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v Cfr. 4º domingo tiempo ordinario Ciclo B 28 de enero de 2018
1. Para entrar en el Reino
de Dios es necesario acoger la palabra de Jesús.
Ø 4º Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B (2018). La Palabra de Dios. Todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios: para ello es necesario acoger la palabra de Jesús. Ahora la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret. Enseña y actúa con potestad propia. Su potestad se refiere a dos aspectos: a su enseñanza y a su poder sobre espíritus impuros. Su palabra es una fuerza liberadora que aniquila el mal que hay dentro de nosotros, en nuestros corazones. “Manda hasta los espíritus impuros y le obedecen” (Marcos 1, 27). Todos nosotros tenemos necesidad de exterminar los demonios secretos que tenemos dentro.
v Cfr. 4º domingo tiempo ordinario Ciclo B 28 de enero de 2018
Evangelio: Marcos 1, 21-28; 1 Corintios 7,
32-35; Deuteronomio 18, 15-20
Deuteronomio
18:
15 Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta
como yo, a quien escucharéis. 16 Es exactamente lo que tú pediste a Yahveh tu
Dios en el Horeb, el día de la Asamblea, diciendo: «Para no morir, no volveré a
escuchar la voz de Yahveh mi Dios, ni miraré más a este gran fuego». 17 Y
Yahveh me dijo a mí: «Bien está lo que han dicho. 18 Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante
a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande.
19 Si alguno no escucha mis palabras,
las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuentas de
ello. 20 Pero si un profeta tiene la presunción de decir en mi nombre una
palabra que yo no he mandado decir, y habla en nombre de otros dioses, ese
profeta morirá.»
Marcos
1, 21-28: 21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se
puso a enseñar. 22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad,
y no como los escribas. 23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído
por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: 24 «¿Qué tenemos nosotros
contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el
Santo de Dios.». 25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de
él.» 26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y
salió de él. 27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a
otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le
obedecen.» 28 Bien pronto su fama
se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
Jesús de Nazaret
les enseñaba como quien tiene autoridad
(Evangelio: Marcos 1, 22)
Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen
(Evangelio: Marcos 1, 27)
1. Para entrar en el Reino
de Dios es necesario acoger la palabra de Jesús.
v Todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios: para ello es necesario acoger la palabra de Jesús.
·
Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 543: Todos los hombres están llamados a entrar
en el
Reino. Anunciado en primer
lugar a los hijos de Israel (Cf Mateo 10, 5-7), este reino mesiánico está
destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cf Mateo 8, 11; 28,
19). Para entrar en él, es necesario
acoger la palabra de Jesús:
La Palabra de
Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y
se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla,
por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Concilio Vaticano
II, Lumen gentium, 5).
v Una pequeña anotación sobre el uso de la palabra en la sinagoga
·
Romano Guardini, El Señor, Ed. Cristiandad 2ª edición 2005,
p. 79: “La sinagoga no era el
templo, sino una casa de la comunidad, en la que ésta se reunía para orar y escuchar la
sagrada doctrina. En ella no oficiaban sacerdotes, sino que cada miembro adulto
de la comunidad tenía derecho a tomar la palabra para estímulo de los demás.
Recordemos el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Pablo, de
viaje, entra en la sinagoga con sus compañeros. El jefe de la sinagoga les
manda a decir: «Hermanos, si queréis pronunciar unas palabras para exhortar al
pueblo, hablad». Y Pablo se pone en pie y habla (13, 14-16). Del mismo modo,
Jesús podía hacer, sin más, uso de la palabra. Y lo hizo en toda la región;
también aquí, en su pueblo”
2. Jesucristo: es Él mismo la palabra viviente y sustancial de Dios. No solamente anuncia el mensaje de Dios sino que lo realiza con obras de salvación.
·
En relación con el mensaje de Jesús, se deben
precisar varias cosas: a) Él mismo es la palabra
viviente y sustancial de Dios; b) no solamente anuncia el
mensaje de Dios sino que lo realiza con obras de salvación.
v Cristología de la Palabra
Cfr.
Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum
Domini, 30 septiembre 2010
o La Palabra eterna, que se expresa en la creación y se comunica en la historia de la salvación, en Cristo se ha convertido en un hombre «nacido de una mujer».
§ Ahora la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret.
·
[11] La Palabra eterna, que se expresa en la
creación y se comunica en la historia de la salvación, en
Cristo se ha convertido en un hombre «nacido de una mujer» (Gálatas
4,4). La Palabra aquí no se expresa principalmente mediante un discurso, con
conceptos o normas. Aquí nos encontramos ante la persona misma de Jesús. Su
historia única y singular es la palabra definitiva que Dios dice a la
humanidad. Así se entiende por qué «no se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva».[ Carta enc. Deus caritas est (25 diciembre 2005)] La
renovación de este encuentro y de su comprensión produce en el corazón de los
creyentes una reacción de asombro ante una iniciativa divina que el hombre, con
su propia capacidad racional y su imaginación, nunca habría podido inventar. Se
trata de una novedad inaudita y humanamente inconcebible: «Y la Palabra se hizo
carne, y acampó entre nosotros» (Juan1,14a).
