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[Chiesa/Omelie1/Cristo/14B09AcogerCristoEscándaloFeMaduraCaracterísticas)
La acogida de Cristo Jesús. - La presencia de Cristo en medio de nosotros: el problema de
discernir los signos para no caer en el escándalo o en la incredulidad y, en sentido
positivo, para madurar en la fe: con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una
humanidad madura. No podemos seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados
por cualquier viento de doctrina". Características de la fe adulta.
Cfr. 14 domingo tiempo ordinario Ciclo B 5 julio 2009 - Evangelio: Marcos 6, 1-6:
asombro; escándalo, incredulidad, etc. ante la presencia de Cristo. Segunda lectura: 2
Corintios 12, 7-10; Ezequiel 2, 2-5
Ezequiel recibe su misión - 2
1 Me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte».2 El espíritu entró en mí
como se me había dicho y me hizo tenerme en pie; y oí al que me hablaba. 3 Me dijo: «Hijo de hombre, yo te envío a
los israelitas, a la nación de los rebeldes, que se han rebelado contra mí. Ellos y sus padres me han sido contumaces
hasta este mismo día.4 Los hijos tienen la cabeza dura y el corazón empedernido; hacia ellos te envío para decirles: Así
dice el señor Yahveh.5 Y ellos, escuchen o no escuchen, ya que son una casa de rebeldía, sabrán que hay un profeta en
medio de ellos.
2 Corintios 12, 7-10: 7 . Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón
a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. 8 . Por este motivo tres veces rogué al Señor
que se alejase de mí. 9 . Pero él me dijo: « Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza ». Por
tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. 10 .
Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas
por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.
Marcos 6 1 . Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. 2 . Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en
la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: « ¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que
le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? 3 . ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de
Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros? » Y se escandalizaban a causa de él. 4
. Jesús les dijo: « Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio. » 5 .Y no podía hacer
allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. 6 Y se maravilló de
su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B, Piemme 4 Edizione settembre 1996, XIV domenica
1. Ezequiel, primera Lectura:
La soledad del profeta y su martirio. Su palabra no es suya sino de Dios.
a) Gianfranco Ravasi o.c.: “La soledad del profeta es muchas veces dramática. Es con frecuencia objeto de
escándalo y de desprecio. Jeremías grita (15,10): 10 ¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz varón
discutido y debatido por todo el país! Ni les debo, ni me deben, ¡pero todos me maldicen! También es
ejemplar el testimonio de Ezequiel del que hoy leemos un párrafo sacado de la segunda relación de su
vocación profética (cap. 2). Introducido con la expresión “hijo de hombre”, que es muy apreciada por
Ezequiel, el anuncio de su misión profética desvela ya el destino desconcertante de quien es llamado. El será
“mártir” en el sentido doble que tiene este término de origen griego usado por nosotros: testimonio y víctima.
En efecto, alrededor de él nos encontramos solamente un pueblo obstinado y pecador, un verdadero y propio
pueblo (raza/banda) de rebeldes, deseoso sólo de señales cómodas y de palabras inofensivas y neutras. Y sin
embargo, “escuchen o no escuchen”, no podrán hacer callar o ignorar la voz incómoda del profeta, voz
lacerante como un silbido y potente como un golpe de tambor. En efecto, la palabra que el profeta comunica
no es suya sino de Dios mismo: “te envío para decirles: así dice el Señor”. Como confesará el mismo
Ezequiel poco después del texto que se ha leído hoy, será como vivir en medio de los “cardos y de las
espinas” que pinchan. Y, sin embargo, Dios le dará un “rostro duro como su rostro, y tu frente tan dura
como su frente;9 (...) tu frente dura como el diamante, que es más duro que la roca. No los temas, no tengas
miedo de ellos, porque son una casa de rebeldía.» (3,9)
2. Evangelio: y se escandalizaban de Él ... Jesús estaba maravillado por la incredulidad de
2
aquella gente. Precisamente en Nazaret, su patria, Jesús no es acogido.
