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EL CATECISMO (n. 678) NOS DICE QUE ACOGEMOS EL REINADO DE CRISTO – SU
AMOR - EN LA MEDIDA EN QUE ACOGEMOS AL PRÓJIMO. UNA
CARACTERÍSTICA DE LA DIGNIDAD DE LA VOCACIÓN CRISTIANA ES LA DE
PARTICIPAR EN LA «REALEZA DE CRISTO» CON NUESTRO ESPÍRITU DE
SERVICIO.
Cfr. Solemnidad de Cristo Rey A 2008 23 noviembre 2008 Mateo 25, 31-46;
Ezequiel 34, 11-12.15-17; Sal 22, 1-3.5.6
Cfr. Ezequiel 34: en Biblia de Jerusalén; S. Biblia, Libros proféticos, Eunsa; Benedicto XVI, Enc.
Spe salvi; etc.
• Ezequiel 34, 11-12. 15-17: 11 Así dice el Señor Dios: «Yo mismo buscaré mi rebaño y lo apacentaré. 12
Como recuenta un pastor su rebaño, cuando está en medio de sus ovejas que se han dispersado, así recontaré mis ovejas
y las recogeré de todos los lugares por donde se dispersaron en día de niebla y de oscuridad. 15 Yo mismo apacentaré
mis ovejas, y las haré descansar, dice el Señor Dios. 16 Buscaré la oveja perdida, haré volver a la descarriada; vendaré
a la que esté herida y curaré a la enferma. Tendré cuidado de la bien nutrida y de la fuerte. Las pastorearé con rectitud.
17 A vosotros, rebaño mío, así dice el Señor: Yo juzgo entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos.»
• Sal 22, 1-2a. 2b-3. 5. 6 (R.: 1) - R. El Señor es mi pastor, nada me falta. 1 El Señor es mi pastor, nada
me falta: 2 en verdes praderas me hace reposar. R. Me conduce hacia aguas tranquilas; 3 reconforta mi alma; me guía
por el sendero justo, por el honor de su nombre. R. 5 Preparas una mesa para mí, frente a mis adversarios; unges mi
cabeza con óleo, y mi copa rebosa. R. 6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y
habitaré en la casa del Señor por dilatados días. R.
• Mateo 25, 31-46: 31 En aquel tiempo,' dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuando venga en su gloria el Hijo del
hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, 32 y serán reunidas ante él todas las naciones. Él
separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha y las
cabras a su izquierda. 34 Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad
el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, 36 estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me
visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." 37 Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con
hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; 38 ¿cuándo te vimos peregrino y te hospedamos, o desnudo y
te vestimos?; 39 ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» 40 Y el rey les dirá: «Os aseguro que
cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis». 41 Y entonces dirá a los de su
izquierda: "Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y
no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me
vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. " Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos
con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: «Os aseguro
que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo». 46 Y éstos irán al
castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
La solemnidad de Cristo Rey, como institución, es bastante reciente. Fue establecida por el Papa Pío XI en 1925 en
respuesta a los regímenes políticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la Iglesia. Pero aunque la
institución de la fiesta sea reciente, no lo es su contenido ni su idea central, que es antiquísima y nace, se puede decir,
con el cristianismo. La frase: «Cristo reina» tiene su equivalente en la profesión de fe: «Jesús es el Señor», que
ocupa un lugar central en la predicación de los apóstoles. (R. Cantalamessa, Famiglia Cristiana 21/XI-2004)
A. El símbolo del reinado de Cristo tiene dos imágenes, dos títulos: es Pastor y
Juez
1. En el Antiguo Testamento: pastores y jueces de Israel.
o Pastor
• “La imagen del rey-pastor es antigua en el patrimonio literario de Oriente. Jeremías la aplicó a los
reyes de Israel, para censurarles por haber cumplido mal sus funciones (Jr 2,8; 10,21; 23,1-3), y para
anunciar que Dios daría a su pueblo nuevos pastores que le apacentaran con justicia (Jr 3,15; 23,4), y entre
esos pastores un «germen» (Jr 23, 5-6), el Mesías.” (Biblia de Jerusalén, Ezequiel 34).
