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La Ascensión. «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?» El cielo no es un lugar
geográfico. Es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo, vivir para
siempre con Él. Es el corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo.
24 Mayo 2009 Marcos 16, 15-20; Hechos 1, 1-11; Efesios 1, 17-23
Hechos de los apóstoles 1, 1-11: 1 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y
enseñando 2 hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los Apóstoles que él
había elegido, fue elevado al cielo. 3 Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que
estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. 4 Una vez que comían juntos,
les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he
hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» 6 Ellos lo
rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» 7 Jesús contestó: «No os toca
a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. 8 Cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y
hasta los confines del mundo.» 9 Y después de decir esto, mientras miraban mientras ellos lo observaban, se elevó,
y una nube lo ocultó a sus ojos. Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron
ante ellos dos hombres con vestiduras blancas 11 que dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Efesios 1, 17-23: 17 Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y
revelación para conocerlo. 18 Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la
que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, 19 y cuál la extraordinaria grandeza de su
poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo,
resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, 21 por encima de todo principado,
potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el
futuro. 22 Todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas a favor de la Iglesia, que
es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas.
Marcos 16,15-20: 15 En aquel tiempo se apareció Jesús y les dijo: -Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
a toda criatura. 16 El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. 17 A los que crean, les
acompañarán estos milagros: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18 agarrarán serpientes con
las manos, y si bebieran un veneno, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán curados. 19
19 El Señor Jesús, después de hablarles, se elevó al cielo y está sentado a la derecha de Dios. 20 Ellos fueron y
proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los milagros
que los acompañaban.
La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés son aspectos diversos del misterio pascual, del misterio de
Cristo. La Resurrección se refiere a la victoria de Cristo sobre la muerte. La Ascensión a su retorno al
Padre y la toma de posesión del reino. Estar sentado a la derecha del Padre (cfr. 2º Lectura, Efesios 1, 17-
23, Evangelio Marcos 16, 19 y la Profesión de fe) significa participar en su poder real y en su dignidad
divina: «todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas …» (Efesios 1, 22),
Pentecostés es su nueva forma de presencia en la historia.
A. LA DESCRIPCIÓN DEL HECHO DE LA ASCENSIÓN Y SU SIGNIFICADO
1. En la primera Lectura, del libro de los Hechos: vv. 2. 9-11; en el Evangelio:
Marcos 16, 19; en la segunda lectura de la carta a los Efesios: vv. 20-23
o Fue elevado al cielo .... se elevó y una nube lo ocultó a sus ojos ...
Elevado ... la nube lo ocultó: el resucitado ha entrado en la intimidad
celestial de Dios.
• Juan Pablo II, 12/04/89: “Según Lucas, Jesús 'fue levantado en presencia de ellos, y una
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nube le ocultó a sus ojos' (Hech 1, 9). En este texto hay que considerar dos momentos esenciales: 'fue
levantado (la elevación-exaltación) y 'una nube le ocultó' (entrada el claroscuro del misterio).
'Fue levantado': con esta expresión, que responde a la experiencia sensible y espiritual de los
Apóstoles, se alude a un movimiento ascensional, a un paso de la tierra al cielo, sobre todo como signo de
otro 'paso': Cristo pasa al estado de glorificación en Dios. El primer significado de la ascensión es
precisamente éste: revelar que el Resucitado ha entrado en la intimidad celestial de Dios. Lo prueba 'la
nube' signo bíblico de 'presencia divina. Cristo desaparece de los ojos de sus discípulos, entrando en la
esfera trascendente de Dios invisible.”
• CCE 665: La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el
dominio celestial de Dios de donde ha de volver (...):
La Ascensión es el acontecimiento conclusivo de la vida terrena de
Cristo; Pentecostés, el primer día de la vida e historia de su “cuerpo”
que es la Iglesia
• Juan Pablo II, 12/04/89: “La Ascensión es por tanto, el acontecimiento conclusivo de la
vida y de la misión terrena de Cristo: Pentecostés será el primer día de la vida y de la historia 'de su
Cuerpo, que es la Iglesia' (Col 11). Este es el sentido fundamental del hecho de la ascensión más allá de
las circunstancias particulares en las que ha acontecido y el cuadro de los simbolismos bíblicos en los que
puede ser considerado”.
