sábado, 18 de marzo de 2017
Domingo 24 del tiempo ordinario, Ciclo C. 11 de septiembre de 2016. La parábola del Padre misericordioso o del hijo pródigo. El pecado del hijo pródigo: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». Nuestro Padre Dios que es puesto en estado de sospecha, y acusado de ser el enemigo de la criatura. El arrepentimiento y conversión: no deben ser un «sentimiento de culpa», sino un encuentro con la misericordia de nuestro Padre Dios. La conversión es fruto del encuentro con Dios Padre, rico en misericordia. El auténtico conocimiento de Dios misericordioso es una constante e inagotable fuente de conversión.
1 Domingo 24 del tiempo ordinario, Ciclo C. 11 de septiembre de 2016. La parábola del Padre misericordioso o del hijo pródigo. El pecado del hijo pródigo: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». Nuestro Padre Dios que es puesto en estado de sospecha, y acusado de ser el enemigo de la criatura. El arrepentimiento y conversión: no deben ser un «sentimiento de culpa», sino un encuentro con la misericordia de nuestro Padre Dios. La conversión es fruto del encuentro con Dios Padre, rico en misericordia. El auténtico conocimiento de Dios misericordioso es una constante e inagotable fuente de conversión. 24 tiempo ordinario C 11/09/1916 – Lucas 15, 1-32 Cf. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, Piemme 1999, pp. 278-284; Temi di predicazione – Omelie, Ciclo C 78 Nuova serie, Editrice Domenicana Italiana pp. 108-11, Geraldo Incalza; Temi di Predicazione Omelie, 4/2013, Ciclo C - 2012 / 2013, XIX-XXVIII Domenica del Tempo Ordinario, 11 agosto - 13 ottobre 2013. Éxodo 32, 7-11.13-14; 1 Timoteo 1, 12-17Lucas 15, 1-32 Lucas 15, 1-32. En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: - «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: - «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; 6 y, al regresar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.» 7 Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. 8 Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? 9 Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la moneda que se me había perdido.» 10 Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.» 11 También les dijo: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: 12 "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde" El padre les repartió los bienes. 13 No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. 14 Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. 15 Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos. 16 Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se las daba. 17 Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. 18 Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. " 22 Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestido; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. 25 Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, 26 y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. 27 Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." 28 Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 29 Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30 y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." 31 Pero él le respondió: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: 32 pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado». 1. El pecado del hijo pródigo: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». La paternidad es considerada como un obstáculo, límite o impedimento para la realización del individuo. • “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”. Hay diversos aspectos que son como el contenido de esta petición del hijo menor. La paternidad es considerada como un obstáculo, límite o impedimento para la realización del individuo. No se trata solamente de una falsificación de nuestra identidad con relación a Dios, es decir, que somos criaturas/hijos/dependientes, sino también de una 2 falsificación sobre la verdad de nuestro Padre Dios que es puesto en estado de sospecha, y acusado de ser el enemigo de la criatura. o El hombre será propenso a ver en Dios ante todo una propia limitación y no la fuente de su liberación y la plenitud del bien. Como si el hombre fuera expropiado de su humanidad cuando, al aceptar la idea de Dios, le atribuye lo que pertenece al hombre y exclusivamente al hombre. • Juan Pablo II, Encíclica «Dominum et Vivificantem», n. 38: El hombre será propenso a ver en Dios ante todo una propia limitación y no la fuente de su liberación y la plenitud del bien. Esto lo vemos confirmado en nuestros días, en los que las ideologías ateas intentan desarraigar la religión en base al presupuesto de que determina la radical « alienación » del hombre, como si el hombre fuera expropiado de su humanidad cuando, al aceptar la idea de Dios, le atribuye lo que pertenece al hombre y exclusivamente al hombre. Surge de aquí una forma de pensamiento y de praxis histórico-sociológica donde el rechazo de Dios ha llegado hasta la declaración de su « muerte ». Esto es un absurdo conceptual y verbal. Pero la ideología de la « muerte de Dios » amenaza más bien al hombre, como indica el Vaticano II, cuando, sometiendo a análisis la cuestión de la « autonomía de la realidad terrena », afirma: « La criatura sin el Creador se esfuma ... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida ».( Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en e1 mundo actual, 36) La ideología de la « muerte de Dios » en sus efectos demuestra fácilmente que es, a nivel teórico y práctico, la ideología de la « muerte del hombre ».” 