“Varón y mujer los creó”
Documento de la Congregación
para la Educación Católica (Vaticano)
2 de febrero de 2019
El
Documento firmado por el Cardenal Giuseppe Versaldi, Prefecto de la
Congregación para la Educación Católica, y el Arzobispo Vincenzo Zani,
Secretario del mismo Dicasterio, busca afrontar “una verdadera y propia
emergencia educativa, en particular por lo que concierne a los temas de
afectividad y sexualidad”.
****************
A continuación se expone el contenido
del documento completo.
INTRODUCCIÓN
1.
Se difunde cada vez más la conciencia de que estamos frente a
una verdadera y propia emergencia educativa, en particular por lo
que concierne a los temas de afectividad y sexualidad. En muchos casos han sido
estructurados y propuestos caminos educativos que « transmiten una concepción
de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad
reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón ». La
desorientación antropológica, que caracteriza ampliamente el clima cultural de
nuestro tiempo, ha ciertamente contribuido a desestructurar la familia, con la
tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas
como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural.
2.
En este contexto, la misión educativa enfrenta el desafío que «
surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender,
que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta
presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento
antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y
directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad
afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y
mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que
también cambia con el tiempo” ».
3.
Es evidente que la cuestión no puede ser aislada del horizonte
más amplio de la educación al amor, la cual tiene que ofrecer, como lo señaló
el Concilio Vaticano II, « una positiva y prudente educación sexual » dentro
del derecho inalienable de todos de recibir « una educación, que responda al
propio fin, al propio carácter; al diferente sexo, y que sea conforme a la
cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las
relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera
unidad y la paz. En este sentido, la Congregación para la Educación Católica ha
ofrecido ulteriores profundizaciones en el documento: Orientaciones educativas
sobre el amor humano. Pautas de educación sexual.
4.
La visión antropológica cristiana ve en la
sexualidad un elemento básico de la personalidad, un modo propio de ser, de
manifestarse, de comunicarse con los demás, de sentir, de expresar y de vivir
el amor humano. Por eso, es parte integrante del desarrollo de la personalidad
y de su proceso educativo. « Verdaderamente, en el sexo radican las notas
características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el
plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su
evolución individual y en su inserción en la sociedad ». En el proceso de
crecimiento « esta diversidad, aneja a la complementariedad de los dos sexos,
responde cumplidamente al diseño de Dios en la vocación enderezada a cada uno
». « La educación afectivo-sexual considera la totalidad de la persona y exige,
por tanto, la integración de los elementos biológicos, psico-afectivos,
sociales y espirituales ».
5.
La Congregación para la Educación Católica, dentro de sus
competencias, tiene la intención de ofrecer algunas reflexiones que puedan
orientar y apoyar a cuantos están comprometidos con la educación de las nuevas
generaciones a abordar metódicamente las cuestiones más debatidas sobre la
sexualidad humana, a la luz de la vocación al amor a la cual toda persona es
llamada. De esta manera se quiere promover una metodología articulada en las
tres actitudes de escuchar, razonar y proponer,
que favorezcan el encuentro con las necesidades de las personas y las
comunidades. De hecho, escuchar las necesidades del otro, así como la
comprensión de las diferentes condiciones lleva a compartir elementos
racionales y a prepararse para una educación cristiana arraigada en la fe que «
todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera
vocación del hombre ».
6.
Al emprender el camino del diálogo sobre la cuestión del gender en
la educación, es necesario tener presente la diferencia entre la
ideología del gender y las diferentes investigaciones sobre el gender llevadas
a cabo por las ciencias humanas. Mientras que la ideología pretende, como
señala Papa Francisco, « responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles
» pero busca «imponerse como un pensamiento único que determine incluso la
educación de los niños » y, por lo tanto, excluye el encuentro, no faltan las
investigaciones sobre el gender que buscan de profundizar
adecuadamente el modo en el cual se vive en diferentes culturas la diferencia
sexual entre hombre y mujer. Es en relación con estas investigaciones que es
posible abrirse a escuchar, razonar y proponer.