En vez de asombrarse positivamente de la buena enseñanza de una persona,
se fijan tal vez en cuatro superficialidades del modo de vestir, o del modo de
hablar, o se critican sus orígenes “modestos” tratando de «desmitificarlo»
porque es el hijo de tal o cual, etc.
a) cfr. Gianfranco Ravasi o.c.: Escándalo: “skándalon” es la piedra que hace tropezar al caminante;
es la trampa en la que se enreda el pié; metafóricamente es la representación de una crisis, de una duda que
hace perder la fe y la confianza. Escandalizarse es la caída provocada por el escándalo. En el sentido
religioso: una ocasión de pecado; un mal ejemplo. Jesús es ocasión de escándalo para sus paisanos porque
provoca en ellos el pecado de incredulidad con sus enseñanzas y con sus acciones.
b) S. Marcos presenta la dificultad de los habitantes de Nazaret con cinco preguntas: 6,2-3: “De
dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus
manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón?
¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?
Se podrían resumir así las dificultades: ¿cómo puede el Mesías ser uno de ellos? No aceptan que
Jesús, que había vivido en su pueblo, al que han visto crecer y trabajar, del que conocen los parientes, sea el
enviado de Dios, el que trae la verdad que viene de Dios. ¿Cómo podía uno de ellos presentarse con
autoridad, exigir en nombre de Dios un cambio de vida, un cambio del corazón?
c) cfr. Gianfranco Ravasi o.c.: En el fondo se ve en esa actitud una de las causas de la incredulidad
de todos los tiempos. En un pueblo, en vez de asombrarse positivamente de la buena enseñanza de una
persona, se fijan tal vez en cuatro superficialidades del modo de vestir, o del modo de hablar, o se critican
sus orígenes “modestos” tratando de «desmitificarlo» porque es el hijo de tal o cual (en este caso de María,
tal vez ya había fallecido José), es decir se fijan en la normalidad de esa familia - una familia modesta -
para desacreditar la grandeza de su mensaje. Hay una desproporción entre las grandes cosas que anuncia
Jesús y sus milagros, y su origen humilde: su estupor no se traduce en fe, sino en escándalo, en
impedimento.
d) cfr. Gianfranco Ravasi o.c.: Acerca de su profesión: ¡¿No es éste el artesano?! En el original
griego de S. Marcos (tekton), el vocablo, genérico, significa no sólo “artesano”, sino también “peón”,
“carpintero”, “herrero”, indicando, en cualquier caso, un trabajo manual. En determinadas culturas de aquella
época (en la egipcia, por ejemplo), se ironizaba sobre la «vulgaridad» del trabajador en comparación con el
trabajo intelectual. Del carpintero, se decía que tiene las manos rugosas como un cocodrilo... En el AT, en
el libro del Sirácida o Eclesiástico, capítulo 38, se dice de los agricultores, artesanos, herreros, etc.: “No se
les busca para el consejo del pueblo, ni ocupan un lugar destacado en la asamblea; no se sientan en la sede
del juez, ni entienden de decretos judiciales. No hacen brillar la educación ni el derecho, ni se encuentran
entre los que componen proverbios; sino que se ocupan de las cosas materiales, y sus cuidados están en las
obras de su oficio”. (vv. 37-39). En definitiva, algunos autores piensan que la incredulidad de los habitantes
de Nazaret se debía a que consideraban miserable la profesión de Jesús.
En cualquier caso, cualquiera que sea la causa, no se convierten a Jesús, que es lo que en el fondo
pide siempre.
3. El escándalo de la encarnación
o No olvidemos otros dos textos del Evangelio:
- Juan 1, 46 (encuentro de Jesús con Natanael): ¿De Nazaret puede salir algo bueno?
- Marcos 3, 20-21 (cuando los parientes de Jesús se muestran inquietos): “Entonces llegó a su casa;
y se volvió a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. Se enteraron sus
parientes y fueron a llevárselo porque decían que había perdido el juicio”
En el fondo estamos delante de lo que se llama el “escándalo de la encarnación”: que ha sido
explicado muy bien por S. Pablo: 1 Cor 1, 22-25.27-28: “Porque los judíos piden signos, los griegos
buscan sabiduría; nosotros predicamos a Cristo crucificado ... Dios escogió la necedad del mundo
para confundir a los sabios, y Dios eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes ...”
