jueves, 1 de febrero de 2018

La eucaristía (2018). La Santa Misa (7). El canto del “Gloria” y la oración colecta. Catequesis del Papa Francisco.



Ø La eucaristía (2018). La Santa Misa (7). El canto del “Gloria” y la oración colecta. Catequesis del Papa Francisco. En el “Gloria” toma vida el  encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina. «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad». La oración “colecta”. Al decir el sacerdote oremos viene un momento de silencio cada uno piensa en las cosas que necesita, por las que quiere pedir en la oración. El silencio ayuda a recogernos y a pensar porqué estamos allí. Es la importancia de escuchar nuestra alma para abrirla luego al Señor. El sacerdote reza esta súplica, esta oración colecta, con los brazos extendidos es la actitud del orante, tomado por los cristianos desde los primeros siglos –como manifiestan los frescos de las catacumbas romanas– para imitar a Cristo con los brazos abiertos en el leño de la cruz.


v  Cfr. Papa Francisco, Audiencia General.

                  Miércoles, 10 de enero de 2018

La Santa Misa - 7. El canto del “Gloria” y la oración colecta


Queridos hermanos y hermanas, buenos días. En el recorrido de catequesis sobre la celebración eucarística, vimos que el Acto penitencial nos ayuda a despojarnos de nuestras presunciones y a presentarnos ante Dios como somos realmente, conscientes de ser pecadores, con la esperanza de ser perdonados.

o   En el “Gloria” toma vida el  encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina.

§  «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».
Precisamente del encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina toma vida la gratitud expresada en el “Gloria”, «un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, reunida en el Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios Padre y al Cordero» (Ordenación General del Misal Romano, 53).
El comienzo de este himno –“Gloria a Dios en el cielo”– retoma el canto de los Ángeles en el nacimiento de Jesús en Belén, gozoso anuncio del abrazo entre cielo y tierra. Este canto nos envuelve también a nosotros reunidos en oración: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

o   La oración “colecta”.

§  Al decir el sacerdote oremos viene un momento de silencio cada uno piensa en las cosas que necesita, por las que quiere pedir en la oración.
El silencio ayuda a recogernos y a pensar porqué estamos allí. Es la importancia de escuchar nuestra alma para abrirla luego al Señor.
Después del “Gloria” o, cuando no lo hay, inmediatamente tras el Acto penitencial, la oración toma forma particular en la oración denominada “colecta”, por medio de la cual se expresa el carácter propio de la celebración, variable según los días y los tiempos del año (cfr. ibíd., 54). Con la invitación «oremos», el sacerdote exhorta al pueblo a recogerse con él en un momento de silencio, con el fin de tomar conciencia de estar en la presencia de Dios y hacer surgir, cada uno en su corazón, las personales intenciones con las que participa en la Misa (cfr. ibíd., 54). El sacerdote dice «oremos»; y luego viene un momento de silencio, y cada uno piensa en las cosas que necesita, por las que quiere pedir en la oración.
El silencio no se reduce a la ausencia de palabras, sino a disponerse para escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo. En la liturgia, la naturaleza del sagrado silencio depende del momento en que tiene lugar: «Durante el acto penitencial y tras la invitación a la oración, ayuda al recogimiento; después la lectura o la homilía, es un reclamo a meditar brevemente lo que se ha escuchado; después de la Comunión, favorece la
oración interior de alabanza y de súplica» (ibíd., 45).
Así pues, antes de la oración inicial, el silencio ayuda a recogernos y a pensar porqué estamos allí. Es la importancia de escuchar nuestra alma para abrirla luego al Señor. Quizá
venimos de días de cansancio, de alegría, de dolor, y queremos decírselo al Señor, invocar su ayuda, pedirle que esté cerca; tenemos familiares y amigos enfermos o que pasan momentos difíciles; deseamos confiar a Dios el destino de la Iglesia y del mundo. Y para eso hace falta el breve silencio antes de que el sacerdote, recogiendo las intenciones de cada uno, exprese en voz alta a Dios, en nombre de todos, la común oración que concluye los ritos de introducción, rezando precisamente la “colecta” de las intenciones particulares.
Recomiendo vivamente a los sacerdotes que cuiden ese momento de silencio y no tengan prisa: «oremos», y que se haga el silencio. Lo recomiendo a los sacerdotes. Sin ese silencio, corremos el riesgo de descuidar el recogimiento del alma.

o   El sacerdote reza esta súplica, esta oración colecta, con los brazos extendidos es la actitud del orante, tomado por los cristianos desde los primeros siglos –como manifiestan los frescos de las catacumbas romanas– para imitar a Cristo con los brazos abiertos en el leño de la cruz.

El sacerdote reza esta súplica, esta oración colecta, con los brazos extendidos es la actitud del orante, tomado por los cristianos desde los primeros siglos –como manifiestan los frescos de las catacumbas romanas– para imitar a Cristo con los brazos abiertos en el leño de la cruz. ¡Y ahí, Cristo es el Orante y es a la vez la oración! En el Crucificado reconocemos al Sacerdote que ofrece
a Dios el culto agradable a Él, o sea, la obediencia filial.
En el Rito Romano las oraciones son breves pero llenas de significado: se pueden hacer tantas bonitas meditaciones sobre esas oraciones. ¡Tan hermosas! Volver a meditar los textos, también fuera de la Misa, puede ayudarnos a aprender cómo dirigirnos a Dios, qué pedir, qué palabras usar.
Que la liturgia pueda convertirse para todos nosotros en una verdadera escuela de oración.





Vida Cristiana

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