sábado, 4 de marzo de 2017

Bioética. La financiación de anticonceptivos, de la píldora del día siguiente y de la esterilización, y la libertad de conciencia. Al presidente Obama se le está complicando la polémica sobre los seguros sanitarios. 43 instituciones católicas han presentado 12 demandas ante tribunales federales contra la norma del Ministerio de Sanidad que impone la obligación de financiar anticonceptivos, la píldora del día siguiente y la esterilización. Las demandas coinciden en que el precepto vulnera la libertad religiosa y, a la vez, revelan un conflicto que afecta a las relaciones Iglesia-Estado y a la libertad de conciencia.


Bioética. La financiación de anticonceptivos, de la píldora del día siguiente y de la esterilización, y la libertad de conciencia. Al presidente Obama se le está complicando la polémica sobre los seguros sanitarios. 43 instituciones católicas han presentado 12 demandas ante tribunales federales contra la norma del Ministerio de Sanidad que impone la obligación de financiar anticonceptivos, la píldora del día siguiente y la esterilización. Las demandas coinciden en que el precepto vulnera la libertad religiosa y, a la vez, revelan un conflicto que afecta a las relaciones Iglesia-Estado y a la libertad de conciencia. Cfr. Instituciones católicas demandan al gobierno de EE.UU. en los tribunales - A la conciencia lo que es de la conciencia Juan Meseguer, Aceprensa 29.MAY.2012 Las demandas presentadas por 43 instituciones católicas plantean si el gobierno de EE.UU. vulnera la libertad religiosa y la separación Iglesia-Estado La demanda presentada ante un tribunal de distrito de Indiana por el semanario Our Sunday Visitor y cinco instituciones más (una diócesis, tres asociaciones benéficas y una universidad) plantea principalmente dos cuestiones de fondo. Primera: si el gobierno tiene autoridad para crear la categoría de los “empleadores religiosos” en unos términos tan restrictivos como los de la norma propuesta. Empleadores religiosos Este precepto del Ministerio de Sanidad sólo considera exentas de la obligación de suministrar el polémico lote de servicios a aquellas organizaciones religiosas que proveen servicios directamente a miembros de su propia confesión y que tienen como único objetivo la enseñanza de valores religiosos (cfr. Aceprensa, 27-01-2012). Como ironizó un comentarista estadounidense, ni siquiera Jesús ni los apóstoles –que no distinguían entre griegos ni judíos, ni se limitaban a la enseñanza de las Escrituras– habrían entrado en esta categoría. Tampoco lo harán los cientos de universidades, escuelas, hospitales y organizaciones benéficas de inspiración religiosa, que se dedican a una gama de actividades más amplia que la enseñanza religiosa o que atienden, por ejemplo, a enfermos de otra confesión. La segunda cuestión que plantean los demandantes al tribunal es si el gobierno puede obligar tanto a instituciones de inspiración religiosa, católicas o no, como a los individuos que trabajan en ellas a suministrar servicios que vulneran sus creencias religiosas. La Primera Enmienda, en juego Ambas cuestiones se articulan en torno a la misma línea argumental: la defensa de la libertad religiosa. Escriben los demandantes: “Esta demanda versa sobre una de las libertades más apreciadas de América: la libertad de practicar la religión de cada uno sin interferencia del gobierno. No se trata de dilucidar aquí si la gente tiene derecho a la contracepción, la píldora del día después o la esterilización”. “En Estados Unidos, estos servicios son, y seguirán siendo, de acceso gratuito, y nada impide al gobierno que amplíe todavía más su acceso. Pero el derecho de acceso a esos servicios no autoriza al gobierno a obligar a los demandantes a violar sus conciencias forzándoles a que suministren esos servicios, los paguen o los faciliten a otros en contra de sus más sinceras convicciones religiosas”. La libertad religiosa también ha sido el marco de argumentación escogido por los obispos estadounidenses en este debate. En un artículo publicado en el Washington Post (23-05-2012), el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, conectaba la defensa de esa libertad con la crítica a la cláusula de los “empleadores religiosos”. A su juicio, si el Ministerio de Sanidad hubiera regulado una objeción de conciencia razonable, esta cascada de demandas no habría sido necesaria. El problema es que la exención de los empleadores religiosos es “la más restrictiva que ha adoptado nunca una ley federal. No contempla, por ejemplo, que una organización pueda atender al público general. De modo que, bajo esta norma, los hospitales, escuelas y programas de servicios sociales católicos –abiertos a todos– no son ‘lo suficientemente católicos’ como para que les dejen seguir nuestras convicciones católicas”. “La garantía de la libertad religiosa recogida en la Primera Enmienda protege no solo lo que ocurre dentro de las cuatro paredes de una iglesia, sino también los actos de servicio de inspiración religiosa que una confesión necesita llevar a cabo para desempeñar de manera plena su misión”. ¿Quiere Obama regular las conciencias? Sobre la “solución de compromiso” que ofreció Obama en febrero (cfr. Aceprensa, 15-02-2012), dice Wuerl que “no estamos ante un problema de dinero. El núcleo del asunto es que el gobierno quiere forzarnos a violar nuestras creencias”. Las normas dadas entonces admitían que, en el caso de las instituciones de inspiración religiosa, el pago de los anticonceptivos, la píldora del día después y la esterilización se trasladase a sus aseguradores. Pero eso no eximía a aquellas instituciones de la obligación de prestar esos servicios. Como es lógico, este ajuste no convenció a las organizaciones católicas. Primero, porque la obligación de suministrar unos servicios que les planteaban objeciones morales seguía intacta. Y segundo, porque creaba otro posible problema de conciencia a los dueños de las compañías de seguros, fueran o no creyentes. De ahí el rechazo al ajuste de Obama, que ahora reitera Wuerl: “Mientras el gobierno pretende regular la religión, nosotros no queremos forzar a nadie en ningún aspecto. Autorizar a las organizaciones religiosas a servir a la sociedad no vulnera la separación Iglesia-Estado. Querer hacernos cómplices de los objetivos del gobierno en contra de nuestra conciencia, sí”. En la misma línea, la jurista de Harvard Mary Ann Glendon escribe en el Wall Street Journal (21- 05-2012): “La principal intención del mandato no es, como alegó el Ministerio de Sanidad, proteger la salud de las mujeres. Más bien se trata de un movimiento para reclutar a la fuerza a las organizaciones católicas a favor de una agenda política, forzándolas a facilitar y financiar servicios que vulneran sus creencias, desde dentro de sus propias instituciones”. “Estamos siendo testigos de un ataque a las instituciones de la sociedad civil, que son esenciales para limitar el poder del Estado e impedir que invada la esfera de autonomía de los ciudadanos”. Entre las 43 instituciones que han presentado las 12 demandas destacan: la Universidad de Notre Dame (que en 2009 concedió un doctorado honoris causa a Obama), la archidiócesis de Washington, la Universidad Católica de América, la archidiócesis de Nueva York. www.parroquiasantamonca.com Vida Cristiana

La conversión de Newman. Cultura y conciencia. Objetividad y subjetividad.




La conversión de Newman. Cultura y conciencia. Objetividad y subjetividad. Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana con ocasión de la Navidad, 20 de diciembre de 2020 Lunes 20 de diciembre de 2010 o El viaje al Reino Unido Me gustaría hablar con detalle del inolvidable viaje al Reino Unido, sin embargo, me limitaré a dos puntos que están relacionados con el tema de la responsabilidad de los cristianos en el tiempo actual y con el cometido de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El encuentro con el mundo de la cultura en Westminster Hall Sólo si existe un consenso moral sobre lo esencial, las constituciones y el derecho pueden funcionar. Este consenso de fondo que proviene del patrimonio cristiano está en peligro allí donde en su lugar, en vez de la razón moral, se pone la mera racionalidad finalista. Mi pensamiento se dirige en primer lugar al encuentro con el mundo de la cultura en Westminster Hall, un encuentro en el que la conciencia de la responsabilidad común en este momento histórico provocó una gran atención, que, en última instancia, se orientó a la cuestión sobre la verdad y la fe. Era evidente a todos, que en este debate la Iglesia debe dar su propia aportación. Alexis de Tocqueville, en su tiempo, observó que en América la democracia fue posible y había funcionado porque, más allá de las denominaciones particulares, existía un consenso moral de base que unía a todos. Sólo si existe un consenso semejante sobre lo esencial, las constituciones y el derecho pueden funcionar. Este consenso de fondo que proviene del patrimonio cristiano está en peligro allí donde en su lugar, en vez de la razón moral, se pone la mera racionalidad finalista de la que ya hemos hablado antes. Esto es realmente una ceguera de la razón para lo que es esencial. Combatir esta ceguera de la razón y conservar la capacidad de ver lo esencial, de ver a Dios y al hombre, lo que es bueno y verdadero, es el propósito común que ha de unir a todos los hombres de buena voluntad. Está en juego el futuro del mundo. La beatificación del Cardenal John Henry Newman a) La fe en el Dios vivo. Dios y el alma, el ser mismo del hombre a nivel espiritual, constituye aquello que es verdaderamente real, lo que vale. Son mucho más reales que los objetos que se pueden tocar. Por último, quisiera recordar ahora la beatificación del Cardenal John Henry Newman. ¿Por qué ha sido beatificado? ¿Qué nos puede decir? A estas preguntas se pueden dar muchas respuestas, que se han desarrollado en el contexto de la beatificación. Quisiera resaltar solamente dos aspectos que van unidos y, en el fondo, expresan lo mismo. El primero es que debemos aprender de las tres conversiones de Newman, porque son pasos de un camino espiritual que a todos nos interesa. Quisiera sólo resaltar aquí la primera conversión: la de la fe en el Dios vivo. Hasta aquel momento, Newman pensaba como el hombre medio de su tiempo y también como el de hoy, que simplemente no excluye la existencia de Dios, sino que la considera en todo caso como algo incierto, que no desempeña un papel esencial en la propia vida. Para él, como para los hombres de su tiempo y del nuestro, lo que aparecía como verdaderamente real era lo empírico, lo que se puede percibir materialmente. Esta es la «realidad» según la cual se nos orienta. Lo «real» es lo tangible, lo que se puede calcular y tomar con la mano. En su conversión, Newman reconoce que las cosas están precisamente al revés: que Dios y el alma, el ser mismo del hombre a nivel espiritual, constituye aquello que es verdaderamente real, lo que vale. Son mucho más reales que los objetos que se pueden tocar. Esta conversión significa un giro copernicano. Aquello que hasta el momento aparecía irreal y secundario se revela como lo verdaderamente decisivo. Cuando sucede una conversión semejante, no cambia simplemente una teoría, cambia la forma fundamental de la vida. Todos tenemos siempre necesidad de esa conversión: entonces estamos en el camino justo. b) La conciencia. Es capacidad de verdad y obediencia en relación con la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto. No es un camino de la subjetividad que se afirma. Lo objetivo y lo subjetivo. La conciencia era la fuerza motriz que impulsaba a Newman en el camino de la conversión. ¿Pero qué se entiende con eso? En el pensamiento moderno, la palabra «conciencia» significa que en materia de moral y de religión, la dimensión subjetiva, el individuo, constituye la última instancia de la decisión. Se divide al mundo en el ámbito de lo objetivo y de lo subjetivo. A lo objetivo pertenecen las cosas que se pueden calcular y verificar por medio de un experimento. La religión y la moral escapan a estos métodos y por tanto están consideradas como ámbito de lo subjetivo. Aquí no hay, en último análisis, criterios objetivos. La última instancia decisiva sería por tanto solo el sujeto, y con la palabra «conciencia» se expresa precisamente esto: en este ámbito puede decidir sólo el sujeto, el individuo con sus intuiciones y experiencias. La concepción que Newman tiene de la conciencia es diametralmente opuesta. Para él «conciencia» significa la capacidad de verdad del hombre: la capacidad de reconocer en los ámbitos decisivos de su existencia, religión y moral, una verdad, la verdad. La conciencia, la capacidad del hombre para reconocer la verdad, le impone al mismo tiempo el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentre. Conciencia es capacidad de verdad y obediencia en relación con la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto. El camino de las conversiones de Newman es un camino de la conciencia, no un camino de la subjetividad que se afirma, sino, por el contrario, de la obediencia a la verdad que paso a paso se le abría. Su tercera conversión, la del Catolicismo, le exigía abandonar casi todo lo que le era querido y apreciado: sus bienes y su profesión; su título académico, los vínculos familiares y muchos amigos. La renuncia que la obediencia a la verdad, su conciencia, le pedía, iba más allá. Newman fue siempre consciente de tener una misión para Inglaterra. Pero en la teología católica de su tiempo, su voz difícilmente podía ser escuchada. Era demasiado extraña con relación al estilo dominante del pensamiento teológico y también de la piedad. En enero de 1863 escribió en su diario estas frases conmovedoras: «Como protestante, mi religión me parecía mísera, pero no mi vida. Y ahora, de católico, mi vida es mísera, pero no mi religión». Aún no había llegado la hora de su eficacia. En la humildad y en la oscuridad de la obediencia, él esperó hasta que su mensaje fuera utilizado y comprendido. Para sostener la identidad entre el concepto que Newman tenía de conciencia y la moderna comprensión subjetiva de la conciencia, se suele hacer referencia a aquellas palabras suyas, según las cuales – en el caso de tener que pronunciar un brindis –, él habría brindando antes por la conciencia y después por el Papa. Pero en esta afirmación, «conciencia» no significa la obligatoriedad última de la intuición subjetiva. Es expresión del carácter accesible y de la fuerza vinculante de la verdad: en esto se funda su primado. Al Papa se le puede dedicar el segundo brindis, porque su tarea es exigir obediencia con respecto a la verdad.

