miércoles, 1 de marzo de 2017
Cuaresma, 4º domingo Año C (2016). La parábola del hijo pródigo. Un momento decisivo en la conversión es recapacitar. El hijo pródigo recapacita: es el examen de conciencia. El padre lo recibe con alegría y hace una fiesta. El perdón y la reconciliación son fuente de alegría. Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Para reencontrar la identidad cristiana, aquello que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y de la vida.
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[Chiesa/Omelie1/Quaresima/4C16HijoPródigoRecapacitaExamenConcienciaCorazón]
Cuaresma, 4º domingo Año C (2016). La parábola del hijo pródigo. Un momento decisivo en la
conversión es recapacitar. El hijo pródigo recapacita: es el examen de conciencia. El padre lo recibe con
alegría y hace una fiesta. El perdón y la reconciliación son fuente de alegría. Es preciso que cada uno preste
mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Para reencontrar la identidad cristiana,
aquello que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y
de la vida.
Cfr. 4º Domingo de Cuaresma, Año C
Lucas 15, 1-3.11-32 - 6 de marzo de 2016
Lucas 15 1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: « Este acoge a los pecadores y come con ellos. ». 3 Entonces les dijo esta parábola.
11 « Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me
corresponde." Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano
donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.14 « Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en
aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
17 Recapacitando, se dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de
hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo
tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." 20 Y, levantándose, partió hacia su padre. « Estando él todavía lejos, le vió su
padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 22 Pero el padre
dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23
Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a
la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
25 « Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y
llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el
novillo cebado, porque le ha recobrado sano." 28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. 29 Pero él
replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un
cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30. y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con
prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" 31 « Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es
tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida;
estaba perdido, y ha sido hallado."
El examen de conciencia: recapacitar.
El hijo pródigo, recapacitando, se dijo:
Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, ..."
Y, levantándose, partió hacia su padre.
(Cfr. Lucas 15, 17-20)
A. Diversos aspectos sobre el itinerario del hijo pródigo
1. Una visión del conjunto: Catecismo de la Iglesia Católica, 1439
o El arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino
del retorno.
• “El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola
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llamada «del hijo pródigo», cuyo centro es «el padre misericordioso» (Lc 15,11-24): la fascinación de una
libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber
dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear
alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y
la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría
del padre: todos éstos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de
fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios
y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su
Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza”.
2. Un momento decisivo en la conversión: «Recapacitar». El examen de conciencia
(vv. 17-20)
• Recapacitando, se dijo: «¿Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me
muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy
digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”». Y levantándose se puso en camino hacia
la casa de su padre.
• “En el inicio del cambio, está ese segundo en el que el joven «recapacita». Y después del instante en el que
se dice a sí mismo «he pecado», hay ya una persona nueva. Todo lo que sigue después no es más que ejecutar
una decisión que ha tomado. Cuántas cosas extraordinarias derivan, a veces, del coraje de recapacitar, de ponerse
al desnudo delante de la propia conciencia”. (Cfr. R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme, pp. 101 –
106).
o Algunos de los puntos sobre el examen de conciencia en el Catecismo de la
Iglesia Católica.
La conversión se realiza en la vida cotidiana, mediante gestos de
reconciliación.
Entre ellos está el examen de conciencia
• CEC 1435: La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a
los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Cf Am 5, 24; Is 1, 17), por el reconocimiento de
nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la
dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la
cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (Cf Lc 9, 23).
• CEC 1779: Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su
conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con
frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
Retorna a tu conciencia, interrógala... retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al
Testigo, Dios (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9).
B. Dios «padre misericordioso» en el centro de la parábola del hijo pródigo.
(vv. 20-21).
o El hijo había renunciado a la comunión familiar; el padre lo acoge en la alegría de
la comunión restablecida.
• Juan Pablo II, Catequesis 8/09/1991: “El padre, por el contrario, al verlo llegar de lejos, le sale al
encuentro, conmovido, (o, mejor, "conmoviéndose en sus entrañas", como dice literalmente el texto griego:
Lucas 15,20), lo abraza con amor y quiere que todos lo festejen.
La misericordia paterna resalta aún más cuando este padre, con un tierno reproche al hermano mayor,
que reivindica sus propios derechos (Lucas 15,29 ss), lo invita al banquete común de alegría. La pura legalidad
queda superada por el generoso y gratuito amor paterno, que va mas allá de la justicia humana, e invita a ambos
hermanos a sentarse una vez mas a la mesa del padre.
