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[Chiesa/Omelie1/Ascensione/B12Ascensión(2012)(4)CieloEstarConCristoUnidadDeVida]
La Ascensión del Señor (2012) (4), Ciclo B. Jesús nos preparó el camino al cielo. ¿Qué es el
cielo para nosotros? El cielo no es un lugar geográfico. Es la comunión plena y definitiva con
Dios, es estar con Cristo, vivir para siempre con Él. El inicio de la vida en comunión con Cristo
ya en esta tierra. El cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. La
unidad de vida. Los cristianos no soportamos una doble vida.
Cfr. La Ascensión del Señor, Ciclo B (2012)
20 Mayo 2012 Marcos 16, 15-20; Hechos 1, 1-11; Efesios 1, 17-23
Hechos de los apóstoles 1, 1-11: 1 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y
enseñando 2 hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los Apóstoles que él
había elegido, fue elevado al cielo. 3 Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que
estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. 4 Una vez que comían juntos,
les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he
hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» 6 Ellos lo
rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» 7 Jesús contestó: «No os toca
a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. 8 Cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y
hasta los confines del mundo.» 9 Y después de decir esto, mientras miraban mientras ellos lo observaban, se elevó,
y una nube lo ocultó a sus ojos. 10 Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron
ante ellos dos hombres con vestiduras blancas 11 que dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Efesios 1, 17-23: 17 Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y
revelación para conocerlo. 18 Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la
que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, 19 y cuál la extraordinaria grandeza de su
poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo,
resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, 21 por encima de todo principado,
potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el
futuro. 22 Todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas a favor de la Iglesia, 23
que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas.
Marcos 16,15-20: 15 En aquel tiempo se apareció Jesús y les dijo: -Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
a toda criatura. 16 El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. 17 A los que crean, les
acompañarán estos milagros: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18 agarrarán serpientes con
las manos, y si bebieran un veneno, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán curados. 19
19 El Señor Jesús, después de hablarles, se elevó al cielo y está sentado a la derecha de Dios. 20 Ellos fueron y
proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los milagros
que los acompañaban.
La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés son aspectos diversos del misterio pascual, del misterio de
Cristo. La Resurrección se refiere a la victoria de Cristo sobre la muerte. La Ascensión a su retorno al
Padre y la toma de posesión del reino. Estar sentado a la derecha del Padre (cfr. 2º Lectura, Efesios 1, 17-
23, Evangelio Marcos 16, 19 y la Profesión de fe) significa participar en su poder real y en su dignidad
divina: «todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas …» (Efesios 1, 22),
Pentecostés es su nueva forma de presencia en la historia.
LA DESCRIPCIÓN DEL HECHO DE LA ASCENSIÓN
Y SU SIGNIFICADO (4)
No es admisible pensar que, para ser cristiano,
haya que dar la espalda al mundo.
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Cristo ha venido a compartir todos los afanes del hombre,
menos la triste aventura del mal.
I. Cristo nos preparó el camino del cielo. ¿Qué es el cielo para nosotros?
Cristo nos precede, y nosotros vivimos en la esperanza de estar con él un día
para siempre.
• Juan 14, 3: “Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os
llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros”.
o Catecismo de la Iglesia Católica
• n. 666: Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que
nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con él eternamente.
• n. 667: Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin
cesar por nosotros como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión del Espíritu
Santo.
II. No significa un lugar, sino una manera de ser: es la comunión plena y
definitiva con Dios, es estar con Cristo
• El cielo no significa un lugar sino una manera de ser. El cielo es la comunión plena y definitiva con
Dios, destinada a los que creerán en el Señor. Vivir en el cielo es estar con Cristo. Es la comunidad
bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él.
Como veremos en los números del Catecismo que se citan a continuación, cuando decimos con la
Biblia «Padre nuestros que estás en el cielo» o decimos de alguien que «ha ido al cielo», nos estamos
adaptando al lenguaje popular. Pero la Biblia enseña que Dios “está en el cielo, en la tierra y en todo
lugar», que es Él quien “ha creado los cielos”, y, si los ha creado, no puede ser encerrado en ellos; que
Dios está en los cielos significa más bien que habita «en una luz inaccesible», como dice San Pablo en su
primera Carta a Timoteo y recoge el Catecismo 1
: “Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6, 16),
quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su
Hijo único, hijos adoptivos (Cf Ef l, 4-5). (...) ”. Que está en el cielo significa que es infinitamente diverso
de nosotros; en definitiva el cielo es, en sentido religioso, más un estado que un lugar.
La comunión plena con Cristo cuando termina la vida en esta tierra
o En el Catecismo de la Iglesia Católica
Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están
perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo.