4. El Señor se presenta hoy a nosotros de diversas maneras:
- ha confiado su mensaje a pobres hombres como los profetas y apóstoles; en nuestro caso se apoya en
nosotros que estamos llenos de defectos;
- Ver oración colecta de hoy: el Verbo de Dios se hace visible en la carne mortal;
3
- Cristo toma como cuerpo la Iglesia que está compuesta de pecadores;
- Cristo transmite su gracia a través de los sacramentos, que son pequeños gestos, y que son elementos
materiales comunes como el agua, el pan, el aceite, etc.
- sobre todo podemos asombrarnos en la Eucaristía: un poco de pan y de vino se convierten en el
Cuerpo y Sangre de Cristo por la fuerza de unas palabras a las que Dios da una fuerza divina... y es la
actualización de su muerte en la Cruz.
o CEC 548
Los signos que lleva a cabo Jesús (entre ellos los milagros) testimonian que
es el Hijo de Dios, que el Padre le ha enviado, no .pretenden satisfacer la
curiosidad ni los deseos mágicos.
“Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (Cf Jn 5, 36; 10, 25).
Invitan a creer en Jesús (Cf Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (Cf Mc 5, 25-34;
10, 52; e. a). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas
testimonian que él es Hijo de Dios (Cf Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser «ocasión de escándalo» (Mt
11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús
es rechazado por algunos (Cf Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (Cf Mc 3,
22)”.
o Hans Urs von Baltasar
Luz de la Palabra, Editorial Encuentro Madrid 1994, pp. 177-178).
Si antes era un simple carpintero, ¿de dónde había sacado súbitamente todo
eso?”
El escándalo de los de Nazaret: “El escándalo consiste en rechazar con razones penúltimas lo que
habría que aceptar con razones últimas (que se conocen muy bien). Es lo que hacen los paisanos de Jesús en
el evangelio de hoy. Ante todo no pueden sino asombrarse de su enseñanza; no comprenden «de dónde saca
todo eso». Su sabiduría y su poder, mayormente sus milagros, les superan, y así lo declaran. Pero no quieren
admitirlo e invocan como justificación de su actitud que conocen a su familia y que conocen ciertamente
también su vida anterior entre ellos. Si antes era un simple carpintero, ¿de dónde había sacado súbitamente
todo eso?”
o Romano Guardini
El Señor, Ed. Cristiandad, 2ª ed. 2005, pp. 81-82
El escándalo rara vez aparece desnudo, como lucha abierta y declarada
contra la santidad de Dios. Por lo general se oculta, dirigiéndose contra algún
hombre que es portador de esa santidad: contra el profeta, contra el apóstol,
contra el santo, contra el hombre de convicciones religiosas. Un individuo así
llega a ser verdaderamente irritante.
Escándalo signifícale exabrupto de una irritación del hombre contra Dios. Contra lo más propio de
Dios, es decir, contra su santidad. Escándalo es la protesta contra la esencia vivente de Dios. En lo más
profundo del corazón humano, junto a la añoranza del origen eterno del que procede la criatura y que es lo
único donde radica la plenitud, late igualmente la forma primordial del pecado, la resistencia al propio Dios,
que espera una oportunidad.
Pero el escándalo rara vez aparece desnudo, como lucha abierta y declarada contra la santidad de
Dios. Por lo general se oculta, dirigiéndose contra algún hombre que es portador de esa santidad: contra el
profeta, contra el apóstol, contra el santo, contra el hombre de convicciones religiosas. Un individuo así llega
a ser verdaderamente irritante. Hay algo en nuestro interior que no soporta esa existencia a la que está
obligado un santo. Se rebela contra ello. Incluso trata dejustiflcarse apelando a las cotidianas deficiencias del
hombre. Por ejemplo, a sus pecados: ése no debería hacer bandera de la santidad; o a sus debilidades, que
después se agrandan malévolamente en la mirada torva del rechazo; a sus excentricidades: nada más irritante
que las manías de un santo. En resumen, se apela al hecho de que se trata de un hombre, que por naturaleza
está anclado en la finitud.
¿Cómo voy a aceptar que alguien cuyos padres me son conocidos, que vive a
mi lado, que es «igual que los demás», sea un santo? ¿Cómo va a ser ése un
elegido, si todo el mundo sabe «cómo le van las cosas»?
Pero en ningún sitio es más insoportable la santidad, y en ningún sitio son más sutiles las objeciones
y más intolerante el rechazo que en la propia «patria del profeta». ¿Cómo voy a aceptar que alguien cuyos
padres me son conocidos, que vive a mi lado, que es «igual que los demás», sea un santo? ¿Cómo va a ser
4
ése un elegido, si todo el mundo sabe «cómo le van las cosas»? El escándalo es el gran enemigo de Jesús.
