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La Ascensión del Señor (2010), Ciclo C. El Señor encarga a sus discípulos ser sus testigos. El
que Cristo esté sentado a la diestra de Dios, significa que Dios sometió a su poder todas las cosas,
que le constituyó Cabeza su prema de la Iglesia. Encontrar la armonía entre el tiempo presente y
la menta viva que debe haber en el horizonte, la armonía entre historia y eternidad. Estamos
llamados a mirar desde la tierra al cielo, con el empeño de consolidar el reino de Dios en la tierra:
haciendo el bien al prójimo y promoviendo el bien común.
Cfr. Solemnidad de la Ascensión Ciclo C 16 de mayo 2010
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11; Efesios 1, 17-23 o bien Hebreos 9, 24-28.10, 19-23; Lucas 24,
46-53
Cfr. Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Ciclo C Piemme 1999, pp. 155-160; Temi di
Predicazione – omelie, Ciclo C 49 Nuova Serie, Editrice Domenicana Italiana, pp. 82-88; San Josemaría
Escrivá, Es Cristo que pasa; Conversaciones. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scrittture Anno C, Piemme
1999, pp. 138-143
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11: En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y
enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y
ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y,
apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:
- «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan
bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon
preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» 7 Jesús contestó: - «No es cosa vuestra
conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, 8 sino que recibiréis la fuerza del Espíritu
Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los
confines de la tierra». 9 Y después de decir esto, mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus
ojos. 10 Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con
vestiduras blancas 11 que dijeron: - «Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que
de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo»
Efesios 1, 17-23: Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de
sabiduría y de revelación para conocerle . 18 Ilumine los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la
esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, 19
y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza
poderosa, 20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos,
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por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo
sino también en el venidero. 22 Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó Cabeza suprema de la
Iglesia,
23 que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todas las cosas.
Conclusión del evangelio según san Lucas 24, 46-53: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y
el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas. Y
sabed que yo os envío al que mi Padre ha prometido. Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis
revestidos de la fuerza de lo alto. » Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y
mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén
con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
ALGUNAS CUESTIONES QUE PODEMOS CONSIDERAR EN ESTA SOLEMNIDAD
DE LA ASCENSIÓN
A. El Señor nos dice que seremos sus testigos después de su marcha (Hechos
1,8; Lucas 24, 48), en el tiempo presente que nos toca vivir hasta su segunda
venida de Cristo.
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o 1. Después de la Ascensión, los Apóstoles – y con ellos todos los
cristianos –tienen que continuar la misión de Jesús, con la fuerza del
Espíritu Santo.
Los apóstoles todavía están aturdidos por cuanto ha sucedido delante de sus ojos. Con tristeza y
nostalgia miran a Jesús que se aleja. Pero he aquí algunos ángeles se les aparecen y les dicen: «Hombres
de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo?»
Es verdad, ahora les toca a ellos ponerse a trabajar, hace falta remangarse, es necesario seguir
desarrollando la misión de Jesús y anunciar su Evangelio a cada criatura, empezar a llevar a la práctica
sus palabras y a vivir según sus enseñanzas. ¿Pero dónde se encontrará la "fuerza" para anunciar al
mundo un mensaje tan comprometido como el de Jesús? Sólo con la "potencia" y con el "don" del
Espíritu Santo que Cristo enviará a sus discípulos.
o 2. Quién es el testigo
Cfr. Cantalamessa o.c. pp. 154-155
a) en primer lugar los Apóstoles: proclaman la vida que se ha
manifestado en ellos.
El «vosotros» [cfr. Lc 24,48], indica en primer lugar a los apóstoles que han estado con Jesús. En
efecto, después de Pentecostés, ellos no hacen otra cosa que dar testimonio de Cristo. Proclaman a todos:
«A este Jesús le resucitó Dios, y de eso todos nosotros somos testigos» (Hech 2,32). «La vida se ha
manifestado: nosotros la hemos visto y damos testimonio»: así comienza la Primera carta de Juan.
b) sus sucesores
El testimonio que se puede llamar «oficial», es decir ligado al oficio, pasa a sus sucesores, los
obispos y sacerdotes, que, en efecto, son definidos, en un texto del concilio Vaticano II, «testigos de
Cristo y del evangelio» (Lumen gentium, 21).
c) En sentido amplio, todos los bautizados y creyentes en Cristo
Aquel «vosotros», en sentido más amplio, son todos los bautizados y creyentes en Cristo.
