sábado, 18 de marzo de 2017
Domingo 31 del tiempo ordinario año C (3 de noviembre 2013). El encuentro entre Jesús y Zaqueo (2): pasos y características de la conversión. Una curiosidad que provoca una búsqueda y un encuentro con Jesús que cambian sustancialmente la existencia. Es como un nuevo nacimiento. Características de la conversión: quien encuentra al Señor cambia su vida; Cristo no ha venido para condenar sino para perdonar, no ha venido para destruir sino para liberar; el amor invencible de Dios tiene compasión de todos y a todos perdona; la conversión es una nueva etapa en la que junto a la reorientación hacia Dios se dan obras de justicia y de solidaridad hacia los demás.
1 Domingo 31 del tiempo ordinario año C (3 de noviembre 2013). El encuentro entre Jesús y Zaqueo (2): pasos y características de la conversión. Una curiosidad que provoca una búsqueda y un encuentro con Jesús que cambian sustancialmente la existencia. Es como un nuevo nacimiento. Características de la conversión: quien encuentra al Señor cambia su vida; Cristo no ha venido para condenar sino para perdonar, no ha venido para destruir sino para liberar; el amor invencible de Dios tiene compasión de todos y a todos perdona; la conversión es una nueva etapa en la que junto a la reorientación hacia Dios se dan obras de justicia y de solidaridad hacia los demás. Cfr. Domingo 31 Tiempo Ordinario, Año C, 3 de noviembre de 2013. Sabiduría 11, 22-12, 2 Tesalonicenses 1,11-2,2; Lucas 19, 1-10 Sabiduría 11,22-12,2: 22 Ante ti el universo entero es como una mota de polvo en la balanza, como la gota de rocío que a la mañana baja sobre la tierra. 23 Te compadeces de todos porque todo lo puedes y disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan. 24 Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho. 25 Y ¿cómo habría permanecido algo si no hubieses querido? ¿Cómo se habría conservado lo que no hubieses llamado? 26 Mas tú con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida. 12 1 pues tu espíritu incorruptible está en todas ellas. 2 Por eso mismo gradualmente castigas a los que caen; les amonestas recordándoles en qué pecan para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor. 2 Tesalonicenses 1,11-2,2: 11Rogamos constantemente por vosotros, para que Dios os haga dignos de su vocación, y con su poder haga realidad todos vuestros deseos de hacer el bien y de practicar la fe.12 Así el nombre del Señor Jesús será glorificado en vosotros, y vosotros en él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. 2 1 Acerca de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él, os rogamos, hermanos, 2 que no se inquiete fácilmente vuestro ánimo ni os alarméis: ni por revelaciones, ni por rumores, ni por alguna carta que se nos atribuya, como si fuera inminente el día del Señor. Lucas 19, 1-10: 1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 . Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: « Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa. » 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: « Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador. » 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: « Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. » 9 Jesús le dijo: « Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. El encuentro entre Jesús y Zaqueo (2) 1. El sicomoro. Breves apuntes sobre la figura de Zaqueo. Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno C, Piemme 1999, XXXI domenica pp. 321-326 “Todos los peregrinos que atraviesan la estupenda oasis de Jericó, 5 kms de longitud y encajonada en el árido territorio y casi lunar de la fosa del Jordán, a 300 metros de profundidad bajo el nivel del mar, se paran delante de un colosal árbol de origen africana que tiene un fruto semejante al higo, como se indica en la etimología griega de su nombre. Delante de este árbol, ahora raro, se lee la narración del encuentro entre Jesús y Zaqueo, un detestado exactor de los impuestos romanos, categoría social que Jesús había ya hecho protagonista de una parábola, la del publicano y el fariseo, que hemos leído el pasado domingo. El nombre de Zaqueo es la forma griega del hebreo Zakkai, nombre que tuvo uno de los oficiales de Judas Macabeo (2 Mc 10,10), que había guiado Israel en la rebelión contra la opresión sirio-griega de los Seleucidas en 167- 164 a.C. El Zakkai de Jericó que tiene curiosidad de conocer a Jesús es, por el contrario, un colaboracionista, despreciado por el pueblo, temido pero aislado”. (p. 322). 