece, en tierra desierta y seca, sin
agua. Por eso te contemplo en el Santuario, para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu misericordia vale más que la vida» (vv. 2-4).
Están conectados indisolublemente en el salmo el
paisaje exterior (el desierto) y el paisaje interior (el vacío que se
experimenta cuando estamos sin Dios). Como la tierra está muerta sin la lluvia
y como con las grietas de su superficie parece que es una boca abrasada y
sedienta, sin agua, así el creyente tiene necesidad de Dios y de su palabra
para estar vivo y existir. Es Dios, precisamente, el agua que sacia la sed,
recrea, fecunda el desierto de nuestra conciencia cuando está endurecida por el
pecado, por la frialdad, por la soledad. Con las mismas palabras otro texto del
Salterio declara: «Extiendo mis manos hacia Ti, mi alma está ante Ti como
tierra reseca» (143,6)”. (p. 78)
v
En el Nuevo Testamento
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno
A, Piemme III edizione, novembre 1995,
III domenica di quaresima.
o
El agua que busca el cristiano es Cristo.
“El agua del pozo es la realidad que el oriental
busca con continua ansia en su panorama frecuentemente soleado, sabiendo que
ella no es sólo instrumento de purificación y de refrigerio sino, sobre todo,
raíz de vida y de fecundidad. El agua empapa el suelo haciendo que nazcan
brotes lozanos; el agua combate la muerte en el desierto estableciéndose la
vida; el agua vigoriza al hombre en su camino cotidiano. Bajo esta luz, las
palabras de la Samaritana
«Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed» contienen la pregunta
fundamental del cristiano; éste no busca una agua aunque sea fresca y santa
como la del pozo de Jacob, sino «el agua que salta hasta la vida eterna», es
decir, Cristo con su bautismo regenerador: «Si alguno tiene sed, venga a mí; y
beba quien cree en mí» (Juan 7, 37). (p. 74)
4.
Cristo es el agua que lleva a la vida eterna.
v
Jesús invita a examinar la propia conciencia, a escrutar
en lo íntimo del corazón, a despertar las esperanzas más profundas: importancia
del examen de conciencia.
Cfr. San Juan Pablo II, Homilía,
domingo 3º de Cuaresma, en la parroquia de los Santos Pedro y Pablo
(22-III-1981).
o
“Golpearás la peña, y saldrá de ella agua” (Éxodo
17,6). Precisamente de esa roca maciza podrán sacar los israelitas agua en su
viaje hacia la tierra prometida, lo mismo que del Corazón de Cristo, sediento
en la cruz, brotará el agua que salve a quienes han emprendido el camino de fe.
·
El largo viaje de
los israelitas por el desierto sirve de contexto inmediato al pasaje del Éxodo.
Una
de las dificultades mayores
presentadas por un viaje en el desierto a un pueblo tan numeroso que llevaba
consigo rebaños y ganado, fue ciertamente la falta de agua. Por esto es
comprensible que, en los días en que el hambre y la sed se hacían sentir de
modo más agudo, los israelitas añoraran Egipto y murmuraran contra Moisés.
Dios, que había manifestado de tantos modos su particular benevolencia para con
aquel pueblo, exige ahora la fe, el abandono absoluto en Él, la superación de
las propias seguridades humanas. Y precisamente en el momento en que el pueblo
no puede contar ya con sus propios recursos, está extenuado y abatido, y
alrededor no hay más que la desnuda roca estéril y árida y sin vida, interviene
Dios, se hace presente y hace brotar de esa roca agua abundante que da la vida.
Precisamente de esa roca maciza podrán sacar los israelitas agua en su viaje
hacia la tierra prometida, lo mismo que del Corazón de Cristo, sediento en la
cruz, brotará el agua que salve a quienes han emprendido el camino de fe. Por
esta semejanza, Pablo identifica la roca con Cristo mismo, nuevo Templo, y
manantial que da de beber en la vida eterna (Cf. 1 Cor 10,4). He aquí cómo la
potencia de Dios se manifiesta en el misterio del agua viva, que salta hasta la
eternidad, porque es el agua regeneradora de la gracia y reveladora de la
verdad.
·
Como en el tiempo
del Éxodo, también hoy los hombres notan la fe de esta agua salvadora y
liberadora que proviene de
Cristo, y la Iglesia, en respuesta, no se cansa de anunciarlo a todos los
pueblos de todos los tiempos. Ella está presente en el mundo, sobre todo “para
ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante
la fe, ellos tengan la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en esta
vida y construir así el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no ha dejado de dedicar
sus energías a esta tarea” (Catechesis tradendae,1).
o
Desde hacía siglos judíos y samaritanos vivían
en una enemistad implacable. Pero Jesús se muestra superior a este prejuicio,
como también a la opinión judía que consideraba como indecoroso para un maestro
hablar públicamente con una mujer.
·
Del agua que salta hasta la vida eterna habla
Cristo a la Samaritana junto al pozo de Sicar. Cansado del camino se sienta
sobre el brocal del pozo. Los discípulos habían ido solos a la ciudad para las
compras. Jesús pide a la Samaritana, que había venido para sacar agua, que le
dé de beber. Ella se admira de esto. ¿Cómo puede Él, un judío, pedir algo a una
samaritana? Desde hacía siglos judíos y samaritanos vivían en una enemistad
implacable. Pero Jesús se muestra superior a este prejuicio, como también a la
opinión judía que consideraba como indecoroso para un maestro hablar
públicamente con una mujer. Para Él no cuenta la distinción de nación y de
raza, ni tampoco la distinción entre hombre y mujer.
o
Del agua
natural, elemento material que Jesús pide primeramente a la mujer, lleva la
conversación al plano de la revelación, el agua verdaderamente viva. Jesús revela a la mujer que Él es en persona
la fuente misma del agua viva.