o Y está sentado a la derecha de Dios (Cf. Juan Pablo II, 12/04/89)
Sentarse a la derecha de Dios significa participar en su poder real y en
su dignidad divina: todo lo sometió bajo sus pies, y a él lo constituyó
cabeza de todas las cosas ... (Efesios 1,22)
“También esta última consideración confirma el significado del misterio que es la ascensión
de Jesucristo al cielo. El Hijo que 'salió del Padre y vino al mundo, ahora deja el mundo y va al Padre'
(Cfr. Jn 16, 28). En ese 'retorno' al Padre halla su concreción la elevación 'a la derecha del Padre', verdad
mesiánica ya anunciada en el Antiguo Testamento. Por tanto, cuando el Evangelista Marcos nos dice que
'el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios' (Mc 16, 19), sus palabras reevocan el
'oráculo del Señor' enunciado en el Salmo: 'Oráculo de Yahvéh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta
que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies' (109-110, 1).'Sentarse a la derecha de Dios'
significa participar en su poder real y en su dignidad divina.
Jesús lo había predicho
Lo había predicho Jesús: 'Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre
las nubes del cielo', leemos en el Evangelio de Marcos (Mc 14, 62). Lucas a su vez, escribe (Lc 22, 69):
'El Hijo de Dios estará sentado a la diestra del poder de Dios'. Del mismo modo el primer mártir de
Jerusalén, el diácono Esteban, verá a Cristo en el momento su muerte: 'Estoy viendo los cielos abiertos y
al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios' (Hech 7, 56). El concepto, pues, se había enraizado
y difundido en las primeras comunidades cristianas, como expresión de la realeza que Jesús había
conseguido con la ascensión al cielo.
Lo escriben San Pablo y San Pedro
También el Apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos, expresa la misma verdad sobre Jesucristo,
'el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios y que intercede por nosotros' (Rom
8, 34). En la Carta a los Colosenses escribe: 'Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios' (Col 3, 1; cfr. Ef l, 20). En la Carta a los Hebreos leemos
(Heb 1 3; 8, 1): 'Tenemos un Sumo Sacerdote tal que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los
cielos'. Y de nuevo (Heb 10, 12 y Heb 12, 2): ' soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, y está sentado a
la diestra del trono de Dios'.
A su vez, Pedro proclama que Cristo 'habiendo ido al cielo está a la diestra de Dios y le están
sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades' (1 Ped 3, 22).
El mismo Apóstol Pedro, tomando la palabra en el primer discurso después de Pentecostés, dirá
de Cristo que 'exaltado por la diestra Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha
derramado lo que vosotros veis y oís' (Hech 2 33; cfr. también Hech 5, 31). Aquí se inserta en la verdad
de la ascensión y de la realeza de Cristo un elemento nuevo, referido al Espíritu Santo.”
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Se trata de la elevación del Mesías al reino del Padre: es la
inauguración del reino del Mesías
“Reflexionemos sobre ello un momento. En el Símbolo de los Apóstoles, la ascensión al cielo se
asocia a la elevación del Mesías al reino del Padre: 'Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre'.
Esto significa la inauguración del reino del Mesías, en el que encuentra cumplimiento la visión
profética del Libro de Daniel sobre el hijo del hombre: 'A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino
nunca será destruido jamás' (Dn 7, 13-14).
El discurso de Pentecostés, que tuvo Pedro, nos hace saber que a los ojos de los Apóstoles, en el
contexto del Nuevo Testamento, esa elevación de Cristo a la derecha del Padre está ligada, sobre todo,
con la venida del Espíritu Santo. Las palabras de Pedro testimonian la convicción de los Apóstoles de que
sólo con la ascensión Jesús 'ha recibido el Espíritu Santo del Padre' para derramarlo como lo había
prometido.”
o En el CEC: Jesucristo es Señor
• CCE 668: «Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos» (Rm
14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en
la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está
«por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre «bajo sus pies sometió
todas las cosas» (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (Cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la
historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Cf
Efesios 1,10), su cumplimiento trascendente.
• CCE 659: (...) Con la Ascensión Jesús hace la “entrada irreversible de su humanidad en la gloria
divina simbolizada por la nube (Cf Hch 1, 9; cf también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) y por el cielo (Cf Lc 24,
51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios (Cf Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf también Sal
110, 1)”.
2. Benedicto XVI, Homilía 7 mayo 2005
Al tomar posesión de la Cátedra del Obispo de Roma en la Basílica de San Juan de Letrán
La Ascensión significa que Jesús ya no pertenece al mundo de la
corrupción y de la muerte, que pertenece totalmente a Dios; significa
que está cerca de cada uno de nosotros para siempre.