La objeción de conciencia: la dignidad de la persona (I) y la cuestión del aborto (II).


1 La objeción de conciencia: la dignidad de la persona (I) y la cuestión del aborto (II). cfr. La objeción de conciencia y la dignidad de la persona (I) Entrevista al catedrático de Derecho Rafael Navarro-Valls por Inma Alvarez Zenit.org, 24 de febrero de 2011 MADRID, jueves 24 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- La posibilidad de objetar por razones de conciencia ante una obligación impuesta legalmente que se considera injusta, constituye una de las batallas legales más importantes de los últimos años en los países occidentales, en campos tan dispares como la Medicina o la Educación. España, precisamente, es uno de los países donde la lucha por que el Estado respete el derecho de las personas a negarse a hacer algo moralmente injusto es más evidente, gracias a casos como la asignatura Educación para la Ciudadanía, la nueva ley del aborto o la venta de la píldora abortiva, entre otros. Sobre esta cuestión, el jurista español Rafael Navarro-Valls, catedrático de Derecho y colaborador habitual de ZENIT, donde dirige la columna “Observatorio Jurídico”, acaba de publicar, junto con el catedrático Javier Martínez Torrón, el libro Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia (Editorial IUSTEL). En esta entrevista concedida a ZENIT explica la naturaleza y los límites de la objeción de conciencia. La segunda parte se publicará en el servicio de mañana viernes. - ¿No es un contrasentido que, precisamente en el siglo de los derechos humanos, haya sido necesario desarrollar el derecho a la objeción de conciencia? Rafael Navarro-Valls: La elaboración jurídica de un derecho humano es un proceso largo y, a veces, doloroso. Pasó con las libertades de expresión y religiosa, con el de no discriminación por cuestiones raciales y, ahora, está ocurriendo con el de objeción de conciencia. Respecto a él caben dos posiciones: entenderlo como una especie de “delirio religioso”, una simple excepción a la norma legal, que conviene restringir , o, al contrario, entenderlo como una derivación evidente del derecho fundamental de libertad de conciencia, un verdadero derecho humano. En esta segunda perspectiva- la correcta- el derecho de objeción de conciencia debe perder su trasfondo de “ilegalidad más o menos consentida”. Solo desde una concepción totalizante del Estado puede mirarse la objeción de conciencia con sospecha, precisamente porque ocupa un lugar central, no marginal, en el ordenamiento jurídico, por la misma razón y de la misma manera que es central la persona humana. Los poderes públicos están obligados a procurar una adaptación razonable a los deberes de conciencia de los ciudadanos en la medida en que no perjudique un interés público superior. El Tribunal Supremo estadounidense lo ha expresado muy bien: “ Si hay alguna estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ninguna autoridad, del rango que sea, puede prescribir lo que es ortodoxo en política, religión u otras materias opinables, ni puede forzar a los ciudadanos a confesar, de palabra o de hecho, su fe en ellas”. -Existe el derecho a la objeción al servicio militar, a la objeción de conciencia de los médicos, etc. ¿Se puede objetar a todo o hay un límite? Rafael Navarro-Valls: Como ha señalado (1982) el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para que una objeción de conciencia pueda estimarse digna de ser tomada en consideración, la convicción o creencia que la motiva debe proceder “de un sistema de pensamiento suficientemente estructurado coherente y sincero”. Por su parte, una sentencia de la Cámara de los Lores en el caso Williamson (2005), exige, para que una creencia (religiosa o no) pueda ser tomada en cuenta , que sea “coherente con unos estándares elementales de dignidad humana”, referirse a “problemas fundamentales y no a “cuestiones triviales” y revestir un “cierto grado de seriedad e importancia”. Estas características se encuentran más fácilmente en creencias de trasfondo religioso, ya que implican un sistema coherente de creencias. Tal vez por eso, la objeción de conciencia ha marchado históricamente en paralelo con la libertad religiosa, constituyendo una de sus dimensiones más destacadas. Naturalmente, la libertad de conciencia no se agota en el marco de las convicciones religiosas. Existen otras de carácter filosófico, deontológico etc que también alimentan las objeciones de conciencia. Aparte de este criterio, en materia de límites de la objeción de conciencia, podemos mencionar algún criterio adicional. Tal vez el más destacable sea el nivel potencial de peligro social de los comportamientos. En principio, la pura actitud omisiva (no realizar un aborto, no formar parte de un jurado, no asistir a unas clases etc) ante una norma que obliga a hacer algo alcanza una cota de riesgo social menor que otras objeciones que llevan a una actitud activa frente a la norma legal, que prohibe un determinado comportamiento. Un ejemplo, el TS americano en el caso Reynolds rechazó la pretensión de la Iglesia 2 Mormona, basada en razones de conciencia, de que las leyes penales sobre la poligamia no se aplicaran a los fieles cuya religión se lo permitiera. La práctica de la poligamia, entendió el Tribunal, “contradice el orden público occidental que exige que el matrimonio sea monógamo”. En fin, por muy elevada que sea la sensibilidad de un determinado Derecho hacia el respeto a la libertad de conciencia, es claro que en algunos supuestos no podrán conciliarse del todo los bienes jurídicos en conflicto, es decir, que no se podrá adaptar la norma jurídica, en su totalidad, a las exigencias morales de conciencia de todos los ciudadanos. En tales situaciones, sin embargo, lo ideal es evitar respuestas simplistas de carácter negativo. El poder político debe hacer un esfuezo flexibilizador para buscar aquellas soluciones menos lesivas para la conciencia del objetor. -El caso reciente de la implantación en España de la objeción a la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, ¿entra en la definición de objeción de conciencia? Rafael Navarro-Valls: Desde luego. El derecho a elegir el tipo de educación que queremos dar (o no dar) a nuestros hijos forma parte de nuestro propio derecho a elegir una concepción del bien y a ponerla en práctica, sin interferencia de los poderes públicos. El problema se plantea cuando entre el Estado y los padres se da un desacuerdo sobre cuál es la mejor manera de preparar a los alumnos para participar en la vida política o asegurar su progreso moral. En estos casos, el Estado puede adoptar dos posiciones. La primera, decidir por sí mismo cuál es la mejor manera de asegurar el desarrollo de las competencias morales, cívicas y políticas de la nuevas generaciones. La segunda, decidir que no le corresponde a él dar una respuesta definitiva a la cuestión. Esta es la postura correcta, desde la vertiente de los derechos humanos y de una democracia madura. Por eso, la imposición legal de una asignatura de formación antropológica y moral con carácter general para todos los alumnos puede ser una clara infracción de los derechos constitucionales que corresponden a los padres, y que justifican que la lesión del derecho fundamental de libertad de conciencia sea amparado. En esa línea se mueve la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (casos Folgero y Zengin, 2007) y la del TS de los Estados Unidos de América que, en el caso Yoder (1972), ya decidió hace años que la libertad de los padres para educar moralmente a sus hijos está por encima del poder coercitivo del Estado en materia de escolarización obligatoria. De ahí la severa crítica que ha recibido el TS español al decretar en febrero de 2009, el rechazo de la objeción de conciencia planteada por numerosos padres ante la asignatura de Educación a la Ciudadanía. La debilidad del planteamiento jurídico del TS es evidente, cuando se comprueba que las sentencias aludidas van acompañadas nada menos que de diez votos particulares contrarios de los propios magistrados de la Sala. Las sentencias del TS han sido recurridas ante el Constitucional y el Tribunal de Derechos Humanos. Existen fundadas esperanzas de que, al final, los padres objetores sean tutelados en sus derechos. -¿Podría existir la objeción de conciencia fiscal, por ejemplo, ante el uso de fondos públicos para usos moralmente comprometidos, como el aborto? Rafael Navarro-Valls: Conviene advertir, ante todo, que la objeción de conciencia fiscal no suele ir dirigida contra el acto exigido por la ley – el abono de impuestos- si no más bien contra el destino que se hace de una parte de ellos. Por eso, los llamados objetores fiscales plantean como alternativa destinar a otros fines compatibles con su conciencia la cuota que inicialmente se niegan a pagar. No son, pues, evasores fiscales: su finalidad no es defraudar al fisco, sino evitar contribuir a gastos que entienden inmorales según su conciencia (gastos militares, financiación de abortos etc). Que yo sepa, se han presentado proyectos de ley a favor de la objeción fiscal en Estados Unidos, Canadá, Holanda, Bélgica, Alemania, Reino Unido Italia y España (éste último en junio de 2005, por el grupo parlamentario ERC). Por ahora no han obtenido la aprobación mayoritaria de las Cámaras. Sin embargo, alguna jurisprudencia canadiense y norteamericana ha aceptado formas similares a la objeción fiscal. En concreto, han protegido a objetores que, por razón de conciencia, rehusaban abonar las cuotas debidas a los sindicatos, destinando su importe a instituciones de beneficiencia o charities. En mi opinión, la aplicación inflexible del principio de no afectación del impuesto –que es el gran obstáculo para admitir la objeción fiscal- está siendo cada vez más contestado por la doctrina jurídica tributaria, hoy más proclive a concepciones impositivas basadas parcialmente en el principio del beneficio en lugar del de capacidad de pago: el ciudadano paga en función del beneficio que recibe de la actuación pública, y no sólo de su capacidad económica. Este tipo de consideraciones facilitarán que, en un futuro no lejano, se tomen en cuenta las opciones de conciencia, incluida la contraria a pagar impuestos destinados a financiar abortos. 3 cfr. La objeción de conciencia y la cuestión del aborto (II) Entrevista al catedrático de Derecho Rafael Navarro-Valls, por Inma Alvarez Zenit.org 25 de febrero de 2011. MADRID, viernes 25 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- La objeción de conciencia en el ámbito sanitario constituye hoy un asunto del máximo interés, ante legislaciones que paulatinamente están transformando, en varios países occidentales, el aborto en un derecho amparado por la ley. El caso de los médicos y profesionar sanitario que se niega a practicar o colaborar en un aborto ha llegado ya al Parlamento Europeo, que ha votado a favor de la objeción de conciencia. Otra de las prácticas que está empezando a ser objeto de objeción es el diagnóstico prenatal, especialmente en los casos en que éste pone en peligro la vida del feto. Sobre esta cuestión, el jurista español Rafael Navarro-Valls, catedrático de Derecho y colaborador habitual de ZENIT, donde dirige la columna “Observatorio Jurídico”, acaba de publicar, junto con el catedrático Javier Martínez Torrón, el libro Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia (Editorial IUSTEL). En esta entrevista concedida a ZENIT explica la naturaleza y los límites de la objeción de conciencia. - La objeción de conciencia presupone una objeción de conciencia rectamente formada? Es decir, ¿presupone que la ley positiva puede ser injusta, lo cual equivale reconocer un fundamento legal por encima de la ley positiva, una "ley natural" que obliga a la conciencia? Rafael Navarro-Valls: En principio, la objeción de conciencia es un derecho fundamental que, incluso, ampara la llamada conciencia errónea. El Estado no es competente para valorar las motivaciones que mueven a las conciencias de sus ciudadanos. Pero es evidente que, en muchos casos, el objetor actúa movido por una ley natural que está por encima de la ley positiva. Esto no es una anomalía. Cuando hace años se cumplió el medio siglo del inicio de ese drama judicial que fueron los juicios de Nurembreg se observó que, al rechazar la tesis de la “obediencia debida” a la ley nacional-socialista y a la cadena de mando cuando ordena atrocidades, se potenció la función ética que en la teoría clásica de la justicia corresponde a la conciencia personal. Nuremberg demostró que la cultura jurídica occidental se fundamenta en valores jurídicos radicales, por encima de decisiones de eventuales mayorías o imposiciones plebiscitarias. -¿Qué opina de las directivas europeas en el caso concreto de la objeción del personal sanitario contra el aborto? ¿Y de la ley del aborto española? ¿Por qué tanta reticencia a reconocer este derecho? Rafael Navarro-Valls: Las reticencias detectables a reconocer este derecho en toda su plenitud, han sufrido un varapalo jurídico severo por la reciente resolución 1763(2010) de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. En ella se establece una clara prohibición de coaccionar o discriminar a personas o instituciones que rehúsen –por cualquier razón- participar o colaborar en un aborto voluntario, eutanasia o cualquier acto que cause la muerte de un feto o embrión humano. Al tiempo, invita a los Estados miembros a que desarrollen una normativa que tutele en su plenitud la objeción de conciencia al aborto, garantizando al personal sanitario el derecho a abstenerse en cualquier tipo de prácticas abortivas o eutanásicas. Respecto a España, la regulación de la objeción de conciencia al aborto que hace la Ley Orgánica 2/2010, en la medida que intenta restringirla, choca frontalmente con la doctrina del Tribunal Constitucional l que, ya en el fundamento jurídico 14 de la STC 53/1985, la tutela ampliamente, al declararla parte integrante del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocida por el art. 16.1 de la Constitución española. Por otra parte, las cláusulas de la ley de 2010 que prevén la inserción de técnicas abortivas en los planes curriculares de ciertas carreras sanitarias justifican el que, varias Facultades de Medicina de Universidades españolas, hayan planteado objeción de conciencia institucional a dichas enseñanzas. Su argumentación: “No se puede solucionar la tragedia de un embarazo indeseado con la tragedia superior del aborto. Nuestro compromiso es formar profesionales para curar, investigar y ayudar”. Me recuerda la postura adoptada por dos anestesistas en una penitenciaría americana llamados a inyectar la inyección letal en un condenado a muerte. Su negativa se basó en este argumento: “Nosotros somos médicos, no verdugos”. -En algunos casos se ha planteado la objeción al diagnóstico prenatal, pues puede suponer una “condena a muerte” del feto. De llevarse esto al extremo, no podrían hacerse siquiera ecografías, pues 4 cualquier diagnóstico podría llevar a la madre a abortar. ¿En qué casos estaría justificado objetar? ¿Hay diferencia entre técnicas invasivas y no invasivas? Rafael Navarro-Valls: Para entender este tipo de objeciones, que efectivamente ya se han planteado por algunos ginecólogos, conviene recordar que esta técnica médica suele utilizarse para detectar malformaciones genéticas. Por ejemplo, la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia recomienda en sus protocolos que la amniocentesis se haga antes de la semana 22, para dar tiempo a abortar legalmente. De ahí que el examen prenatal habitual se relaciona con valores relacionados con la vida humana: afecta a las personas discapacitadas, como individuos y como grupo, así como al respeto a los derechos de autonomía de las mujeres embarazadas. En este contexto, las objeciones planteadas por ginecólogos se basan en los siguientes razonamientos: 1. No hay nada objetable en hacer controles obstréticos orientados a detectar situaciones que puedan ser prevenidas o puedan tratarse, incluso buscar enfermedades fetales para ser tratadas intraútero o tras el nacimiento ; 2. Pero, a veces, el diágnóstico prenatal supone un riesgo potencial desproporcionado para el hijo en gestación o carece de utilidad terapéutica. En estos supuestos se convierte en un instrumento eugenésico. Los hijos pueden ser abortados (y de hecho a veces lo son) con diagnósticos leves: labio leporino, pie zambo, patologías curables, como cardiopatías etc; 3. Es en estas situaciones cuando se han planteado las objeciones. En España, se han aceptado judicialmente la adopción de medidas cautelares para que el ginecólogo objetor pueda dejar de hacer esos diagnósticos, “pues los perjuicios que se le pueden causar serían de difícil reparación” (STSJ de Andalucía, 30 septiembre 2008). -Por último, pongamos el caso de un médico que se ve obligado a objetar ante una práctica médica que considera contraria a su conciencia. ¿Qué pasos debe seguir para tomar esa decisión? La objeción ¿debe ser o no la última posibilidad? Rafael Navarro-Valls: Antes de objetar en conciencia, el médico (incluido el de atención primaria, que en algunos paises es el primer obligado por ley a entregar a la mujer gestante la información sobre la práctica abortiva) debe comprobar que el aborto que se le propone es legal, es decir, incluido en los supuestos contemplado por la ley. Si no lo fuera, desde luego debe oponer lo que se llama la objeción de legalidad, es decir, la negativa a realizar una práctica abortiva, que puede ser delictuosa. Comprobado que el aborto es legal, es cuando puede oponer objeción de conciencia. El modo dependerá de cada legislación. En España, la nueva legislación de 2010 establece que la objeción debe manifestarse “anticipadamente y por escrito”, sin especificar nada más. Lo normal será hacerla ante el hospital o centro asistencial en el que se trabaje. Existen colegios médicos donde existe un registro de objetores: es prudente también que conste en ese registro. Basta objetar una vez y no es necesario ningún tipo de autorización. En caso de negativa por parte de la autoridad superior, es cuando el médico puede iniciar la vía administrativa y luego la judicial hasta que se dicte resolución judicial, hasta agotar todos los recursos. En todo caso, durante la duración de ese proceso o judicial el médico no está obligado a realizar el aborto en ningún caso. En España existe una Guía de objeción de conciencia sanitaria al aborto (editada por ANDOC , julio 2010) donde está muy bien explicado todos estos pasos que aquí resumo, al igual que la relación de personas (personal administrativo, médico, paramédico etc) que gozan del derecho a la objeción. A esta excelente Guía me remito. www.parroquiasantamonica.com