·
Del agua natural, elemento material que Jesús
pide primeramente a la mujer, lleva la
conversación al plano de la revelación, el agua verdaderamente
viva. La expresión “agua viva” en el lenguaje del Profeta indica los bienes de
la salvación del tiempo mesiánico (Cf. Isaías 12,3; 49,10; Jeremías 2,13;
17,13). Pero la mujer no pudiendo comprender su lenguaje, piensa en un agua
milagrosa que apague la sed del cuerpo, por lo que ya no será necesario sacar
más. De este modo Jesús ha despertado en ella el deseo de su don: “Señor -le
dice la mujer- dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a
sacarla” (Juan 4,14). Entonces Jesús revela a la mujer que Él es en persona la
fuente misma del agua viva. Y demuestra cómo el camino de la fe en Él pasa a
través del reconocimiento de su misión divina, manifestando su conocimiento
profético, propio de un enviado de Dios. Ella ha tenido cinco maridos y vive
ilegalmente con un sexto. La mujer comienza a reflexionar: un conocimiento tal
de los corazones no es el de un hombre común, y prorrumpe en un emocionado acto
de fe: “Señor, veo que tú eres un profeta” (Juan 4,19). Y luego irá a avisar a
los habitantes de su ciudad que ha encontrado al Mesías y les invita a “venir a
Jesús” (Juan 4,29). En este estupendo pasaje evangélico, que alcanza una cumbre
sublime por su belleza formal y por su profundidad doctrinal, hay rasgos
pedagógicos interesantes para todo educador de la fe. La revelación personal es
obra de Jesús, que la realiza partiendo de la situación concreta para llevar a
una revisión ideal de la vida: esa vida vista a la luz de la verdad, porque
sólo en la verdad puede efectuarse el encuentro con Cristo que personifica la
misma verdad.
o
Jesús indica a la Samaritana el camino que lleva al agua. Es el camino de
la verdad interior, el camino de la conversión y de las obras buenas.
§
Se trata de una invitación a examinar la propia
conciencia, a escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar en él las
esperanzas más profundas.
·
Precisamente cuando la Samaritana se dirige a Jesús
con las palabras: “Dame esa
agua” (Juan 4,15), entonces Él no tarda en indicar el camino
que lleva a ella. Es el camino de la verdad interior, el camino de la
conversión y de las obras buenas. “Anda llama a tu marido” (Juan 4,16), dice el
Señor a la mujer: se trata de una invitación a examinar la propia conciencia, a
escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar en él las esperanzas más
profundas, ésas que se finge esconder bajo la réplica evasiva. Hace descubrir a
esta mujer la necesidad de ser salvada y de preguntarse por el camino que puede
conducirla a la salvación, haciendo con ella un verdadero y propio “examen de
conciencia”, y ayudándola a llamar por su nombre a los pecados de su vida. Por
esto el Señor le apremia: “Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya
cinco y el de ahora no es tu marido” (Juan 4,17-18). De este modo la mujer no
sólo reconoce su situación de pecado, sino que es ayudada a llamar por su
nombre a los pecados de su vida. (…)
§
El agua que salta hasta la vida eterna provoca
una auténtica conversión en la Samaritana, que la lleva a reconocer que Jesús
es el Mesías. Y nota en sí una nueva fuerza que le lleva anunciar a los demás
la verdad y la gracia que ha recibido.
·
¿Qué efectos produjo en la Samaritana el agua
viva que salta hasta la vida eterna? Valorando el desarrollo ulterior de la
situación espiritual de la mujer, se puede responder que el fruto fue grande.
Efectivamente, se encuentra en ella una auténtica metanoia
que la lleva hasta reconocer en Jesús al Mesías: “Venid a ver -dice a sus
conciudadanos- un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el
Mesías?” (Jn 4,29). Y la pregunta supone en su pensamiento una respuesta
afirmativa, porque une esta confesión con el hecho de llamar por su nombre a
los pecados: me ha dicho todo lo que he hecho. Nota en sí una nueva fuerza, un
nuevo entusiasmo que la lleva a anunciar a los demás la verdad y la gracia que
ha recibido: venid a ver. En cierto sentido se convierte en mensaje de Cristo y
de su Evangelio de salvación, como la Magdalena en la mañana de Pascua.
§
También nosotros estamos llamados a adorar a
Dios no sólo externamente, sino que la adoración debe afectar a las
conciencias: “Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón...”
·
También a nosotros se nos dirige la invitación a
beber esta agua viva de la verdad, a
purificar nuestra vida, cambiar la mentalidad y acudir a la
escuela del Evangelio, donde el Señor, como hizo con la Samaritana, nos
interpela, haciéndonos descubrir las exigencias más profundas de la verdad y
del espíritu. El tercer domingo de Cuaresma la Iglesia nos invita a la
particular adoración de Dios, a rendir una adoración particular al Padre “en
espíritu y verdad”.
·
Esta adoración no puede ser solamente externa.
La adoración en “espíritu y verdad” debe
afectar a nuestras
conciencias. Y por esto oigamos una vez más el Salmo responsorial, cuando dice:
“Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón...” (Sal 94(95,8).
·
Pensemos a quién de nosotros se refieren estas
palabras. Pensemos en esos hermanos y
hermanas, que están ausentes, pero a los cuales se refieren
estas palabras, e imploremos para nosotros y para ellos el encuentro con Cristo
semejante al encuentro de la Samaritana junto al pozo de Sicar. (…)
Vida Cristiana
[1] Sólo se recogen algunos de
estos textos.
[2] Cfr. Vincenco Raffa,
Liturgia festiva, Tipografía Políglota Vaticana 1983, dicembre 1983 3ª ed.
nn. 90 y 114.
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