Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger) |
IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1 de Febrero del 2015
¡Ojalá
escuchéis hoy su voz!
Se
lo dice al salmista el Espíritu que inspiró las palabras de su
canto; lo dice a sus hermanos de fe el creyente que en la oración
hace suyas las palabras del salmo; lo dice hoy la Iglesia con sus
hijos, pues desea que nunca se aparten del camino de la vida: “¡Ojalá
escuchéis hoy su voz!”
Tú,
que amas a Cristo, que caminas con él, que dejas tu vida en manos de
su Espíritu para que haga de ti otro Cristo, siguiendo a tu Señor
aprendes cada día a escuchar como él, intentas obedecer como él,
buscas que el cumplimiento de la voluntad del Padre sea tu alimento
como lo fue para él.
Hoy,
en la eucaristía, con Cristo y con su Iglesia, unos a otros nos
animamos a avanzar por el camino que lleva a la vida, y nos decimos:
“¡Ojalá escuchéis hoy su voz!”
Esa
voz, por ser la de Dios, es la del amor, pues Dios es amor, y el que
permanece en el amor, permanece en Dios, guarda sus mandatos, cumple
su voluntad.
Os
lo recuerdo, queridos, aunque ya lo sabéis: ¡Ojalá escuchéis hoy
la voz del amor!, para que no pequéis contra Dios siguiendo otras
voces que resuenan siempre engañosas en el corazón del hombre.
Son
muchos los hombres que no creen en Dios, pero todos llevan dentro una
voz en la que creen, la voz de sus razones, la de sus intereses, la
del poder, la del prestigio, la del dinero, la de la ambición, la de
la envidia, y todos oyen esa voz, todos la obedecen, todos le rinden
culto; para bien o para mal, todos entregan a esa voz la propia vida.
Quien
degüella a seres humanos como si fuesen corderos de sacrificio, lo
hace en nombre de esa voz. Quien tiraniza a los pobres y les cierra
los caminos del pan, lo hace en nombre de esa voz. Quien convierte a
los seres humanos en bienes de consumo, lo hace en nombre de esa voz.
Quienes destruyen con la especulación la economía de un país, lo
hacen en nombre de esa voz. Quienes echan a la basura la vida de los
indefensos, lo hacen en nombre de esa voz.
Todos
han escuchado esa voz, pero no la de Dios, pues en ninguno de ellos
se encuentra lo que es propio de Dios: la vulnerabilidad del amor, la
misericordia entrañable, la clemencia compasiva, la fidelidad
incondicional, la solidaridad que a Dios lo despojó de sí mismo.
¡No
escuchará la voz de Dios quien no escucha la voz de los pobres!
“¡Ojalá
escuchéis hoy su voz!”
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