Domingo 3º de Cuaresma, Ciclo A (2017). En el Evangelio de hoy: el encuentro de Jesús
con la mujer samaritana en el pozo de Jacob. El agua de la que habla Jesús, simboliza la acción del Espíritu Santo en el Bautismo. El Espíritu es el agua viva que brota de Cristo crucificado como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna. La sed de escuchar las palabras del Señor. El creyente tiene necesidad de Dios y de su palabra para estar vivo y existir. Cristo es el agua que lleva a la vida eterna. Jesús invita a examinar la propia conciencia, a escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar las esperanzas más profundas: importancia del examen de conciencia. “Golpearás la peña, y saldrá de ella agua” (Éxodo 17,6). Precisamente de esa roca maciza podrán sacar los israelitas agua en su viaje hacia la tierra prometida, lo mismo que del Corazón de Cristo, sediento en la cruz, brotará el agua que salve a quienes han emprendido el camino de fe. Jesús indica a la Samaritana el camino que lleva al agua. Es el camino de la verdad interior, el camino de la conversión y de las obras buenas. Se trata de una invitación a examinar la propia conciencia, a escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar en él las esperanzas más profundas.
Juan 4, 5-42: 5 Jesús llegó a
una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que le dio
Jacob a su hijo José. 6 Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús,
fatigado del camino, se había sentado en el pozo. Era más o menos
la hora sexta. 7 Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le
dijo: - Dame de beber 8– sus discípulos se habían marchado a la
ciudad a comprar alimentos. 9 Entonces le dijo la mujer samaritana:
- ¿Cómo tú siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una
mujer samaritana? – porque los judíos no se tratan con los
samaritanos. 10 Jesús le respondió: -Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de
beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua
viva. Etc.
Cfr. Domingo 3º de Cuaresma Ciclo A 19 marzo 2017
Éxodo
17, 3-7; Romanos 5, 1-2.5-8; Juan 4, 5-42
Derramaré
sobre vosotros un agua pura
que
os purificará de todas vuestras inmundicias.
Y
os infundiré un espíritu nuevo – dice el Señor
(Cfr. Antífona de
entrada, Exequiel 36.23.24.25.26)
Todo
el que bebe de esta agua [de la del pozo]
tendrá
sed de nuevo –respondió Jesús -,
pero
el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed nunca más,
sino
que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua
que
salta hasta la vida eterna.
(Evangelio de hoy, Juan
4, 13-14)
Quiénes eran los Samaritanos: una comunidad de origen hebreo que había padecido contaminaciones desde el punto de vista étnico y religioso.
- Juan
4, 9 “La samaritana le dice: -«¿Cómo tú, siendo judío, me
pides de beber a mí, que soy
- Los
pocos cientos de samaritanos que viven hoy día, residen en la
vecina ciudad de Nablus, y
- La
sed es el símbolo de nuestros deseos, de aquello que ansiamos. En
la vida cristiana se ha
considerado como el símbolo de la nostalgia de Dios, de su búsqueda. Cuando nosotros buscamos a
Dios, Él ya nos buscó primero.
El agua en el Catecismo de la Iglesia Católica (algunos números)
El agua, desde el origen del mundo, es la fuente de la vida y de la fecundidad
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo,
se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el
poder de santificar (MR, Vigilia Pascual, bendición del agua
bautismal, 42).
Dios habla al hombre a través de la creación visible
- n. 1094: (...) El agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo (Cf 1 Corintios 10, 1-6) (...) [Cf. Exodo 17, 3-7: primera Lectura de hoy]
Los símbolos del Espíritu Santo. El agua simboliza la acción del Espíritu Santo en el Bautismo.
El Espíritu es el Agua viva que brota de Cristo crucificado como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna.
El agua en la Biblia y en nuestro tiempo
Cfr.
Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme III edizione,
novembre 1995, III domenica di quaresima.
Para la Biblia el agua es un grande símbolo teológico.