• El juicio del Señor sobre cómo han llevado a cabo su trabajo los guías del pueblo de Israel,
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aparece claro en los primeros versículos del capítulo 34 del libro del Profeta Ezequiel: no han apacentado el
rebaño, no han fortalecido a las ovejas débiles, no han cuidado ni de la enferma ni de la herida, ni han
buscado a la perdida ... su rebaño está disperso por toda la tierra por falta de pastor ... (vv. 1-10); y anuncia,
como se ha leído en la primera Lectura, que él mismo «buscará su rebaño y lo apacentará » (v. 11)..
• Ese cuidado de su rebaño, por parte de Dios mismo, tiene unas características delineadas en los verbos
que aparecen en los versículos siguientes: apacentará, recontará y recogerá las ovejas de todos los lugares en
que se han dispersado; las hará descansar; vendará a la que esté herida y curará a la enferma; las pastoreará
con rectitud. (cfr. vv. 11-16) . La imagen de Dios-pastor es característica del profeta Ezequiel; el texto de la
primera Lectura de hoy ha sido calificado como “un himno a la ternura de Dios”. (Cfr. R. Cantalamessa, o.c.
más adelante, p. 294).
• El salmo 23, que se recita hoy en la liturgia de la Palabra, también expresa muy bien el contenido
del pastoreo por parte del Señor. Este salmo se ha aplicado frecuentemente a la vida sacramental,
especialmente al Bautismo y a la Eucaristía; el Señor cuida de nosotros también a través de los sacramentos.
En los vv. 1-3, el Señor aparece como pastor; en los vv. 5-6, como anfitrión. No sólo se recita en la
Solemnidad de Cristo Rey, para expresar que es quien guía y protege a la Iglesia, sino también en la
solemnidad del Sagrado Corazón, resaltando así la bondad y la misericordia de Dios, que se manifiesta en la
humanidad de Cristo.
o Rey Juez
• En la frase final del texto leído hoy (v. 17) aparece la imagen del Señor como Rey que juzga:
«Yo juzgo entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos». Es una frase que prepara la imagen
solemne de Cristo que encontramos en el Evangelio de hoy.
• S. Biblia, Antiguo Testamento, Libros proféticos, Ezequiel 34, 11-22, Eunsa: “La solicitud del
buen pastor lleva consigo el ejercicio de la justicia (Ezequiel 34, 17-22): en la nueva etapa es más evidente
que el amor divino y su misericordia no contradice la condena de los impíos (v. 20), más aún, no habría
verdadero amor sin justicia.”
2. Jesús actualiza la profecía de Ezequiel: se presenta a sí mismo como «el
buen Pastor».
o Es Buen Pastor
• S. Biblia, Libros proféticos, Ez 34, 1-31, Eunsa, 2002: “Jesús retomará esta imagen como
muy adecuada para expresar su función mesiánica y salvadora (Jn 10, 1-8, el Buen Pastor), y su cometido
de Juez supremo y escatológico (cf. Mt 25, 31-46). Pero el Señor no sólo lo afirmó con sus palabras, también
los hizo con sus gestos. Cuando en la multiplicación de los panes (cfr. Mc 6, 33-34 y par.), Jesús reúne a los
que le seguían porque estaban «como ovejas que no tienen pastor» (Mc 6,34; cfr. Ez 34,5), y les
alimenta con la palabra de su enseñanza, está actualizando esta profecía de Ezequiel, en la que se prometía
un nuevo rey, un verdadero pastor, y una Nueva Alianza. Él es, pues, el pastor que congrega a todos los
hombres para llevarlos a la salvación.
• San León Magno, Sermones 63,7: «Él es quien, sin excluir a ningún pueblo, ha reunido en una
sola grey las santas ovejas de todas las naciones que hay bajo el cielo, realizando cada día lo que prometió
cuando dijo: Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y
escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.»”.
• Juan Pablo II, Exhortación Apostólica «Pastores dabo vobis», n. 22: “La imagen de
Jesucristo, Pastor de la Iglesia, su grey, vuelve a proponer, con matices nuevos y más sugestivos, los
mismos contenidos de la imagen de Jesucristo, Cabeza y Siervo. Verificándose el anuncio profético del
Mesías Salvador, cantado gozosamente por el salmista y por el profeta Ezequiel (cf. Sal 22-23; Ez 34, 11ss),
Jesús se presenta a sí mismo como «el buen Pastor» (Jn 10, 11.14), no sólo de Israel, sino de todos los
hombres (cf. Jn 10, 16). Y su vida es una manifestación ininterrumpida, es más, una realización diaria de su
«caridad pastoral». Él siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas, como ovejas sin
pastor (cf. Mt 9, 35-36); él busca las dispersas y las descarriadas (cf. Mt 18, 12-14) y hace fiesta al
encontrarlas, las recoge y defiende, las conoce y llama una a una (cf. Jn 10, 3), las conduce a los pastos
frescos y a las aguas tranquilas (cf. Sal 22-23), para ellas prepara una mesa, alimentándolas con su propia
vida. Esta vida la ofrece el buen Pastor con su muerte y resurrección, como canta la liturgia romana de la
Iglesia: «Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey.