«Cada laico debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y signo del
Dios vivo» (Lumen gentium, 38).
o 3. ¿Qué debe hacer un testigo? pp. 156-157
Atestigua algo que ha visto, experimentado personalmente
Testigo es quien «atestigua» (certifica), quien afirma algo. Pero no todos los que afirman algo son
testigos. Lo es quien atestigua una cosa que ha visto, oído o experimentado personalmente; no quien
refiere una cosa sabida de otros. En este último caso, sólo puede atestiguar que alguien ha dicho una
cierta cosa, pero no que esa cosa es verdadera.
Corre un riesgo
En general, a la idea de testimonio está unida la de riesgo. Siempre habrá alguien a quien no
gusta la verdad, y que hará todo lo posible para descalificar, o, incluso, eliminar el testigo incómodo. La
palabra «mártir» ha adquirido un significado autónomo y indica a alguien que da la vida por una causa,
pero, originariamente, significaba «testigo».
La diferencia entre testigos y maestros
Si el papel de los testigos es vital en la sociedad civil, no es menos vital en el ámbito de la Iglesia.
Se ha hecho célebre la afirmación de Pablo VI: «El mundo tiene necesidad de testigos más que de
maestros». (...) En efecto, en el mundo pululan los maestros, verdaderos o falsos, pero escasean los
testigos. Entre los dos papeles hay la misma diferencia que existe , según el proverbio, entre el decir y el
hacer. «Los hechos, dice un proverbio inglés, hablan más fuertemente que las palabras» (Deeds speak
louder than words).
El testigo y la vida
Testigo es quien habla con la vida. En este sentido, el modelo de todo testimonio es Cristo mismo
que, ante Pilatos, se definió como el «testigo de la verdad» (literalmente: el mártir de la verdad), y a quien
la Escritura llama el «testigo fiel». El, en efecto, ha vivido hasta la última coma lo que enseñó, y ha dado
la vida para dar testimonio de la verdad.
(...) Existe el llamado «martirio cotidiano», es decir el testimonio cotidiano, que a veces no es
menos exigente que el martirio de sangre. (p. 158).
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o 4. La fuerza del Espíritu es quien nos hace testigos
Jesús no nos deja solos. «Tendréis la fuerza del Espíritu Santo». Nos ha concedido
anticipadamente un «abogado» invencible que estará a nuestro lado. «Cuando venga el Paráclito ... Él
dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio». (Juan 15, 26-27; cfr. Hechos 5,32). p. 159
o 5. El Espíritu da la alegría del testimonio: testimoniar no es sólo un peso y
un deber, sino necesidad del corazón
Un modo de manifestarse la «fuerza» del Espíritu es darnos la alegría de testimoniar, por lo
que testimoniar el evangelio a los demás no es ya solamente un peso y un deber, sino que se convierte
en una necesidad del corazón. Se dice de los Apóstoles que, después que habían sido azotados, «salían
gozosos de la presencia del Sanedrín , porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del nombre
de Jesús» (Hechos 5,41)» p. 160
B. Sentándole a su diestra en los cielos. Bajo sus pies sometió todas la cosas y
le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia. (Efesios 1, 20.22).
o Y está sentado a la derecha de Dios (Cf. Juan Pablo II, 12/04/89)
Sentarse a la derecha de Dios significa participar en su poder real y en
su dignidad divina: todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó
cabeza de todas las cosas ...
“También esta última consideración confirma el significado del misterio que es la ascensión
de Jesucristo al cielo. El Hijo que 'salió del Padre y vino al mundo, ahora deja el mundo y va al Padre'
(Cfr. Juan 16, 28). En ese 'retorno' al Padre halla su concreción la elevación 'a la derecha del Padre',
verdad mesiánica ya anunciada en el Antiguo Testamento. Por tanto, cuando el Evangelista Marcos nos
dice que 'el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios' (Marcos 16, 19), sus palabras
reevocan el 'oráculo del Señor' enunciado en el Salmo: 'Oráculo de Yahvéh a mi Señor: Siéntate a mi
diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies' (109-110, 1).'Sentarse a la derecha de
Dios' significa participar en su poder real y en su dignidad divina.