“Para
la Biblia el agua es un grande símbolo teológico. Hay hasta 1.500
versos del Antiguo Testamento y 430 del Nuevo que se refieren al
agua, también porque es precisamente esa realidad la que más desea
el paisaje oriental, frecuentemente árido y sediento”. (pp. 76-77)
“Las
palabras de Jesús sobre el «agua viva» - es decir, sobre la
revelación del Padre donada a los hombres a través de Cristo –
nos invitan a retomar este símbolo amado en todas las culturas, raíz
de nuestra existencia. También en nuestros días el agua vuelve a
hablarnos con toda su fuerza física y simbólica a causa de los
desequilibrios ecológicos, de los ciegos egoísmos industriales, de
los derroches y del desprecio en relación con la naturaleza. Pero,
sobre todo, debe volver ante nuestros ojos por su valor espiritual,
como signo bautismal y purificador. Toda la Biblia, en efecto, está
atravesada y bañada idealmente por el agua física y espiritual:
«¡Todos los sedientos, venid a las aguas! ... Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba quien cree en mí» (Isaías 55,1; Juan 7, 37)”.
(p. 77)En el Antiguo Testamento
El grito de la cierva sedienta. La sed de oír las palabras del Señor.
“Inmerso
en una plaga del desierto, en un silencio absoluto, el poeta del
Salmo 42-43 siente de repente el grito de la cierva sedienta. En este
anhelo y en este lamento el salmista encierra también su
autobiografía espiritual, atravesada por una ansia instintiva y
primordial, por una tensión y por un deseo vital hacia Dios, agua
viva, alegría, esperanza, frescura y meta última de su ser: «Como
ansía la cierva las corrientes de agua, así te ansía mi alma, Dios
mío. Mi alma [¡en hebreo una misma palabra significa «alma» y
«garganta»!] está sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo podré
ir a ver el rostro de Dios?» (Salmo 42, 2-3). «Vienen días - se
lee en Amós 8, 11 - en que enviaré al país, no sed de agua, sino
de oír las palabras del Señor”. (p. 77)
Un deseo intenso de Dios. El creyente tiene necesidad de Dios y de su palabra para estar vivo y existir.
“También
el salmo 63, «un canto del amor místico», según la definición
de un comentador, es la celebración de esta sed insuprimible de
Dios, más fuerte de la sed física. Santa Teresa de Avila, en su
Camino de perfección
escribía: «La sed expresa el deseo de una cosa, pero se trata de un
deseo tan intenso que morimos si permanecemos privados de él». He
aquí las palabras del salmista: «Oh Dios, Tú eres mi Dios, al alba
te busco, mi alma tiene sed de Ti, por Ti mi carne desfallece, en
tierra desierta y seca, sin agua. Por eso te contemplo en el
Santuario, para ver tu poder y tu gloria. Porque tu misericordia vale
más que la vida» (vv. 2-4).
Están
conectados indisolublemente en el salmo el paisaje exterior (el
desierto) y el paisaje interior (el vacío que se experimenta cuando
estamos sin Dios). Como la tierra está muerta sin la lluvia y como
con las grietas de su superficie parece que es una boca abrasada y
sedienta, sin agua, así el creyente tiene necesidad de Dios y de su
palabra para estar vivo y existir. Es Dios, precisamente, el agua que
sacia la sed, recrea, fecunda el desierto de nuestra conciencia
cuando está endurecida por el pecado, por la frialdad, por la
soledad. Con las mismas palabras otro texto del Salterio declara:
«Extiendo mis manos hacia Ti, mi alma está ante Ti como tierra
reseca» (143,6)”. (p. 78)
En el Nuevo Testamento
Cfr.
Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme III edizione,
novembre 1995, III domenica di quaresima.
El agua que busca el cristiano es Cristo.
“El
agua del pozo es la realidad que el oriental busca con continua ansia
en su panorama frecuentemente soleado, sabiendo que ella no es sólo
instrumento de purificación y de refrigerio sino, sobre todo, raíz
de vida y de fecundidad. El agua empapa el suelo haciendo que nazcan
brotes lozanos; el agua combate la muerte en el desierto
estableciéndose la vida; el agua vigoriza al hombre en su camino
cotidiano. Bajo esta luz, las palabras de la Samaritana «Señor,
dame de esa agua, para que no tenga sed» contienen la pregunta
fundamental del cristiano; éste no busca una agua aunque sea fresca
y santa como la del pozo de Jacob, sino «el agua que salta hasta la
vida eterna», es decir, Cristo con su bautismo regenerador: «Si
alguno tiene sed, venga a mí; y beba quien cree en mí» (Juan 7,
37). (p. 74)
Cristo es el agua que lleva a la vida eterna.
