viernes, 3 de agosto de 2018

El sacramento del Bautismo (6). Catequesis de Papa Francisco (2018). La vestidura blanca.


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El sacramento del Bautismo (6). Catequesis de Papa Francisco (2018). La vestidura blanca. Revestirse de Cristo significa las virtudes que los bautizados deben cultivar. La entrega ritual de la llama encendida en el cirio pascual, recuerda el efecto del Bautismo: «Recibid la luz de Cristo». La presencia viva de Cristo, que se debe proteger, defender y dilatar en nosotros, es lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones al ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a quien hace el camino con nosotros.

  • Cfr. Catequesis de Papa Francisco, Audiencia General

Miércoles, 16 de mayo de 2018
Catequesis sobre el Bautismo: 6. Revestidos de Cristo

  1. Los efectos espirituales del Bautismo se manifiestan con la entrega de la

vestidura blanca y la vela encendida.

  • La vestidura blanca. Revestirse de Cristo significa las virtudes que los bautizados deben cultivar: revestirnos de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia , sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos cuando alguno tenga queja contra otro; sobre todo, revestirnos con la caridad.


Hoy concluíamos el ciclo de catequesis sobre el Bautismo. Los efectos espirituales de este sacramento, invisibles a los ojos, pero operativos en el corazón de quién se ha convertido en nueva criatura, se manifiestan con la entrega de la vestidura blanca y la vela encendida.

Después del lavado de regeneración, capaz de recrear al hombre según Dios en la verdadera santidad (cfr. Ef 4,24), parecía natural, desde los primeros siglos, revestir a los recién bautizados de una vestidura nueva, cándida, a semejanza del esplendor de la vida adquirida en Cristo y en el Espíritu Santo.

La vestidura blanca, al expresar simbólicamente lo que ha sucedido en el sacramento, anuncia la condición de los transfigurados en la gloria divina. Qué significa revestirse de Cristo, lo recuerda san Pablo explicando cuáles son las virtudes que los bautizados deben cultivar: «Elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor os ha perdonado, hacedlo así también vosotros. Sobre todo, revestíos con la caridad, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,12-14).

  1. La entrega ritual de la llama encendida en el cirio pascual, recuerda el efecto del

Bautismo: «Recibid la luz de Cristo», dice el sacerdote. Esas palabras recuerdan que no somos nosotros la luz, sino que la luz es Jesucristo.

  • La vocación cristiana es «caminar siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe»-

  • La presencia viva de Cristo, que se debe proteger, defender y dilatar en nosotros, es lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones al ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a quien hace el camino con nosotros.


También la entrega ritual de la llama encendida en el cirio pascual, recuerda el efecto del Bautismo: «Recibid la luz de Cristo», dice el sacerdote. Esas palabras recuerdan que no somos nosotros la luz, sino que la luz es Jesucristo (Jn 1,9; 12,46), el cual, resucitado de entre los muertos, ha vencido las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos llamados a recibir su esplendor! Como la llama del cirio pascual da luz a las demás velas, así la caridad del Señor Resucitado inflama los corazones de los bautizados, colmándolos de luz y calor. Y por eso, desde los primeros siglos el Bautismo se llamaba también “iluminación” y el que era bautizado era llamado “el iluminado”.

Porque esa es la vocación cristiana: «caminar siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe» (cfr. Rito de la iniciación cristiana de los adultos, n. 226; Jn 12,36). Si se trata de niños, es deber de los padres, junto a padrinos y madrinas, ocuparse de alimentar la llama de la gracia bautismal en sus pequeños, ayudándoles a perseverar en la fe (cfr. Rito del Bautismo de Niños, n. 156). «La educación en la fe, que en justicia se les debe a los niños, tiende a llevarles gradualmente a comprender y asimilar el plan de Dios en Cristo, para que finalmente ellos mismos puedan libremente ratificar la fe en que han sido bautizados» (ibíd., Introducción, 9).

La presencia viva de Cristo, que se debe proteger, defender y dilatar en nosotros, es lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones al ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a quien hace el camino con nosotros, hasta la comunión inseparable con Él. Ese día, dice también el Apocalipsis, «ya no habrá noche: no tienen necesidad de luz de lámparas ni de la luz del sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22,5).

  1. La celebración del Bautismo concluye con la oración del Padrenuestro, propia

de la comunidad de los hijos de Dios.


La celebración del Bautismo concluye con la oración del Padrenuestro, propia de la comunidad de los hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en el Bautismo recibirán la plenitud del don del Espíritu en la Confirmación y participarán en la Eucaristía, aprendiendo qué significa dirigirse a Dios llamándolo “Padre”.

  1. Una invitación: : «Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de

santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez».


Al final de estas catequesis sobre el Bautismo, repito a cada uno la invitación que expresé en la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate: «Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cfr. Ga 5,22-23)» (n. 15).




VIDA CRISTIANA

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