Aleluya».(Misal Romano, Antífona de comunión de la Misa del IV domingo de Pascua)”.
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Jesús es juez. Evangelio: Mateo 25, 31-46: Seremos juzgados según el amor al
prójimo. La pertenencia al reino de Cristo es consecuencia de la acogida del
hermano necesitado.
o Es Rey que juzgará según el amor al prójimo: hay que reconocer a Cristo en
nuestros hermanos los hombres.
• Evangelio. El Señor concede su reino a quienes viven las seis obras de misericordia a favor del
prójimo señaladas en san Mateo. Ya en El Antiguo Testamento aparecen esas invitaciones a favor del
prójimo: dar de comer a los hambrientos y vestir al desnudo (cfr. Isaías 58, 7; Ezequiel 18,7); visitar a los
enfermos (cfr. Sirácida 7, 35); dar de beber al sediento (cfr. Job 22,7); dar hospitalidad a los extranjeros
(Isaías 58,7). El salmo responsorial trata de la imagen de Dios como pastor que protege y da hospitalidad al
fugitivo que es perseguido por los enemigos.
• Catecismo de la Iglesia Católica, n. 678: (...) “La actitud con respecto al prójimo revelará la
acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (Cf Mt 5, 22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: «Cuanto
hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).”
• S. Teresa de Jesús, Moradas del Castillo Interior, 5,3.7-8. El amor a Dios se demuestra en el
amor al prójimo: “Si amamos a Dios no se puede saber (aunque hay indicios grandes para entender que le
amamos), mas el amor del prójimo sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más
lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos
al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto yo no puedo dudar”
• Es Cristo que pasa, 111: “Todas las situaciones por las que atraviesa nuestra vida nos traen un
mensaje divino, nos piden una respuesta de amor, de entrega a los demás. «Cuando venga el Hijo del
Hombre ... Y el Rey en respuesta les dirá: en verdad os digo, siempre que lo hicisteis con algunos de estos
mis hijos más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 31-40). Hay que reconocer a Cristo, que
nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. Ninguna vida humana es una vida aislada, sino que
se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un
mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad”.
B. ¿Por qué las dos imágenes del pastor y del rey-juez?
1. Nuestra vida tiene dos tiempos
Cfr. Raniero Cantalamessa, La Parola e la vita Anno A, Città Nuova giugno 2001, pp.
294-296.
• En la liturgia de hoy se habla de Jesucristo con dos grandes imágenes: Rey y Pastor. Entre estos
dos títulos se desarrolla la historia de la salvación. Hay un cierto reparto. En la primera parte de la liturgia de
la Palabra (primera Lectura y Salmo responsorial), domina la imagen del Pastor; en la segunda parte
(segunda Lectura y Evangelio), domina la imagen del Rey.
¿Por qué esta sucesión de imágenes en la fiesta de Cristo Rey? ¿Qué
nos quiere decir la liturgia con la elección de estos textos de la
Escritura?
• El pensamiento principal puede ser éste: nuestra vida tiene dos tiempos. El primero es el que
estamos viviendo. En él encontramos a Cristo como «buen Pastor»; la decisión está en nuestras manos; es el
tiempo que san Pablo llama «favorable», o el «día de la salvación» (2 Co 6,2). Pero llegará el segundo
tiempo en el que se pasa el umbral y se entra en la fase nueva en la que encontramos a Cristo como Reyjuez:
es el tiempo de la sentencia, en el que ya no hay tiempo para el debate o la defensa.
2. La tentación de teorizar sobre la reencarnación
• Cfr. Raniero Cantalamessa, La Parola e la vita Anno A, Città Nuova giugno 2001, p. 297:
Los hombres hemos intentado siempre encontrar un agujero para huir de la seriedad tremenda de este
pensamiento. Se ha pensado, por ejemplo, en la idea de ciclos sucesivos de la existencia (reencarnación
después de la muerte), por la que es posible recomenzar desde el inicio también después del día del juicio.