La conciencia y la ley. La conciencia no incluye solamente convicciones religiosas, sino también otras creencias. Probablemente, quien lo ha expresado con mayor claridad es el Tribunal Supremo norteamericano que ha afirmado: «Si hay alguna estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ninguna autoridad civil puede prescribir lo que es ortodoxo en política, religión u otras materias opinables, ni puede forzar a los ciudadanos a confesar, de palabra o de hecho, su fe en ellas» (Sentencia Barnette,1943).


1 La conciencia y la ley. La conciencia no incluye solamente convicciones religiosas, sino también otras creencias. Probablemente, quien lo ha expresado con mayor claridad es el Tribunal Supremo norteamericano que ha afirmado: «Si hay alguna estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ninguna autoridad civil puede prescribir lo que es ortodoxo en política, religión u otras materias opinables, ni puede forzar a los ciudadanos a confesar, de palabra o de hecho, su fe en ellas» (Sentencia Barnette,1943). Cfr. Rafael Navarro Valls presenta su nuevo estudio sobre el derecho a la objeción ¿Ley o conciencia? Alfa y Omega n. 727, 3 marzo 2011 Aistimos a «un Big Bang de objeciones de conciencia», es el punto de partida de este libro. A menudo, se trata realmente -exponen ustedes- de objeciones de legalidad. Por ejemplo, el objetor al aborto no apela sólo a sus creencias, sino a la protección debida a toda vida humana, un bien reconocido por el ordenamiento jurídico. Y los objetores a EpC aluden al derecho de los padres a elegir la formación moral y religiosa de sus hijos… Pero ante ese tipo de leyes, impregnadas de positivismo, ¿es posible negociar un compromiso con el poder, o la misma lógica de esas leyes lleva a quienes las promueven a anular el derecho a la objeción? La llamada objeción de legalidad es, simplemente, la negativa a realizar un determinado comportamiento exigido por la ley, aduciendo no tanto un problema de conciencia, cuanto una cuestión de legalidad. Los médicos pueden decir -como ha ocurrido en una penitenciaría de Texas con dos analistas que se negaron a poner la inyección letal a un condenado- que ellos «son médicos, no verdugos». Los padres que ven lesionado su derecho constitucional a ser los últimos responsables de la educación afectivo-sexual de sus hijos o de la conciencia moral de los mismos, pueden aducir que una asignatura como la EpC supone una intromisión ilícita en el derecho fundamental y constitucional de los padres a educar a sus hijos en sus propias convicciones morales y religiosas. Lo que ocurre es que el poder -consciente o no de esa lesión- puede reaccionar más fácilmente a la objeción de conciencia que a la de legalidad. Mientras que la jurisprudencia -en teoría- tendría que ser más receptiva con la de legalidad. Afirman ustedes: «Un tribunal civil no puede, ni debe juzgar si las convicciones alegadas son razonables; sólo debe determinar si son sinceras». Si se trata de proteger el derecho de cada cual a vivir según sus convicciones -no sólo a tener unas ideas en la cabeza-, parece una afirmación arriesgada… No tanto, si se tienen en cuenta los límites de las objeciones de conciencia. Por ejemplo, ante el poder (Ejecutivo o Judicial), su atención depende de que las motivaciones alegadas por los objetores procedan «de un sistema de pensamiento suficientemente estructurado, coherente y sincero» (Tribunal 2 Europeo de Derechos Humanos, caso Campbell contra Reino Unido, 1982 ). A su vez, la Cámara de los Lores (caso Williamson, 2005) habla de la necesidad de que la objeción de conciencia sea coherente con «estándares elementales de dignidad humana y se revista de un cierto grado de seriedad e importancia». Características más fáciles de encontrar en la conciencia religiosa. Tal vez por eso, la objeción de conciencia, aunque incluye desde luego también convicciones no religiosas, ha marchado históricamente en paralelo con la libertad religiosa. ¿Por qué se tiende hoy a favorecer las pretensiones del ateo sobre el creyente, como si debiera ser protegido de resultar contaminado por la fe de los demás. ¿Es activismo judicial? ¿Se trata quizá de un efecto del proceso de secularización, con incidencia en el Derecho, en normas y Sentencias que reafirman una cosmovisión que excluye a Dios? La conciencia no incluye solamente convicciones religiosas, sino también otras creencias. Probablemente, quien lo ha expresado con mayor claridad es el Tribunal Supremo norteamericano, quien entendió tutelables «creencias que ocupan en la conciencia el lugar que Dios ocupa en la conciencia religiosa». Añadiendo: «Si hay alguna estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ninguna autoridad civil puede prescribir lo que es ortodoxo en política, religión u otras materias opinables, ni puede forzar a los ciudadanos a confesar, de palabra o de hecho, su fe en ellas» (Sentencia Barnette,1943). www.parroquiasantamonica.com

Conciencia. Polémica sobre la objeción de conciencia en Estados Unidos. El pasado febrero, el presidente Obama eliminó las garantías para proteger la libertad de conciencia de los profesionales sanitarios. Por otra parte, un juez de Illinois anuló una ley de ese estado que obligaba a los farmacéuticos a dispensar la píldora del día siguiente y otros “anticonceptivos de emergencia”, sin que pudieran alegar objeción de conciencia.