Hace que los hombres no abran sus oídos a la Buena Noticia; que no crean en el Evangelio; que se cierren al
reino de Dios; que se declaren contra él.
Lo que irrita al hombre con la más dramática violencia es justamente el hecho
de que la Buena Noticia del reino de Dios, atestiguada por la fuerza del
Espíritu, proceda de una boca humana.
El peligro de escándalo es inherente a la figura de Jesús. Cuando Juan Bautista envía a sus discípulos
desde la cárcel a preguntarle: «Eres tú el que tenía que venir, o esperamos a otro?» (Mateo 1 1,3), Jesús
responde con el mismo pasaje de Isaías que había explicado en Nazaret, y con el mismo anuncio de que está
cerca su cumplimiento: «Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan,
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena
Noticia». Pero inmediatamente añade: «;Y dichoso el que no se escandalice de mí!» (Mateo 11,4-6). Lo que
irrita al hombre con la más dramática violencia es justamente el hecho de que la Buena Noticia del reino de
Dios, atestiguada por la fuerza del Espíritu, proceda de una boca humana. De modo que podrá considerarse
«bienaventurado» el que no sucumba a esa irritación.
4. Segunda Lectura, 2 Cor 12, 7-10
a) Es un claro ejemplo de cómo el Señor se presenta en la historia de la humanidad en la debilidad de
sus apóstoles y discípulos: te basta mi gracia, porque la fuerza se perfecciona en la flaqueza.
b) El aguijón en la carne: es una expresión enigmática, que ha sido interpretada de diversos
modos: una enfermedad crónica o persecuciones (Padres de la Iglesia latinos y griegos) ...; hoy se tiende a
interpretarlo como la enfermedad que provocaba dificultades y retrasos en su ministerio; el enviado de
Satanás: se entiende en sentido metafórico de acuerdo con la convicción de los hebreos de que las pruebas,
desgracias, sufrimientos, etc. provienen no de Dios sino de Satanás (cfr. Job 2,6).
c) Muchas veces la Escritura resalta nuestra absoluta insuficiencia, para que quede clara la
intervención divina; además de lo que se dice hoy de S. Pablo (a quien el Señor no le quita el peso
sino que le da la gracia para soportarlo):
- Deuteronomio 9,29; 2 Reyes 17, 36.
- Samuel (1 Samuel 17, 32-54): cómo David vence al gigante;
- 2 Reyes 6, 8-23: Eliseo vence un ejército que lo rodeaba
- 1 Macabeos 4, 1-35;
- Ver Salmo 77: el vencedor es el brazo de Dios
5. Con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. No podemos
seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina".
Cfr. Benedicto XVI, Homilía al clausurar el Año Paulino, 28 de junio de 2009, en la
celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo.
o Con Cristo se inició una nueva manera de venerar a Dios, un nuevo culto, que
consiste en el hecho de que el hombre viviente se transforma él mismo en
adoración, "sacrificio" hasta en el propio cuerpo. Ya no se ofrecen cosas a
Dios. Nuestra propia existencia debe convertirse en alabanza de Dios.
Como parte constitutiva de su estructura, las cartas de Pablo -haciendo referencia al lugar y a la
situación particular- explican ante todo el misterio de Cristo, nos enseñan la fe. En una segunda parte, sigue
la aplicación a nuestra vida: ¿qué se deriva de fe? ¿Cómo se plasma nuestra existencia día a día? En la Carta
a los Romanos, esta segunda parte comienza con el capítulo XII, en cuyos dos primeros versículos el apóstol
resume rápidamente el núcleo esencial de la existencia cristiana. ¿Qué nos dice san Pablo en ese pasaje?
Ante todo afirma, como algo fundamental, que con Cristo se inició una nueva manera de venerar a Dios, un
nuevo culto, que consiste en el hecho de que el hombre viviente se transforma él mismo en adoración,
"sacrificio" hasta en el propio cuerpo. Ya no se ofrecen cosas a Dios. Nuestra propia existencia debe
convertirse en alabanza de Dios.
o Qué es una fe adulta.