Sin embargo, Dios no ha creado el mundo por una especie de juego en el que nada es serio porque nada es
definitivo. “Donde cae el árbol allí se queda” (Eclesiastés 11,3): no se vuelve hacia atrás, ni siquiera para
decirlo a los propios hermanos, como habría querido hacer el rico Epulón (Lc 16, 19-31).
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3. Catecismo de la Iglesia Católica
• CEC 1013: “La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de
misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último
destino. Cuando ha tenido fin «el único curso de nuestra vida terrena» (LG 48), ya no volveremos a otras
vidas terrenas. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez» (Hb 9, 27). No hay «reencarnación»
después de la muerte”.
• CCE 1021: (...) Hay una “retribución inmediata después de la muerte de cada uno como
consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (Cf Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la
Cruz al buen ladrón (Cf Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (Cf 2 Co 5, 8; Flp 1, 23; Hb
9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (Cf Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para
otros”.
C. Reinar es servir y servir es reinar: una característica de la vocación cristiana.
1. El Hijo del Hombre ha venido a servir y a dar su vida: la realeza de Cristo no
se debe entender con conceptos humanos.
• Se puede decir que las características de su reino son diversas a las de los reinos mundanos. Su
reino es un reino de servicio: el Hijo del Hombre «no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en
redención de muchos» (Mateo 20, 28).
• Como ha escrito un autor, “el reino de Cristo no ha sido inaugurado con un solemne desfile militar
sino con el arresto del soberano. No ha sido presentado al mundo con una grandiosa ceremonia de
entronización, sino con una crucifixión y con una cruz como trono. (...) Los poderosos frecuentemente están
rodeados de cortesanos ávidos y corrompidos. Por el contrario, “debéis tener bien claro – advierte San Pablo
– que ningún fornicario o impúdico, o avaro, que es como un adorador de ídolos, puede heredar el Reino de
Cristo y de Dios (Ef 5,5) (...)”.(Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme novembre
1995, p. 311).
2. La vocación cristiana es participación en la realeza de Cristo
o Una característica de la dignidad de la vocación cristiana es la de participar
en la «realeza de Cristo» con nuestro espíritu de servicio.
• Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, n. 21: “El Concilio Vaticano II, construyendo desde la
misma base la imagen de la Iglesia como Pueblo de Dios - a través de la indicación de la triple misión del
mismo Cristo, participando en ella, nosotros formamos verdaderamente parte del pueblo de Dios - ha puesto
de relieve también esta característica de la vocación cristiana, que puede definirse « real ». Para presentar
toda la riqueza de la doctrina conciliar, haría falta citar numerosos capítulos y párrafos de la Constitución
Lumen gentium y otros documentos conciliares. En medio de tanta riqueza, parece que emerge un elemento:
la participación en la misión real de Cristo, o sea el hecho de re-descubrir en sí y en los demás la
particular dignidad de nuestra vocación, que puede definirse como « realeza ». Esta dignidad se
expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que « no ha venido para ser servido, sino
para servir ».
[181] Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente « reinar »
sólo « sirviendo », a la vez el « servir » exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el «
reinar ». Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las
virtudes que hacen posible tal dominio. Nuestra participación en la misión real de Cristo --concretamente en
su « función real » (munus)-- está íntimamente unida a todo el campo de la moral cristiana y a la vez
humana”.
D. Jesucristo Juez en la Encíclica «Spe salvi» de Benedicto XVI, sobre la esperanza
cristiana. El encuentro con Cristo es el acto decisivo del juicio.
30 noviembre 2007, fiesta del Apóstol san Andrés.
o El juicio sirve como criterio para ordenar la vida presente. El juicio es una
imagen de nuestra responsabilidad respecto a nuestra vida, respecto a lo
cotidiano.