1 Conciencia. Polémica sobre la objeción de conciencia en Estados Unidos. El pasado febrero, el presidente Obama eliminó las garantías para proteger la libertad de conciencia de los profesionales sanitarios. Por otra parte, un juez de Illinois anuló una ley de ese estado que obligaba a los farmacéuticos a dispensar la píldora del día siguiente y otros “anticonceptivos de emergencia”, sin que pudieran alegar objeción de conciencia. Cfr. Polémica sobre la objeción de conciencia en Estados Unidos. Juan Meseguer, Aceprensa 11 Abril 2011 El pasado febrero, el presidente Obama eliminó las garantías establecidas por Bush en 2008 para proteger la libertad de conciencia de los profesionales sanitarios, con una actualización de las normas dictadas a partir de los años setenta (cfr. Aceprensa, 26-11-2008). Al llegar a la Casa Blanca, la Administración Obama anunció que quería revisar aquellas disposiciones. Y entonces se armó el revuelo. Mientras que el Ministerio de Sanidad aseguraba que los ajustes realizados por Bush sólo añadían “confusión” al debate, llegaron a la Casa Blanca más de 300.000 comentarios sobre el asunto; de ellos, al menos dos tercios estaban a favor de conservar las normas de 2008 (cfr. The Lancet, 19-03-2011). Finalmente Obama decidió anular la orden de Bush, que pretendía asegurar la protección otorgada por las leyes a los empleados de instituciones subvencionadas por el Departamento de Sanidad. Las disposiciones de 2008 exigían una certificación de que se cumplen las normas legales relativas a los objetores y facilitaba un cauce para presentar quejas a quienes consideraran haber sido discriminados por motivos de conciencia. o Propuesta una ley para proteger a los objetores A esta polémica hay que añadir la aprobación de la Patient Protection and Affordable Care Act (PPACA), una ley que desarrolla algunos aspectos de la reforma sanitaria de Obama y que, según la aplicación que se haga de ella, podría poner en un aprieto al personal sanitario que se opone a ciertas prácticas en virtud de sus convicciones morales o sus creencias religiosas. En efecto, la PPACA establece –entre otras prestaciones– los llamados “servicios preventivos para las mujeres”; algo que, según Planned Parenthood y otras organizaciones abortistas, exigiría dispensar los “anticonceptivos de emergencia” aprobados por la Food and Drug Administration (o sea, la píldora del siguiente y otros análogos con efecto abortivo) y ciertas prácticas como la fecundación in vitro. Así las cosas, dos congresistas norteamericanos –el republicano Jeff Fortenberry (Nebraska) y el demócrata Dan Boren (Oklahoma)– introdujeron en marzo una propuesta de ley en la Cámara de Representantes para proteger la libertad de conciencia del personal sanitario. La llamada Respect for Rigths of Conscience Act se limita a garantizar que ningún individuo ni ningún colectivo se vea obligado a actuar en contra de sus convicciones; sobre todo cuando ya hay profesionales dispuestos a realizar ciertas prácticas. En una carta dirigida con fecha de 6 de abril a todos los miembros de la Cámara de Representantes, el cardenal Daniel DiNardo –presidente del Comité de Actividades Pro Vida de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos– recuerda que lo que está en juego aquí es la protección de la libertad religiosa y el derecho a la objeción de conciencia. Tras subrayar que la PPACA “respeta la libertad religiosa en algunos contextos”, DiNardo considera “arbitrario e inexplicable el hecho de que no proteja a las muchas confesiones religiosas –incluidas aquellas que constituyen el núcleo duro del sistema de asistencia sanitaria sin ánimo de lucro de este país–, cuyas enseñanzas morales se oponen a ciertas técnicas”. Por eso, el cardenal pide a los representantes –tanto a los que votaron a favor de la PPACA como a los que votaron en contra– que se unan para promover la Respect for Rigths of Conscience Act. 2 o Sentencia favorable a la objeción de conciencia Precisamente el día antes de la misiva de DiNardo, un juez de Illinois anuló una ley de ese estado que obligaba a los farmacéuticos a dispensar la píldora del día siguiente y otros “anticonceptivos de emergencia”, sin que pudieran alegar objeción de conciencia. Los demandantes, Luke VanderBleek y Glenn Kosirog, son los dueños de una farmacia con sede en Illinois. Durante seis años han estado batallando en los tribunales para impedir que una ley les obligue a actuar contra su conciencia. Aunque la sentencia se puede recurrir, el abogado de los demandantes no ha dudado en considerarla como “una gran victoria para el derecho a la objeción de conciencia”. En su decisión, el juez John W. Belz declara que la ley recurrida vulnera la cláusula de libertad religiosa de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos y dos leyes del estado de Illinois: la Health Care Right of Conscience Act y la Illinois Religious Freedom Restoration Act. Entre otros argumentos, Belz sostiene que las autoridades de Illinois no han logrado probar en este caso que la negativa de los farmacéuticos objetores a dispensar los anticonceptivos haya supuesto una amenaza para la salud de nadie. Para Charmaine Yoest, presidenta de la organización Americans United for Life, esta sentencia hace justicia a los demandantes que ya no tendrán que elegir entre vulnerar sus creencias religiosas o vulnerar una ley inconstitucional, dice en declaraciones a LifeNews.com (5-04-2011). www.parroquiasantamonica.com

Domingo 6º de Pascua Ciclo A (2011). El Espíritu Santo, Espíritu de verdad. El Espíritu Santo es luz de las conciencias. La conciencia es una “propiedad clave del sujeto personal” que se refiere a la dignidad de la persona humana; la fatiga de la conciencia: tiene dificultades por los determinismos, condicionamientos y presiones que ejercen sobre ella diversos mecanismos y estructuras. No es fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno y lo que es malo


