3 de Enero del 2015
Lo has oído en el evangelio: “Los pastores encontraron a María y a José y al Niño”. Y has oído también lo que, al ver al niño, esos pastores contaron a María y a José: “Hemos visto a un ángel del Señor, que nos dijo: _Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”. Y te han recordado también lo que sucedió al cumplirse los ocho días del nacimiento de aquel niño: “Tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús”.
Ahora
tú, que has creído, ya puedes pedirle al profeta otros nombres para
tu Señor, para tu Salvador: “Es su nombre Admirable, Dios,
Príncipe de la paz, Padre perpetuo”.
«Admirable»:
Los pastores, María y José, y todos los que oyeron aquel mensaje
del cielo, se admiraban de ver en un niño al Salvador, en un recién
nacido al Mesías esperado, en tanta fragilidad y pobreza al Señor
su Dios. Todos se admiraban de que Dios se llamase Jesús, nuestra
salvación.
«Dios»:
Aprende con María y con José a llamar “mi Dios” al que llamaban
“mi niño”. Aprende a guardar en el corazón la imagen del niño,
pues ese niño es el rostro cercano de tu Dios, es su rostro humilde,
necesitado, es tu Dios que depende de ti para vivir.
«Príncipe
de la paz»: El que es tu salvación, es tu paz; el que es tu
Salvador, es el Príncipe de la paz. Nunca habría paz para ti
si para ti no hubiese salvación. Tú llamas paz a la dicha de los
rescatados del Señor, a la gloria de los humillados, a la fiesta de
los que vivían en tierra de sombras de muerte, a tu dicha, a tu
gloria, a tu fiesta, porque en tu Salvador tú has sido rescatada,
enaltecida, resucitada.
«Padre
perpetuo»: Habréis observado, queridos, que en estas tierras, los
desvalidos a quienes acudimos con el pan del día o el vestido que
los abrigue, nos llaman “papá”, “mamá”. Ése es el
nombre que el profeta da al que ha querido hacerse nuestro pan y
nuestro vestido, pues de Cristo nos alimentamos y de Cristo nos han
revestido. En verdad a él y sólo a él le conviene el nombre de
“Padre perpetuo”,
Hoy
Dios se llama Jesús; hoy la dicha, la gloria, la fiesta, se anuncia
a los necesitados de paz, a los hambrientos y sedientos de justicia,
a los que lloran, a los sin trabajo, a los sin techo, a los sin
papeles.
Dios
mío: Que los pobres conozcan tu rostro, que el emigrante sienta
sobre su vida la benignidad de tu mirada, tus ojos de niño, la paz
que por esos ojos asoma para abrazar a los que piden ser bendecidos.
Nuestra
paz se llama Jesús. Celébrala con agradecimiento. Recíbela con
amor.
Feliz
año, queridos. Hoy y siempre, feliz Navidad.
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