miércoles, 12 de julio de 2017

Domingo 5 de Pascua. La vid y los sarmientos. Permaneced en Mí. La comunión con Cristo. La vid significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos que, por medio de El y con Él, se convierten todos en «vid», y su vocación es «permanecer» en la vid. La vid ha de ser purificada constantemente. Los actos de purificación son dolorosos pero necesarios: Dios espera uva de su viña, un buen vino. La poda es una operación dolorosa pero necesaria. La religiosidad como obligación o como comunión con Dios. El símbolo del amor nupcial para representar el vínculo entre Dios y el hombre.


1 Domingo 5 de Pascua. La vid y los sarmientos. Permaneced en Mí. La comunión con Cristo. La vid significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos que, por medio de El y con Él, se convierten todos en «vid», y su vocación es «permanecer» en la vid. La vid ha de ser purificada constantemente. Los actos de purificación son dolorosos pero necesarios: Dios espera uva de su viña, un buen vino. La poda es una operación dolorosa pero necesaria. La religiosidad como obligación o como comunión con Dios. El símbolo del amor nupcial para representar el vínculo entre Dios y el hombre. Cfr. 5 Pascua Año B 10 mayo 2009 Juan 15, 1-8; Hechos 9, 26-31; 1 Juan 3, 18- 24 Juan 15, 1-8: 1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. 4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. 8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. 1. La imagen de la viña en el Antiguo Testamento o Significaba el pueblo de Israel; los profetas con frecuencia le recriminan que no ha dado los frutos que Dios esperaba de él: ser testimonio de Dios en medio de los otros pueblos. Uno de los textos más conocidos 1 es el de Isaías 5, la Canción de la viña, sobre un amigo que tenía una viña, cuidó de ella, esperó que diese uvas pero dio agraces: - 1 Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña. Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. 2 La cavó y despedregó Y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, Y además excavó en ella un lagar. Y esperó que diese uvas, Pero dio agraces. etc. 2. En el Nuevo Testamento la imagen expresa cómo Jesús y los que están unidos a Él forman el nuevo Israel de Dios, la Iglesia, cuya cabeza es Cristo En la parte del Evangelio que leemos hoy, siete veces aparece la palabra «permanecer» en el Señor, para indicar que, para producir fruto, hemos de vivir la vida en Cristo, es decir, estar en comunión con Él; de modo que produzcamos frutos de vida cristiana, de vida eterna. En el Catecismo de la Iglesia Católica 2 , se nos dice claramente, que la Iglesia - Cuerpo de Cristo, nuevo Israel - , es comunión con Jesús, indicando algunas consecuencias de esa comunión a la que estamos llamados: “La Iglesia es comunión con Jesús Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (Cf Mc 1, 16-20; 3, 13-19); les reveló el Misterio del Reino (Cf Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión, 1 Otros textos: Oseas 10,1; Jeremías 2,21; 5,10; 6,9; 12,10; Ezequiel 15, 1-8; 17, 3-10; 19,10-14; Isaías 27, 2-5; Cf Salmo 80, 9-19 2 Cf n. 787 2 en su alegría (Cf Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (Cf Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre El y los que le sigan: «Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6, 56).” 3. Permanecer en el Señor - como el sarmiento en la vid - nos lleva a que Cristo esté presente en nosotros, en nuestras vidas. Cristo se convierte, en cierto sentido, en sujeto de todas las acciones vitales del cristiano • “Para mí el vivir es Cristo” (Filipenses 1,21). Como consecuencia, Cristo se convierte, en cierto sentido, en sujeto de todas las acciones vitales del cristiano 3 . Se trata de la vida según el Espíritu Santo, por el que hacemos morir en nuestras vidas todo lo que es pecado, esclavitud (la concupiscencia mala, la avaricia, la ira, la mentira, etc. ) para vivir, como criaturas nuevas, en la libertad de los hijos de Dios ( con entrañas de misericordia, de paciencia, revestidos sobre todo con la caridad, etc. ) 4 . • CCE 1694: “Incorporados a Cristo por el Bautismo, los cristianos «están «muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm 6, 11), participando así en la vida del Resucitado (Cf Col 2, 12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (Cf Jn 15, 5), los cristianos pueden ser «imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor» (Ef 5, 1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con «los sentimientos que tuvo Cristo» (Flp 2, 5) y siguiendo sus ejemplos (Cf Jn 13, 12-16)”. o J. Ratzinger, Jesús de Nazaret, cap. 8, 2: Las grandes imágenes del Evangelio de Juan, La vid y el vino, pp. 294-310: La vid significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos por medio de El y con Él, se convierten todos en «vid», y su vocación es «permanecer» en la vid. • “La vid (…) significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos que, por medio de El y con Él, se convierten todos en «vid», y que su vocación es «permanecer» en la vid. Juan no conoce la imagen de Pablo del «cuerpo de Cristo». Sin embargo, la imagen de la vid expresa objetivamente lo mismo: la imposibilidad de separar a Jesús de los suyos, su ser uno con El y en El. Así, las palabras sobre la vid muestran el carácter irrevocable del don concedido por Dios, que nunca será retirado. En la encarnación Dios se ha comprometido a sí mismo; pero al mismo tiempo estas palabras nos hablan de la exigencia de este don, que siempre se dirige de nuevo a nosotros reclamando nuestra respuesta”. La vid ha de ser purificada constantemente. Los actos de purificación son dolorosos pero necesarios: Dios espera uva de su viña, un buen vino. • “Hay que purificarla constantemente. Purificación, fruto, permanencia, mandamiento, amor, unidad: éstas son las grandes palabras clave de este drama del ser en y con el Hijo en la vid, un drama que el Señor con sus palabras nos pone ante nuestra alma. Purificación: la Iglesia y el individuo siempre necesitan purificarse. Los actos de purificación, tan dolorosos como necesarios, aparecen a lo largo de toda la historia, a lo largo de toda la vida de los hombres que se han entregado a Cristo. En estas purificaciones está siempre presente el misterio de la muerte y la resurrección. Hay que recortar la autoexaltación del hombre y de las instituciones; todo lo que se ha vuelto demasiado grande debe volver de nuevo a la sencillez y a la pobreza del Señor mismo. Solamente a través de tales actos de mortificación la fecundidad permanece y se renueva. La purificación tiende al fruto, nos dice el Señor. ¿Cuál es el fruto que El espera? Veamos en primer lugar el fruto que El mismo ha producido con su muerte y resurrección. Isaías y toda la tradición profética habían dicho que Dios esperaba uvas de su viña y, con ello, un buen vino: una imagen para indicar la justicia, la rectitud, que se alcanza viviendo en la palabra de Dios, en la voluntad de Dios; la misma tradición habla de que Dios, en lugar de eso, no encuentra más que agracejos inútiles y para tirar: una imagen de la vida alejada de la 3 Cf. Romanos 8, 2.10-11; Filipenses 1,21; Colosenses 3,3 4 Cf. Colosenses 3, 1-17 3 justicia de Dios y que tiende a la injusticia, la corrupción y la violencia. La vid debe dar uva de calidad de la que se pueda obtener, una vez recogida, prensada y fermentada, un vino de calidad”. 4. Gianfranco Ravasi Secondo le Scritture, Anno B, 4ª edizione settembre 1996 – V domenica di Pasqua pp. 128-133 La vid y los sarmientos: Cristo e Israel/Iglesia. Cristo se presenta como la «verdadera» vid. • “La comunión entre Dios y el fiel es presentado por Jesús en el evangelio de Juan con una célebre parábola insertada en el largo testamento que Cristo dejó a sus discípulos en la última tarde de su vida terrena. Como punto central hay una imagen clásica en la Biblia, la de la viña, el árbol símbolo de la prosperidad y de la alegría mesiánica, signo de Israel fiel e infiel: léase, por ejemplo, el grandioso canto de la viña de Isaías (5, 1-7) o el salmo 80 o la parábola de la viña pronunciada por Jesús (Mc 12, 1-11). Uno de los adornos más vistosos del Templo erigido en Jerusalén por Herodes y frecuentado también por Jesús era, precisamente, una vid de oro con racimos altos como un hombre, mientras que el perfil de una vid con sarmientos estaba grabada en las monedas acuñadas por los Hebreos durante la primera revuelta antiromana del 66-70 d-C. Jesús, sin embargo, realiza una adaptación muy original sobre aquella imagen muy conocida por sus oyentes. En efecto, Él se identifica explícitamente con la vid pero los sarmientos de esta planta espiritual son los discípulos, es decir, la Iglesia. Debemos observar, por lo tanto, más atentamente los detalles de esta identificación. En primer lugar Cristo se presenta como la «verdadera» vid, tal vez como una alusión a la «falsa» vid, es decir, al árbol lleno de hojas pero capaz de producir solamente uva salvaje y amarga, como había sucedido con el Israel pecador según Isaías. También Jeremías reprochaba al pueblo infiel así: «Yo te había plantado de viña selecta, toda ella de pura cepa. ¿Cómo es que te me mudaste en sarmientos de vid bastarda?» (2, 21) La poda: operación dolorosa pero necesaria pp. 129-130 • En las palabras de Jesús entra en la escena después el agricultor que poda el sarmiento de la vid. Es una operación dolorosa pero necesaria. Por medio de las lágrimas de las persecuciones y de las pruebas, brotan las piedras preciosas de la primavera espiritual. En esta operación se configura el trágico destino del sarmiento muerto, que es separado de la linfa vital de la vid. Es también Jeremías quien describe esta realidad e identifica la causa: «Arrancad sus [de la casa de Judá] sarmientos, que no son del Señor» (5,10). Ante los ojos de Jesús, aquella tarde un sarmiento ya arrancado y sin fruto es el de Judá, entregado a la