• Entonces, ¿qué nos quiere decir la fiesta de la Ascensión del Señor? No nos quiere decir
que el Señor se ha ido a algún lugar alejado de los hombres y del mundo. La Ascensión de Cristo no es un
viaje en el espacio hacia los astros más remotos; pues en el fondo, también los astros están constituidos de
elementos físicos como la tierra. La Ascensión de Cristo significa que ya no pertenece al mundo de la
corrupción y de la muerte, que condiciona nuestra vida. Significa que pertenece completamente a Dios.
Él, el Hijo Eterno, ha llevado nuestro ser humano a la presencia de Dios, ha llevado consigo la carne y la
sangre de forma transfigurada. El hombre encuentra espacio en Dios, a través de Cristo; el ser humano ha
sido llevado hasta dentro de la vida misma de Dios. Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos,
la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al hecho
de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre. Cada uno de nosotros puede
tutearle, cada uno puede dirigirse a Él. El Señor se encuentra siempre al alcance de nuestra voz.
Podemos alejarnos de Él interiormente. Podemos vivir dándole las espaldas. Pero Él nos espera siempre, y
siempre está cerca de nosotros.
El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza del Espíritu
Santo. La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza
del misterio de Cristo.
De las lecturas de la liturgia de hoy aprendemos también algo más sobre la manera concreta en la
que el Señor se encuentra junto a nosotros. El Señor promete a sus discípulos su Espíritu Santo. La
primera lectura nos dice que el Espíritu Santo será «fuerza» para los discípulos; el Evangelio añade que
será guía hacia la Verdad plena. Jesús les dijo todo a sus discípulos, pues él es la Palabra viviente de Dios,
y Dios no puede dar algo más que a sí mismo. En Jesús, Dios se nos dio totalmente a sí mismo, es
decir, nos dio todo. Además de esto, o junto a esto, no puede haber otra revelación capaz de comunicar
algo más o de completar, en cierto sentido, la Revelación de Cristo. En Él, en el Hijo, se nos dijo todo, se
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nos dio todo. Pero nuestra capacidad de comprender es limitada; por este motivo la misión del
Espíritu consiste en introducir a la Iglesia de manera siempre nueva, de generación en generación,
en la grandeza del misterio de Cristo. La Iglesia no presenta nada diferente o nuevo junto a Cristo; no
hay ninguna revelación pneumática junto a la de Cristo, como algunos creen, no hay un segundo nivel de
Revelación. No: «recibirá de lo mío», dice Cristo en el Evangelio (Juan 16, 14). Y, al igual que Cristo,
sólo dice lo que escucha y recibe del Padre, el Espíritu Santo es intérprete de Cristo. «Recibirá de lo
mío». No nos lleva a otros lugares, alejados de Cristo, sino que nos hace penetrar cada vez más adentro de
la luz de Cristo. Por este motivo, la revelación cristiana es, al mismo tiempo, siempre antigua y siempre
nueva. Por este motivo, todo se nos ha dado siempre y ya. Al mismo tiempo, toda generación, en el
inagotable encuentro con el Señor, encuentro mediado por el Espíritu Santo, aprende siempre algo nuevo.
B. NOS PREPARÓ EL CAMINO DEL CIELO. ¿QUÉ ES EL CIELO PARA
NOSOTROS?
o No significa un lugar, sino una manera de ser: es la comunión plena y
definitiva con Dios, es estar con Cristo
• El cielo no significa un lugar sino una manera de ser. El cielo es la comunión plena y definitiva con
Dios, destinada a los que creerán en el Señor. Vivir en el cielo es estar con Cristo. Es la comunidad
bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él. Como veremos en los números del
Catecismo que se citan a continuación, cuando decimos con la Biblia «Padre nuestros que estás en el
cielo» o decimos de alguien que «ha ido al cielo», nos estamos adaptando al lenguaje popular. Pero la
Biblia enseña que Dios “está en el cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él quien “ha creado los
cielos”, y, si los ha creado, no puede ser encerrado en ellos; que Dios está en los cielos significa más bien
que habita «en una luz inaccesible», como dice San Pablo en su primera Carta a Timoteo y recoge el
Catecismo 1
: “Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6, 16), quiere comunicar su propia vida
divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (Cf
Ef l, 4-5). (...) ”. Que está en el cielo significa que es infinitamente diverso de nosotros; en definitiva el
cielo es, en sentido religioso, más un estado que un lugar. Dios está fuera del espacio y del tiempo, y
también su paraíso.