7.
Por lo tanto, la Congregación para la Educación Católica
encomienda este texto – especialmente en los contextos implicados por este
fenómeno – a quienes se preocupan de corazón por la educación, en particular a
las comunidades educativas de las escuelas católicas y a cuantos, animados por la
visión cristiana de la vida, trabajan en otras escuelas, a los padres, alumnos,
directivos y personal, así como a los Obispos, sacerdotes, religiosas y
religiosos, movimientos eclesiales, asociaciones de fieles y otras
organizaciones del sector.
ESCUCHAR
Breve
historia
8.
La primera actitud de quien desea entrar en diálogo es
escuchar. Se trata, antes que nada, de escuchar y comprender lo que ha sucedido
en las últimas décadas. El advenimiento del siglo XX, con sus visiones
antropológicas, trae consigo las primeras concepciones del gender, por
un lado basadas en una lectura puramente sociológica de la diferenciación
sexual y por el otro con un énfasis en las libertades individuales. De hecho, a
mediados de siglo, nace una línea de estudios que insistía en acentuar el
condicionamiento externo y sus influencias en las determinaciones personales.
Aplicados a la sexualidad, estos estudios querían mostrar cómo la identidad
sexual tenía más que ver con una construcción social que con una realidad
natural o biológica.
9.
Estos enfoques convergen en negar la existencia de un don
originario que nos precede y es constitutivo de nuestra identidad personal,
formando la base necesaria de nuestras acciones. En las relaciones
interpersonales, lo que importa sería solamente el afecto entre los individuos,
independientemente de la diferencia sexual y la procreación, consideradas
irrelevantes en la construcción de la familia. Se pasa de un modelo
institucional de familia – que tiene una estructura y una finalidad que no
dependen de las preferencias subjetivas individuales de los cónyuges – a una
visión puramente contractualista y voluntarista.
10.
Con el tiempo, las teorías del gender han
ampliado el campo de su aplicación. A principios de los años noventa del siglo
pasado, se fueron concentrando en la posibilidad de los individuos de
autodeterminar sus propias inclinaciones sexuales sin tener en cuenta la
reciprocidad y la complementariedad de la relación hombre-mujer, así como la
finalidad procreativa de la sexualidad. Además, incluso se llega a teorizar una
separación radical entre género (gender) y sexo (sex), con la
prioridad del primero sobre el segundo. Este logro es visto como una etapa
importante en el progreso de la humanidad, en la cual se « presenta una
sociedad sin diferencias de sexo ».
11.
En este contexto cultural se comprende que sexo
y género han dejado de ser sinónimos, es decir, conceptos intercambiables, ya
que describen dos entidades diferentes. El sexo define la pertenencia a una de
las dos categorías biológicas que derivan de la díada originaria, femenina y
masculina. El género, en cambio, es el modo en el cual se vive en cada cultura
la diferencia entre los dos sexos. El problema no está en la distinción en sí,
que podría ser interpretada rectamente, sino en una separación entre sexo
y gender. De esta separación surge la distinción entre diferentes
“orientaciones sexuales” que no están definidas por la diferencia sexual entre
hombre y mujer, sino que pueden tomar otras formas, determinadas únicamente por
el individuo radicalmente autónomo. Asimismo, el mismo concepto de gender va
a depender de la actitud subjetiva de la persona, que puede elegir un género
que no corresponde con su sexualidad biológica y, de consecuencia, con la forma
en que lo consideran los demás (transgender).
12.
En una creciente contraposición entre naturaleza y cultura, las
propuestas de género convergen en el queer, es decir, en una
dimensión fluida, flexible, nómada al punto de defender la
emancipación completa del individuo de cada definición sexual dada a
priori, con la consiguiente desaparición de las clasificaciones
consideradas rígidas. Se deja así el espacio a diversos matices, variables por
grado e intensidad en el contexto tanto de la orientación sexual como de la
identificación del propio género.