El perdón no consiste solo en recibir nuevamente en el hogar paterno al hijo que se había alejado, sino
también en acogerlo en la alegría de una comunión restablecida, llevándolo de la muerte a la vida. Por eso,
"convenía celebrar una fiesta y alegrarse" (Lucas 15,32).
El Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo del Dios revelado por Cristo.
Dios es, ante todo y sobre todo, Padre. Es el Dios Padre que extiende sus brazos misericordiosos para bendecir,
esperando siempre, sin forzar nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan fuerza y al
mismo tiempo confortan, consuelan y acarician. Son manos de padre y madre a la vez.
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El padre misericordioso de la parábola contiene en sí, trascendiéndolos, todos los rasgos de la
paternidad y la maternidad. Al arrojarse al cuello de su hijo, muestra la actitud de una madre que acaricia al hijo
y lo rodea con su calor. A la luz de esta revelación del rostro y del corazón de Dios Padre se comprenden las
palabras de Jesús, desconcertantes para la lógica humana: "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión" (Lucas 15,7). Así mismo:
"Se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte" (Lucas 15,10).
• “Si le vio «cuando aún estaba lejos» es porque desde el día en que su hijo se había marchado, no había
dejado de escrutar frecuentemente el horizonte. «Y se compadeció, y corrió a su encuentro.» Ninguna alusión a
la pena que tenía, a sus razones, ningún reproche”. (Cfr. R. Cantalamessa o.c.).
o El perdón y la reconciliación son fuente de alegría. La culminación de toda la
historia salvífica se expresa en un banquete.
vv.22-24
• Juan Pablo II, Catequesis 22/09/1999: “Como Jesús nos explica en la parábola del Padre misericordioso
(Lucas 15,11-32), para él perdonar y reconciliar es una fiesta. El Padre, en ese pasaje evangélico, como en otros
muchos, no solo ofrece perdón y reconciliación; también muestra que esos dones son fuente de alegría para
todos.”
En el Nuevo Testamento es significativo el vínculo que existe entre la paternidad divina y la gran alegría del
banquete. Se compara el reino de Dios a un banquete donde el que invita es precisamente el Padre (Mateo 8,11
Mateo 22,4 Mateo 26,29). La culminación de toda la historia salvífica se expresa asimismo con la imagen del
banquete preparado por Dios Padre para las bodas del Cordero (Apocalipsis 19,6-9).
• Juan Pablo II, Catequesis 28/02/1990: “La alegría forma parte de la renovación incluida en la "creación de
un corazón puro". Es el resultado del nacimiento a una nueva vida, como Jesús explicara en la parábola del hijo
pródigo, en la que el padre que perdona es el primero en alegrarse y quiere comunicar a todos la alegría de su
corazón (Lucas 15,20-32)”.
o La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro
Padre, mediante la conversión.
• Es Cristo que pasa, 64: (...) Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil,
ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se
escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona
cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan
Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia.
Mirad que no estoy inventando nada. Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos contó para que
entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la parábola del hijo pródigo 1 .
Cuando aún estaba lejos, dice la Escritura, lo vio su padre, y enterneciéronsele las entrañas y corriendo
a su encuentro, le echó los brazos al cuello y le dio mil besos 2 . Estas son las palabras del libro sagrado: le dio
mil besos, se lo comía a besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más gráfica
el amor paternal de Dios por los hombres?
Ante un Dios que corre hacia nosotros, no podemos callarnos, y le diremos con San Pablo, Abba, Pater!,
Padre, ¡Padre mío!, porque, siendo el Creador del universo, no le importa que no utilicemos títulos altisonantes,
ni echa de menos la debida confesión de su señorío. Quiere que le llamemos Padre, que saboreemos esa palabra,
llenándonos el alma de gozo.
La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante
la contrición, esa conversión del corazón que supone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejorar nuestra
vida, y que —por tanto— se manifiesta en obras de sacrificio y de entrega. Volver hacia la casa del Padre, por
medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos
hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios.
Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No
importa nuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que tengamos
añoranza del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos alegremos ante el don que Dios nos hace de
podernos llamar y de ser, a pesar de tanta falta de correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos
suyos.