o En el CEC: el cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como
en su templo
• CEC 2794: «QUE ESTAS EN EL CIELO» - Esta expresión bíblica no significa un lugar [«el
espacio»] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está «fuera»,
sino «más allá de todo» lo que, acerca de la santidad divina, puede el hombre concebir. Como es tres
veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito:
Con razón, estas palabras "Padre nuestro que estás en el cielo" hay que entenderlas en
relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el
que ora desea ver que reside en él Aquel a quien invoca (S. Agustín, serm. Dom. 2, 5, 17).
El «cielo» bien podía ser también aquellos que llevan la imagen del mundo celestial, y en
los que Dios habita y se pasea (S. Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11).
• CEC 2802: «Que estás en el cielo» no designa un lugar, sino la majestad de Dios y su presencia en el
corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y
a la que ya pertenecemos.
• San Josemaría, homilía Amar el mundo apasionadamente, en Conversaciones n. 116: Os aseguro,
hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias,
aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la
vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del horizonte,
hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros
corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...
Comunión de vida y de amor con Dios
• CEC 1024: Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin
1
Cf. CCE n. 52
5
último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo
de dicha.
• Ya en el AT “subió al cielo” se indicaba el ingreso del justo en la comunión plena de Dios después de
la muerte; es la representación del destino de la eternidad bienaventurada que espera al hombre fiel en
esta tierra; así lo explica el salmo 16, 10-11: “10 pues tú no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu
amigo fiel baje a la tumba. 11 Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia,
alegría perpetua a tu derecha”.
Vivir para siempre con Cristo
• CEC 1023: EL CIELO - Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente
purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual
es» (1 Jn 3, 2), cara a cara (Cf 1 Co 13, 12; Ap 22, 4):
• CEC 1025: Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (Cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). Los
elegidos viven «en El», aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio
nombre (Cf Ap 2, 17):
Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (S.
Ambrosio, Luc. 10, 121).
• CEC 1026: Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los
bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien
asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en El y que han permanecido fieles a su
voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a
El.
C. LA VIDA ETERNA, LA VIDA “EN EL CIELO”, ES ESTAR CON CRISTO EN
COMUNIÓN PLENA: YA AHORA, EN ESTA TIERRA, ESTAMOS LLAMADOS A
“ESTAR EN EL CIELO” EN GERMEN; A VIVIR EN COMUNIÓN CON CRISTO (ESTO
ES LA VIDA CRISTIANA), NO PLENA SINO EN GERMEN, YA QUE CRISTO NOS
ASOCIA A SU VIDA
Cuatro afirmaciones del Señor y una de San Juan
o Quien cree tiene ya la vida eterna, como primicia o germen, que llega a la
plenitud en la comunión plena y definitiva con Dios de los que se salvan.
1. Jn 3, 16: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna» (Cf. CCE 458).
“La inicitativa procede de Dios (Jn 3,16), se realiza por medio del Hijo, que ha venido de su parte y que
vuelve a él a través de la cruz-exaltación (Jn 3,14). El hombre se apropia de ella o la rechaza mediante la feincredulidad”.
(La Casa de la Biblia, Nuevo Testamento, Nota a Jn 3, 1-21). [Cf. más abajo, Juicio]
2. Jn 3,36. El que CREE en el Hijo tiene vida eterna; el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que
la ira de Dios pesa sobre él.»
“Lo importante para el hombre es aceptarlo en la fe. Hacerlo así significa entrar en unas relaciones con
Dios, que llevará a la plena participación en su vida. No hacerlo así equivale a despreciar la oferta divina, autoexcluirse
de la vida, auto-juzgarse como indigno de la misma (Jn 3,18). Es la decisión existencial la única respuesta
que Dios exige al hombre” (La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed. 1995, nota a Juan 3, 31-
36)
3. Jn 5,24. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y CREE en el que me ha enviado, tiene
vida eterna y no incurre en juicio, sino que de la muerte pasa a la vida.
“Debe esperarse para el futuro la consumación o confirmación final de lo que ya es presente. No sabemos,
sin embargo, qué aportará esta consumación final. Dentro de la escatología del cuarto evangelio, nada esencial; la
plenitud de lo que ya poseemos”. (La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 6ª ed. 1995, nota a Juan
5, 19-296)
4. Jn 6,47. En verdad, en verdad os digo: el que CREE, tiene vida eterna.
5. 1 Jn 4,9 «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único
para que vivamos por medio de él» (Cf CCE 458).