1 Domingo 6º de Pascua Ciclo A (2011). El Espíritu Santo, Espíritu de verdad. El Espíritu Santo es luz de las conciencias. La conciencia es una “propiedad clave del sujeto personal” que se refiere a la dignidad de la persona humana; la fatiga de la conciencia: tiene dificultades por los determinismos, condicionamientos y presiones que ejercen sobre ella diversos mecanismos y estructuras. No es fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno y lo que es malo Cfr. 6 Pascua Ciclo A Evangelio: Juan 14, 15-21; 1 Pedro 3, 15-18 - 29 mayo 2011 Juan 14, 15-21: 15 «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16 Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, 17 el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. 18 No os dejaré huérfanos, volveré. 19 Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. 20 Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. 21 El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él. » El Señor, antes de su partida, promete el envío del Espíritu Santo, que es, por tanto, un don suyo: “yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre” (Jn 14,15); “No os dejaré huérfanos, y volveré a vosotros” (Jn 14, 18). Paráclito significa «llamado junto a uno», con la finalidad de consolar, acompañar, defender, proteger ... Paráclito se traduce por «Consolador», «Abogado», «Mediador». La misión del Espíritu Santo es que Jesús viva en nosotros, traernos y hacer presente a Jesucristo en nuestras vidas. CEC 692: Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el «Paráclito», literalmente «aquel que es llamado junto a uno», «advocatus» (Jn 14, 16.26; 15, 26; 16, 7). «Paráclito» se traduce habitualmente por «Consolador», siendo Jesús el primer consolador (Cf 1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo «Espíritu de Verdad» (Jn 16, 13). CEC 693: Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los apóstoles, en S. Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (12), el Espíritu de adopción (13), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y en S. Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14) 1. Dentro de dos semanas, celebra la Iglesia Católica la solemnidad de Pentecostés. Hoy, en el Evangelio, se refiere el primero de los 5 textos sobre el Espíritu Santo que encontramos en el discurso de Jesús después de la Cena. “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14,16): breve resumen sobre la acción del Espíritu Santo • Biblia de Jerusalén 14,16: “Primero de los cinco textos sobre el Espíritu (Paráclito, Espíritu de verdad, Espíritu santo) en el discurso después de la Cena. Enviado por el Padre (o por Cristo) después de la marcha de Jesús (16,7; 7,39; Hch 2,33), permanecerá para siempre junto a los discípulos (14, 15-17), para recordar y completar la enseñanza de Cristo (14, 25-26), conduciendo a los discípulos por los caminos de la verdad (8,32+), y explicándoles el sentido de los acontecimiento futuros (16, 12-15; ver 2,22; 12,16; 13,7; 20,9). El glorificará a Cristo (16,14), en el sentido de que atestiguará (15, 26-27; 1 Jn 5, 6-7) que su misión venía efectivamente de Dios y que el mundo, engañado por su Príncipe, el «padre de la mentira» (8,44), se ha equivocado no creyendo en él (16, 7-11). (...)” 2. “El Espíritu de la verdad” (Jn 14, 17): algunos aspectos o contenidos. En el hombre hay dos tendencias inherentes: el «espíritu de verdad» y el «espíritu de error». • Biblia de Jerusalén, Jn 14,17: “La expresión proviene de Qumrán, donde se contraponía • «espíritu de verdad» y «espíritu de error» (ver 1 Juan 4,6+), para designar dos tendencias inherentes al hombre. Aquí, el Espíritu de verdad (8,32+), está personalizado (confrontar con 2 Juan 1-2) texto que calca el de Jn 14,17 c.” • 1 Jn 4,6: “Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, el que no es de Dios no nos • escucha. En esto reconocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error”. Biblia de Jerusalén: “El tema de los dos espíritus es conocido del Judaísmo (por ejemplo, Qumrán), afín al de las dos vías (Dt 11, 26-28; Mt 7, 13-14+). El hombre está situado entre dos mundos, «es» del uno o del otro 2 participando de su espíritu (3, 8.19). La victoria final de los creyentes no ofrece duda (v. 4; 2, 13- 14; 5, 4-5)." En San Juan, la «verdad» tiene un sentido amplio, que comprende la fe y el amor. Se «camina en la verdad» cuando se cumplen los mandamientos en el amor. • 1 Juan 2,4: “Quien dice: «Yo le conozco y no guarda los mandamientos es un mentiroso y la • verdad no está en él»”; 1 Juan 3,23: “Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo”; 1 Juan 3,18: “Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad”; 2 Juan 4-6: “Me alegré mucho al encontrar entre tus hijos a quienes viven en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. Y ahora te ruego, Señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros. Y en este consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor”. 3 Juan 3-4 ss: “Me alegré mucho cuando vinieron unos hermanos que daban testimonio de tu verdad, y de cómo vives en la verdad. No siento alegría mayor que oir que mis hijos caminan en la verdad”; Juan 3, 21: “El que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios”; Juan 18, 37: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Conocimiento de la verdad en la Biblia (sentido semítico): es principio de vida moral, caminamos según sus directrices, obramos conforme a sus exigencias, etc. • Juan 8, 32: Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Biblia de Jerusalén, Jn 8,32: “La verdad es la expresión de la voluntad de Dios sobre el hombre, tal como nos ha sido transmitida por Cristo (8, 40.45; 17,17). Nosotros «conocemos» en el sentido (semítico) de que permanece en nosotros (2 Jn 1,2), como un principio de vida moral: «andamos» (=vivimos) según sus directrices (3 Jn 3-4; Sal 86,11); «hacemos la verdad» (3,21; 1 Jn 1,6; ver Tb 4,6), es decir, obramos conforme a lo que ella exige de nosotros. Se contrapone, pues, al «mundo» (1,9+), como una especie de clima ético: los que son «del mundo» no pueden sino odiarla (15,19; 17, 14-16), los que son «de la verdad» obedecen al mensaje de amor que Cristo nos ha transmitido de parte de Dios (18,37; 1 Jn 3, 18-19). Y son santificados por la verdad lo mismo que por la palabra de Cristo (17,17; 15,3). Por cuanto esta verdad se nos da por Cristo, éste puede afirmar que él es la Verdad que nos conduce al Padre (14,6+), del mismo modo que, después de su retorno junto al Padre, será el Espíritu el que, guiándonos hacia la verdad completa (16,13), será la Verdad (1 Jn 5,6), o el Espíritu de verdad (14,17+). Un conocimiento que implica el empeño de toda la vida • 1 Tmoteo 2,4: “Dios, nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y llegue al conocimiento pleno de la verdad”; Biblia de Jerusalén 1 Timoteo 2,4: “ La salvación es conocimiento de la verdad (1 Timoteo 4,3; 2 Tm 2,25; 3,7; Tt 1,1).Pero ese conocimiento importa el empeño de toda la vida (ver Oseas 2,22+; Juan 8,32+; 10,14+; 2 Tesalonicenses 2,12; etc.)” 3. El Espíritu de verdad: el Espíritu Santo y las conciencias cfr.Enc.Dominum et vivificantem, nn. 42-45 I El Espíritu Santo, es luz de los corazones, es decir, de las conciencias. • Cfr. Secuencia Domingo de Pentecostés Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem (DV) 42: «Convirtiéndose en « luz de los corazones », (Cf. Secuencia Veni, Sancte Spiritus) es decir de las conciencias, el Espíritu Santo « convence en lo referente al pecado », o sea hace conocer al hombre su mal y, al mismo tiempo, lo orienta hacia el bien.» II Importancia de la conciencia (Dominum et vivificantem, 43) La conciencia es la capacidad específica del hombre de discernir el bien que es “la propiedad clave del sujeto personal” y se refiere a la dignidad de la persona humana. • Juan Pablo II, DV, 43: “El Concilio Vaticano II ha recordado la enseñanza católica sobre la conciencia, al hablar de la vocación del hombre y, en particular, de la dignidad de la persona humana. Precisamente la conciencia decide de manera específica sobre esta dignidad. En efecto, la conciencia es « el 3 núcleo más secreto y el sagrario del hombre », en el que ésta se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo. Esta voz dice claramente a « los oídos de su corazón advirtiéndole ... haz esto, evita aquello ». Tal capacidad de mandar el bien y prohibir el mal, puesta por el Creador en el corazón del hombre, es la propiedad clave del sujeto personal”. • Benedicto XVI, Benedicto XVI, Discurso a un congreso organizado, entre otros, por la Academia de las Ciencias deParís, 28 enero 2008: : El hombre tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el bien. Impresa en él como un sello, la sindéresis le lleva a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, cuando el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades ofrecidas, es más importante que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se transforme en el criterio del bien, y el hombre sea respetado como centro de la creación y no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias, ni tampoco de abuso de los más fuertes sobre los más débiles. Se trata de peligros cuyas manifestaciones hemos podido conocer a lo largo de la historia humana, y en particular en el siglo XX. III La conciencia no es fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno y lo que es malo • Juan Pablo II, DV 43: “Pero, al mismo tiempo, «en lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley de una ley que él no se dicta a si mismo, pero a la cual debe obedecer ».(165) La conciencia, por tanto, no es una fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o malo; al contrario, en ella está grabado profundamente un principio de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condiciona la congruencia de sus decisiones con los preceptos y prohibiciones en los que se basa el comportamiento humano, como se entrevé ya en la citada página del Libro del Génesis.(Cfr. Gen 2, 9.17)”. a) Si la conciencia es recta ayuda a resolver numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. • Juan Pablo II, DV 43: “Si la conciencia es recta, ayuda entonces a « resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad ». Entonces « mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad ». (Cfr. Gaudium et spes, 16)”. b) El fruto de la recta conciencia es llamar por su nombre al bien y al mal. Las prácticas que degradan la civilización humana. • Juan Pablo II, DV 43: Fruto de la recta conciencia “Fruto de la recta conciencia es, ante todo, el llamar por su nombre al bien y al mal, como hace por ejemplo la misma Constitución pastoral: « Cuanto atenta contra la vida —homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado—; cuanto viola la integridad de la persona, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana »; y después de haber llamado por su nombre a los numerosos pecados, tan frecuentes y difundidos en nuestros días, la misma Constitución añade: « Todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, que degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador ».(Cfr. Gaudium et spes, 27)”. c) la fatiga de la conciencia. A menudo cuesta mucho reconocer el mal en uno mismo: cfr. DV n. 45 - «Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho.»; - La conciencia juzga; es también fuente de remordimiento: sufre interiormente por el mal cometido. “Se sabe que la conciencia no sólo manda o prohibe, sino que juzga a la luz de las órdenes y de las prohibiciones interiores. Es también fuente de remordimiento: el hombre sufre interiormente por el mal cometido. ¿No es este sufrimiento como un eco lejano de aquel « arrepentimiento por haber creado al hombre », que con lenguaje antropomórfico el Libro sagrado atribuye a Dios; de aquella « reprobación » que, inscribiéndose en el « corazón » de la Trinidad, en virtud del amor eterno se realiza en el dolor de la Cruz y en la obediencia de Cristo hasta la muerte? Cuando el Espíritu de la verdad permite a la conciencia humana la participación en aquel dolor, entonces el sufrimiento de la conciencia es particularmente profundo y también salvífico. Pues, por medio de un acto de contrición perfecta, se realiza la auténtica conversión del corazón: es la « metanoia » evangélica. 