muerte y al mal. El principio fundamental de la vida cristiana es «permanecer» injertados en la vid espiritual que es Cristo. El principio fundamental de la vida cristiana es «permanecer» 5 injertados en la vid espiritual que es Cristo: si el discípulo permanece en Jesús a través de la fe y del amor, Jesús permanece en él con su amor y con su fecundidad. (...) Si falta esta continua osmosis de vida con Cristo, nuestra vida se vuelve árida y las acciones mecánicas, las palabras religiosas son sólo sonidos vanos, la frialdad del corazón y la sequedad de la conciencia nos atenazan. (...) La poda: las manos de Dios son manos de gracia o de dolor, pero siempre manos de amor p. 133 La poda que hace gemir la vida, es la purificación, es una obra de amor y de favor a pesar del sufrimiento y de la aflicción que genera. En efecto, después de pocas semanas, la vid vuelve a todo su esplendor. La oscuridad del sufrimiento no es total; en su interior se abre un resquicio de esperanza y de luz «Las manos de Dios, escribía D. Bonhoeffer – son manos en unos casos de gracia y en otros de dolor, pero siempre son manos de amor». El acto de podar no es, por tanto, una nota desafinada sino un gesto necesario, aunque sea fatigoso. En la misma tarde Jesús dijo, usando una imagen delicada: «La mujer, cuando va a dar a luz, está triste porque ha llegado su hora, pero una vez que ha dado a la luz un niño, ya no se acuerda del sufrimiento por la alegría de que ha nacido un hombre en el mundo» (Juan 16,21). Y pocos días antes había declarado, usando un símbolo de la agricultura: «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; 5 En la segunda Lectura del domingo 5 de Pascua (1 Juan 3, 18-24), se lee: El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; y por esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. 4 pero si muere, produce mucho fruto» (Juan 12,24). Entonces, el discurso sobre la vid se convierte en un símbolo de amor y de dolor pero no de forma antitética porque el sufrimiento puede nacer del amor y producir amor. El símbolo de la viña p. 131 Isaías, en un admirable «canto de la viña» (5, 1-7) escenifica la desilusión de Dios en relación a Israel, pero en otra página lírica exalta la belleza: «3 Yo, el Señor, soy su guardián. A cada instante la riego. Para que nadie le haga daño, día y noche la guardo. 5 A no ser que se acoja a mi protección, que haga la paz conmigo, que conmigo haga la paz» (27, 3.5). Jeremías (5, 10; 6,9; 12, 10-11), Ezequiel (15, 1-6; 17, 5-10; 19, 10-14), Oseas (10,1; 14,8) y otros profetas celebran con pasión este símbolo. Y el mismo Jesús lo retomará en sus parábolas de los obreros de la viña (Mt 20, 1-6), de los dos hijos (Mt 21, 28-32), de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-44), de la higuera plantada en la viña (Lc 13, 6-9). Cristo y nuestra vida. La fe es permanecer en Cristo, es una experiencia de vida común con Cristo. La religiosidad como obligación o como comunión con Dios. El símbolo del amor nupcial para representar el vínculo entre Dios y el hombre. pp. 131-132 El tema dominante [en Juan 15, 1-8] - si queremos usar los solemnes términos teológicos – es cristológico y eclesiológico. En la «verdadera vid» se da el perfil de Cristo y nuestra realidad de modo compacto. Y solamente a través de la violencia, del «corte» del pecado, el hombre se separa de la fuente de la vida, precipitando en la tierra y en el fuego. Agustín comentaba con una frase lapidaria latina: «Aut vitis aut ignis», o la «vid o el fuego». (...) La fe es intimidad y comunión. Es «permanecer» en Cristo y este verbo en griego significa también «morar en», tener una residencia y una experiencia de vida comunes. (...) A la pálida espiritualidad de muchos cristianos que sienten su religiosidad como una obligación o como un manto externo, Jesús opone la religión de la comunión interior, de la vivacidad, del amor, de la adhesión gozosa. No es por nada que la Biblia ha usado como símbolo más alto para representar vínculo entre Dios y el hombre el del amor nupcial. «Como un joven se desposa con una virgen, contigo se desposará tu Creador, y como se alegra el novio con la novia se deleitará en ti el Señor». (Is 62,5). De la comunión con Dios nacen maravillas, como la de hacer las mismas obras que hizo Jesús El diálogo con Dios debe ser dulce como lo es entre dos enamorados. La confesión de la vida debe ser totalmente transparente. La debilidad del hombre es sostenida por la potencia de su Señor. Una vida común circula en el interior de las dos existencias. (...) De esta comunión nacen maravillas, y es el «dar fruto» que Jesús describirá así: «el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas» (Juan 14,12). Pero salir de esta comunión significa sólo la muerte. El sarmiento seco es semejante al polvo árido e impalpable que se separa del grano y es quemado o dispersado por el viento (Sal 1,4). www.parroquiasantamonica.com

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