miércoles, 12 de julio de 2017

La Ascensión. «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?» El cielo no es un lugar geográfico. Es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo, vivir para siempre con Él. Es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. 24 Mayo 2009 Marcos 16, 15-20; Hechos 1, 1-11; Efesios 1, 17-23

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1 La Ascensión. «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?» El cielo no es un lugar geográfico. Es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo, vivir para siempre con Él. Es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. 24 Mayo 2009 Marcos 16, 15-20; Hechos 1, 1-11; Efesios 1, 17-23 Hechos de los apóstoles 1, 1-11: 1 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando 2 hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los Apóstoles que él había elegido, fue elevado al cielo. 3 Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. 4 Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» 6 Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» 7 Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. 8 Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» 9 Y después de decir esto, mientras miraban mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas 11 que dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.» Efesios 1, 17-23: 17 Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. 18 Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, 19 y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, 21 por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. 22 Todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas a favor de la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas. Marcos 16,15-20: 15 En aquel tiempo se apareció Jesús y les dijo: -Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura. 16 El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. 17 A los que crean, les acompañarán estos milagros: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18 agarrarán serpientes con las manos, y si bebieran un veneno, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán curados. 19 19 El Señor Jesús, después de hablarles, se elevó al cielo y está sentado a la derecha de Dios. 20 Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los milagros que los acompañaban. La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés son aspectos diversos del misterio pascual, del misterio de Cristo. La Resurrección se refiere a la victoria de Cristo sobre la muerte. La Ascensión a su retorno al Padre y la toma de posesión del reino. Estar sentado a la derecha del Padre (cfr. 2º Lectura, Efesios 1, 17- 23, Evangelio Marcos 16, 19 y la Profesión de fe) significa participar en su poder real y en su dignidad divina: «todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas …» (Efesios 1, 22), Pentecostés es su nueva forma de presencia en la historia. A. LA DESCRIPCIÓN DEL HECHO DE LA ASCENSIÓN Y SU SIGNIFICADO 1. En la primera Lectura, del libro de los Hechos: vv. 2. 9-11; en el Evangelio: Marcos 16, 19; en la segunda lectura de la carta a los Efesios: vv. 20-23 o Fue elevado al cielo .... se elevó y una nube lo ocultó a sus ojos ... Elevado ... la nube lo ocultó: el resucitado ha entrado en la intimidad celestial de Dios. • Juan Pablo II, 12/04/89: “Según Lucas, Jesús 'fue levantado en presencia de ellos, y una 2 nube le ocultó a sus ojos' (Hech 1, 9). En este texto hay que considerar dos momentos esenciales: 'fue levantado (la elevación-exaltación) y 'una nube le ocultó' (entrada el claroscuro del misterio). 'Fue levantado': con esta expresión, que responde a la experiencia sensible y espiritual de los Apóstoles, se alude a un movimiento ascensional, a un paso de la tierra al cielo, sobre todo como signo de otro 'paso': Cristo pasa al estado de glorificación en Dios. El primer significado de la ascensión es precisamente éste: revelar que el Resucitado ha entrado en la intimidad celestial de Dios. Lo prueba 'la nube' signo bíblico de 'presencia divina. Cristo desaparece de los ojos de sus discípulos, entrando en la esfera trascendente de Dios invisible.” • CCE 665: La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios de donde ha de volver (...): La Ascensión es el acontecimiento conclusivo de la vida terrena de Cristo; Pentecostés, el primer día de la vida e historia de su “cuerpo” que es la Iglesia • Juan Pablo II, 12/04/89: “La Ascensión es por tanto, el acontecimiento conclusivo de la vida y de la misión terrena de Cristo: Pentecostés será el primer día de la vida y de la historia 'de su Cuerpo, que es la Iglesia' (Col 11). Este es el sentido fundamental del hecho de la ascensión más allá de las circunstancias particulares en las que ha acontecido y el cuadro de los simbolismos bíblicos en los que puede ser considerado”. o Y está sentado a la derecha de Dios (Cf. Juan Pablo II, 12/04/89) Sentarse a la derecha de Dios significa participar en su poder real y en su dignidad divina: todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas ... (Efesios 1,22) “También esta última consideración confirma el significado del misterio que es la ascensión de Jesucristo al cielo. El Hijo que 'salió del Padre y vino al mundo, ahora deja el mundo y va al Padre' (Cfr. Jn 16, 28). En ese 'retorno' al Padre halla su concreción la elevación 'a la derecha del Padre', verdad mesiánica ya anunciada en el Antiguo Testamento. Por tanto, cuando el Evangelista Marcos nos dice que 'el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios' (Mc 16, 19), sus palabras reevocan el 'oráculo del Señor' enunciado en el Salmo: 'Oráculo de Yahvéh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies' (109-110, 1).'Sentarse a la derecha de Dios' significa participar en su poder real y en su dignidad divina. Jesús lo había predicho Lo había predicho Jesús: 'Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo', leemos en el Evangelio de Marcos (Mc 14, 62). Lucas a su vez, escribe (Lc 22, 69): 'El Hijo de Dios estará sentado a la diestra del poder de Dios'. Del mismo modo el primer mártir de Jerusalén, el diácono Esteban, verá a Cristo en el momento su muerte: 'Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios' (Hech 7, 56). El concepto, pues, se había enraizado y difundido en las primeras comunidades cristianas, como expresión de la realeza que Jesús había conseguido con la ascensión al cielo. Lo escriben San Pablo y San Pedro También el Apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos, expresa la misma verdad sobre Jesucristo, 'el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios y que intercede por nosotros' (Rom 8, 34). En la Carta a los Colosenses escribe: 'Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios' (Col 3, 1; cfr. Ef l, 20). En la Carta a los Hebreos leemos (Heb 1 3; 8, 1): 'Tenemos un Sumo Sacerdote tal que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos'. Y de nuevo (Heb 10, 12 y Heb 12, 2): ' soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios'. A su vez, Pedro proclama que Cristo 'habiendo ido al cielo está a la diestra de Dios y le están sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades' (1 Ped 3, 22). El mismo Apóstol Pedro, tomando la palabra en el primer discurso después de Pentecostés, dirá de Cristo que 'exaltado por la diestra Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís' (Hech 2 33; cfr. también Hech 5, 31). Aquí se inserta en la verdad de la ascensión y de la realeza de Cristo un elemento nuevo, referido al Espíritu Santo.” 3 Se trata de la elevación del Mesías al reino del Padre: es la inauguración del reino del Mesías “Reflexionemos sobre ello un momento. En el Símbolo de los Apóstoles, la ascensión al cielo se asocia a la elevación del Mesías al reino del Padre: 'Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre'. Esto significa la inauguración del reino del Mesías, en el que encuentra cumplimiento la visión profética del Libro de Daniel sobre el hijo del hombre: 'A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino nunca será destruido jamás' (Dn 7, 13-14). El discurso de Pentecostés, que tuvo Pedro, nos hace saber que a los ojos de los Apóstoles, en el contexto del Nuevo Testamento, esa elevación de Cristo a la derecha del Padre está ligada, sobre todo, con la venida del Espíritu Santo. Las palabras de Pedro testimonian la convicción de los Apóstoles de que sólo con la ascensión Jesús 'ha recibido el Espíritu Santo del Padre' para derramarlo como lo había prometido.” o En el CEC: Jesucristo es Señor • CCE 668: «Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos» (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está «por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre «bajo sus pies sometió todas las cosas» (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (Cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Cf Efesios 1,10), su cumplimiento trascendente. • CCE 659: (...) Con la Ascensión Jesús hace la “entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (Cf Hch 1, 9; cf también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) y por el cielo (Cf Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios (Cf Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf también Sal 110, 1)”. 