4 La fatiga del corazón humano y la fatiga de la conciencia, donde se realiza esta « metanoia » o conversión, es el reflejo de aquel proceso mediante el cual la reprobación se transforma en amor salvífico, que sabe sufrir. El dispensador oculto de esa fuerza salvadora es el Espíritu Santo, que es llamado por la Iglesia « luz de las conciencias », el cual penetra y llena « lo más íntimo de los corazones » humanos.(176) Mediante esta conversión en el Espíritu Santo, el hombre se abre al perdón y a la remisión de los pecados.” IV. En el conocimiento de la verdad, la conciencia del hombre tiene dificultades por los determinismos, condicionamientos y presiones que ejercen sobre él diversos mecanismos y estructuras, de los que es liberado por la fuerza y luz del Espíritu Santo 1 . • Juan Pablo II, DV 60: “Cuando, bajo el influjo del Paráclito, los hombres descubren esta dimensión divina de su ser y de su vida, ya sea como personas ya sea como comunidad, son capaces de liberarse de los diversos determinismos derivados principalmente de las bases materialistas del pensamiento, de la praxis y de su respectiva metodología. En nuestra época estos factores han logrado penetrar hasta lo más íntimo del hombre, en el santuario de la conciencia, donde el Espíritu Santo infunde constantemente la luz y la fuerza de la vida nueva según la libertad de los hijos de Dios. La madurez del hombre en esta vida está impedida por los condicionamientos y las presiones que ejercen sobre él las estructuras y los mecanismos dominantes en los diversos sectores de la sociedad. Se puede decir que en muchos casos los factores sociales, en vez de favorecer el desarrollo y la expansión del espíritu humano, terminan por arrancarlo de la verdad genuina de su ser y de su vida, —sobre la que vela el Espíritu Santo— para someterlo así al « Príncipe de este mundo ». El gran Jubileo del año dos mil contiene, por tanto, un mensaje de liberación por obra del Espíritu, que es el único que puede ayudar a las personas y a las comunidades a liberarse de los viejos y nuevos determinismos, guiándolos con la « ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús » (Rom 8, 2), descubriendo y realizando la plena dimensión de la verdadera libertad del hombre. En efecto —como escribe San Pablo— « donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad » (2 Cor 3, 17). Esta revelación de la libertad y, por consiguiente, de la verdadera dignidad del hombre adquiere un significado particular para los cristianos y para la Iglesia en estado de persecución —ya sea en los tiempos antiguos, ya sea en la actualidad—, porque los testigos de la verdad divina son entonces una verificación viva de la acción del Espíritu de la verdad, presente en el corazón y en la conciencia de los fieles, y a menudo sellan con su martirio la glorificación suprema de la dignidad humana. También en las situaciones normales de la sociedad los cristianos, como testigos de la auténtica dignidad del hombre, por su obediencia al Espíritu Santo, contribuyen a la múltiple « renovación de la faz de la tierra », colaborando con sus hermanos a realizar y valorar todo lo que el progreso actual de la civilización, de la cultura, de la ciencia, de la técnica y de los demás sectores del pensamiento y de la actividad humana, tiene de bueno, noble y bello (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 53-59). Esto lo hacen como discípulos de Cristo, —como escribe el Concilio— « constituido Señor por su resurrección ... obra ya por virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin » (Ibid., 38). De esta manera, afirman aún más la grandeza del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios; grandeza que es iluminada por el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, el cual, « en la plenitud de los tiempos », por obra del Espíritu Santo, ha entrado en la historia y se ha manifestado como verdadero hombre, primogénito de toda criatura, « del cual proceden todas las cosas y para el cual somos » (1 Corintios 8, 6). www.parroquiasantamonica.com 1 En diversos números del Catecismo se explican los obstáculos o dificultades que tiene el hombre para conocer la verdad en sus diversos aspectos: por ejemplo, n. 37 (los que se refieren al conocimiento de Dios), y los medios para superar esos obstáculos.

La conciencia. El reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia es una de las grandes conquistas de la edad moderna. Si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro.


1 La conciencia. El reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia es una de las grandes conquistas de la edad moderna. Si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro. Cfr. Benedicto XVI, Discurso al mundo cultural, político, académico y empresarial en Zagreb (Croacia), 4 de junio de 2011. Señor Presidente,Señores Cardenales,Ilustres Señores y Señoras, Queridos hermanos y hermanas Me alegra mucho entrar en lo vivo de mi visita encontrándome con ustedes, que representan ámbitos cualificados de la sociedad croata y al Cuerpo Diplomático. Mi cordial saludo se dirige personalmente a cada uno y también a las entidades vitales a las que pertenecen: a las comunidades religiosas, a las instituciones políticas, científicas y culturales, a los sectores artísticos, económicos y deportivos. Doy cordialmente las gracias a Mons. Puljic y al Profesor Zurak por las amables palabras que me han dirigido, así como a los músicos que me han acogido con el lenguaje universal de la música. La dimensión de la universalidad, característica del arte y de la cultura, es particularmente connatural al Cristianismo y a la Iglesia católica. Cristo es plenamente hombre, y todo lo que es humano encuentra en Él y en su Palabra plenitud de vida y significado. Este espléndido teatro es un lugar simbólico, que manifiesta vuestra identidad nacional y cultural. Poder encontraros aquí a todos juntos es otro motivo de alegría del espíritu, porque la Iglesia es un misterio de comunión y se alegra siempre de la comunión, en la riqueza de la diversidad. La participación de los representantes de otras Iglesias y Comunidades cristianas, así como también de la religión judía y musulmana, contribuye a recordar que la religión no es una realidad separada de la sociedad, sino un componente suyo connatural, que constantemente evoca la dimensión vertical, la escucha de Dios como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia y de la reconciliación en la verdad. La religión pone al hombre en relación con Dios, Creador y Padre de todos, y, por tanto, debe ser un factor de paz. Las religiones deben purificarse siempre según esta verdadera esencia suya para corresponder a su genuina misión. o La conciencia, tema central de la breve reflexión. Hay que confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo, la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos. Y aquí quisiera introducir el tema central de mi breve reflexión: el de la conciencia. Éste atraviesa los diferentes campos en los que ustedes están comprometidos y es fundamental para una sociedad libre y justa, tanto en el plano nacional como supranacional. Naturalmente, pienso en Europa, a la que desde siempre Croacia pertenece en el ámbito histórico-cultural y a la que está por entrar en el político-institucional. Pues bien, hay que confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo, la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos. Si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro. La calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto “crítico” que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral, la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución. En cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de 2 escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro. o Es necesario recordar las raíces cristianas del continente europeo, y es importante leer en profundidad dichas raíces. Agradezco al Profesor Zurak que haya recordado las raíces cristianas de numerosas instituciones culturales y científicas de este País, como ha sucedido también en todo el continente europeo. Es necesario recordar estos orígenes, además, por fidelidad a la verdad histórica, y es importante saber leer en profundidad dichas raíces, para que puedan dar ánimo también al hoy. Es decir, es decisivo percibir el dinamismo que hay en un acontecimiento, como, por ejemplo, el nacimiento de una universidad, o de un movimiento artístico o de un hospital. Hay que comprender el porqué y el cómo de lo que ha sucedido, para apreciar en el hoy dicho dinamismo, que es una realidad espiritual que llega a ser cultural y por tanto social. Detrás de todo hay hombres y mujeres, personas, conciencias, movidas por la fuerza de la verdad y del bien. Se han citado algunos hijos ilustres de esta tierra. Quisiera detenerme en el Padre Ruđer Josip Bošković, jesuita, nacido en Dubrovnik hace ahora trescientos años, el 18 de mayo de 1711. Él encarna muy bien la buena compenetración entre fe y ciencia, que se estimulan mutuamente para una búsqueda al mismo tiempo abierta, diversificada y capaz de síntesis. Su obra cumbre, la Theoria philosophiae naturalis, publicada en Viena, y después en Venecia a mitad del siglo XVIII, tiene un subtítulo muy significativo: redacta ad unicam legem virium in natura existentium, es decir, “según la única ley de las fuerzas existentes en la naturaleza”. En Bošković encontramos el análisis, el estudio de las múltiples ramas del saber, pero también la pasión por la unidad. Y esto es típico de la cultura católica. Por eso mismo, la fundación de una Universidad Católica en Croacia es signo de esperanza. Deseo que ella contribuya a crear unidad entre los diversos ámbitos de la cultura contemporánea, los valores y la identidad de vuestro Pueblo, dando continuidad a la fecunda contribución eclesial a la historia de la noble Nación croata. Volviendo al Padre Bošković, los expertos dicen que su teoría de la “continuidad”, válida tanto en la ciencias naturales como en la geometría, concuerda de forma excelente con alguno de los grandes descubrimientos de la física contemporánea. ¿Qué podemos decir? Rindamos homenaje al ilustre croato, pero también al auténtico jesuita; honremos al cultivador de la verdad que sabe bien lo mucho que ésta lo supera, pero que, a la luz de la verdad, sabe también emplear a fondo los recursos de la razón que Dios mismo le ha dado. o La formación de las conciencias El aprendizaje del sentido de la comunidad fundada en el don, no en el interés económico o en la ideología, sino en el amor. La lógica de la gratuidad en los diversos ámbitos de la vida. Pero, además del elogio, es preciso también valorar el método, la apertura mental de estos grandes hombres. Volvamos, por tanto, a la conciencia como clave para el desarrollo cultural y la construcción del bien común. En la formación de las conciencias, la Iglesia ofrece a la sociedad su contribución más singular y valiosa. Una contribución que comienza en la familia y que encuentra un apoyo importante en la parroquia, donde niños y adolescentes, y también los jóvenes, aprenden a profundizar en la Sagrada Escritura, que es el “gran código” de la cultura europea; y aprenden al mismo tiempo el sentido de la comunidad fundada en el don, no en el interés económico o en la ideología, sino en el amor, que es “la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” (Caritas in veritate, 1). Esta lógica de la gratuidad, aprendida en la infancia y la adolescencia, se vive después en otros ámbitos, en el juego y el deporte, en las relaciones interpersonales, en el arte, en el servicio voluntario a los pobres y los que sufren, y una vez asimilada se puede manifestar en los ámbitos más complejos de la política y la economía, trabajando por una polis que sea acogedora y hospitalaria y al mismo tiempo no vacía, no falsamente neutra, sino rica de contenidos humanos, con una fuerte dimensión ética. Aquí es donde 3 los fieles laicos están llamados a aprovechar generosamente su formación, guiados por los principios de la Doctrina social de la Iglesia, en favor de una laicidad auténtica, de la justicia social, la defensa de la vida y la familia, la libertad religiosa y de educación. Ilustres amigos, su presencia y tradición cultural croata me han sugerido estas breves reflexiones. Se las dejo como signo de mi estima y sobre todo de la voluntad de la Iglesia de caminar con la luz del Evangelio en medio de este pueblo. Les doy las gracias por su atención y bendigo de corazón a todos ustedes, a sus seres queridos y sus actividades. www.parroquiasantamonica.com