n. 41. (…) Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en
su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo,
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como esperanza en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba,
sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había preanunciado repetidamente. Este mirar
hacia adelante ha dado la importancia que tiene el presente para el cristianismo. En la configuración de los
edificios sagrados cristianos, que quería hacer visible la amplitud histórica y cósmica de la fe en Cristo, se
hizo habitual representar en el lado oriental al Señor que vuelve como rey – imagen de la esperanza – ,
mientras en el lado occidental estaba el Juicio final como imagen de la responsabilidad respecto a nuestra
vida, una representación que miraba y acompañaba a los fieles justamente en su retorno a lo cotidiano. En el
desarrollo de la iconografía, sin embargo, se ha dado después cada vez más relieve al aspecto amenazador y
lúgubre del Juicio, que obviamente fascinaba a los artistas más que el esplendor de la esperanza, el cual
quedaba con frecuencia excesivamente oculto bajo la amenaza. (…)
o La imagen del juicio final es una imagen de esperanza que exige
responsabilidad. Todo nuestro miedo está relacionado con el amor. En la
justicia de Dios está también la gracia, y ésta no excluye la justicia.
n. 44. (…) La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de
esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza. ¿Pero no es quizás también una imagen
que da pavor? Yo diría: es una imagen que exige la responsabilidad. Una imagen, por lo tanto, de ese pavor
al que se refiere san Hilario cuando dice que todo nuestro miedo está relacionado con el amor.35 Dios es
justicia y crea justicia. Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza. Pero en su justicia está también la
gracia. Esto lo descubrimos dirigiendo la mirada hacia el Cristo crucificado y resucitado. Ambas –justicia y
gracia – han de ser vistas en su justa relación interior. La gracia no excluye la justicia. No convierte la
injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por
tener siempre igual valor. Contra este tipo de cielo y de gracia ha protestado con razón, por ejemplo,
Dostoëvskij en su novela Los hermanos Karamazov. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se
sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada.
A este respecto quisiera citar un texto de Platón que expresa un presentimiento del juicio justo, que
en gran parte es verdadero y provechoso también para el cristiano. Aunque con imágenes mitológicas, pero
que expresan de modo inequívoco la verdad, dice que al final las almas estarán desnudas ante el juez. Ahora
ya no cuenta lo que fueron una vez en la historia, sino sólo lo que son de verdad. « Ahora [el juez] tiene
quizás ante sí el alma de un rey [...] o algún otro rey o dominador, y no ve nada sano en ella. La encuentra
flagelada y llena de cicatrices causadas por el perjurio y la injusticia [...] y todo es tortuoso, lleno de mentira
y soberbia, y nada es recto, porque ha crecido sin verdad. Y ve cómo el alma, a causa de la arbitrariedad, el
desenfreno, la arrogancia y la desconsideración en el actuar, está cargada de excesos e infamia. Ante
semejante espectáculo, la manda enseguida a la cárcel, donde padecerá los castigos merecidos [...]. Pero a
veces ve ante sí un alma diferente, una que ha transcurrido una vida piadosa y sincera [...], se complace y la
manda a la isla de los bienaventurados ».36 (…)
o La opción de vida del hombre se hace con la muerte. Esta opción se ha
fraguado en el transcurso de toda la vida y puede tener distintas formas,
según las personas.
n. 45. (…) La opción de vida del hombre se hace en definitiva con la muerte; esta vida suya está ante el Juez.
Su opción, que se ha fraguado en el transcurso de toda la vida, puede tener distintas formas. Puede haber
personas que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor.
Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han
pisoteado en ellas mismas el amor. Ésta es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia
historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya nada
remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se indica con la palabra infierno.37 Por
otro lado, puede haber personas purísimas, que se han dejado impregnar completamente de Dios y, por
consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas cuya comunión con Dios orienta ya desde ahora
todo su ser y cuyo caminar hacia Dios les lleva sólo a culminar lo que ya son. 38
o La opción en la gran parte de los hombres: el caso normal de la existencia
humana. La existencia cristiana debe construirse sobre Jesucristo; sobre
este cimiento hay cosas construidas que serán purificadas por el fuego.
En gran parte de los hombres queda en lo más profundo de su ser una
última apertura interior a la verdad, al amor, a Dios. Pero en las opciones
concretas de la vida, esta apertura se ha empañado con nuevos
compromisos con el mal; hay mucha suciedad que recubre la pureza que
deberá pasar por el fuego.
