Ø Los Mandamientos (4). Audiencia General de Papa Francisco (2018). «No tendrás otro dios fuera de mí». La idolatría. «Consiste en divinizar lo que no es Dios». Fases del desarrollo de la idolatría. Los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la da, la regala. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a amar. El Dios verdadero no pide hijos, sino que da a su Hijo por nosotros. El apegamiento a un objeto o a una idea nos vuelve ciegos al amor. Los ídolos nos roban el amor, los ídolos nos hacen ciegos al amor, y para amar de verdad hay que estar libres de todo ídolo. ¿Cuál es mi ídolo? ¡Arráncalo y tíralo por la ventana!
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Cfr. Papa Francisco, Catequesis sobre los
Mandamientos (4). «No
tendrás otro dios fuera de mí»
Audiencia General del 1 de
agosto de 2018
Hemos escuchado el primer
mandamiento del Decálogo: «No tendrás otro dios fuera de mí» (Ex 20,3). Es
bueno detenerse en el tema de la idolatría, que tiene gran alcance y
actualidad.
El mandamiento prohíbe hacer
ídolos [1]
o imágenes [2]
de cualquier cosa [3],
pues todo puede ser usado como ídolo. Estamos hablando de una tendencia humana,
que no distingue ni creyentes ni ateos. Por ejemplo, los cristianos podemos
preguntarnos: ¿cuál es verdaderamente mi Dios? ¿Es el Amor Uno y Trino o bien
es mi imagen, mi éxito personal, quizá dentro de la Iglesia? «La idolatría no
se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante
de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios» (Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 2113).
¿Qué es un “dios” a nivel
existencial? Es lo que está en el centro de la propia vida y de quien depende
lo que se hace y se piensa [4].
Se puede crecer en una familia nominalmente cristiana pero centrada, en
realidad, en puntos de referencia extraños al Evangelio [5].
El ser humano no vive sin centrarse en algo.
Por eso el mundo ofrece el
supermercado de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, roles. Por
ejemplo, incluso la oración. Tenemos que rezar a Dios, nuestro Padre. Recuerdo
una vez que fui a una parroquia en la diócesis de Buenos Aires para celebrar
una Misa y luego tenía que administrar la confirmación en otra parroquia a un
kilómetro de distancia. Fui caminando y
atravesé un bonito parque. Pero en aquel parque había más de
50 mesitas cada una con dos sillas y la gente sentada una enfrente de la otra.
¿Qué hacían? Echaban el tarot. Iba
allí “a rezar” al ídolo. En vez de rezar a Dios que es providencia del futuro,
iban allí porque leían las cartas para ver el futuro.
Eso es una idolatría de nuestros
tiempos. Yo os pregunto: ¿cuántos de vosotros habéis ido a haceros leer las
cartas para ver el futuro? ¿Cuántos de vosotros, por ejemplo, habéis ido a que
os lean las manos para ver el futuro, en vez de rezar al Señor? Esa es la
diferencia: el Señor está vivo; los demás son ídolos, idolatrías que no sirven.
¿Cómo se desarrolla una
idolatría? El mandamiento describe unas fases: «No te harás escultura ni imagen
[…]. No te postrarás ante ellos, ni les servirás» (Ex 20,4-5).
La palabra “ídolo” en griego
deriva del verbo “ver” [6] . Un ídolo es una “visión” que tiende
a convertirse en una fijación, una obsesión. El ídolo es en realidad una proyección
de uno mismo en los objetos o en los planes. De esa dinámica se sirve, por
ejemplo, la publicidad: no veo el objeto en sí, sino que percibo aquel automóvil,
aquel móvil, aquella posición –u otras cosas– como un medio para realizarme y
responder a mis necesidades esenciales. Y lo busco, hablo de eso, pienso en
eso; la idea de poseer aquel objeto o realizar aquel proyecto, alcanzar aquella
posición, parece una vía maravillosa para la felicidad, una torre para llegar
al cielo (cfr. Gen 11,1-9), y todo se hace en función de aquella meta.
Entonces se entra en la segunda
fase: «No te postrarás ante ellos». Los ídolos exigen un culto, rituales; ante
ellos nos postramos y sacrificamos todo. En la antigüedad se hacían sacrificios
humanos a los ídolos, y también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos,
descuidándolos o simplemente no engendrándolos; la belleza requiere sacrificios
humanos. ¡Cuántas horas ante el espejo! Ciertas personas, ciertas mujeres,
¿cuánto gastan para maquillarse? Eso también es una idolatría. No es malo
maquillarse; pero de modo normal, no para ser una diosa.