• n. 1023: EL CIELO - Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente
purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual
es» (1 Jn 3, 2), cara a cara (Cf 1 Co 13, 12; Ap 22, 4):
• n. 1025: Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (Cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). Los
elegidos viven «en El», aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio
nombre (Cf Ap 2, 17):
Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (S.
Ambrosio, Luc. 10, 121).
El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están
perfectamente incorporados a El.
• n. 1026: Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los
1
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 52
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bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien
asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en El y que han permanecido fieles a su
voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente
incorporados a El.
El cielo es la comunión de vida y de amor con Dios
• n. 1024: Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin último
y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.
o El ingreso del justo en la comunión plena de Dios
• Ya en el Antiguo Testamento “subió al cielo” indicaba el ingreso del justo en la comunión plena
de Dios después de la muerte; es la representación del destino de la eternidad bienaventurada que
espera al hombre fiel en esta tierra; así lo explica el salmo 16, 10-11: “10 pues tú no me
entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba. 11 Me enseñarás el camino de
la vida, plenitud de gozo en tu presencia, alegría perpetua a tu derecha”.
El inicio de la comunión con Cristo ya en esta tierra
o En el Catecismo de la Iglesia Católica
El cielo se encuentra ya ahora en el corazón del hombre; el cielo es la
Casa del Padre, hacia donde tendemos y a la que ya pertenecemos.
• n. 2802: «Que estás en el cielo» no designa un lugar, sino la majestad de Dios y su presencia en el
corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y
a la que ya pertenecemos.
El cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su
templo.
• n. 2794: «QUE ESTAS EN EL CIELO» - Esta expresión bíblica no significa un lugar [«el espacio»]
sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está «fuera», sino
«más allá de todo» lo que, acerca de la santidad divina, puede el hombre concebir. Como es tres veces
Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito:
Con razón, estas palabras "Padre nuestro que estás en el cielo" hay que entenderlas en
relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el
que ora desea ver que reside en él Aquel a quien invoca (S. Agustín, serm. Dom. 2, 5, 17).
El «cielo» bien podía ser también aquellos que llevan la imagen del mundo celestial, y en
los que Dios habita y se pasea (S. Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11).
Identificarnos con Cristo en esta tierra
• CCE 793 (...) Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él «hasta que Cristo esté
formado en ellos» (Gálatas 4, 19) (...)
o En nuestros corazones se unen el cielo y la tierra
• San Josemaría, homilía Amar el mundo apasionadamente, en Conversaciones n. 116: Os aseguro,
hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias,
aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la
vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del horizonte,
hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros
corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...
III. Hay una única vida, cuya plenitud está en la vida eterna, en el cielo. La vida en
la tierra no es lo definitivo. Los cristianos no soportamos una doble vida.
o La vida en la tierra, que amamos, no es lo definitivo.
• San Josemaría, Es Cristo que pasa, 126: “La fiesta de la Ascensión del Señor nos sugiere
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también otra realidad; el Cristo que nos anima a esta tarea en el mundo, nos espera en el Cielo. En otras
palabras: la vida en la tierra, que amamos, no es lo definitivo; pues no tenemos aquí ciudad permanente,
sino que andamos en busca de la futura (Hebreos 13, 14) ciudad inmutable.
o Dios nos quiere felices también aquí, pero anhelando el cumplimiento
definitivo de esa otra felicidad, que sólo Él puede colmar enteramente.
Cuidemos, sin embargo, de no interpretar la Palabra de Dios en los límites de estrechos horizontes. El
Señor no nos impulsa a ser infelices mientras caminamos, esperando sólo la consolación en el más allá.
Dios nos quiere felices también aquí, pero anhelando el cumplimiento definitivo de esa otra felicidad, que
sólo El puede colmar enteramente.
Hay unas realidades en esta tierra que suponen ya un anticipo del
Cielo.
En esta tierra, la contemplación de las realidades sobrenaturales, la acción de la gracia en nuestras
almas, el amor al prójimo como fruto sabroso del amor a Dios, suponen ya un anticipo del Cielo, una
incoación destinada a crecer día a día. No soportamos los cristianos una doble vida: mantenemos una
unidad de vida, sencilla y fuerte en la que se funden y compenetran todas nuestras acciones.
o Siendo plenamente ciudadanos de la tierra, vivamos ya como ciudadanos
del cielo.
Cristo nos espera. Vivamos ya como ciudadanos del cielo (Filipenses 3,20), siendo plenamente
ciudadanos de la tierra, en medio de dificultades, de injusticias, de incomprensiones, pero también en
medio de la alegría y de la serenidad que da el saberse hijo amado de Dios. Perseveremos en el servicio
de nuestro Dios, y veremos cómo aumenta en número y en santidad este ejército cristiano de paz, este
pueblo de corredención. Seamos almas contemplativas, con diálogo constante, tratando al Señor a todas
horas; desde el primer pensamiento del día al último de la noche, poniendo de continuo nuestro corazón
en Jesucristo Señor Nuestro, llegando a El por Nuestra Madre Santa María y, por El, al Padre y al Espíritu
Santo.” (Es Cristo que pasa, 126).