Jesús invita a examinar la propia conciencia, a escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar las esperanzas más profundas: importancia del examen de conciencia.
Cfr. San Juan
Pablo II, Homilía, domingo 3º de Cuaresma, en la parroquia de los
Santos Pedro y Pablo (22-III-1981).
“Golpearás la peña, y saldrá de ella agua” (Éxodo 17,6). Precisamente de esa roca maciza podrán sacar los israelitas agua en su viaje hacia la tierra prometida, lo mismo que del Corazón de Cristo, sediento en la cruz, brotará el agua que salve a quienes han emprendido el camino de fe.
- El
largo viaje de los israelitas por el desierto sirve de contexto
inmediato al pasaje del Éxodo. Una
- Como
en el tiempo del Éxodo, también hoy los hombres notan la fe de
esta agua salvadora y
Desde hacía siglos judíos y samaritanos vivían en una enemistad implacable. Pero Jesús se muestra superior a este prejuicio, como también a la opinión judía que consideraba como indecoroso para un maestro hablar públicamente con una mujer.
- Del agua que salta hasta la vida eterna habla Cristo a la Samaritana junto al pozo de Sicar. Cansado del camino se sienta sobre el brocal del pozo. Los discípulos habían ido solos a la ciudad para las compras. Jesús pide a la Samaritana, que había venido para sacar agua, que le dé de beber. Ella se admira de esto. ¿Cómo puede Él, un judío, pedir algo a una samaritana? Desde hacía siglos judíos y samaritanos vivían en una enemistad implacable. Pero Jesús se muestra superior a este prejuicio, como también a la opinión judía que consideraba como indecoroso para un maestro hablar públicamente con una mujer. Para Él no cuenta la distinción de nación y de raza, ni tampoco la distinción entre hombre y mujer.
Del agua natural, elemento material que Jesús pide primeramente a la mujer, lleva la conversación al plano de la revelación, el agua verdaderamente viva. Jesús revela a la mujer que Él es en persona la fuente misma del agua viva.
- Del agua natural, elemento
material que Jesús pide primeramente a la mujer, lleva la
Jesús indica a la Samaritana el camino que lleva al agua. Es el camino de la verdad interior, el camino de la conversión y de las obras buenas.
Se trata de una invitación a examinar la propia conciencia, a escrutar en lo íntimo del corazón, a despertar en él las esperanzas más profundas.
- Precisamente cuando la
Samaritana se dirige a Jesús con las palabras: “Dame esa
El agua que salta hasta la vida eterna provoca una auténtica conversión en la Samaritana, que la lleva a reconocer que Jesús es el Mesías. Y nota en sí una nueva fuerza que le lleva anunciar a los demás la verdad y la gracia que ha recibido.
- ¿Qué efectos produjo en la Samaritana el agua viva que salta hasta la vida eterna? Valorando el desarrollo ulterior de la situación espiritual de la mujer, se puede responder que el fruto fue grande. Efectivamente, se encuentra en ella una auténtica metanoia que la lleva hasta reconocer en Jesús al Mesías: “Venid a ver -dice a sus conciudadanos- un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías?” (Jn 4,29). Y la pregunta supone en su pensamiento una respuesta afirmativa, porque une esta confesión con el hecho de llamar por su nombre a los pecados: me ha dicho todo lo que he hecho. Nota en sí una nueva fuerza, un nuevo entusiasmo que la lleva a anunciar a los demás la verdad y la gracia que ha recibido: venid a ver. En cierto sentido se convierte en mensaje de Cristo y de su Evangelio de salvación, como la Magdalena en la mañana de Pascua.
También nosotros estamos llamados a adorar a Dios no sólo externamente, sino que la adoración debe afectar a las conciencias: “Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón...”
- También a nosotros se nos
dirige la invitación a beber esta agua viva de la verdad, a
- Esta adoración no puede ser
solamente externa. La adoración en “espíritu y verdad” debe
- Pensemos a quién de nosotros
se refieren estas palabras. Pensemos en esos hermanos y
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Vida Cristiana
1
Juan 4, 19.20: 19 - “Señor, veo que tú eres un profeta – le
dijo la mujer-. 20 Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y
vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en
Jerusalén”.
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