Con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. No
podemos seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados por
cualquier viento de doctrina".
Este mismo pensamiento sobre la necesaria renovación de nuestro ser como persona humana, Pablo
5
lo ilustró ulteriormente en dos párrafos de la Carta a los Efesios, sobre los cuales queremos reflexionar ahora
brevemente. En el cuarto capítulo de la Carta, el apóstol nos dice que con Cristo tenemos que alcanzar la
edad adulta, una humanidad madura. No podemos seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados
por cualquier viento de doctrina" (4, 14).
No es una fe "hecha por uno mismo".
Pablo desea que los cristianos tengamos una fe "responsable", una fe "adulta". La palabra "fe adulta"
en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. Con frecuencia se entiende como la
actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere
creer y no creer, es decir, una fe "hecha por uno mismo". Esto se interpreta como "valentía" para expresarse
en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía, porque se puede
siempre estar seguro del aplauso público. En cambio la valentía es necesaria para unirse a la fe de la Iglesia,
incluso si ésta contradice al "esquema" del mundo contemporáneo. A esta falta de conformismo de la fe
Pablo llama una "fe adulta".
Forma parte de la fe adulta: comprometerse con la inviolabilidad
de la vida humana desde el primer momento de su concepción;
reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la
vida.
Califica en cambio como infantil el hecho de correr detrás de los vientos y de las corrientes del
tiempo. De este modo forma parte de la fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la
vida humana desde el primer momento de su concepción, oponiéndose con ello de forma radical al principio
de la violencia, precisamente en defensa de las criaturas humanas más vulnerables. Forma parte de la fe
adulta reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como ordenado por el
Creador, reestablecido nuevamente por Cristo.
La fe se desarrolla primero hacia la verdad, que se transforma en
caridad. El poder del mal es la mentira.
La fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos
de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo; sabe que el Espíritu de Dios se expresa
y se manifiesta en la comunión con Jesucristo. Pero Pablo no se detiene en la negación, sino que nos lleva
hacia el gran "sí". Describe la fe madura, realmente adulta de forma positiva con la expresión: "actuar según
la verdad en la caridad" (cfr Efesios 4, 15). El nuevo modo de pensar, que nos ofrece la fe, se desarrolla
primero hacia la verdad. El poder del mal es la mentira. El poder de la fe, el poder de Dios, es la verdad. La
verdad sobre el mundo y sobre nosotros mismos se hace visible cuando miramos a Dios. Y Dios se nos hace
visible en el rostro de Jesucristo. Al contemplar a Cristo reconocemos algo más: verdad y caridad son
inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la esencia de Dios. Por este motivo,
para los cristianos verdad y caridad van unidas. La caridad es la prueba de la verdad. Siempre seremos
constantemente medidos según este criterio: que la verdad se transforme en caridad para ser verdaderos.
o Quien junto con Cristo sirve a la verdad en la caridad, contribuye al verdadero
progreso del mundo.
Otro pensamiento importante aparece en el versículo de san Pablo. El apóstol nos dice que, actuando
según la verdad en la caridad, contribuimos a hacer que el todo -el universo- crezca hacia Cristo. Pablo, en
virtud de su fe, no se interesa sólo por nuestra personal rectitud o por el crecimiento de la Iglesia. Él se
interesa por el universo: "ta pánta". La finalidad última de la obra de Cristo es el universo -la transformación
del universo, de todo el mundo humano, de la entera creación. Quien junto con Cristo sirve a la verdad en la
caridad, contribuye al verdadero progreso del mundo. Sí, es completamente claro que Pablo conoce la idea
del progreso. Cristo, su vivir, sufrir y resucitar, ha sido el verdadero gran salto del progreso para la
humanidad, para el mundo. Ahora, en cambio, el universo tiene que crecer hacia Él. Donde aumenta la
presencia de Cristo, allí está el verdadero progreso del mundo. Allí el hombre se hace nuevo y así se
transforma en nuevo mundo.
www.parroquiasantamonica.com
martes, 27 de junio de 2017
La acogida de Cristo Jesús. - La presencia de Cristo en medio de nosotros: el problema de discernir los signos para no caer en el escándalo o en la incredulidad y, en sentido positivo, para madurar en la fe: con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. No podemos seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina". Características de la fe adulta.
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