IV. La esperanza en el cielo - en la tierra nueva - no debe debilitar, sino más bien
avivar la preocupación de cultivar esta tierra. La unidad de vida.
Aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso temporal y el
crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye a una sociedad
mejor ordenada, interesa en gran medida al Reino de Dios.
Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral «Gaudium et spes», n . 39:
39. Ignoramos tanto el tiempo en que la tierra y la humanidad se consumarán [71], como la forma en que
se transformará el universo. Pasa ciertamente la figura de este mundo, deformada por el pecado [72]. Pero
sabemos por la revelación que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia
[73], y cuya bienaventuranza saciará y superará todos los anhelos de paz que ascienden en el corazón de
los hombres [74]. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios serán resucitados en Cristo, y lo que se
sembró en debilidad y corrupción se revestirá de incorrupción [75]; y, subsistiendo la caridad y sus obras
[76], serán liberadas de la esclavitud de la vanidad todas aquellas criaturas [77] que Dios creó
precisamente para servir al hombre.
Y ciertamente se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí
mismo [78]. Mas la esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino más bien excitar la preocupación
por perfeccionar esta tierra, en donde crece aquel Cuerpo de la nueva humanidad que puede ya ofrecer
una cierta prefiguración del mundo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el
progreso temporal y el crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye a una sociedad
mejor ordenada, interesa en gran medida al Reino de Dios [79].
En efecto; los bienes todos de la dignidad humana, de la fraternidad y de la libertad, es decir,
todos los buenos frutos de la naturaleza y de nuestra actividad, luego de haberlos propagado -en el
Espíritu de Dios y conforme a su mandato- sobre la tierra, los volveremos a encontrar de nuevo, pero
limpios de toda mancha a la vez que iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva a su Padre el
reino eterno y universal: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de
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amor y de paz[80]. Aquí, en la tierra, existe ya el Reino, aunque entre misterios; mas, cuando venga el
Señor, llegará a su consumada perfección.
[71] Cf. Hch 1,7. [72] Cf. 1 Cor 7,31; S. Iren. Adv. haer. 5, 36 PG 7, 1222.
[73] Cf. 2 Cor 5,2; 2 Pe 3,13. [74] Cf. 1 Cor 2,9; Ap 21,4-5. [75] Cf. 1 Cor 15,42.53.
[76] Cf. 1 Cor 13,8; 3,14. [77] Cf. Rom 8,19-21. [78] Cf. Lc 9,25.
[79] Cf. Pío XI, e. QA l. c., 207. [80] Praefatio Festi Christi Regis.
o El cristiano ha de encontrarse siempre dispuesto a santificar la sociedad
desde dentro, estando plenamente en el mundo, pero no siendo del
mundo, en lo que tiene -no por característica real, sino por defecto
voluntario, por el pecado- de negación de Dios, de oposición a su amable
voluntad salvífica.
Cfr. Homilía «La Ascensión del Señor a los cielos», en «Es Cristo que pasa», n.
125
125. La vida futura - La tarea apostólica que Cristo ha encomendado a todos sus discípulos produce,
por tanto, resultados concretos en el ámbito social. No es admisible pensar que, para ser cristiano, haya
que dar la espalda al mundo, ser un derrotista de la naturaleza humana. Todo, hasta el más pequeño de los
acontecimientos honestos, encierra un sentido humano y divino. Cristo, perfecto hombre, no ha venido a
destruir lo humano, sino a ennoblecerlo, asumiendo nuestra naturaleza humana, menos el pecado: ha
venido a compartir todos los afanes del hombre, menos la triste aventura del mal.
El cristiano ha de encontrarse siempre dispuesto a santificar la sociedad desde dentro, estando
plenamente en el mundo, pero no siendo del mundo, en lo que tiene -no por característica real, sino por
defecto voluntario, por el pecado- de negación de Dios, de oposición a su amable voluntad salvífica.
www.parroquiasantamonica.com
Vida Cristiana
miércoles, 12 de julio de 2017
La Ascensión del Señor (2012) (4), Ciclo B. Jesús nos preparó el camino al cielo. ¿Qué es el cielo para nosotros? El cielo no es un lugar geográfico. Es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo, vivir para siempre con Él. El inicio de la vida en comunión con Cristo ya en esta tierra. El cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. La unidad de vida. Los cristianos no soportamos una doble vida.
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