Comienzo, inicio, primicia, germen, arras .....
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o La fe es ya comienzo de la vida eterna. (CCE 163)
La fe, comienzo de la vida eterna - La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la
luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios
«cara a cara» (l Co 13, 12), «tal cual es» (1 Jn 3, 2). La fe es, pues, ya el comienzo de la
vida eterna:
Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo,
es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos
un día (S. Basilio, Spir. 15,36; cf S. Tomás de A., s. th. 2-2, 4, 1).
o El Espíritu da la vida a los que le acogen (CCE 1107)
El poder transformador del Espíritu Santo en la Liturgia apresura la venida del Reino y la
consumación del Misterio de la salvación. En la espera y en la esperanza nos hace realmente anticipar la
comunión plena con la Trinidad Santa. Enviado por el Padre, que escucha la epíclesis de la Iglesia, el
Espíritu da la vida a los que lo acogen, y constituye para ellos, ya desde ahora, «las arras» de su
herencia (Cf Ef 1, 14; 2 Co 1, 22).
o La vida cristiana es vivir comunión con Dios
• En el NT. Como ya se ha visto (cfr. Catecismo n. 1025) “Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (Cf
Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17).
• CCE 259: Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de
las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las
personas divinas, sin separarlas de ningún modo. (...)
D. OTROS ASPECTOS IMPORTANTES QUE SE DEDUCEN DE LA PRIMERA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS
o La pregunta de los Apóstoles (v. 6) y la respuesta del Señor (vv. 7-8):
naturaleza del reino de Dios
• Ellos piensan todavía en una restauración temporal de la dinastía de David, su esperanza se cifra en
algo así como un dominio nacional judío. La respuesta del Señor les dice que los planes de Dios están por
encima de una realización política. Su misión será la de dar testimonio de la resurrección de Jesús.
Ese es el reino de Cristo: la acción divina que salva a los
hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el
Señor, que se sienta en lo más alto del paraíso, venga a
juzgar definitivamente a los hombres.
• San Josemária Escrivá, Es Cristo que pasa, 180: “Quisiera que considerásemos cómo ese
Cristo, que —Niño amable— vimos nacer en Belén, es el Señor del mundo: pues por El fueron
creados todos los seres en los cielos y en la tierra; El ha reconciliado con el Padre todas las cosas,
restableciendo la paz entre el cielo y la tierra, por medio de la sangre que derramó en la cruz (Cf
Colosenses 1, 11-16). Hoy Cristo reina, a la diestra del Padre: declaran aquellos dos ángeles de blancas
vestiduras, a los discípulos que estaban atónitos contemplando las nubes, después de la Ascensión del
Señor: varones de Galilea ¿por qué estáis ahí mirando al cielo? Este Jesús, que separándose de vosotros
ha subido al cielo, vendrá de la misma manera que le acabáis de ver subir (Hechos 1,11).
Por El reinan los reyes (Cf Proverbios 8,15), con la diferencia de que los reyes, las autoridades
humanas, pasan; y el reino de Cristo permanecerá por toda la eternidad (Exodo 15,18), su reino es un
reino eterno y su dominación perdura de generación en generación (Daniel 3,100).
El reino de Cristo no es un modo de decir, ni una imagen retórica. Cristo vive, también como
hombre, con aquel mismo cuerpo que asumió en la Encarnación, que resucitó después de la Cruz y
subsiste glorificado en la Persona del Verbo juntamente con su alma humana. Cristo, Dios y Hombre
verdadero, vive y reina y es el Señor del mundo. Sólo por El se mantiene en vida todo lo que vive.
¿Por qué, entonces, no se aparece ahora en toda su gloria? Porque su reino no es de este mundo
(Juan 18,36), aunque está en el mundo. Había replicado Jesús a Pilatos: Yo soy rey. Yo para esto nací:
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para dar testimonios de la verdad; todo aquel que pertenece a la verdad, escucha mi voz (Juan 18,37).
Los que esperaban del Mesías un poderío temporal visible, se equivocaban: que no consiste el reino de
Dios en el comer ni en el beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo (Romanos
14,17).