Jesús lo había predicho
Lo había predicho Jesús: 'Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre
las nubes del cielo', leemos en el Evangelio de Marcos (Marcos 14, 62). Lucas a su vez, escribe (Lucas
22, 69): 'El Hijo de Dios estará sentado a la diestra del poder de Dios'. Del mismo modo el primer mártir
de Jerusalén, el diácono Esteban, verá a Cristo en el momento de su muerte: 'Estoy viendo los cielos
abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios' (Hechos 7, 56). El concepto, pues, se
había enraizado y difundido en las primeras comunidades cristianas, como expresión de la realeza que
Jesús había conseguido con la ascensión al cielo.
Lo escriben San Pablo y San Pedro
También el Apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos, expresa la misma verdad sobre Jesucristo,
'el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios y que intercede por nosotros'
(Romanos 8, 34). En la Carta a los Colosenses escribe: 'Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas
de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios' (Colosenses 3, 1; cfr. Efesios l, 20). En la Carta a
los Hebreos leemos (Heb 1 3; 8, 1): 'Tenemos un Sumo Sacerdote tal que se sentó a la diestra del trono de
la Majestad en los cielos'. Y de nuevo (Hebreos 10, 12 y Hebreos 12, 2): ' soportó la cruz, sin miedo a la
ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios'.
A su vez, Pedro proclama que Cristo 'habiendo ido al cielo está a la diestra de Dios y le están
sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades' (1 Ped 3, 22).
El mismo Apóstol Pedro, tomando la palabra en el primer discurso después de Pentecostés, dirá
de Cristo que 'exaltado por la diestra Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha
derramado lo que vosotros veis y oís' (Hech 2 33; cfr. también Hech 5, 31). Aquí se inserta en la verdad
de la ascensión y de la realeza de Cristo un elemento nuevo, referido al Espíritu Santo.”
C. NOS PREPARÓ EL CAMINO DEL CIELO. ¿QUÉ ES EL CIELO PARA
NOSOTROS?
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o No significa un lugar, sino una manera de ser: es la comunión plena y
definitiva con Dios, es estar con Cristo
• El cielo no significa un lugar sino una manera de ser. El cielo es la comunión plena y definitiva con
Dios, destinada a los que creerán en el Señor. Vivir en el cielo es estar con Cristo. Es la comunidad
bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él. Como veremos en los números
del Catecismo que se citan a continuación, cuando decimos con la Biblia «Padre nuestros que estás en el
cielo» o decimos de alguien que «ha ido al cielo», nos estamos adaptando al lenguaje popular. Pero la
Biblia enseña que Dios “está en el cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él quien “ha creado los
cielos”, y, si los ha creado, no puede ser encerrado en ellos; que Dios está en los cielos significa más bien
que habita «en una luz inaccesible», como dice San Pablo en su primera Carta a Timoteo y recoge el
Catecismo 1
: “Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6, 16), quiere comunicar su propia vida
divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (Cf
Ef l, 4-5). (...) ”. Que está en el cielo significa que es infinitamente diverso de nosotros; en definitiva el
cielo es, en sentido religioso, más un estado que un lugar. Dios está fuera del espacio y del tiempo, y
también su paraíso.
o En el Catecismo de la Iglesia Católica: el cielo es el corazón de los justos
en el que Dios habita como en su templo
• CEC 2794: «QUE ESTAS EN EL CIELO» - Esta expresión bíblica no significa un lugar [«el
espacio»] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está «fuera»,
sino «más allá de todo» lo que, acerca de la santidad divina, puede el hombre concebir. Como es tres
veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito:
Con razón, estas palabras "Padre nuestro que estás en el cielo" hay que entenderlas en relación al
corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el que ora desea
ver que reside en él Aquel a quien invoca (S. Agustín, serm. Dom. 2, 5, 17).
El «cielo» bien podía ser también aquellos que llevan la imagen del mundo celestial, y en
los que Dios habita y se pasea (S. Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11).
• CEC 2802: «Que estás en el cielo» no designa un lugar, sino la majestad de Dios y su presencia en
el corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos
y a la que ya pertenecemos.
• CEC 1024: Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin último
y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.