13.
La dualidad de la pareja entra también en conflicto con los
“poliamoríos” que incluyen a más de dos personas. Por lo tanto, se observa que
la duración del vínculo – y su naturaleza vinculante – se estructura como una
variable de acuerdo con el deseo contingente de las personas, con consecuencias
en el nivel de compartir responsabilidades y obligaciones inherentes a la
maternidad y la paternidad. Toda esta gama de relaciones se convierte en
“parentesco” (kinships), basada en el deseo o el afecto, a menudo caracterizada
por un tiempo determinado, éticamente flexible o incluso consensuada sin
planificación alguna. Lo que vale es la absoluta libertad de
autodeterminación y la elección circunstancial de cada individuo en el
contexto de cualquier relación emocional.
14.
De esta manera, se apela al reconocimiento público de la
libertad de elección del género y la pluralidad de uniones en oposición al
matrimonio entre hombre y mujer, considerado una herencia del patrimonio
patriarcal. Por lo tanto, se quisiera que cada individuo pudiera elegir su
propia condición y que la sociedad se limite a garantizar tal derecho, también
mediante un apoyo material, de lo contrario, nacerían formas de discriminación
social contra las minorías. La reivindicación de dichos derechos ha entrado en
el debate político de hoy día, obteniendo aceptación en algunos documentos
internacionales e integrándose en algunas legislaciones nacionales.
Puntos de
encuentro
15.
En el contexto de las investigaciones sobre el gender,
emergen, todavía, algunos posibles puntos de encuentro para crecer en la mutua
comprensión. De hecho, a menudo los proyectos educativos tienen la necesidad,
compartida y apreciable, de luchar contra cualquier expresión de injusta
discriminación. Persiguen una acción pedagógica, sobre todo con el
reconocimiento de los retrasos y las carencias. Ciertamente no se puede negar
que a lo largo de los siglos se han asomado formas de injusta subordinación,
que tristemente han marcado la historia y han influido también al interior de
la Iglesia. Esto ha dado lugar a rigidez y fijeza que demoraron la necesaria y
progresiva inculturación del mensaje genuino con el que Jesús proclamó igual
dignidad entre el hombre y la mujer, dando lugar a acusaciones de un
cierto machismo más o menos disfrazado de motivaciones religiosas.
16.
Un punto de encuentro es la educación de niños y jóvenes a
respetar a cada persona en su particular y diferente condición, de
modo que nadie, debido a sus condiciones personales (discapacidad, origen,
religión, tendencias afectivas, etc.) pueda convertirse en objeto de acoso,
violencia, insultos y discriminación injusta. Se trata de una educación a la
ciudadanía activa y responsable, en la que todas las expresiones legítimas de
la persona se acogen con respeto.
17.
Otro punto de crecimiento en la comprensión antropológica son
los valores de la feminidad que se han destacado en la reflexión del gender.
En la mujer, por ejemplo, la « capacidad de acogida del otro » favorece una
lectura más realista y madura de las situaciones contingentes, desarrollando
«el sentido y el respeto por lo concreto, que se opone a abstracciones a menudo
letales para la existencia de los individuos y la sociedad». Se trata de
una aportación que enriquece las relaciones humanas y los valores del espíritu
«a partir de las relaciones cotidianas entre las personas». Por esta razón, la
sociedad está en gran parte en deuda con las mujeres que están « comprometidas
en los más diversos sectores de la actividad educativa, fuera de la familia:
guarderías, escuelas, universidades, instituciones asistenciales, parroquias,
asociaciones y movimientos ».
18.
La mujer es capaz de entender la realidad en modo único:
sabiendo cómo resistir ante la adversidad, haciendo « la vida todavía posible
incluso en situaciones extremas» y conservando « un tenaz sentido del futuro ».