Verdad y justicia; paz y gozo en el Espíritu Santo. Ese es el reino de Cristo: la acción divina que
salva a los hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el Señor, que se sienta en lo más alto del
paraíso, venga a juzgar definitivamente a los hombres.
Cuando Cristo inicia su predicación en la tierra, no ofrece un programa político, sino que dice:
haced penitencia, porque está cerca el reino de los cielos (Mateo 3,2; 4,17); encarga a sus discípulos que
anuncien esa buena nueva (Lucas 10,9), y enseña que se pida en la oración el advenimiento del reino (Cf.
Mateo 6,10). Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa: lo que hemos de buscar primero (Cf
Mateo 6,33), lo único verdaderamente necesario (Cf Lucas 10,42)”.
o Los discípulos deben consagrarse por entero a la construcción del reino de
Dios
• Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra, Ediciones Encuentro 1994, p. 160: “La
primera lectura destruye ante todo la espera ingenua de los discípulos según la cual el Señor
resucitado iba a restaurar sobre la tierra el reino de Dios con su autoridad (ellos lo llaman la «soberanía de
Israel»), en el que ellos ocuparían automáticamente los puestos de honor (como pensaron en su día los
hijos de Zebedeo: Mt 20,21). Pero para ellos está reservado algo más grande: deben - renunciando al
conocimiento de los tiempos y de las fechas - consagrarse por entero a la construcción de ese reino: el
Espíritu Santo les dará la fuerza para ello y serán testigos de Jesús «en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaría y hasta los confines del mundo». Para abrirles y por así decirlo liberarles este espacio tan amplio
como el mundo, desaparece la figura visible de Jesús: el punto central del mundo no estará en lo sucesivo
allí donde él era visible, sino en cualquier lugar donde su Iglesia dé testimonio de él y se entregue por él”.
o El reproche de los dos hombre con vestiduras blancas: «¿qué hacéis
mirando al cielo?», (Hechos 1,11); «Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda criatura» (Marcos, 16,15); Ellos fueron y proclamaron el
Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la
Palabra con los milagros que los acompañaban (Marcos 16,20).
Esta fiesta de la Ascensión es como el momento en que
Jesús nos pasa el relevo a sus discípulos. A partir de este
momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del
«Reino que no tendrá fin»
• Se puede considerar como una indicación acerca de la misión de los discípulos de Cristo
en esta tierra: tienen la misión de cristianizarla, en nombre del Señor y con la fuerza del Espíritu Santo.
Entre la primera y la segunda venida del Señor, se extiende la misión de la iglesia. Jesús antes de dejarlos
les había dicho, como acabamos de ver en esta primera lectura, versículo 8:
“Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”.
• Jesús se ha ido al cielo pero sin dejar la tierra. Solamente ha salido de nuestro campo visual.
Precisamente en el Evangelio es el Señor mismo quien nos asegura: “Sabed que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo” 2
. Las palabras del Angel “qué hacéis mirando al cielo”
contienen por tanto un aviso, o tal vez un velado reproche: no hay que estar mirando hacia arriba, como
para descubrir dónde habrá ido Cristo para permanecer, sino, más bien, vivir en la espera de su vuelta,
continuar con su misión («Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura», Marcos 16,15).
Cuando se trata de nosotros, “ir al cielo”, o “ir al paraíso” significa a estar con Cristo (Filipenses 1, 23.
«Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para
2
Mateo 28,20
8
que donde yo estoy, estéis también vosotros» (Juan 14, 3). El “cielo” entendido como lugar de reposo,
del premio eterno para los buenos, se forma en el momento en el que Cristo resucita y sube al cielo.
Nuestro verdadero cielo es Cristo resucitado con el que iremos a unirnos y a hacer «cuerpo» después de
nuestra resurrección y, de modo provisional e imperfecto, ya inmediatamente después de la muerte. Jesús,
por tanto, no ha subido ya a un cielo ya existente que lo esperaba, , sino que ha ido a formar e inaugurar el
cielo para nosotros. Alguien se pregunta: ¿ pero qué haremos “en el cielo” con Cristo para toda la
eternidad? ¿No nos aburriremos? Respondo: ¿acaso nos aburrimos cuando tenemos una salud óptima?
Preguntad a los enamorados si se aburren estando juntos. Cuando nos sucede que vivimos un momento de
intensísima y pura alegría ¿no nace en nosotros el deseo de que dure para siempre, que no acabe jamás?