Vivir para siempre con Cristo
• CEC 1023: EL CIELO - Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente
purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual
es» (1 Jn 3, 2), cara a cara (Cf 1 Co 13, 12; Ap 22, 4):
• CEC 1025: Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (Cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). Los
elegidos viven «en El», aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio
nombre (Cf Ap 2, 17):
Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (S.
Ambrosio, Luc. 10, 121).
• CEC 1026: Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los
bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien
asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en El y que han permanecido fieles a su
voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a
El.
o San Josemaría, homilía Amar el mundo apasionadamente, en
Conversaciones n. 116
• “Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las
acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido
martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del
horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros
corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...”
1
Cf. CCE n. 52
5
o Ya en el Antiguo Testamento …
• Ya en el AT con la expresión “subió al cielo” se indicaba el ingreso del justo en la comunión plena de
Dios después de la muerte; es la representación del destino de la eternidad bienaventurada que espera al
hombre fiel en esta tierra; así lo explica el salmo 16, 10-11: “10 pues tú no me entregarás a la muerte ni
dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba. 11 Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu
presencia, alegría perpetua a tu derecha”.
o Cuatro afirmaciones del Señor y una de San Juan
Quien cree tiene ya la vida eterna, como primicia o germen, que llega
a la plenitud en la comunión plena y definitiva con Dios de los que se
salvan.
1. Jn 3, 16: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna» (Cf. CCE 458).
“La inicitativa procede de Dios (Jn 3,16), se realiza por medio del Hijo, que ha venido de su parte y que
vuelve a él a través de la cruz-exaltación (Jn 3,14). El hombre se apropia de ella o la rechaza mediante la feincredulidad”.
(La Casa de la Biblia, Nuevo Testamento, Nota a Jn 3, 1-21). [Cf. más abajo, Juicio]
2. Jn 3,36. El que CREE en el Hijo tiene vida eterna; el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira
de Dios pesa sobre él.»
“Lo importante para el hombre es aceptarlo en la fe. Hacerlo así significa entrar en unas relaciones con
Dios, que llevará a la plena participación en su vida. No hacerlo así equivale a despreciar la oferta divina, autoexcluirse
de la vida, auto-juzgarse como indigno de la misma (Jn 3,18). Es la decisión existencial la única respuesta
que Dios exige al hombre” (La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed. 1995, nota a Juan 3, 31-
36)
3. Jn 5,24. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y CREE en el que me ha enviado, tiene
vida eterna y no incurre en juicio, sino que de la muerte pasa a la vida.
“Debe esperarse para el futuro la consumación o confirmación final de lo que ya es presente. No sabemos,
sin embargo, qué aportará esta consumación final. Dentro de la escatología del cuarto evangelio, nada esencial; la
plenitud de lo que ya poseemos”. (La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed. 1995, nota a Juan
5, 19-296)
4. Jn 6,47. En verdad, en verdad os digo: el que CREE, tiene vida eterna.
5. 1 Jn 4,9 «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único
para que vivamos por medio de él» (Cf CCE 458).
D. «Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? (Hechos 1, 11)
Gianfranco Ravasi, pp. 139-140
La Ascensión: el entrelazamiento entre el presente y el futuro, entre
existencia y esperanza.
• El tiempo de la Iglesia no es una espera engañosa de alguien ausente o la evasión alienante hacia un
cielo de sueño, sino que es, en cambio, la vuelta a la Jerusalén terrena para recorrer enteramente los
caminos de la propia misión. Sólo así se abre al discípulo la puerta de la Jerusalén celestial.
Por tanto, la Ascensión en vez de ser una fiesta para soñadores o personas con mentalidad
apocalíptica, de hombres excitados por el íncubo de la imagen del fin del mundo, es, en realidad, la
imagen visible y simbólica de un entrelazamiento entre presente y futuro, entre existencia y esperanzza.
Ciertamente, como escribe Pablo a los Efesios, Dios nos abre los ojos de la mente para hacernos intuir «la
maravillosa esperanza a la que nos ha llamado» (1,8).
Pero, como nos sugieren los Hechos de los Apóstoles (1, 4.8), no debemos alejarnos de nuestra
ciudad, de la Jerusalén terrena, porque en ella y en todas las demás regiones de la tierra, deberemos ser
los testimonios de Cristo y de su palabra.
o Dos extremismos espirituales que hay que corregir
a) Mirar al cielo de modo que nos aparta del peso de los
compromisos.