1 Cfr. Lucas 15, 11 ss 2 Lucas 15, 20
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C. Para reencontrar la identidad cristiana, aquello que cuenta no es la aprobación, la
búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y de la vida.
Cfr. Papa Francisco, Homilía del Miércoles de Ceniza, 10 de febrero del 2016.
La importancia del corazón, de la conciencia, en la vida cristiana.
«Dios vence el pecado y nos levanta de la miseria si nos confiamos a él. Está en nosotros reconocernos
necesitados de misericordia: es el primer paso del camino del cristiano; se trata de entrar a través de la puerta
abierta, que es Cristo, donde él nos espera, el salvador y nos ofrece una vida nueva y alegre.
o Obstáculos o insidias que cierran la puerta del corazón: a) la tentación de blindar
las puertas, convivir con el propio pecado, minimizarlo, justificarlo; b) la
vergüenza - que se transforma en temor o miedo – de abrir la puerta secreta del
corazón; c) alejarnos de la puerta. Sucede cuando nos escondemos en
nuestras miserias. Cuando permanecemos solos en nosotros mismos.
»Puede haber algunos obstáculos que cierran las puertas del corazón: está la tentación de blindar las
puertas, o sea de convivir con el propio pecado, minimizándolo, justificándonos siempre, pensando que no
somos peores que los demás, y de esta manera se bloquea la cerradura del alma y permanecemos encerrados en
nosotros mismos, prisioneros del mal. Otro obstáculo es la vergüenza de abrir la puerta secreta del corazón. La
vergüenza, en realidad, es un buen síntoma porque indica que queremos cortar con el mal. Sin embargo, no
debe jamás transformarse en temor o miedo.
»Y existe una tercera insidia: aquella de alejarnos de la puerta. Sucede cuando nos escondemos en
nuestras miserias. Cuando rumeamos continuamente relacionando entre ellas las cosas negativas hasta el punto
de hundirnos en el sótano más oscuro del alma. Entonces nos convertimos en familiares de la tristeza que no
queremos, nos acobardamos y somos débiles frente a las tentaciones. Esto sucede porque permanecemos solos en
nosotros mismos, cerrándonos y huyendo de la luz. Solamente la gracia del Señor nos libera.
»Dejémonos entonces reconciliar escuchando a Jesús, que dice a quien está cansado y oprimido:
“Vengan a mí”. No permanecer en sí mismo sino ir hacia él. Ahí existe la Paz y el descanso. (…)
o Los tres remedios, tres medicinas que curan del pecado.
»En primer lugar la oración, expresión de apertura y de confianza en el Señor. Es el encuentro personal
con Él, que reduce las distancias creadas por el pecado. Rezar significa decir: “no soy autosuficiente, tengo
necesidad de Ti. Tú eres mi vida y mi salvación”.
»En segundo lugar la caridad para superar lo extraño en relación a los demás. El amor verdadero de
hecho, no es un acto exterior, no es dar algo en modo paternalista para calmar la conciencia, sino aceptar a
quien tiene necesidad de nuestro tiempo, de nuestra amistad, de nuestra ayuda. Es vivir el servicio, venciendo
la tentación de complacerse.
»En tercer lugar, el ayuno, la penitencia para liberarnos de las dependencias en relación de aquello que
pasa y ejercitarnos para ser más sensibles y misericordiosos. Es una invitación a la simplicidad y al compartir,
quitar algo de nuestra mesa y de nuestros bienes para reencontrar el bien verdadero de la libertad.
o La Cuaresma sea un tiempo de auténtica “podadura” de la falsedad, de la
mundanidad, de la indiferencia, para entender que aquello que cuenta es la
limpieza del corazón y de la vida.
»Regresen a mí, dice el Señor, con todo el corazón”. No sólo con un acto externo sino desde lo
profundo de nosotros mismos. De hecho Jesús nos llama a vivir la oración, la caridad y la penitencia con
coherencia y autenticidad venciendo la hipocresía. La Cuaresma sea un tiempo de auténtica “podadura” de la
falsedad, de la mundanidad, de la indiferencia, para no pensar que todo está bien y que yo estoy bien, para
entender que aquello que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del
corazón y de la vida para reencontrar la identidad cristiana, es decir el amor que sirve, no el egoísmo al que se
sirve».
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