Aquí estos estados no duran para siempre, porque no hay ningún objeto que pueda satisfacernos
indefinidamente. Con Dios es diverso. Nuestra mente encontrará en él la verdad y la belleza que no
acabaremos de contemplar, y nuestro corazón el bien del que no se cansará jamás de gozar 3
”.
• CCE 664: Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías,
cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: «A él se le dio imperio, honor y
reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca
pasará, y su reino no será destruido jamás» (Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se
convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin» (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
o Todo cristiano, a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado
• Benedicto XVI, 7 de mayo 2005, Toma de posesión de la cátedra del Obispo de Roma:
De este modo, el Espíritu Santo es la fuerza por la que Cristo nos hace experimentar su cercanía.
Pero la primera lectura deja también un segundo mensaje: seréis mis testigos. Cristo resucitado tiene
necesidad de testigos que se hayan encontrado con él, que le hayan conocido íntimamente a través de la
fuerza del Espíritu Santo. Hombres que, habiéndole tocado con la mano, por así decir, puedan
testimoniarle. Fue así como la Iglesia, familia de Cristo, creció desde «Jerusalén… hasta los confines de
la tierra», como dice la lectura. A través de testigos se construyó la Iglesia, comenzando por Pedro y
Pablo, por los Doce, hasta todos los hombres y mujeres que, llenos de Cristo, en el transcurso de los
siglos, han vuelto a encender y encenderán de nuevo de manera siempre nueva la llama de la fe. Todo
cristiano, a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado. Cuando leemos los nombres de
los santos, podemos ver cuántas veces ante todo han sido --y siguen siendo-- hombres sencillos, hombres
de los que surgía --y surge-- una luz resplandeciente capaz de llevar a Cristo.
• Benedicto XVI, Homilía, en Polonia 28 de mayo 2006
Hoy hemos oído las palabras de Jesús: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que
vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los
confines de la tierra" (Hch 1, 8). Hace siglos estas palabras llegaron también a tierra polaca. Han
constituido y siguen constituyendo constantemente un desafío para todos los que admiten
pertenecer a Cristo, para los cuales su causa es la más importante. Debemos ser testigos de Jesús,
que vive en la Iglesia y en el corazón de los hombres. Es él quien nos asigna una misión. El día
de su ascensión al cielo, dijo a los Apóstoles: "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva
a toda la creación. (...) Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos
y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban" (Mc 16, 15).
o Jesucristo no nos dejó para desentenderse de nosotros
• Prefacio I de la Ascensión: “Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la
muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a los más alto de los cielos, como mediador entre
Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra
pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él,
nuestra cabeza y principio, nos ha precedido”.
• Prefacio II de la Ascensión: “Se elevó al cielo para hacernos partícipes de su divinidad”
3
Cf. Raniero Cantalamessa, Famiglia Cristiana, n. 22, 1 junio 2003
9
San León Magno: hoy hemos penetrado con Cristo en las
alturas de los cielos; la presencia visible del Redentor ha
pasado a los ritos sagrados. Con la Ascensión puso término
a su presencia corporal.
• San León Magno 4
(Papa 390-461):Así pues, la Ascensión de Cristo es nuestra propia elevación y al
lugar al que precedió la gloria de la cabeza es llamada también la esperanza del cuerpo. Dejemos, pues,
queridos, que estalle nuestra alegría cuando él se sienta, y regocijémonos con piadosa acción de gracias.
Hoy, en efecto, no sólo se nos confirma en la posesión del paraíso, sino que hasta hemos penetrado con
Cristo en las alturas de los cielos; hemos recibido más por la gracia inefable de Cristo, que lo que
perdiéramos por el odio del diablo...
• San León Magno 5
: ...a los cuarenta días de su resurrección, se elevó al cielo en presencia de sus
discípulos, poniendo así término a su presencia corporal, para permanecer a la derecha de su Padre
hasta la consumación de los tiempos divinamente previstos para que se multipliquen los hijos de la
Iglesia, y venga a juzgar a los vivos y a los muertos en la misma carne en que ascendió. Así pues, lo que
había podido verse del Redentor, ha pasado a los ritos sagrados; y para que la fe sea más excelente y
más firme, la instrucción ha sucedido a la visión: en su autoridad descansarán en adelante los corazones
de los creyentes, iluminados por los rayos de luz de lo alto.
www.parroquiasantamonica.com
4
Sermón 1 sobre la Ascensión, SC 74.138
5
Sermón 2 sobre la Ascensión, SC 74,140
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