La conciencia según John Henry Newman. La conciencia, la capacidad del hombre para reconocer la verdad, le impone al mismo tiempo el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentre. Conciencia es capacidad de verdad y obediencia en relación con la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto.


1 La conciencia según John Henry Newman. La conciencia, la capacidad del hombre para reconocer la verdad, le impone al mismo tiempo el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentre. Conciencia es capacidad de verdad y obediencia en relación con la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto. Cfr. Hace un año el Papa proclamó beato al teólogo inglés John Henry Newman - Doctor de la conciencia – Osservatore Romano en castellano, 25 de septiembre de 2011 Un año atrás, el 19 de septiembre de 2010, Benedicto XVI proclamó beato al famoso teólogo inglés John Henry Newman. Durante el encuentro navideño con la Curia romana, celebrado el 20 de diciembre de 2010, el Papa hablaba otra vez de Newman, recordando, entre otras cosas, la actualidad de su concepción de conciencia: «En el pensamiento moderno, la palabra “conciencia” significa que en materia de moral y de religión, la dimensión subjetiva, el individuo, constituye la última instancia de la decisión. […] La concepción que Newman tiene de la conciencia es diametralmente opuesta. Para él “conciencia” significa la capacidad de verdad del hombre: la capacidad de reconocer en los ámbitos decisivos de su existencia —religión y moral— una verdad, “la” verdad. La conciencia, la capacidad del hombre para reconocer la verdad, le impone al mismo tiempo el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentre. Conciencia es capacidad de verdad y obediencia en relación con la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto. El camino de las conversiones de Newman es un camino de la conciencia, no un camino de la subjetividad que se afirma, sino, por el contrario, de la obediencia a la verdad que paso a paso se le abría». Newman experimentó que conciencia y verdad se pertenecen, se sostienen y se iluminan recíprocamente; que la obediencia a la conciencia conduce a la obediencia a la verdad. Recurriendo frecuentemente a la experiencia propia, el pensamiento de Newman sobre la conciencia es moderno y personalista, caracterizado por una evidente impronta agustiniana. Para entrar en la cuestión, es necesario al principio describir brevemente el significado de la conciencia según Newman. Con el tiempo, el término conciencia ha asumido múltiples significados, que en parte son incluso contradictorios entre sí. Newman —se lee en Sermon Notes— describe el motivo central de estos contrastes con las siguientes palabras: «En cuanto a la conciencia, para el hombre existen dos modalidades de seguirla. En la primera, la conciencia forma sólo una especie de intuición hacia lo que es oportuno, una tendencia que nos recomienda una cosa u otra. En la segunda, es el eco de la voz de Dios. Todo depende de esta diferencia. La primera vía no es la de la fe; la segunda lo es». En la célebre Carta al Duque de Norfolk (1874), Newman profundiza en esta temática. Escribe al respecto: «Cuando los hombres apelan a los derechos de la conciencia, no entienden en absoluto los derechos del Creador, ni el deber que, tanto en el pensamiento como en la acción, tiene la criatura hacia Él. Ellos entienden el derecho de pensar, hablar, escribir y actuar según el propio juicio y el propio ánimo sin pensar en Dios (…). La conciencia tiene derechos porque tiene deberes; pero al día de hoy, para buena parte de la gente, el derecho y la libertad de conciencia consisten 2 precisamente en desembarazarse de la conciencia, en ignorar al Legislador y Juez, en ser independientes de obligaciones que no se ven. Consiste en la libertad de abrazar o no una religión (…). La conciencia es una consejera severa, pero en este siglo se ha reemplazado con una falsificación de la que los dieciocho siglos precedentes jamás habían oído hablar o de la que, si hubieran oído, nunca se habrían dejado engañar: es el derecho a actuar según el propio placer». Esta descripción vale sustancialmente también para nuestro tiempo: la conciencia se confunde hoy frecuentemente con la opinión personal, el sentimiento subjetivo, el arbitrio. Para muchos ya no significa la responsabilidad de la criatura frente al Otro, sino la total independencia, la absoluta autonomía, la pura subjetividad. El santuario de la conciencia ha sido «desacralizado». La responsabilidad frente al Otro se ha desterrado de la conciencia. Las consecuencias de esta interpretación secularizada de la conciencia están dolorosamente a la vista. Emancipándose de la responsabilidad respecto a Dios, de hecho el hombre tiende a segregarse hasta del prójimo. Vive en el mundo del propio yo, a menudo sin preocuparse del otro, sin interesarse por el prójimo, sin sentirse corresponsable del otro. El puro individualismo, la búsqueda ilimitada del placer y del poder y la complacencia sin límites oscurecen el mundo y hacen cada vez más difícil la convivencia pacífica entre los hombres. Newman en cambio defiende decididamente el significado trascendente de la conciencia. Para él la conciencia no es una realidad puramente autónoma, sino esencialmente teocéntrica —un «santuario» en el cual el Otro se dirige personalmente a cada alma—. Con los grandes doctores de la Iglesia él confirma que el Creador ha impreso su ley en la criatura racional. «Esta ley, en cuanto es percibida por la mente de cada hombre, se llama “conciencia” y aunque pueda sufrir refracciones distintas al pasar a través de la inteligencia de cada ser humano, no por ello se resquebraja hasta el punto de perder su carácter de ley divina, sino que sigue manteniendo, como tal, el derecho a ser obedecida». El propio Newman describe el significado y la dignidad de la conciencia con palabras maravillosas: «La norma y la medida del deber no es la utilidad, ni la conveniencia, ni la felicidad del mayor número de personas, ni la razón de Estado, ni la oportunidad, ni el orden o el pulchrum. La conciencia no es un egoísmo clarividente, ni el deseo de ser coherentes con uno mismo, sino la mensajera de Aquél que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, nos habla tras un velo y nos amaestra y nos gobierna por medio de sus representantes. La conciencia es el originario vicario de Cristo, profética en sus palabras, soberana en su perentoriedad, sacerdotal en sus bendiciones y en sus anatemas; y si alguna vez decayera en la Iglesia el eterno sacerdocio, en la conciencia permanecería el principio sacerdotal y ella tendría su dominio». En la conciencia el hombre no percibe sólo la voz del propio yo. Newman compara la conciencia con un mensajero de Dios que nos habla como detrás de un velo. Se atreve incluso a denominar la conciencia como el originario vicario de Cristo y de atribuirle los tres «oficios» mesiánicos del profeta, del rey y del sacerdote. La conciencia es profeta en cuanto que predice si una acción es buena o no; es rey porque nos manda con autoridad: haz esto, evita lo otro; es sacerdote en cuanto que nos «bendice» después de haber realizado una acción buena —esto significa no sólo la experiencia gratificante de la buena conciencia, sino también la bendición que el bien comporta siempre para el hombre y para el mundo— o nos «condena» tras una mala acción — o sea, expresión de la mala conciencia y de las consecuencias negativas del pecado en el hombre y en la sociedad—. Para nosotros es importante que, según Newman, la conciencia está esencialmente enlazada con la responsabilidad respecto al Otro, en cuanto que constituye un principio inscrito en 3 la naturaleza de cada hombre que requiere obediencia, debe formarse y se remite por encima de nosotros mismos —hacia Dios, por el bien propio y ajeno. En su obra maestra Gramática del asentimiento (1870) busca elaborar una «prueba» de Dios a partir de la experiencia de la conciencia. Analizando la experiencia de la conciencia, distingue entre el «sentido moral» (moral sense) y el «sentido del deber» (sense of duty). Con el sentido moral entiende el juicio de la razón sobre la bondad o maldad de una acción determinada. El sentido del deber, en cambio, es el mandato autorizado de realizar la acción reconocida como buena y evitar aquella reconocida como mala. En sus reflexiones, Newman parte sobre todo de este segundo aspecto de la experiencia de la conciencia. Siendo «imperativa y cogente, como ningún otro imperativo en toda nuestra experiencia», la conciencia «ejerce una profunda influencia en nuestros afectos y emociones». De modo simplificado podríamos resumir el pensamiento de Newman —que no hay que confundir con un puro psicologismo— de la siguiente manera: cuando seguimos el dictado de la conciencia, nos llenamos de felicidad, alegría y paz. Si no obedecemos esta voz interior, sentimos vergüenza, espanto y temor. Newman interpreta esta experiencia así: «Si, como es el caso, nos sentimos responsables, nos avergonzamos, nos horrorizamos por haber trasgredido la voz de la conciencia, esto supone que existe Alguien respecto a quien somos responsables, ante quien experimentamos vergüenza, cuyas pretensiones tememos. Si al hacer el mal experimentamos el mismo disgusto doliente y desgarrador que nos arrolla cuando ofendemos a nuestra madre; si al hacer el bien gozamos de la misma serenidad luminosa del espíritu, de la misma alegría lenitiva y satisfactoria que deriva de un elogio recibido del padre, ciertamente tenemos en nuestro interior la imagen de una persona a la que contemplan nuestro amor y nuestra veneración, en cuya sonrisa hallamos nuestra felicidad, por quien sentimos ternura, a quien dirigimos nuestras invocaciones, por cuya ira nos preocupamos y consumimos (…), así los fenómenos de la conciencia, entendida como imperativo, sirven para imprimir en la imaginación la imagen de un regidor Supremo, un Juez, santo, justo, poderoso, omnisciente, punitivo». Frente a las tradicionales «pruebas de Dios», Newman afirma que prefiere la vía hacia Dios a partir de la conciencia. Algunos ven en esta postura una limitación en el pensamiento de Newman, reprochándole haber exagerado la dimensión de la interioridad del hombre. En realidad Newman no niega las tradicionales «pruebas de Dios», sino que es del parecer de que éstas conducen al hombre sólo a una imagen abstracta de Dios: a un primer Motor, a quien ordena todas las cosas, un Creador y Guía del mundo. Su vía de la conciencia en cambio conduce al hombre hacia un Dios que está en una relación personal con cada uno, que le habla, le muestra sus defectos, le llama a la conversión, le guía al conocimiento de la verdad, le impulsa a hacer el bien, se presenta como su supremo Señor y Juez. Las actitudes morales fundamentales, que brotan de la obediencia a la conciencia, forman, siguiendo a Newman, el «organum investigandi que se nos ha dado para ganar la verdad religiosa: esto conduciría a la mente, con una sucesión infalible, desde el rechazo del ateísmo al teísmo y del teísmo al cristianismo, y del cristianismo a la religión evangélica, y de ésta al catolicismo». En la Apología, Newman afirma de modo audaz: «Llegué a la conclusión de que, en una verdadera filosofía, no había solución intermedia entre el ateísmo y el catolicismo, y que un espíritu plenamente coherente, en las circunstancias en que se halla aquí abajo, debe abrazar o el uno o el otro. Y estoy sin embargo convencido de esto: yo soy católico en virtud de mi fe en Dios; y si se me 4 pregunta por qué creo en Dios, respondo: porque creo en mí mismo. Encuentro, en efecto, imposible creer en mi propia existencia (y de este hecho estoy perfectamente seguro) sin creer también en la existencia de Quien vive en mi conciencia como un Ser Personal, que todo ve, todo juzga». Las afirmaciones más relevantes sobre el tema conciencia e Iglesia se encuentran en la citada Carta al Duque de Norfolk. En este ensayo, Newman rechaza la acusación de que tras la proclamación del dogma sobre la infalibilidad del Papa, los católicos ya no podrían servir al Estado como buenos ciudadanos, pues estarían obligados a entregar la propia conciencia al Papa. Para responder a semejantes ideas, entonces difundidas en Inglaterra, Newman aclara de manera magistral la relación entre la autoridad de la conciencia y la autoridad del Papa. La autoridad del Papa está fundada en la revelación, expresión de la bondad divina respecto al hombre. Dios ha entregado su revelación a la Iglesia y, en virtud de su Espíritu, se hace garante de que ésta sea preservada, interpretada y transmitida de modo infalible en la Iglesia y por medio de la Iglesia. Si una persona acoge en la fe esta misión de la Iglesia, entiende en su propia conciencia que debe obedecer a la Iglesia y al Papa. Newman, en consecuencia, puede escribir: «Si el vicario de Cristo hablara contra la conciencia, en el auténtico significado del término, cometería un suicidio; suprimirá la base sobre la que se apoyan sus pies. Su auténtica misión es proclamar la ley moral; proteger y reforzar esa “Luz que ilumina a cada hombre que viene a este mundo”. Sobre la ley y sobre la santidad de la conciencia se fundan tanto su autoridad en teoría como su poder en la práctica (…). Su raison d’être es la de ser el ejemplo de la ley moral y de la conciencia. La realidad de su misión es la respuesta al lamento de cuantos sienten la insuficiencia de la luz natural; y la insuficiencia de esta luz es la justificación de su misión» (Carta al Duque de Norfolk). No obedecemos al Papa porque alguien nos obliga a hacerlo, sino porque estamos personalmente convencidos en la fe de que el Señor —a través de él y de los obispos en comunión con él— guía a la Iglesia preservándola en la verdad. La conciencia formada por la fe conduce al hombre a la obediencia libre y madura respecto al Papa. Por otro lado, la Iglesia, el Papa y los obispos iluminan la conciencia necesitada de un apoyo claro y preciso. Newman afirma: «el sentimiento de lo justo y de lo injusto, que en la religión es el primer elemento, es tan delicado, tan irregular, tan fácil de confundirse, de oscurecerse, pervertirse, tan sutil en sus métodos de razonamiento, tan maleable desde la educación, tan influenciado por el orgullo y las pasiones, tan inestable en su curso que, en la lucha por la existencia, entre los múltiples ejercicios y triunfos de la mente humana, este sentimiento al mismo tiempo es el mayor y el más oscuro de los maestros; y la Iglesia, el Papa, la jerarquía constituyen, en la Providencia divina, la respuesta a una necesidad urgente». Al respecto la Iglesia es una gran ayuda no sólo para la conciencia del creyente individual. Ofrece también un servicio insustituible para la sociedad como abogada de los derechos y de las libertades inalienables de los hombres. Esos derechos y libertades, enraizados en la dignidad de la persona humana, forman la base de los Estados constitucionales modernos, pero como tales no pueden someterse a las reglas democráticas mayoritarias. Defendiendo la dignidad de la persona humana, creada por Dios y redimida por Cristo, y subrayando sus derechos y deberes fundamentales, la Iglesia cumple por lo tanto una misión de extraordinaria importancia para las sociedades modernas. 5 De acuerdo con Newman no puede existir un choque directo entre la conciencia y la doctrina de la Iglesia. La conciencia, en efecto, carece de competencia en las cuestiones de la doctrina revelada, custodiada de modo infalible por la Iglesia. Newman sabe que «en las cosas doctrinales “la majestad de la conciencia” no es el tribunal adecuado para aquello que querría tener como afirmación válida sobre la materia». Si una persona acoge una doctrina revelada y enseñada por la Iglesia, no se trata prioritariamente de una cuestión de conciencia, sino de fe. Así que un creyente que considera que debe rechazar una doctrina de fe, no puede remitirse a su conciencia. O mejor, su conciencia ya no está iluminada por la fe. La conciencia del fiel siempre debe ser una conciencia eclesial formada por la fe. Pero la autoridad de la Iglesia y del Papa tiene límites. No tiene nada en común con el arbitrio o con los modelos de dominio de este mundo, estando inseparablemente unida al sentido de fe infalible de todo el pueblo de Dios y a la misión específica de los teólogos. La autoridad de la Iglesia se refiere sólo al ámbito de la verdad revelada y necesaria para la salvación. Si el Papa toma decisiones en el terreno de la disciplina o de la administración, obviamente no se trata de intervenciones infalibles. Sin embargo incluso aquí Newman ofrece criterios claros y precisos para el creyente: «Prima facie es su estricto deber, también por un sentido de lealtad, creer que el Papa tiene razón y actuar por ello en conformidad. Así que debe vencer esa mezquina, inicua, egoísta y vulgar propensión de la propia naturaleza, la cual, en cuanto oye hablar de mandato, se sitúa en contraposición al superior que lo ha impartido; se pregunta si este último no habrá ido más allá de sus propios derechos, complaciéndose en afrontar todo con escepticismo en los juicios y en la acción. No debe alimentar ningún testarudo propósito de ejercer el derecho de pensar, decir y hacer lo que le parece y apetece, sin preocuparse mínimamente de lo verdadero y de lo falso, de lo justo y de lo injusto, de la obligación misma de la obediencia, si es posible, y de ese amor que nos impulsa a hablar como habla el propio superior y a estar siempre a su lado en cualquier caso. Si esta regla fundamental se observara, los conflictos entre la autoridad del Pontífice y la autoridad de la conciencia serían extremadamente raros. Por otro lado, al ser, en los casos extraordinarios, la conciencia de cada uno libre de actuar según el propio talento, tenemos la garantía y la seguridad (…) de que ningún Papa jamás podrá crear para sus objetivos personales (…) una falsa conciencia» (Carta al Duque de Norfolk). Newman concluye sus afirmaciones sobre la conciencia en la Carta al Duque de Norfolk con el siguiente brindis famoso: «Si fuera obligado a introducir la religión en los brindis después de un almuerzo (cosa que, en verdad, no me parece lo más oportuno), brindaré, si deseáis, por el Papa; sin embargo, antes por la Conciencia; después por el Papa». Esta ocurrencia, que expresa también el fino humor de Newman, significa ante todo que nuestra obediencia al Papa no es una obediencia ciega, sino sostenida por la conciencia formada por la racionalidad de la fe. Quien en la fe ha acogido la misión del Papa, le escuchará por convicción personal de conciencia. En este sentido, primero viene la conciencia, aquella iluminada por la fe; y después el Papa. Mantiene decididamente Newman la correlación entre conciencia e Iglesia. No es posible remitirse a él o a su citado brindis para contraponer la autoridad de la conciencia con la del Papa. Ambas autoridades, la subjetiva y la objetiva, permanecen dependientes una de otra. Hoy la palabra conciencia es un término equívoco y frecuentemente malentendido. Con su camino de vida y su sólida doctrina, el beato John Henry Newman puede ayudarnos a redescubrir el verdadero significado de la conciencia como eco de la voz de Dios, rechazando al mismo tiempo 6 interpretaciones insuficientes y erradas. Newman siempre afirmó plenamente la dignidad de la conciencia subjetiva, sin desviarse jamás de la verdad objetiva. Él no diría: conciencia sí — Dios o fe o Iglesia no; sino más bien: conciencia sí — y precisamente por eso Dios y fe e Iglesia sí. La conciencia es la abogada de la verdad en nuestro corazón; es «el originario vicario de Cristo». HERMANN GEISSLER 18 de septiembre de 2011 www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