De hecho, no es una coincidencia que «donde se da la exigencia de un trabajo
formativo se puede constatar la inmensa disponibilidad de las mujeres a
dedicarse a las relaciones humanas, especialmente en favor de los más débiles e
indefensos. En este cometido manifiestan una forma de maternidad
afectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable,
por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la
sociedad. ¿Cómo no recordar aquí el testimonio de tantas mujeres católicas y de
tantas Congregaciones religiosas femeninas que, en los diversos continentes,
han hecho de la educación, especialmente de los niños y de las niñas, su
principal servicio?».
Crítica
19.
Sin embargo, hay algunos puntos críticos que se presentan en la
vida real. Las teorías del gender indican – especialmente las
más radicales – un proceso progresivo de desnaturalización o alejamiento de
la naturaleza hacia una opción total para la decisión del
sujeto emocional. Con esta actitud, la identidad sexual y la familia se
convierten en dimensiones de la “liquidez” y la “fluidez” posmodernas: fundadas
solo sobre una mal entendida libertad del sentir y del querer, más que en la
verdad del ser; en el deseo momentáneo del impulso emocional y en la voluntad
individual.
20.
Las presuposiciones de estas teorías son atribuibles a un
dualismo antropológico: a la separación entre cuerpo reducido y materia inerte
y voluntad que se vuelve absoluta, manipulando el cuerpo como le plazca. Este
fisicismo y voluntarismo dan origen al relativismo, donde todo es equivalente e
indiferenciado, sin orden y sin finalidad. Todas estas teorizaciones, desde las
más moderadas hasta las más radicales, creen que el gender (género)
termina siendo más importante que el sex (sexo). Esto
determina, en primer lugar, una revolución cultural e ideológica en el
horizonte relativista y, en segundo lugar, una revolución jurídica, porque
estos casos promueven derechos individuales y sociales específicos.
21.
En realidad, sucede que la defensa de diferentes identidades a
menudo sea perseguida afirmando que son perfectamente indiferentes
entre sí y, por lo tanto, negándolas en su relevancia. Esto asume una
particular importancia según en términos de diferencia sexual: a menudo, de
hecho, el concepto genérico de “no discriminación” oculta una ideología que
niega la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer. « En vez
de combatir las interpretaciones negativas de la diferencia sexual, que
mortifican su valencia irreductible para la dignidad humana, se quiere
cancelar, de hecho, esta diferencia, proponiendo técnicas y prácticas que hacen
que sea irrelevante para el desarrollo de la persona y de las relaciones
humanas. Pero la utopía de lo “neutro” elimina, al mismo tiempo, tanto la
dignidad humana de la constitución sexualmente diferente como la cualidad
personal de la transmisión generativa de la vida ». Se vacía – de esta manera –
la base antropológica de la familia.
22.
Esta ideología induce proyectos educativos y pautas legislativas
que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente
libres de la diferencia biológica entre el hombre y la mujer.
La identidad humana se entrega a una opción individualista, también cambiante
con el tiempo, una expresión de la forma de pensar y actuar, muy difundida en
la actualidad, que confunde « la genuina libertad con la idea de que cada uno
juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades,
valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa
debiera permitirse ».
23.
El Concilio Vaticano II, al cuestionarse sobre lo que la Iglesia
piensa de la persona humana, afirma que «en la unidad de cuerpo y alma, el
hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material,
el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la
libre alabanza del Creador». Por esta dignidad, «no se equivoca el
hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al no
considerarse ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la
ciudad humana ». Por lo tanto, «no ha de confundirse orden de la
naturaleza con orden biológico ni identificar lo que
esas expresiones designan. El orden biológico es orden de la naturaleza en la
medida en que este es accesible a los métodos empíricos y descriptivos de las
ciencias naturales; pero, en cuanto orden específico de la existencia, por
estar relacionado manifiestamente con la Causa primera, con Dios Creador, el de
la naturaleza ya no es un orden biológico ».
RAZONAR
Argumentos
racionales
24.