La belleza pide sacrificios
humanos. La fama pide la inmolación de uno mismo, de su inocencia y
autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba la vida y el placer lleva
a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para útiles
mayores. Pensemos en tanta gente sin trabajo. ¿Por qué? Porque a veces pasa que
los dueños de esa empresa, de ese negocio, han decidido despedir gente para
ganar más dinero. El ídolo del dinero. Se vive en la hipocresía, haciendo y
diciendo lo que los demás esperan, porque el dios de la propia afirmación lo
impone. Y se arruinan vidas, se destruyen familias y se abandonan jóvenes en
manos de modelos
destructivos, con tal de aumentar la ganancia. También la
droga es un ídolo. Cuántos jóvenes arruinan la salud, incluso la vida, adorando
a ese ídolo de la droga.
Aquí llega el tercer y más
trágico estadio: «…ni les servirás», dice. Los ídolos esclavizan. Prometen
felicidad, pero no la dan; y nos encontramos viviendo para esa cosa o para esa
visión, presos en una vorágine auto-destructiva, en espera de un resultado que
nunca llega.
Queridos hermanos y hermanas, los
ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la
vida, sino que la da, la regala. El Dios verdadero no ofrece una proyección de
nuestro éxito, sino que enseña a amar. El Dios verdadero no pide hijos, sino
que da a su Hijo por nosotros.
Los ídolos proyectan hipótesis
futuras y hacen despreciar el presente; el Dios verdadero
enseña a vivir en la realidad de cada día, en lo concreto,
no con ilusiones sobre el futuro: hoy y mañana y pasado mañana caminando hacia
el futuro. La concreción del Dios verdadero contra la liquidez de los ídolos.
Yo os invito a pensar hoy: ¿cuántos ídolos tengo o cuál es mi ídolo preferido?
Porque reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracia, y pone en el
camino del
amor. Pues el amor es incompatible con la idolatría: si algo
se vuelve absoluto e intocable, entonces es más importante que un cónyuge, que
un hijo, o que una amistad.
El apegamiento a un objeto o a
una idea nos hace ciegos al amor. Y así por ir tras los ídolos, a un ídolo,
podemos incluso renegar del padre, de la madre, de los hijos, de la mujer, del
esposo, de la familia…, de las cosas más queridas. El apegamiento a un objeto o
a una idea nos vuelve ciegos al amor.
Llevad esto en el corazón: los
ídolos nos roban el amor, los ídolos nos hacen ciegos al amor, y para amar de
verdad hay que estar libres de todo ídolo. ¿Cuál es mi ídolo? ¡Arráncalo y
tíralo por la ventana!
VIDA CRISTIANA
[1] El
término Pesel indica «una imagen
divina originariamente esculpida en madera o en piedra,
y sobre
todo en metal» (L. Koehler - W. Baumgartner,The Hebrew and Aramaic Lexicon of
the
Old Testament, vol. 3, p. 949).
[2] El
términoTemunah tiene un significado
muy amplio, reconducible a “semejanza, forma”; por
tanto, la prohibición es bastante amplia y esas imágenes
pueden ser de todo tipo (cfr. L.
Koehler -
W. Baumgartner,Op. cit., vol. 1, p. 504).
[3] El
mandamiento no prohíbe las imágenes en sí –Dios mismo mandará a Moisés realizar
los
querubines de oro sobre la tapa del arca (cfr. Ex 25,18) y
una serpiente de bronce (cfr. Nm 21,8) – sino que prohíbe adorarlas y
servirlas, es decir, todo proceso de deificación de algo, no la simple
reproducción.
[4] La Biblia Hebrea se refiere a las
idolatrías cananeas con el término Ba‛al,
que significa “señorío, relación íntima, realidad de la que se depende”. El
ídolo es lo que se adueña, toma el corazón y se convierte en el pivote de la
vida (cfr.Theological Lexicon of the Old Testament, vol. 1, 247-251).
[5] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2114: «La idolatría es una perversión del sentido
religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica
a cualquier cosa, en lugar de a Dios,
la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum,
2, 40)».
[6] La
etimología del griego eidolon,
derivada de eidos, es de la raíz weid que significa ver (cfr.Grande
Lessico dell’Antico Testamento, Brescia 1967, vol. III, p. 127).
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