2. El arrepentimiento y la conversión: no deben ser un «sentimiento de culpa», sino un encuentro con la misericordia de nuestro Padre Dios. “Recapacitando, se dijo: ... me levantaré e iré a mi padre, y le diré: «Padre, he pecado ... contra ti”. o Al recapacitar hay que salir de nosotros mismos: en caso contrario se llega a la autoflagelación o a la autocompasión, al «sentimiento de culpa». • “Recapacitando, se dijo: ... me levantaré e iré a mi padre, y le diré: «Padre, he pecado ... contra ti”. Cuando el hijo pródigo recapacita, también a través de la tragedia y de los fracasos, vuelve a su padre. Debemos reconciliarnos con Dios (Cf. 2 Corintios 5, 18-21) nuestro Padre, porque si, cuando recapacitamos, no salimos de nosotros mismos, pueden darse dos riesgos: la autoflagelación o la autocompasión que, a su vez, no nos llevan al arrepentimiento, no se da el sentido del pecado sino simplemente el «sentimiento de culpa» que, como sabemos, nos enrolla en la soledad y nos atasca en nosotros mismos. La conversión es fruto del encuentro con Dios Padre, rico en misericordia. El auténtico conocimiento de Dios misericordioso es una constante e inagotable fuente de conversión. • JPII, «Dives in misericordia», n. 13: “La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno (117) a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo » (118) es fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia. El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo « ven » así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven pues in statu conversionis; es este estado el que traza la componente más profunda de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris”. o El hijo pródigo madura el sentido de la dignidad perdida a través de la desastrosa situación material a la que llega. • El hecho de que vuelva a casa después del fracaso de su vida (vv. 14-16 del Evangelio), no debe llevarnos a pensar que actuó solamente por oportunismo sin que se diese un cambio en su conciencia. Por una parte, con toda seguridad, Jesús no pretendía ponernos como ejemplo la bribonería del hijo menor, y, por otra, tampoco ponernos como ejemplo a un padre ingenuo que no se da cuenta de las verdaderas intenciones de su hijo. ¡Muchas veces todos nos damos cuenta de que hemos ofendido al Señor después de comprobar hasta donde nos llevan nuestras infidelidades! 3 o El patrimonio que aquel hijo había recibido de su padre era un recurso de bienes materiales, pero más importante que estos bienes materiales era su dignidad de hijo en la casa paterna. La situación en que llegó a encontrarse cuando ya había perdido los bienes materiales, le debía hacer consciente, por necesidad, de la pérdida de esa dignidad. • Dives in misericordia, n. 5: “Aquel hijo, « cuando hubo gastado todo..., comenzó a sentir necesidad », tanto más cuanto que sobrevino una gran carestía « en el país », al que había emigrado después de abandonar la casa paterna. En este estado de cosas « hubiera querido saciarse » con algo, incluso « con las bellotas que comían los puercos » que él mismo pastoreaba por cuenta de « uno de los habitantes de aquella región ». Pero también esto le estaba prohibido. La analogía se desplaza claramente hacia el interior del hombre. El patrimonio que aquel tal había recibido de su padre era un recurso de bienes materiales, pero más importante que estos bienes materiales era su dignidad de hijo en la casa paterna. La situación en que llegó a encontrarse cuando ya había perdido los bienes materiales, le debía hacer consciente, por necesidad, de la pérdida de esa dignidad. El no había pensado en ello anteriormente, cuando pidió a su padre que le diese la parte de patrimonio que le correspondía, con el fin de marcharse. Y parece que tampoco sea consciente ahora, cuando se dice a sí mismo: « ¡Cuántos asalariados en casa de mi padre tienen pan en abundancia y yo aquí me muero de hambre! ». El se mide a sí mismo con el metro de los bienes que había perdido y que ya « no posee », mientras que los asalariados en casa de su padre los « poseen ». Estas palabras se refieren ante todo a una relación con los bienes materiales. No obstante, bajo estas palabras se esconde el drama de la dignidad perdida, la conciencia de la filiación echada a perder. Es entonces cuando toma la decisión: « Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado, contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros » (Lucas 15, 18 s) Palabras, éstas, que revelan más a fondo el problema central. A través de la compleja situación material, en que el hijo pródigo había llegado a encontrarse debido a su ligereza, a causa del pecado, había ido madurando el sentido de la dignidad perdida.” 3. Dios «padre misericordioso» en el centro de la parábola del hijo pródigo. (vv. 20- 21). o El hijo había renunciado a la comunión familiar; el padre lo acoge en la alegría de la comunión restablecida. • Juan Pablo II, Catequesis 8/09/1991: “El padre, por el contrario, al verlo llegar de lejos, le sale al encuentro, conmovido, (o, mejor, "conmoviéndose en sus entrañas", como dice literalmente el texto griego: Lucas 15,20), lo abraza con amor y quiere que todos lo festejen. La misericordia paterna resalta aún más cuando este padre, con un tierno reproche al hermano mayor, que reivindica sus propios derechos (Lucas 15,29 ss), lo invita al banquete común de alegría. La pura legalidad queda superada por el generoso y gratuito amor paterno, que va más allá de la justicia humana, e invita a ambos hermanos a sentarse una vez mas a la mesa del padre. El perdón no consiste solo en recibir nuevamente en el hogar paterno al hijo que se había alejado, sino también en acogerlo en la alegría de una comunión restablecida, llevándolo de la muerte a la vida. Por eso, "convenía celebrar una fiesta y alegrarse" (Lucas 15,32). El Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo del Dios revelado por Cristo. Dios es, ante todo y sobre todo, Padre. Es el Dios Padre que extiende sus brazos misericordiosos para bendecir, esperando siempre, sin forzar nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan fuerza y al mismo tiempo confortan, consuelan y acarician. Son manos de padre y madre a la vez. El padre misericordioso de la parábola contiene en sí, trascendiéndolos, todos los rasgos de la paternidad y la maternidad. Al arrojarse al cuello de su hijo, muestra la actitud de una madre que acaricia al hijo y lo rodea con su calor. A la luz de esta revelación del rostro y del corazón de Dios Padre se comprenden las palabras de Jesús, desconcertantes para la lógica humana: "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión" (Lucas 15,7). Así mismo: "Se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte" (Lucas 15,10). 