Escuchar el perfil histórico, de los puntos de encuentro y las
cuestiones críticas en la cuestión de gender lleva a
consideraciones a la luz de la razón. De hecho, hay argumentos racionales que
aclaran la centralidad del cuerpo como un elemento integral de la identidad
personal y las relaciones familiares. El cuerpo es la subjetividad que comunica
la identidad del ser. En este sentido, se entienden los datos de las ciencias
biológicas y médicas, según los cuales el “dimorfismo sexual” (es decir, la
diferencia sexual entre hombres y mujeres) está probado por las ciencias, como
por ejemplo, la genética, la endocrinología y la neurología. Desde un punto de
vista genético, las células del hombre (que contienen los cromosomas XY) son
diferentes a las de las mujeres (cuyo equivalente es XX) desde la concepción.
Por lo demás, en el caso de la indeterminación sexual, es la medicina la que
interviene para una terapia. En estas situaciones específicas, no son los
padres ni mucho menos la sociedad quienes pueden hacer una elección arbitraria,
sino que es la ciencia médica la que interviene con fines terapéuticos,
operando de la manera menos invasiva sobre la base de parámetros objetivos para
explicar la identidad constitutiva.
25.
El proceso de identificación se ve
obstaculizado por la construcción ficticia de un “género” o “tercer género”. De
esta manera, la sexualidad se oscurece como una calificación estructurante de
la identidad masculina y femenina. El intento de superar la diferencia
constitutiva del hombre y la mujer, como sucede en la intersexualidad o en
el transgender, conduce a una ambigüedad masculina y femenina, que
presupone de manera contradictoria aquella diferencia sexual que se pretende
negar o superar. Al final, esta oscilación entre lo masculino y lo femenino se
convierte en una exposición solamente “provocativa” contra los llamados
“esquemas tradicionales” que no tienen en cuenta el sufrimiento de quienes
viven en una condición indeterminada. Tal concepción busca aniquilar la
naturaleza (todo lo que hemos recibido como fundamento previo de nuestro ser y
de todas nuestras acciones en el mundo), mientras que lo reafirmamos
implícitamente.
26.
El análisis filosófico muestra también cómo la diferencia
sexual masculino/femenino sea constitutiva de la identidad humana. En
las filosofías greco-latinas, la esencia se pone como un elemento trascendente
que recompone y armoniza la diferencia entre lo femenino y lo masculino en la
singularidad de la persona humana. En la tradición hermenéutica-fenomenológica,
tanto la distinción como la complementariedad sexual se interpretan en una
clave simbólica y metafórica. La diferencia sexual constituye, en la relación,
la identidad personal ya sea horizontal (diádica: hombre-mujer) o vertical
(triádica: hombre-mujer-Dios), tanto en el contexto de la relación
interpersonal entre hombre y mujer (yo/tú) que dentro de la relación familiar
(tú/yo/nosotros).
27.
La formación de la identidad se basa
precisamente en la alteridad: en la confrontación inmediata con el “tú”
diferente de mí, reconozco la esencia de mi “yo”. La diferencia es la condición
de la cognición en general y del conocimiento de la identidad. En la familia,
la comparación con la madre y el padre facilita al niño la elaboración de su
propia identidad/ diferencia sexual. Las teorías psicoanalíticas muestran el
valor tripolar de la relación padre/hijo, afirmando que la identidad sexual
emerge completamente solo en la comparación sinérgica de la diferenciación.
28.
La complementariedad fisiológica, basada en la
diferencia sexual, asegura las condiciones necesarias para la procreación. En
cambio, el recurso a las tecnologías reproductivas puede consentir la
generación a una persona, pareja de una pareja del mismo sexo, con
“fertilización in vitro” y maternidad subrogada: pero el uso de
tecnología no es equivalente a la concepción natural, porque implica
manipulación de embriones humanos, fragmentación de la paternidad,
instrumentalización y/o mercantilización del cuerpo humano, así como reducción
del ser humano a objeto de una tecnología científica.
29.