2. La conversión: características y pasos Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno C, Piemme 1999, XXXI domenica pp. 321-326 2 Una ironía y una curiosidad que esconden una profunda ansia auténtica. p. 322 “La narración tiene un hilo de ironía ingenua: en efecto, impresiona ver a un funcionario mientras se agarra a un tronco, sin importarle el ridículo y movido por una invencible curiosidad. Una curiosidad que, sin embargo, oculta una profunda ansia auténtica. Una curiosidad que es en este caso benéfica, que revolucionará la vida de este empleado de hacienda, como había sucedido poco tiempo antes a un colega de Cafarnaún, Mateo-Leví. El poeta Eugenio Montale toma ocasión de esta figura un poco torpe de trepador para confesar su «no-curiosidad» y por tanto su no-encuentro con Cristo. Lo hará con un lírica aparentemente divertida, en realidad amarga. Se trata de trepar en el sicomoro para ver al Señor. Desdichadamente, no soy un trepador y también estando sobre la punta de los pies no lo he visto. Una búsqueda que llega a un encuentro y a una meta pp. 322-323 “La historia de Zaqueo es, sin embargo, la de una búsqueda que llega a un encuentro y a una meta. En efecto, toda la narración está escrita con verbos de movimiento: ellos, no obstante, no delinean sólo un ámbito espacial, el de Jericó y el de sus caminos, sino que se configuran como la trama de una peregrinación hacia la salvación. Así, Jesús «entra y atraviesa una ciudad» en la que Zaqueo lleva una existencia gris de burócrata. Enseguida sucede el cambio: Zaqueo «trata de ver» a Jesús esforzándose por entrometerse entre la muchedumbre; después «corrió más adelante» y, para poderlo ver, «subió» a un sicomoro esperando que Cristo pasase por «allí». Y cuando finalmente «llega», Jesús «levantó los ojos» e inaugura para aquel hombre el verdadero viaje espiritual, que tiene como meta la salvación: «baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo, entonces, «bajó enseguida» y lo recibió «en su casa». o Dos interpretaciones de este “viaje” espiritual de Zaqueo: una perversa y otra luminosa. p. 323 “Este «viaje», que es la historia de una existencia que cambia trayectoria, ha sido interpretado según dos lecturas diversas, que son testimonio de dos mentalidades antitéticas que está presente constantemente en la humanidad. La primera interpretación es la perversa propia de los respetables y de los hipócritas: «ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Es la actitud rígida del fariseo de la parábola, que se repite con toda la carga de orgullo, de autosuficiencia y de juicio. La segunda interpretación es la luminosa de Cristo que ve en el itinerario de Zaqueo la historia de la salvación inaugurada también en el pecador: «Hoy ha sido la salvación de esta casa… el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Otras características de la conversión Quien encuentra al Señor cambia su vida pp. 323-324 “En el lenguaje bíblico, la narración de una conversión siempre se expresa con las imágenes de una vuelta, de un encuentro entre Dios y el hombre. No hay nadie que, al encontrar al Señor, no sea arrollada su vida, implicada y revuelta: « Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. » No es una simple confesión con los labios, es una auténtica retractación de una vida entera. Así surge el alba de una nueva existencia. Cristo no ha venido para condenar sino para perdonar, no ha venido para destruir sino para liberar. Naturalmente, Lucas añade, como algo propio, un toque de complacencia en ver a Jesús en compañía de la basura de la sociedad, de los proscritos y hasta de aquellos que son considerados delincuentes, con la certeza de que Cristo no ha venido para destruir sino para liberar, no ha venido para condenar sino para perdonar, no ha venido para exterminar sino para «buscar y salvar lo que estaba perdido». El párrafo, por tanto, de llamada a la búsqueda y a la esperanza en Dios dirigiéndose a quien se siente culpable e infeliz, se transforma en una invitación al amor, a la abertura de ánimo, al compromiso activo a favor de todos aquellos que la sociedad señala como irrecuperables o de poco fiar. La esperanza de Jesús es la de una Iglesia en la que todos vengan acogidos, su deseo es el de tener