Por tanto, es en una correcta lectura de la Ascensión, signo de la última meta de Cristo y del
cristiano, donde se corrigen ciertos extremismos espirituales opuestos.
Por una parte, es fuerte la tentación de «mirar al cielo»- como arrebatados por una
contemplación que aparta de la tierra, del rumor de lo cotidiano, del peso de los compromisos, como
atestiguan también en nuestro tiempo los movimientos apocalípticos como el de los Testigos de Jehová o
ciertas experiencias carismáticas exaltadas.
6
b) la tentación “secularista”.
Que encierra todo el cristianismo en un “hacer” concreto que se inmerge en las cosas.
c) Encontrar la armonía entre el tiempo presente y la meta viva que
debe haber en el horizonte, entre historia y eternidad.
Se trata, por tanto, de encontrar la armonía entre el camino presente y la meta que hay que tener
viva en el horizonte, entres destino cotidiano e inmediato y destino último y perfecto. El Concilio
Vaticano II, en Gaudium et spes, ha afirmado con claridad:
«Y ciertamente se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero, si se
pierde a sí mismo (Lucas 9, 25). Mas la esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino
más bien excitar la preocupación por perfeccionar esta tierra, en donde crece aquel Cuerpo
de la nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta prefiguración del mundo nuevo».
Desde que Cristo se ha encarnado, la historia y la eternidad se han unido inseparablemente. Lo
que nosotros profesamos en el Credo no es tanto la inmortalidad del alma como la «resurrección de la
carne», es decir, el ingreso de todo el ser y de toda la creación en el misterio glorioso de Dios. Esta es la
Ascensión plena y total, es éste el último sentido de la Pascua del Señor”.
o En el tiempo que toca vivir a cada cristiano, ninguno puede estar pasivo.
Cfr. Es Cristo que pasa, 121
• “Tenemos una gran tarea por delante. No cabe la actitud de permanecer pasivos, porque el Señor nos
declaró expresamente: negociad, mientras vengo (Lc XIX,13). Mientras esperamos el retorno del Señor,
que volverá a tomar posesión plena de su Reino, no podemos estar cruzados de brazos. La extensión del
Reino de Dios no es sólo tarea oficial de los miembros de la Iglesia que representan a Cristo, porque han
recibido de El los poderes sagrados. Vos autem estis corpus Christi (I Cor XII, 27), vosotros también sois
cuerpos de Cristo, nos señala el Apóstol, con el mandato concreto de negociar hasta el fin”.
o Estamos llamados a mirar desde la tierra al cielo, con el empeño de
consolidar el reino de Dios en la tierra: haciendo el bien al prójimo y
promoviendo el bien común.
Cfr. Benedicto XVI, Homilía en Cracovia, 28 de mayo de 2006.
• Estamos llamados, permaneciendo en la tierra, a mirar fijamente al cielo, a orientar la atención, el
pensamiento y el corazón hacia el misterio inefable de Dios. Estamos llamados a mirar hacia la realidad
divina, a la que el hombre está orientado desde la creación. En ella se encierra el sentido definitivo de
nuestra vida. (…)
Mirad desde la tierra al cielo, fijando la mirada en Cristo y
consolidando su reino en la tierra: reino del bien, de la justicia, de la
solidaridad y de la misericordia.
También yo, Benedicto XVI, sucesor del Papa Juan Pablo II, os ruego que miréis desde la tierra al
cielo, que fijéis vuestra mirada en Aquel a quien desde hace dos mil años siguen las generaciones que
viven y se suceden en nuestra tierra, encontrando en él el sentido definitivo de la existencia. Fortalecidos
por la fe en Dios, esforzaos con empeño por consolidar su reino en la tierra: el reino del bien, de la
justicia, de la solidaridad y de la misericordia.
Llevando la esperanza a los pobres, a los que sufren .... haciendo el
bien al prójimo y promoviendo el bien común.
Os ruego que testimoniéis con valentía el Evangelio ante el mundo de hoy, llevando la esperanza
a los pobres, a los que sufren, a los abandonados, a los desesperados, a quienes tienen sed de libertad, de
verdad y de paz. Haciendo el bien al prójimo y promoviendo el bien común, testimoniad que Dios es
amor.
(...)
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