Por lo que concierne en particular al sector escolar, es propio
en la naturaleza de la educación la capacidad de construir las bases para un
diálogo pacífico y permitir un encuentro fructífero entre las personas y las
ideas. Además, la perspectiva de una extensión de la razón a la dimensión
trascendente parece no secundaria. El diálogo entre fe y razón « si no
quiere reducirse a un estéril ejercicio intelectual, debe partir de la actual
situación concreta del hombre, y desarrollar sobre ella una reflexión que
recoja su verdad ontológico-metafísica ». En esta dimensión se coloca la misión
evangelizadora de la Iglesia sobre el hombre y la mujer.
PROPONER
Antropología
cristiana
30.
La Iglesia, madre y maestra, no solo escucha, sino que,
fortalecida por su misión original, se abre a la razón y se pone al servicio de
la comunidad humana, ofreciendo sus propuestas. Es evidente que sin una
aclaración satisfactoria de la antropología sobre la cual se base el significado
de la sexualidad y la afectividad, no es posible estructurar correctamente un
camino educativo que sea coherente con la naturaleza del hombre como persona,
con el fin de orientarlo hacia la plena actuación de su identidad sexual en el
contexto de la vocación al don de sí mismo. Y el primer paso en esta aclaración
antropológica consiste en reconocer que « también el hombre posee una
naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo ». Este es
el núcleo de esa ecología del hombre que se mueve desde el « reconocimiento de
la dignidad peculiar del ser humano » y desde la necesaria relación de su vida
« con la ley moral escrita en su propia naturaleza».
31.
La antropología cristiana tiene sus raíces en la narración de
los orígenes tal como aparece en el Libro del Génesis, donde está escrito que«
Dios creó al hombre a su imagen […], varón y mujer los creó» (Gen 1,
27). En estas palabras, existe el núcleo no solo de la creación, sino también
de la relación vivificante entre el hombre y la mujer, que los pone en una
unión íntima con Dios. El sí mismo y el otro de sí mismo se completan de
acuerdo con sus específicas identidades y se encuentran en aquello que
constituye una dinámica de reciprocidad, sostenida y derivada del Creador.
32.
Las palabras bíblicas revelan el sapiente diseño del Creador que
« ha asignado al hombre como tarea el cuerpo, su masculinidad y feminidad; y
que en la masculinidad y feminidad le ha asignado, en cierto sentido, como
tarea su humanidad, la dignidad de la persona, y también el signo transparente
de la “comunión” interpersonal, en la que el hombre se realiza a sí mismo a
través del auténtico don de sí ». Por lo tanto, la naturaleza humana,
para superar cualquier fisicismo o naturalismo, debe entenderse a la luz de
la unidad del alma y el cuerpo, « en la unidad de sus inclinaciones
de orden espiritual y biológico, así como de todas las demás características
específicas, necesarias para alcanzar su fin ».
33.
En esta « totalidad unificada » se integran la dimensión
vertical de la comunión con Dios y la dimensión horizontal de la comunión
interpersonal, a la que son llamados el hombre y la mujer. La identidad
personal madura auténticamente en el momento en que está abierta a los demás,
precisamente porque « en la configuración del propio modo de ser, femenino o
masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples
elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la
cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de
amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que
exigen un esfuerzo de adaptación ». De hecho, « para la persona humana es
esencial el hecho de que llega a ser ella misma sólo a partir del otro, el “yo”
llega a ser él mismo sólo a partir del “tú” y del “vosotros”; está creado para
el diálogo, para la comunión sincrónica y diacrónica. Y sólo el encuentro con
el “tú” y con el “nosotros” abre el “yo” a sí mismo ».
34.
Es necesario reiterar la raíz metafísica de la diferencia
sexual: de hecho, hombre y mujer son las dos formas en que se expresa y se
realiza la realidad ontológica de la persona humana. Esta es la respuesta
antropológica a la negación de la dualidad masculina y femenina a partir de la
cual se genera la familia. El rechazo de esta dualidad no solo borra la visión
de la creación, sino que delinea una persona abstracta « que después elige para
sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a
hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana
que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y
mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como
realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole
ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad
que le es propia ».