Domingo 7 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (2012). La curación de un paralítico. Debilidades y enfermedades espirituales. La parálisis espiritual de la conciencia. Dificultades, en la cultura actual, para aceptar la responsabilidad de los propios actos y pedir perdón cuando sea el caso. La fatiga de la conciencia. Sólo la acción salvadora del Espíritu Santo - que transforma en amor salvífico esa fatiga – realiza la fatigosa y salvadora conversión del corazón.


1 Domingo 7 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (2012). La curación de un paralítico. Debilidades y enfermedades espirituales. La parálisis espiritual de la conciencia. Dificultades, en la cultura actual, para aceptar la responsabilidad de los propios actos y pedir perdón cuando sea el caso. La fatiga de la conciencia. Sólo la acción salvadora del Espíritu Santo - que transforma en amor salvífico esa fatiga – realiza la fatigosa y salvadora conversión del corazón. cfr. Domingo 7º Tiempo ordinario Ciclo B 18 febrero 2012 Marcos 2, 1-12; Isaías 43, 18-19.21-22.24b-25 Isaías 43, 18-19. 21-22. 24b-25: Así dice el Señor: 18 «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; 19 mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo, 21 para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza. 22 Pero tú no me invocabas, Jacob, ni te esforzabas por mí, Israel; 24b me avasallabas con tus pecados y me cansabas con tus culpas. 25 Yo, yo soy quien borra tus delitos por Mí mismo, y no recordaré tus pecados.» Marcos 2, 1-12: 1 Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. 2 Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. 3 Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. 5 Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.» 6 Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: 7 - «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?» 8 Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? 9 ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? 10 Pues, para- que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados ... » Entonces le dijo al paralítico: 11 - «a ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» 12 Se levantó inmediatamente, tomó la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: - «Nunca hemos visto una cosa igual.» Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hebreos 12,2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. (Cfr. Benedicto XVI, Carta Apostólica «Porta Fidei», con la que se convoca el Año de la Fe 1 , nn. 11, 12 y 13). 1. Los paralíticos: las debilidades y enfermedades espirituales. 1 El «Año de la fe» ha sido convocado por Benedicto XVI (11 octubre 2011). Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. 2 La parálisis espiritual: debilidad y enfermedad. Pon ante el Señor tu alma paralítica. San Agustín, Sermón 46, 13 Comentario al Evangelio de hoy: Mc 2,1-12. o El débil y el enfermo No fortalecisteis a la oveja débil (Ez 34,4). Lo dice a los pastores malos, a los pastores falsos, a los que buscan sus intereses, no los de Jesucristo; a quienes se gozan de la comodidad que les da la leche y la lana, descuidando por completo las ovejas y no robusteciendo a la que se encontraba débil. Hay diferencia entre el débil y el enfermo, aunque decimos que los enfermos están débiles. Opino que debemos poner una diferencia entre el débil y el enfermo, esto es, el que no se encuentra bien. (…) En el débil ha de temerse que venga la tentación y le quebrante. El enfermo, en cambio, sufre ya a causa de algún deseo, y este mismo deseo le impide entrar por el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo. Son débiles quienes, al querer obrar el bien, no están dispuestos a tolerar los sufrimientos inminentes; la fortaleza cristiana ayuda no sólo a obrar el bien, sino también a tolerar el mal. Son enfermos quienes por ser amantes del mundo se retraen de las buenas obras. Fijaos en aquellos hombres que quieren vivir rectamente, que se han determinado a vivir de esta forma y que, sin embargo, no están dispuestos a soportar los males como preparados para realizar el bien. Pertenece a la fortaleza cristiana no sólo obrar el bien, sino también tolerar el mal. Quienes parecen enfervorizarse en obrar el bien, pero no quieren o no pueden tolerar los sufrimientos inminentes, son los débiles. Quienes por un mal deseo, siendo amantes del mundo, se retraen de las buenas obras, yacen enfermos y lánguidos; éstos, por su misma enfermedad, como hallándose sin fuerza alguna, no pueden obrar bien alguno. Tal fue en el alma aquel paralítico: los que le llevaban no pudiendo presentarlo al Señor, abrieron el techo y por él lo dejaron caer (Mc 2,3-4). Es como si quisieras hacer esto con el alma: abrir el techo y poner ante el Señor el alma paralítica, descoyuntada en todos sus miembros y sin obra buena alguna, cargada con sus pecados y sufriendo con el mal de su deseo. Quizá están descoyuntados todos los miembros y padeces una parálisis interior y no puedes llegar al médico; tal vez se oculta el médico y está dentro, es decir, quizá está oculto el auténtico sentido de la Escritura; abre el techo y baja al paralítico, descubriendo lo que está oculto. Escuchasteis ya lo que oirán quienes no hacen esto o lo realizan negligentemente: no fortalecisteis a la que estaba débil y a la que estaba fracturada no la vendasteis. Acerca de esto ya hemos hablado. Se halla alguien quebrado por el terror de las tentaciones. Llegue a él aquella consolación con la que se venda lo que está fracturado: Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de lo que podéis soportar, sino que con la tentación dispondrá también la salida para que podáis resistirla. o Acerca de la necesidad de la fe (don que concede Dios a los que se lo piden), para ser curados. Además del ejemplo de hoy (cfr. v 5 del evangelio), hay otros ejemplos en el evangelio de Marcos. • La resurrección de la hija de Jairo, uno de los jefes de la sinagoga (Marcos 5, 21 ss); la curación del ciego Bartimeo (Marcos 10, 46-52); la curación del muchacho lunático (Marcos 9, 14ss). • Por el contrario cuando Jesús nota la falta de fe no hace milagros (Marcos 6, 1ss), y otras veces reprocha la incredulidad (Marcos 4,40 y 16,14). 3 2. Una realidad especialmente difundida hoy, que puede conducir a la parálisis espiritual. La conciencia débil. La no aceptación de la propia responsabilidad de nuestras acciones. o Cuando el hombre agranda los innegables condicionamientos 2 que pesan sobre la conciencia. Los condicionamientos del acto humano son innegables: el Catecismo enumera algunos. • n. 1735: “La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, las afecciones desordenadas y otros factores psíquicos o sociales”. Pero no hay que agrandarlos limitando más allá de lo justo la propia responsabilidad. • Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, n. 18: “El sentido del pecado se diluye en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana. Así, en base a determinadas afirmaciones de la psicología, la preocupación por no culpar o por no poner frenos a la libertad, lleva a no reconocer jamás una falta. Por una indebida extrapolación de los criterios de la ciencia sociológica se termina —como ya he indicado— con cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente. A su vez, también una cierta antropología cultural, a fuerza de agrandar los innegables condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan en el hombre, limita tanto su responsabilidad que no le reconoce la capacidad de ejecutar verdaderos actos humanos y, por lo tanto, la posibilidad de pecar”. La identidad del hombre, más allá del azar, de las circunstancias y determinismos o de las interacciones físicoquímicas. Las capacidades del hombre. En el ejercicio de su libertad ejerce también su responsabilidad sobre sus actos 3 . • Benedicto XVI, Discurso a un Congreso organizado por la Academia de las Ciencias de París y por la Pontificia Academia de las Ciencias, sobre la identidad cambiante del individuo, el 28 de enero de 2008: “El hombre no es fruto del azar, ni de un conjunto de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones fisicoquímicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo habita. Desde esta perspectiva el gran pensador Pascal decía que «el hombre sobrepasa infinitamente al hombre». Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida hacia un fin, que por sus actos puede orientarse hacia la felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad pone de manifiesto que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su auténtica libertad, la persona realiza su vocación; se cumple; da forma a su identidad profunda. En el ejercicio de su libertad ejerce también su responsabilidad sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es al mismo tiempo un don de Dios y la promesa de un porvenir. El hombre tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el bien. Impresa en él como un sello, la sindéresis le lleva a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, cuando el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades ofrecidas, es más importante que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se transforme en el criterio del bien, y el hombre sea respetado como centro de la creación y no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias, ni tampoco de 2 Los libros de moral explican los diversos condicionamientos de la vida moral. Por ejemplo, cfr. Anselm Günthör, Chiamata e risposta, Vol. 1, Ed. Paoline 1987, donde se refiere a: condicionamientos predominantemente físicos (salud y enfermedad, constitución físico-psíquica y sexo); predominantemente psíquicos habituales (temperamento y carácter, hereditabilidad, hábitos); predominantemente psíquicos actuales (ignorancia y pasiones); presiones patológicas habituales (psicosis y neurosis); etc. 3 Jean-Dominique Bauby, La escafandra y la mariposa (relato autobiográfico): «¿Existen en el cosmos llaves que puedan abrir mi escafandra? ¿Una línea de Metro sin final? ¿Una moneda lo bastante fuerte para comprar mi libertad? Hay que buscar en otra parte. Allá voy» (últimas palabras del libro). Describe las experiencias de su autor después de que sufriera un accidente cardiovascular que le dejó en estado vegetativo. El relato ha sido llevado al cine. Cfr. Alfa y Omega, Un cine a favor de la vida, n. 619, 19-II-2009. 4 abuso de los más fuertes sobre los más débiles. Se trata de peligros cuyas manifestaciones hemos podido conocer a lo largo de la historia humana, y en particular en el siglo XX”. 3. Al acercarnos al Sacramento de la Reconciliación La transparencia de la conciencia del penitente es necesaria para que el sacramento sea fructuoso. Esa transparencia es fruto del examen de conciencia que lleva a reconocer «yo he pecado». • Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, n. 31: “Una condición indispensable es, ante todo, la rectitud y la transparencia de la conciencia del penitente. Un hombre no se pone en el camino de la penitencia verdadera y genuina, hasta que no descubre que el pecado contrasta con la norma ética, inscrita en la intimidad del propio ser (Ya los paganos —como Sófocles (Antígona, vv.. 450-460) y Aristóteles (Rhetor., lib. I, cap. 15, 1375 a-b)— reconocían la existencia de normas morales «divinas» existentes «desde siempre», marcadas profundamente en el corazón del hombre); hasta que no reconoce haber hecho la experiencia personal y responsable de tal contraste; hasta que no dice no solamente «existe el pecado», sino «yo he pecado»; hasta que no admite que el pecado ha introducido en su conciencia una división que invade todo su ser y lo separa de Dios y de los hermanos. El signo sacramental de esta transparencia de la conciencia es el acto tradicionalmente llamado examen de conciencia, acto que debe ser siempre no una ansiosa introspección psicológica, sino la confrontación sincera y serena con la ley moral interior, con las normas evangélicas propuestas por la Iglesia, con el mismo Cristo Jesús, que es para nosotros maestro y modelo de vida, y con el Padre celestial, que nos llama al bien y a la perfección.( Sobre esta función de la conciencia, cf. lo que dije durante la Audiencia General del 14 de Marzo de 1984, 3: L'Osservatore Romano, edic en lengua española, 18 de marzo, 1984)”. o Actitudes frente a las que hay que estar atentos: la inadvertencia, la arrogancia, la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la pereza espiritual, negligencias, descuidos ... • En el salmo 18 (vv. 10-14) , se nos advierte sobre la necesidad de estar atentos a las inadvertencias, a la falta oculta, a la arrogancia: “Los juicios del Señor son veraces, son enteramente justos, más preciosos que el oro, que el oro más fino, más dulces que la miel que destila el panal. Aunque tu siervo se instruya en ellos, y encuentra provecho en observarlos, las inadvertencias, ¿quién las puede discernir? De las faltas ocultas, absuélveme. Preserva a tu siervo de las arrogancias, que no me dominen. Así podré ser íntegro y libre de grave delito” • Los autores espirituales suelen poner en guardia hacia lo que se podría calificar como parálisis espiritual, que es consecuencia del orgullo o presunción, y tiene que ver con realidades conocidas y aceptadas por todos, que pueden debilitar el amor a Dios. Actitudes frente a las cuales hay que estar atentos según el Catecismo de la Iglesia Católica • n. 2094: “Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. (…) . • n. 2733: muy sintéticamente el mismo Catecismo nos ofrece una convincente explicación de la naturaleza de la acedia o pereza espiritual : “Otra tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedía. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. «El espíritu está pronto pero la carne es débil» (Mateo 26, 41). El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia”. 4. Una tarea de toda la vida: la educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. Cfr. Salmo 93, 12: Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor. 5 (Martes de la 6ª Semana del tiempo ordinario, Año 2) • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1784: “La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón”. 5. Fruto de la conciencia recta es llamar por su nombre al bien y al mal. Cfr. Juan Pablo II, encíclica sobre el «Dominum et vivificantem» (DV) sobre el Espíritu Santo. a) Si la conciencia es recta ...... • DV, n. 43: “Si la conciencia es recta, ayuda entonces a « resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad ». Entonces « mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad ». (Cfr. Gaudium et spes, 16)”. (DV n. 43). b) El fruto de la recta conciencia: el llamar por su nombre al bien y al mal. • DV, n. 43: “Fruto de la recta conciencia es, ante todo, el llamar por su nombre al bien y al mal, como hace por ejemplo la misma Constitución pastoral: « Cuanto atenta contra la vida —homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado—; cuanto viola la integridad de la persona, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana »; y después de haber llamado por su nombre a los numerosos pecados, tan frecuentes y difundidos en nuestros días, la misma Constitución añade: « Todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, que degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador ».(Cfr. Gaudium et spes, 27)”. c) la fatiga de la conciencia para reconocer el mal y convertirse. o Sólo la acción salvadora del Espíritu Santo - que transforma en amor salvífico esa fatiga – realiza la fatigosa y salvadora conversión del corazón. «Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho»; la conciencia juzga; es también fuente de remordimiento: sufre interiormente por el mal cometido. • DV, n. 45: “El Espíritu de la verdad, que « convence al mundo en lo referente al pecado », se encuentra con aquella fatiga de la conciencia humana, de la que los textos conciliares hablan de manera tan sugestiva. Esta fatiga de la conciencia determina también los caminos de las conversiones humanas: el dar la espalda al pecado para reconstruir la verdad y el amor en el corazón mismo del hombre. Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho. Se sabe que la conciencia no sólo manda o prohibe, sino que juzga a la luz de las órdenes y de las prohibiciones interiores. Es también fuente de remordimiento: el hombre sufre interiormente por el mal cometido. ¿No es este sufrimiento como un eco lejano de aquel « arrepentimiento por haber creado al hombre », que con lenguaje antropomórfico el Libro sagrado atribuye a Dios; de aquella « reprobación » que, inscribiéndose en el « corazón » de la Trinidad, en virtud del amor eterno se realiza en el dolor de la Cruz y en la obediencia de Cristo hasta la muerte? Cuando el Espíritu de la verdad permite a la conciencia humana la participación en aquel dolor, entonces el sufrimiento de la conciencia es particularmente profundo y también salvífico. Pues, por medio de un acto de contrición perfecta, se realiza la auténtica conversión del corazón: es la « metanoia » evangélica. La fatiga del corazón humano y la fatiga de la conciencia, donde se realiza esta « metanoia » o conversión, es el reflejo de aquel proceso mediante el cual la reprobación se transforma en amor salvífico, que sabe sufrir. El dispensador oculto de esa fuerza salvadora es el Espíritu Santo, que es llamado por la Iglesia « luz de las conciencias », el cual penetra y llena « lo más íntimo de los corazones » humanos.(176) Mediante esta conversión en el Espíritu Santo, el hombre se abre al perdón y a la remisión de los pecados”.
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