2. Benedicto XVI, Homilía 7 mayo 2005 Al tomar posesión de la Cátedra del Obispo de Roma en la Basílica de San Juan de Letrán La Ascensión significa que Jesús ya no pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que pertenece totalmente a Dios; significa que está cerca de cada uno de nosotros para siempre. • Entonces, ¿qué nos quiere decir la fiesta de la Ascensión del Señor? No nos quiere decir que el Señor se ha ido a algún lugar alejado de los hombres y del mundo. La Ascensión de Cristo no es un viaje en el espacio hacia los astros más remotos; pues en el fondo, también los astros están constituidos de elementos físicos como la tierra. La Ascensión de Cristo significa que ya no pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que condiciona nuestra vida. Significa que pertenece completamente a Dios. Él, el Hijo Eterno, ha llevado nuestro ser humano a la presencia de Dios, ha llevado consigo la carne y la sangre de forma transfigurada. El hombre encuentra espacio en Dios, a través de Cristo; el ser humano ha sido llevado hasta dentro de la vida misma de Dios. Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre. Cada uno de nosotros puede tutearle, cada uno puede dirigirse a Él. El Señor se encuentra siempre al alcance de nuestra voz. Podemos alejarnos de Él interiormente. Podemos vivir dándole las espaldas. Pero Él nos espera siempre, y siempre está cerca de nosotros. El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza del Espíritu Santo. La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del misterio de Cristo. De las lecturas de la liturgia de hoy aprendemos también algo más sobre la manera concreta en la que el Señor se encuentra junto a nosotros. El Señor promete a sus discípulos su Espíritu Santo. La primera lectura nos dice que el Espíritu Santo será «fuerza» para los discípulos; el Evangelio añade que será guía hacia la Verdad plena. Jesús les dijo todo a sus discípulos, pues él es la Palabra viviente de Dios, y Dios no puede dar algo más que a sí mismo. En Jesús, Dios se nos dio totalmente a sí mismo, es decir, nos dio todo. Además de esto, o junto a esto, no puede haber otra revelación capaz de comunicar algo más o de completar, en cierto sentido, la Revelación de Cristo. En Él, en el Hijo, se nos dijo todo, se 4 nos dio todo. Pero nuestra capacidad de comprender es limitada; por este motivo la misión del Espíritu consiste en introducir a la Iglesia de manera siempre nueva, de generación en generación, en la grandeza del misterio de Cristo. La Iglesia no presenta nada diferente o nuevo junto a Cristo; no hay ninguna revelación pneumática junto a la de Cristo, como algunos creen, no hay un segundo nivel de Revelación. No: «recibirá de lo mío», dice Cristo en el Evangelio (Juan 16, 14). Y, al igual que Cristo, sólo dice lo que escucha y recibe del Padre, el Espíritu Santo es intérprete de Cristo. «Recibirá de lo mío». No nos lleva a otros lugares, alejados de Cristo, sino que nos hace penetrar cada vez más adentro de la luz de Cristo. Por este motivo, la revelación cristiana es, al mismo tiempo, siempre antigua y siempre nueva. Por este motivo, todo se nos ha dado siempre y ya. Al mismo tiempo, toda generación, en el inagotable encuentro con el Señor, encuentro mediado por el Espíritu Santo, aprende siempre algo nuevo. B. NOS PREPARÓ EL CAMINO DEL CIELO. ¿QUÉ ES EL CIELO PARA NOSOTROS? o No significa un lugar, sino una manera de ser: es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo • El cielo no significa un lugar sino una manera de ser. El cielo es la comunión plena y definitiva con Dios, destinada a los que creerán en el Señor. Vivir en el cielo es estar con Cristo. Es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él. Como veremos en los números del Catecismo que se citan a continuación, cuando decimos con la Biblia «Padre nuestros que estás en el cielo» o decimos de alguien que «ha ido al cielo», nos estamos adaptando al lenguaje popular. Pero la Biblia enseña que Dios “está en el cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él quien “ha creado los cielos”, y, si los ha creado, no puede ser encerrado en ellos; que Dios está en los cielos significa más bien que habita «en una luz inaccesible», como dice San Pablo en su primera Carta a Timoteo y recoge el Catecismo 1 : “Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6, 16), quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (Cf Ef l, 4-5). (...) ”. Que está en el cielo significa que es infinitamente diverso de nosotros; en definitiva el cielo es, en sentido religioso, más un estado que un lugar. Dios está fuera del espacio y del tiempo, y también su paraíso. o En el CEC: el cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo • CEC 2794: «QUE ESTAS EN EL CIELO» - Esta expresión bíblica no significa un lugar [«el espacio»] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está «fuera», sino «más allá de todo» lo que, acerca de la santidad divina, puede el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito: Con razón, estas palabras "Padre nuestro que estás en el cielo" hay que entenderlas en relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el que ora desea ver que reside en él Aquel a quien invoca (S. Agustín, serm. Dom. 2, 5, 17). El «cielo» bien podía ser también aquellos que llevan la imagen del mundo celestial, y en los que Dios habita y se pasea (S. Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11). • CEC 2802: «Que estás en el cielo» no designa un lugar, sino la majestad de Dios y su presencia en el corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la que ya pertenecemos. • San Josemaría, homilía Amar el mundo apasionadamente, en Conversaciones n. 116: Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria... Comunión de vida y de amor con Dios • CEC 1024: Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin 1 Cf. CCE n. 52 5 último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha. • Ya en el AT “subió al cielo” se indicaba el ingreso del justo en la comunión plena de Dios después de la muerte; es la representación del destino de la eternidad bienaventurada que espera al hombre fiel en esta tierra; así lo explica el salmo 16, 10-11: “10 pues tú no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba. 11 Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia, alegría perpetua a tu derecha”. Vivir para siempre con Cristo • CEC 1023: EL CIELO - Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual es» (1 Jn 3, 2), cara a cara (Cf 1 Co 13, 12; Ap 22, 4): • CEC 1025: Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (Cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). Los elegidos viven «en El», aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (Cf Ap 2, 17): Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (S. Ambrosio, Luc. 10, 121). • CEC 1026: Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en El y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a El. C. LA VIDA ETERNA, LA VIDA “EN EL CIELO”, ES ESTAR CON CRISTO EN COMUNIÓN PLENA: YA AHORA, EN ESTA TIERRA, ESTAMOS LLAMADOS A “ESTAR EN EL CIELO” EN GERMEN; A VIVIR EN COMUNIÓN CON CRISTO (ESTO ES LA VIDA CRISTIANA), NO PLENA SINO EN GERMEN, YA QUE CRISTO NOS ASOCIA A SU VIDA Cuatro afirmaciones del Señor y una de San Juan o Quien cree tiene ya la vida eterna, como primicia o germen, que llega a la plenitud en la comunión plena y definitiva con Dios de los que se salvan. 1. Jn 3, 16: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Cf. CCE 458). “La inicitativa procede de Dios (Jn 3,16), se realiza por medio del Hijo, que ha venido de su parte y que vuelve a él a través de la cruz-exaltación (Jn 3,14). El hombre se apropia de ella o la rechaza mediante la feincredulidad”. (La Casa de la Biblia, Nuevo Testamento, Nota a Jn 3, 1-21). [Cf. más abajo, Juicio] 2. Jn 3,36. El que CREE en el Hijo tiene vida eterna; el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.» “Lo importante para el hombre es aceptarlo en la fe. Hacerlo así significa entrar en unas relaciones con Dios, que llevará a la plena participación en su vida. No hacerlo así equivale a despreciar la oferta divina, autoexcluirse de la vida, auto-juzgarse como indigno de la misma (Jn 3,18). Es la decisión existencial la única respuesta que Dios exige al hombre” (La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed. 1995, nota a Juan 3, 31- 36) 3. Jn 5,24. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y CREE en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que de la muerte pasa a la vida. “Debe esperarse para el futuro la consumación o confirmación final de lo que ya es presente. No sabemos, sin embargo, qué aportará esta consumación final. Dentro de la escatología del cuarto evangelio, nada esencial; la plenitud de lo que ya poseemos”. (La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed. 1995, nota a Juan 5, 19-296) 4. Jn 6,47. En verdad, en verdad os digo: el que CREE, tiene vida eterna. 5. 1 Jn 4,9 «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (Cf CCE 458). Comienzo, inicio, primicia, germen, arras ..... 6 o La fe es ya comienzo de la vida eterna. (CCE 163) La fe, comienzo de la vida eterna - La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (l Co 13, 12), «tal cual es» (1 Jn 3, 2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna: Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día (S. Basilio, Spir. 15,36; cf S. Tomás de A., s. th. 2-2, 4, 1). o El Espíritu da la vida a los que le acogen (CCE 1107) El poder transformador del Espíritu Santo en la Liturgia apresura la venida del Reino y la consumación del Misterio de la salvación. En la espera y en la esperanza nos hace realmente anticipar la comunión plena con la Trinidad Santa. Enviado por el Padre, que escucha la epíclesis de la Iglesia, el Espíritu da la vida a los que lo acogen, y constituye para ellos, ya desde ahora, «las arras» de su herencia (Cf Ef 1, 14; 2 Co 1, 22). o La vida cristiana es vivir comunión con Dios • En el NT. Como ya se ha visto (cfr. Catecismo n. 1025) “Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (Cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). • CCE 259: Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. (...) D. OTROS ASPECTOS IMPORTANTES QUE SE DEDUCEN DE LA PRIMERA LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS o La pregunta de los Apóstoles (v. 6) y la respuesta del Señor (vv. 7-8): naturaleza del reino de Dios • Ellos piensan todavía en una restauración temporal de la dinastía de David, su esperanza se cifra en algo así como un dominio nacional judío. La respuesta del Señor les dice que los planes de Dios están por encima de una realización política. Su misión será la de dar testimonio de la resurrección de Jesús. Ese es el reino de Cristo: la acción divina que salva a los hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el Señor, que se sienta en lo más alto del paraíso, venga a juzgar definitivamente a los hombres. • San Josemária Escrivá, Es Cristo que pasa, 180: “Quisiera que considerásemos cómo ese Cristo, que —Niño amable— vimos nacer en Belén, es el Señor del mundo: pues por El fueron creados todos los seres en los cielos y en la tierra; El ha reconciliado con el Padre todas las cosas, restableciendo la paz entre el cielo y la tierra, por medio de la sangre que derramó en la cruz (Cf Colosenses 1, 11-16). Hoy Cristo reina, a la diestra del Padre: declaran aquellos dos ángeles de blancas vestiduras, a los discípulos que estaban atónitos contemplando las nubes, después de la Ascensión del Señor: varones de Galilea ¿por qué estáis ahí mirando al cielo? Este Jesús, que separándose de vosotros ha subido al cielo, vendrá de la misma manera que le acabáis de ver subir (Hechos 1,11). Por El reinan los reyes (Cf Proverbios 8,15), con la diferencia de que los reyes, las autoridades humanas, pasan; y el reino de Cristo permanecerá por toda la eternidad (Exodo 15,18), su reino es un reino eterno y su dominación perdura de generación en generación (Daniel 3,100). El reino de Cristo no es un modo de decir, ni una imagen retórica. Cristo vive, también como hombre, con aquel mismo cuerpo que asumió en la Encarnación, que resucitó después de la Cruz y subsiste glorificado en la Persona del Verbo juntamente con su alma humana. Cristo, Dios y Hombre verdadero, vive y reina y es el Señor del mundo. Sólo por El se mantiene en vida todo lo que vive. ¿Por qué, entonces, no se aparece ahora en toda su gloria? Porque su reino no es de este mundo (Juan 18,36), aunque está en el mundo. Había replicado Jesús a Pilatos: Yo soy rey. Yo para esto nací: 7 para dar testimonios de la verdad; todo aquel que pertenece a la verdad, escucha mi voz (Juan 18,37). Los que esperaban del Mesías un poderío temporal visible, se equivocaban: que no consiste el reino de Dios en el comer ni en el beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo (Romanos 14,17). Verdad y justicia; paz y gozo en el Espíritu Santo. Ese es el reino de Cristo: la acción divina que salva a los hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el Señor, que se sienta en lo más alto del paraíso, venga a juzgar definitivamente a los hombres. Cuando Cristo inicia su predicación en la tierra, no ofrece un programa político, sino que dice: haced penitencia, porque está cerca el reino de los cielos (Mateo 3,2; 4,17); encarga a sus discípulos que anuncien esa buena nueva (Lucas 10,9), y enseña que se pida en la oración el advenimiento del reino (Cf. Mateo 6,10). Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa: lo que hemos de buscar primero (Cf Mateo 6,33), lo único verdaderamente necesario (Cf Lucas 10,42)”. o Los discípulos deben consagrarse por entero a la construcción del reino de Dios • Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra, Ediciones Encuentro 1994, p. 160: “La primera lectura destruye ante todo la espera ingenua de los discípulos según la cual el Señor resucitado iba a restaurar sobre la tierra el reino de Dios con su autoridad (ellos lo llaman la «soberanía de Israel»), en el que ellos ocuparían automáticamente los puestos de honor (como pensaron en su día los hijos de Zebedeo: Mt 20,21). Pero para ellos está reservado algo más grande: deben - renunciando al conocimiento de los tiempos y de las fechas - consagrarse por entero a la construcción de ese reino: el Espíritu Santo les dará la fuerza para ello y serán testigos de Jesús «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo». Para abrirles y por así decirlo liberarles este espacio tan amplio como el mundo, desaparece la figura visible de Jesús: el punto central del mundo no estará en lo sucesivo allí donde él era visible, sino en cualquier lugar donde su Iglesia dé testimonio de él y se entregue por él”. o El reproche de los dos hombre con vestiduras blancas: «¿qué hacéis mirando al cielo?», (Hechos 1,11); «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura» (Marcos, 16,15); Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los milagros que los acompañaban (Marcos 16,20). Esta fiesta de la Ascensión es como el momento en que Jesús nos pasa el relevo a sus discípulos. A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin» • Se puede considerar como una indicación acerca de la misión de los discípulos de Cristo en esta tierra: tienen la misión de cristianizarla, en nombre del Señor y con la fuerza del Espíritu Santo. Entre la primera y la segunda venida del Señor, se extiende la misión de la iglesia. Jesús antes de dejarlos les había dicho, como acabamos de ver en esta primera lectura, versículo 8: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”. • Jesús se ha ido al cielo pero sin dejar la tierra. Solamente ha salido de nuestro campo visual. Precisamente en el Evangelio es el Señor mismo quien nos asegura: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” 2 . Las palabras del Angel “qué hacéis mirando al cielo” contienen por tanto un aviso, o tal vez un velado reproche: no hay que estar mirando hacia arriba, como para descubrir dónde habrá ido Cristo para permanecer, sino, más bien, vivir en la espera de su vuelta, continuar con su misión («Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura», Marcos 16,15). Cuando se trata de nosotros, “ir al cielo”, o “ir al paraíso” significa a estar con Cristo (Filipenses 1, 23. «Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para 2 Mateo 28,20 8 que donde yo estoy, estéis también vosotros» (Juan 14, 3). El “cielo” entendido como lugar de reposo, del premio eterno para los buenos, se forma en el momento en el que Cristo resucita y sube al cielo. Nuestro verdadero cielo es Cristo resucitado con el que iremos a unirnos y a hacer «cuerpo» después de nuestra resurrección y, de modo provisional e imperfecto, ya inmediatamente después de la muerte. Jesús, por tanto, no ha subido ya a un cielo ya existente que lo esperaba, , sino que ha ido a formar e inaugurar el cielo para nosotros. Alguien se pregunta: ¿ pero qué haremos “en el cielo” con Cristo para toda la eternidad? ¿No nos aburriremos? Respondo: ¿acaso nos aburrimos cuando tenemos una salud óptima? Preguntad a los enamorados si se aburren estando juntos. Cuando nos sucede que vivimos un momento de intensísima y pura alegría ¿no nace en nosotros el deseo de