35.
En esta perspectiva, educar a la sexualidad y a la afectividad
significa aprender « con perseverancia y coherencia lo que es el significado
del cuerpo » en toda la verdad original de la masculinidad y la feminidad;
significa « aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus
significados […]. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o
masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el
diferente […], y enriquecerse recíprocamente ». Por lo tanto, a la luz de
una ecología plenamente humana e integral, la mujer y el hombre
reconocen el significado de la sexualidad y la genitalidad en aquella
intrínseca intencionalidad relacional y comunicativa que atraviesa su
corporeidad y los envía mutuamente el uno hacia el otro.
La familia
36.
La familia es el lugar natural en donde esta relación de
reciprocidad y comunión entre el hombre y la mujer encuentra su plena
actuación. En ella, el hombre y la mujer unidos en la elección libre y
consciente del pacto de amor conyugal, realizan « una
totalidad en la que entran todos los elementos de la persona: reclamo del
cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración
del espíritu y de la voluntad». La familia es « una realidad antropológica, y,
en consecuencia, una realidad social, de cultura » de lo contrario «
calificarla con conceptos de naturaleza ideológica, que tienen fuerza sólo en
un momento de la historia y después decaen » significa traicionar su valor. La
familia, como sociedad natural en la que se realizan plenamente la reciprocidad
y la complementariedad entre el hombre y la mujer, precede al mismo orden
sociopolítico del Estado, cuya libre actividad legislativa debe tenerlo en
cuenta y darle el justo reconocimiento.
37.
Es racionalmente comprensible que en la naturaleza misma de la
familia se fundan dos derechos fundamentales que siempre deben ser respaldados
y garantizados. El primero es el derecho de la familia a ser reconocida como el
principal espacio pedagógico primario para la formación del niño. Este« derecho
primario » después se traduce concretamente en la « obligación gravísima » de
los padres de hacerse responsables de la « educación íntegra personal y
social de los hijos », también en lo que respecta a su educación sobre la
identidad sexual y la afectividad, « en el marco de una educación para el amor,
para la donación mutua ». Es un derecho-deber educativo que « se califica como
esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como
original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad
de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e
inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o
usurpado por otros ».
38.
Otro derecho no secundario es el del niño « a crecer en una
familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su
desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en relación, en
confrontación, con lo que es la masculinidad y la feminidad de un padre y una
madre, y así armando su madurez afectiva ». Y es dentro del mismo núcleo
familiar que el niño puede ser educado para reconocer el valor y la
belleza de la diferencia sexual, de la igualdad, de la reciprocidad biológica,
funcional, psicológica y social. « Ante una cultura que “banaliza” en gran
parte la sexualidad humana, […], el servicio educativo de los padres debe
basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En
efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona – cuerpo, sentimiento y
espíritu – y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don
de sí misma en el amor ». Estos derechos se acompañan naturalmente a todos los
demás derechos fundamentales de la persona, en particular a aquel de la
libertad de pensamiento, conciencia y religión. En estos espacios se pueden
hacer nacer experiencias fructíferas de colaboración entre todos los sujetos
involucradas en la educación.
La escuela
39.
A la acción educativa de la familia se une la de la escuela, que
interactúa de manera subsidiaria. Fortalecida por su fundación evangélica, « la
escuela católica se configura como escuela para la persona y de las
personas. “La persona de cada uno, en sus necesidades materiales y
espirituales, es el centro del magisterio de Jesús: por esto el fin de la
escuela católica es la promoción de la persona humana”. Tal afirmación,
poniendo en evidencia la relación del hombre con Cristo, recuerda que en su persona
se encuentra la plenitud de la verdad sobre el hombre. Por esto, la escuela
católica, empeñándose en promover al hombre integral, lo hace, obedeciendo a la
solicitud de la Iglesia, consciente de que todos los valores humanos encuentran
su plena realización y, también su unidad, en Cristo. Este conocimiento
manifiesta que la persona ocupa el centro en el proyecto educativo de la
escuela católica».