discípulos que salgan de sus cenáculos para ir «a buscar y salvar lo que estaba perdido». El amor invencible de Dios tiene compasión de todos y a todos perdona. (Primera Lectura) pp. 324-325 “En la larga meditación sapiencial sobre el Éxodo que ocupa los cc. 11-19 de la joya de la literatura 3 griego-judea de Alejandría de Egipto que es el libro de la Sabiduría, hay un espléndido párrafo sobre el amor invencible de Dios por sus criaturas aunque sean pecadoras. Dios, en efecto, aun teniendo ante sí el entero universo como una mota de polvo o como una gota de rocío lista para evaporarse (v. 22), tiene compasión de todos y a todos perdona (v. 23). La justificación teórica de este amor universal de Dios es formulada así: los seres subsisten por voluntad divina y son conservados en la existencia por coherencia con su primera vocación al ser en la creación. El soplo vivificador de Dios pasa por todas las criaturas, todo ser es objeto del amor eficaz de Dios, Dios apuesta siempre por la vida, sobre la posibilidad de hacer el bien del hombre, también cuando el hombre mismo no tiene confianza en sí mismo. En el famoso Diario de un cura de campaña, Bernanos escribía: «Si no fuese por la piedad vigilante de Dios, me parece que en el mismo momento en que tomase conciencia de sí mismo el hombre recaería en el polvo». Dios es el Dios de la vida, un Dios que siempre crea y ama, un Dios eternamente confiado en relación con sus criaturas, un Dios que tiene la pasión por el perdón. La conversión es una nueva etapa en la que junto a la reorientación hacia Dios se dan obras de justicia y de solidaridad hacia los demás 1 . pp. 325-326 Ningún sacerdote hebreo, ni siquiera Jesús que había declarado «Cómo es difícil que un rico entre en el Reino de Dios» (Lc 18, 24), habría apostado, en un primer momento, por Zaqueo. Pero, justamente, Jesús había continuado diciendo: «Lo que es imposible a los hombres es posible para Dios» (18,27). Y he aquí que, de hecho, se da el milagro de la conversión y del perdón. Se abre una nueva vida para Zaqueo. «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo»: la conversión implica una verificación concreta y experimental que se manifiesta, sobre todo, en la solidaridad efectiva con los pobres y con las víctimas de la injusticia. Por tanto, la conversión además de una reorientación hacia Dios es un acto social y comunitario. Así Pablo había resumido su vida de convertido ante el rey Agripa: «Comencé a predicar que se arrepintieran y se convirtieran a Dios con obras dignas de penitencia» (Hechos 26, 20).Experimentar el perdón quiere decir encaminarse por un camino de alegría y de donación que no tiene nada que ver con los mórbidos pliegues del sentimiento o con un genérico compromiso ritual y espiritual. Si el pecado es una realidad paralizadora, el perdón es, por el contrario, vivificador. «Mira, hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5). 3. Otros textos sobre la conversión: cfr. “La alegría del perdón”, Edibesa 1998. • Primera parte, IV: Cuando el hombre se convierte, Dios perdona siempre. Textos de Juan Pablo II, San Ambrosio, San Jerónimo, Santo Tomás de Aquino, San Gregorio Magno. • Segunda parte, I a XII. La penitencia interior o conversión del corazón, la conversión como virtud. La penitencia interior se nos inculca repetidamente en los Libros Sagrados. Reconocerse pecadores es ya un don de Dios y una difícil victoria sobre la tendencia a la autojustificación. Necesidad continua de conversión. La conversión consiste siempre en descubrir la misericordia de Dios. No perder la esperanza de la conversión. La conversión es algo personal y libre: opción fundamental por Dios; etc. Textos de: Catecismo Romano, Juan Pablo II, Pablo VI, San Juan de Avila, San Antonio María Claret, San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio Magno, San Josemaría Escrivá, Conferencia Episcopal Española, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San Agustín, Santo Cura de Ars, León XIII, J.Ratzinger, Catecismo de la Iglesia Católica, Vincenzo Paglia, Carlo María Martini, etc. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana 1 Zaqueo comienza una vida reconciliada no solamente con Dios sino también con sus hermanos a los que defraudó con su avaricia. Comparte sus bienes: «doy la mitad de mis bienes a los pobres … » (v. 8).
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