que dure para siempre, que no acabe jamás? Aquí estos estados no duran para siempre, porque no hay ningún objeto que pueda satisfacernos indefinidamente. Con Dios es diverso. Nuestra mente encontrará en él la verdad y la belleza que no acabaremos de contemplar, y nuestro corazón el bien del que no se cansará jamás de gozar 3 ”. • CCE 664: Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: «A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás» (Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin» (Símbolo de Nicea-Constantinopla). o Todo cristiano, a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado • Benedicto XVI, 7 de mayo 2005, Toma de posesión de la cátedra del Obispo de Roma: De este modo, el Espíritu Santo es la fuerza por la que Cristo nos hace experimentar su cercanía. Pero la primera lectura deja también un segundo mensaje: seréis mis testigos. Cristo resucitado tiene necesidad de testigos que se hayan encontrado con él, que le hayan conocido íntimamente a través de la fuerza del Espíritu Santo. Hombres que, habiéndole tocado con la mano, por así decir, puedan testimoniarle. Fue así como la Iglesia, familia de Cristo, creció desde «Jerusalén… hasta los confines de la tierra», como dice la lectura. A través de testigos se construyó la Iglesia, comenzando por Pedro y Pablo, por los Doce, hasta todos los hombres y mujeres que, llenos de Cristo, en el transcurso de los siglos, han vuelto a encender y encenderán de nuevo de manera siempre nueva la llama de la fe. Todo cristiano, a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado. Cuando leemos los nombres de los santos, podemos ver cuántas veces ante todo han sido --y siguen siendo-- hombres sencillos, hombres de los que surgía --y surge-- una luz resplandeciente capaz de llevar a Cristo. • Benedicto XVI, Homilía, en Polonia 28 de mayo 2006 Hoy hemos oído las palabras de Jesús: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8). Hace siglos estas palabras llegaron también a tierra polaca. Han constituido y siguen constituyendo constantemente un desafío para todos los que admiten pertenecer a Cristo, para los cuales su causa es la más importante. Debemos ser testigos de Jesús, que vive en la Iglesia y en el corazón de los hombres. Es él quien nos asigna una misión. El día de su ascensión al cielo, dijo a los Apóstoles: "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. (...) Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban" (Mc 16, 15). o Jesucristo no nos dejó para desentenderse de nosotros • Prefacio I de la Ascensión: “Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a los más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido”. • Prefacio II de la Ascensión: “Se elevó al cielo para hacernos partícipes de su divinidad” 3 Cf. Raniero Cantalamessa, Famiglia Cristiana, n. 22, 1 junio 2003 9 San León Magno: hoy hemos penetrado con Cristo en las alturas de los cielos; la presencia visible del Redentor ha pasado a los ritos sagrados. Con la Ascensión puso término a su presencia corporal. • San León Magno 4 (Papa 390-461):Así pues, la Ascensión de Cristo es nuestra propia elevación y al lugar al que precedió la gloria de la cabeza es llamada también la esperanza del cuerpo. Dejemos, pues, queridos, que estalle nuestra alegría cuando él se sienta, y regocijémonos con piadosa acción de gracias. Hoy, en efecto, no sólo se nos confirma en la posesión del paraíso, sino que hasta hemos penetrado con Cristo en las alturas de los cielos; hemos recibido más por la gracia inefable de Cristo, que lo que perdiéramos por el odio del diablo... • San León Magno 5 : ...a los cuarenta días de su resurrección, se elevó al cielo en presencia de sus discípulos, poniendo así término a su presencia corporal, para permanecer a la derecha de su Padre hasta la consumación de los tiempos divinamente previstos para que se multipliquen los hijos de la Iglesia, y venga a juzgar a los vivos y a los muertos en la misma carne en que ascendió. Así pues, lo que había podido verse del Redentor, ha pasado a los ritos sagrados; y para que la fe sea más excelente y más firme, la instrucción ha sucedido a la visión: en su autoridad descansarán en adelante los corazones de los creyentes, iluminados por los rayos de luz de lo alto. www.parroquiasantamonica.com 4 Sermón 1 sobre la Ascensión, SC 74.138 5 Sermón 2 sobre la Ascensión, SC 74,140 

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