4 • “Si le vio «cuando aún estaba lejos» es porque desde el día en que su hijo se había marchado, no había dejado de escrutar frecuentemente el horizonte. «Y se compadeció, y corrió a su encuentro.» Ninguna alusión a la pena que tenía, a sus razones, ningún reproche”. (Cfr. R. Cantalamessa o.c.) o El perdón y la reconciliación son fuente de alegría. La culminación de toda la historia salvífica se expresa en un banquete. vv.22-24 • Juan Pablo II, Catequesis 22/09/1999: “Como Jesús nos explica en la parábola del Padre misericordioso (Lucas 15,11-32), para él perdonar y reconciliar es una fiesta. El Padre, en ese pasaje evangélico, como en otros muchos, no solo ofrece perdón y reconciliación; también muestra que esos dones son fuente de alegría para todos”. En el Nuevo Testamento es significativo el vínculo que existe entre la paternidad divina y la gran alegría del banquete. Se compara el reino de Dios a un banquete donde el que invita es precisamente el Padre (Mateo 8,11 Mateo 22,4 Mateo 26,29). La culminación de toda la historia salvífica se expresa asimismo con la imagen del banquete preparado por Dios Padre para las bodas del Cordero (Apocalipsis 19,6-9). • Juan Pablo II, Catequesis 28/02/1990: “La alegría forma parte de la renovación incluida en la "creación de un corazón puro". Es el resultado del nacimiento a una nueva vida, como Jesús explicara en la parábola del hijo pródigo, en la que el padre que perdona es el primero en alegrarse y quiere comunicar a todos la alegría de su corazón (Lucas 15,20-32)”. o La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre, mediante la conversión. • Es Cristo que pasa, 64: (...) Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia. Mirad que no estoy inventando nada. Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos contó para que entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la parábola del hijo pródigo1 . Cuando aún estaba lejos, dice la Escritura, lo vio su padre, y enterneciéronsele las entrañas y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello y le dio mil besos2 . Estas son las palabras del libro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más gráfica el amor paternal de Dios por los hombres? Ante un Dios que corre hacia nosotros, no podemos callarnos, y le diremos con San Pablo, Abba, Pater!, Padre, ¡Padre mío!, porque, siendo el Creador del universo, no le importa que no utilicemos títulos altisonantes, ni echa de menos la debida confesión de su señorío. Quiere que le llamemos Padre, que saboreemos esa palabra, llenándonos el alma de gozo. La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición, esa conversión del corazón que supone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejorar nuestra vida, y que —por tanto— se manifiesta en obras de sacrificio y de entrega. Volver hacia la casa del Padre, por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios. Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que tengamos añoranza del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos alegremos ante el don que Dios nos hace de podernos llamar y de ser, a pesar de tanta falta de correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos suyos. 4. La misericordia, la conversión, el perdón, la alegría: otros textos [Cfr. La alegría del perdón, Edibesa 1998 – cf. índice analítico] a) El Señor viene a nuestro encuentro cuando nos convertimos en lo más profundo del alma (San Ambrosio, Comentario al Evangelio de san Lucas, VII). 1 Cfr. Lucas 15, 11 ss 2 Lucas 15, 20 5 b) Nada es tan grato a Dios, y tan conforme a su amor, como la conversión de los hombres mediante un sincero arrepentimiento por los pecados (San Máximo el Confesor, Carta 11). c) Dios conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza (Santa Teresita del Niño Jesús, Historia de un alma, cap. VIII). d) Nuestro Padre Dios “reviene nuestro deseos de ser perdonados, y se adelanta , abriéndonos los brazos con su gracia” (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 64). e) La alegría del padre se celebra con un banquete: en la cultura, y en la religión hebraica, el banquete era la expresión fundamental de amistad, de fiesta y de paz (Catecismo de adultos, n. 198). f) La penitencia valiosa es la que suscita Dios: por su misericordia llama al arrepentimiento (San Juan de Avila, Sermón del miércoles de ceniza, n. 7,1). g) No perder la esperanza de la conversión (San Cirilo de Jerusalén, Segunda catequesis bautismal, la penitencia, n. 5). h) Dios no se cansa de perdonar; la conciencia de ser como vasos de arcilla nos debe servir para consolidar nuestra esperanza en Cristo (San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 215). i) La conversión transforma al hombre (Conferencia Episcopal Española, Dejaos reconciliar con Dios, n.3). j) La llamada de Jesús a la penitencia se dirige, sobre todo, a la conversión del corazón (CCE n. 1430). k) La conversión es obra de la gracia de Dios (CCE n. 1432). etc. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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