n. 46. No obstante, según nuestra experiencia, ni lo uno ni lo otro son el caso normal de la existencia
humana. En gran parte de los hombres – eso podemos suponer – queda en lo más profundo de su ser una
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última apertura interior a la verdad, al amor, a Dios. Pero en las opciones concretas de la vida, esta apertura
se ha empañado con nuevos compromisos con el mal; hay mucha suciedad que recubre la pureza, de la que,
sin embargo, queda la sed y que, a pesar de todo, rebrota una vez más desde el fondo de la inmundicia y está
presente en el alma. ¿Qué sucede con estas personas cuando comparecen ante el Juez? Toda la suciedad que
ha acumulado en su vida, ¿se hará de repente irrelevante? O, ¿qué otra cosa podría ocurrir? San Pablo, en la
Primera Carta a los Corintios, nos da una idea del efecto diverso del juicio de Dios sobre el hombre, según
sus condiciones. Lo hace con imágenes que quieren expresar de algún modo lo invisible, sin que podamos
traducir estas imágenes en conceptos, simplemente porque no podemos asomarnos a lo que hay más allá de
la muerte ni tenemos experiencia alguna de ello. Pablo dice sobre la existencia cristiana, ante todo, que ésta
está construida sobre un fundamento común: Jesucristo. Éste es un fundamento que resiste. Si hemos
permanecido firmes sobre este fundamento y hemos construido sobre él nuestra vida, sabemos que este
fundamento no se nos puede quitar ni siquiera en la muerte. Y continúa: « Encima de este cimiento edifican
con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno o paja. Lo que ha hecho cada uno saldrá a la luz; el día
del juicio lo manifestará, porque ese día despuntará con fuego y el fuego pondrá a prueba la calidad de cada
construcción. Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa, mientras que
aquel cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. No obstante, él quedará a salvo, pero como quien pasa a
través del fuego » (3,12-15). En todo caso, en este texto se muestra con nitidez que la salvación de los
hombres puede tener diversas formas; que algunas de las cosas construidas pueden consumirse totalmente;
que para salvarse es necesario atravesar el « fuego » en primera persona para llegar a ser definitivamente
capaces de Dios y poder tomar parte en la mesa del banquete nupcial eterno.
o El fuego que arde, y que a la vez salva, es Cristo mismo, Juez y Salvador. El
encuentro con Él es el acto decisivo del juicio. Ante su mirada toda falsedad
se deshace. El encuentro con Él, quemándonos, nos transforma y nos libera
para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos.
n. 47. Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde, y que a la vez salva, es Cristo mismo, el
Juez y Salvador. El encuentro con Él es el acto decisivo del Juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace.
Es el encuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente
nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida puede manifestarse como
paja seca, vacua fanfarronería, y derrumbarse. Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y
malsano de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su
corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, « como a través del fuego ». Pero es
un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama, permitiéndonos
ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios. Así se entiende también con toda
claridad la compenetración entre justicia y gracia: nuestro modo de vivir no es irrelevante, pero nuestra
inmundicia no nos ensucia eternamente, al menos si permanecemos orientados hacia Cristo, hacia la verdad y
el amor. A fin de cuentas, esta suciedad ha sido ya quemada en la Pasión de Cristo. En el momento del Juicio
experimentamos y acogemos este predominio de su amor sobre todo el mal en el mundo y en nosotros. El
dolor del amor se convierte en nuestra salvación y nuestra alegría. Está claro que no podemos calcular con
las medidas cronométricas de este mundo la « duración » de éste arder que transforma. El « momento »
transformador de este encuentro está fuera del alcance del cronometraje terrenal. Es tiempo del corazón,
tiempo del « paso » a la comunión con Dios en el Cuerpo de Cristo.39
El juicio de Dios es esperanza porque es justicia y porque es gracia.
El Juicio de Dios es esperanza, tanto porque es justicia, como porque es gracia. Si fuera solamente
gracia que convierte en irrelevante todo lo que es terrenal, Dios seguiría debiéndonos aún la respuesta a la
pregunta sobre la justicia, una pregunta decisiva para nosotros ante la historia y ante Dios mismo. Si fuera
pura justicia, podría ser al final sólo un motivo de temor para todos nosotros. La encarnación de Dios en
Cristo ha unido uno con otra – juicio y gracia – de tal modo que la justicia se establece con firmeza: todos
nosotros esperamos nuestra salvación « con temor y temblor » (Fil 2,12). No obstante, la gracia nos permite a
todos esperar y encaminarnos llenos de confianza al encuentro con el Juez, que conocemos como nuestro «
abogado », parakletos (cf. 1 Jn 2,1).
36 Gorgias 525a-526c. - 37 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1033-1037. – 38 Cf. ibíd., nn. 1023-
1029. 39 Cf. ibíd., nn. 1030-1032.
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