·
[12] Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no
sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos
ver: Jesús de Nazaret.[Cf. Mensaje final]
·
[12]Los cristianos han sido conscientes desde el
comienzo de que, en Cristo, la Palabra de Dios está
presente como Persona. La Palabra de Dios es la luz verdadera
que necesita el hombre. Sí, en la resurrección, el Hijo de Dios surge como luz
del mundo. Ahora, viviendo con él y por él, podemos vivir en la luz.
v Enseña y actúa con potestad propia.
o Su potestad se refiere a dos aspectos: a su enseñanza y a su poder sobre espíritus impuros.
·
Evangelio de hoy, cfr. Nuevo Testamento Eunsa
2004, Mc 1, 21-28: El primer episodio que se narra
es la liberación de un endemoniado. El evangelista,
haciéndose eco del comentario de la muchedumbre (v. 27), proclama con admiración
que Jesús enseñaba y actuaba «con potestad» (v. 22). A lo largo de estos
primeros capítulos del evangelio, Jesús irá mostrando que su potestad abarca
muchas cosas: las enfermedades y los demonios (1, 29-34), las leyes rituales
(2, 18-28), etc. Ahora, sin embargo, la potestad se refiere a dos aspectos: a
su enseñanza y a su poder sobre el demonio. Jesús no se remite a la enseñanza
de los maestros de Israel, ni siquiera introduce su doctrina, como los
profetas, afirmando que proclama la palabra de Dios: su palabra es la de Dios. Y, como para
refrendar el poder de su palabra, con ella libera también al endemoniado. (...)
Los demonios tienen un conocimiento superior a los hombres, pero frente a Jesús
no les sirve para nada. Así, por ejemplo, conocen que Jesús es el «Santo de
Dios» (v. 24), pero desconocen que es también el Siervo del Señor que liberará
al mundo con la cruz.
o Su palabra es una fuerza liberadora que aniquila el mal que hay dentro de nosotros, en nuestros corazones.
§ “Manda hasta los espíritus impuros y le obedecen” (Marcos 1, 27).
Todos nosotros tenemos necesidad de exterminar los demonios secretos que tenemos dentro.
·
Gianfranco
Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 1996 p. 165: «La palabra de
Jesús
penetra en nuestra historia e inicia un proceso de
aniquilamiento del mal. (...) La «doctrina nueva» de Cristo no es una vaga
teoría filosófica sino una fuerza creadora y liberadora. Todos nosotros tenemos
necesidad de exterminar los demonios secretos que tenemos dentro y que se
llaman, como decía Jesús, “los malos pensamientos, las fornicaciones, los
robos, los homicidios, 22 los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades,
el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la
insensatez”. El origen del pecado no hay que buscarlo en lo creado, pues Dios,
tras crear todas las cosas, vio que eran buenas (cfr. Génesis 1, 31), sino
en el corazón del hombre que, después
del pecado original, se ve sometido a los asaltos de la concupiscencia»[1].
·
Nuevo
Testamento, Eunsa 1999, Marcos 7, 1-23: “El origen del pecado y de la
mancha moral no hay
que buscarlo en lo creado, pues Dios, tras crear todas las
cosas, vio que eran buenas (cfr. Génesis 1, 31), sino en el corazón del hombre que, después del pecado
original, fue «mudado en peor» y se ve sometido a los asaltos de la
concupiscencia. Con esto no se enseña que el hombre no puede vencer (Génesis
4,7), pero sí que necesita luchar (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1707)”.
v El Pan y la Palabra, camino para encontrarnos con Cristo
Es
Cristo que pasa, 118
-
Si sabemos contemplar el misterio de Cristo, si nos
esforzamos en verlo con los ojos limpios,
nos daremos cuenta de que es posible también ahora
acercarnos íntimamente a Jesús, en cuerpo y alma. Cristo nos ha marcado
claramente el camino: por el Pan y por la Palabra, alimentándonos con la
Eucaristía y conociendo y cumpliendo lo que vino a enseñarnos, a la vez que
conversamos con El en la oración. Quien come mi carne y bebe mi sangre, en
mí permanece y yo en él. Quien conoce mis mandamientos y los cumple, ése
es quien me ama. Y el que me ame será amado por mi Padre, y yo le amaré y me
manifestaré a él (Juan 14, 21).
3. Algunos números del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la Palabra de Dios.
·
Cfr. Benedicto
XVI, Carta Apostólica «Porta Fidei», con
la que se convoca el Año de la Fe [2],
nn. 11 y
12: Para acceder a un
conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un
subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del
Concilio Vaticano II.
A
través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría,
sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia.
El Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser
en este Año un verdadero
instrumento de apoyo a la fe,
especialmente para quienes se
preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro
contexto cultural.
§ La Iglesia ha venerado siempre las Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. El Pan de Vida se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo.
103 Por esta razón, la
Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el
Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se
distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21).
§ La palabra de Dios se encuentra de modo privilegiado en el Nuevo Testamento. Su objeto central es Jesucristo.
124 «La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la
salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado
en el Nuevo Testamento» (DV
17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina.
Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus
enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia
bajo la acción del Espíritu Santo (cf. DV
20).
§ La Palabra de Dios es sustento y vigor para la Iglesia, alimento del alma, fuente de vida espiritual.
131 «Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de
Dios, que constituye sustento y vigor para la Iglesia, firmeza de fe para sus
hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (DV
21). «Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (DV
22).
§ Para entrar en el Reino de Dios es necesario acoger la palabra de Jesús. Es una semilla que, escuchada con fe, después germina y crece por sí misma.
543 Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en
primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino
mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt
8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
«La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada
en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han
acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el
tiempo de la siega» (Lumen
Gentium 5).
§ La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo.
752 En el lenguaje cristiano, la palabra
"Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica (cf. 1 Co 11,
18; 14, 19. 28. 34. 35), sino también la comunidad local (cf. 1 Co 1, 2;
16, 1) o toda la comunidad universal de los creyentes (cf. 1 Co 15, 9; Ga
1, 13; Flp 3, 6). Estas tres significaciones son inseparables de hecho.
La "Iglesia" es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La
Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea
litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo
de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.
§ La lectura de la Palabra de Dios es uno de los elementos de la celebración del sacramento de la Penitencia: ilumina la conciencia y suscita la contrición.
1480 Como todos los sacramentos, la Penitencia
es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son:
saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar
la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la
confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición
y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida
con la bendición del sacerdote.
§ La Palabra de Dios es luz para nuestros pasos. Asimilándola se forma la conciencia moral.
1802 La Palabra de Dios es una luz para
nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la
pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral. [3]
4. La moral cristiana es adhesión a la persona de Jesús
§ Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 19: No se trata solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre.
·
“«Ven, y sígueme» (Mt 19, 21) - 19. El camino y, a la vez,
el contenido de esta perfección
consiste en la sequela Christi, en el seguimiento de Jesús,
después de haber renunciado a los propios bienes y a sí mismos. Precisamente
ésta es la conclusión del coloquio de Jesús con el joven: «luego ven, y sígueme»
(Mateo 19, 21). Es una invitación cuya profundidad maravillosa será entendida
plenamente por los discípulos después de la resurrección de Cristo, cuando el
Espíritu Santo los guiará hasta la verdad completa (cf. Juann 16, 13).
Es
Jesús mismo quien toma la iniciativa y llama a seguirle. La llamada está
dirigida sobre todo a aquellos a quienes confía una misión particular,
empezando por los Doce; pero también es cierto que la condición de todo
creyente es ser discípulo de Cristo (cf. Hechos
6, 1). Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y
original de la moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que
lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida (cf. Exodo 13, 21), así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual
lo atrae el mismo Padre (cf. Juan 6,
44).
No
se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento,
sino de algo mucho más radical: adherirse
a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de
su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre. El discípulo de Jesús,
siguiendo, mediante la adhesión por la fe, a aquél que es la Sabiduría
encarnada, se hace verdaderamente discípulo
de Dios (cf. Juan 6, 45). En
efecto, Jesús es la luz del mundo, la luz de la vida (cf. Juan 8, 12); es el pastor que guía y alimenta a las ovejas (cf. Jn 10, 11-16), es el camino, la verdad y
la vida (cf. Juan 14, 6), es aquel
que lleva hacia el Padre, de tal manera que verle a él, al Hijo, es ver al
Padre (cf. Jn 14, 6-10). Por eso,
imitar al Hijo, «imagen de Dios invisible» (Colosenses
1, 15), significa imitar al Padre”.
Vida Cristiana
[1] Cfr. Marcos 7, 20-23: “Lo que sale del hombre es lo
que hace impuro al hombre. Porque del interior del corazón de los hombres
proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la
deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas
estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre”.
[2] El «Año de la fe» fue
convocado por Benedicto XVI (11 octubre 2011). Comenzó el
11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio
Vaticano II, y terminó en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24
de noviembre de 2013.
[3]
Nota de la Redacción de Vida Cristiana: cfr.
Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, 1 de
enero de 2011, párrafo acerca de la “maduración de la responsabilidad de las
conciencias” : «El concilio Vaticano II
dijo, a este respecto, que "el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre" (Gaudium et spes, 22). Esta unión
ha confirmado el plan original de una humanidad creada a "imagen y
semejanza" de Dios. En realidad, el Verbo encarnado es la única imagen
perfecta y consustancial del Dios invisible. Jesucristo es el hombre perfecto.
"En él —afirma asimismo el Concilio— la naturaleza humana ha sido asumida
(...); por eso mismo, también en nosotros ha sido elevada a una dignidad
sublime" (ib.). Por esto, la historia terrena de Jesús, que culminó en el
misterio pascual, es el inicio de un mundo nuevo, porque inauguró realmente una
nueva humanidad, capaz de llevar a cabo una "revolución" pacífica,
siempre y sólo con la gracia de Cristo. Esta revolución no es ideológica, sino
espiritual; no es utópica, sino real; y por eso requiere infinita paciencia,
tiempos quizás muy largos, evitando todo atajo y recorriendo el camino más
difícil: el de la maduración de la responsabilidad en las conciencias».
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