40.
La escuela católica debe convertirse en una comunidad educativa
en la que la persona se exprese y crezca humanamente en un proceso de relación
dialógica, interactuando de manera constructiva, ejercitando la tolerancia,
comprendiendo los diferentes puntos de vista y creando confianza en un ambiente
de auténtica armonía. Se establece así la verdadera «comunidad educativa,
espacio agápico de las diferencias. La escuela-comunidad es lugar de
intercambio, promueve la participación, dialoga con la familia, que es la
primera comunidad a la que pertenecen los alumnos; todo ello respetando su
cultura y poniéndose en actitud profunda de escuchar respecto a las necesidades
que le salen al paso y a las expectativas de que es destinataria ». De esta
manera, las niñas y los niños son acompañados por una comunidad que « los
estimula a superar el individualismo y a descubrir, a la luz de la fe, que
están llamados a vivir, de una manera responsable, una vocación específica en
un contexto de solidaridad con los demás hombres. La trama misma de la humana
existencia los invita, en cuanto cristianos, a comprometerse en el servicio de
Dios en favor de los propios hermanos y a transformar el mundo para que venga a
ser una digna morada de los hombres ».
41.
Asimismo los educadores cristianos que viven su vocación en las
escuelas no católicas dan testimonio de la verdad sobre la persona humana y
están al servicio de su promoción. De hecho, «la formación integral del hombre
como finalidad de la educación, incluye el desarrollo de todas las facultades
humanas del educando, su preparación para la vida profesional, la formación de
su sentido ético y social, su apertura a la trascendencia y su educación
religiosa ». El testimonio personal, unido con la profesionalidad,
contribuye al logro de estos objetivos.
42.
La educación a la afectividad necesita un
lenguaje adecuado y moderado. En primer lugar, debe tener en cuenta que los
niños y los jóvenes aún no han alcanzado la plena madurez y empiezan a
descubrir la vida con interés. Por lo tanto, es necesario ayudar a los
estudiantes a desarrollar «un sentido crítico ante una invasión de propuestas,
ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden
mutilar la sexualidad ». Ante un bombardeo de mensajes ambiguos y vagos – cuyo
final es una desorientación emocional y el impedimento de la madurez
psico-relacional – « ayudarles a reconocer y a buscar las influencias
positivas, al mismo tiempo que toman distancia de todo lo que desfigura su
capacidad de amar ».
La sociedad
43.
En el proceso educativo no puede faltar una visión unificada
sobre la sociedad actual. La transformación de las relaciones
interpersonales y sociales«ha ondeado con frecuencia la “bandera de la
libertad”, pero en realidad ha traído devastación espiritual y material a
innumerables seres humanos, especialmente a los más vulnerables. Es cada vez
más evidente que la decadencia de la cultura del matrimonio está asociada a un
aumento de pobreza y a una serie de numerosos otros problemas sociales que
azotan de forma desproporcionada a las mujeres, los niños y los ancianos. Y son
siempre ellos quienes sufren más en esta crisis ».
44.
Por estas razones, no se puede dejar a la familia sola frente al
desafío educativo. Por su parte, la Iglesia continúa ofreciendo apoyo a las
familias y a los jóvenes en las comunidades abiertas y acogedoras. Las escuelas
y las comunidades locales, en particular, están llamadas a llevar a cabo una
gran misión, si bien no reemplacen a los padres, puesto que son complementarias
de ellos. La importante urgencia del desafío educativo puede hoy constituir un
fuerte estímulo para reconstruir la alianza educativa entre la familia,
la escuela y la sociedad.
45.
Como ampliamente se reconoce, este pacto educativo ha entrado en
crisis. Es urgente promover una alianza sustancial y no burocrática, que
armonice, en el proyecto compartido de « una positiva y prudente educación sexual
», la responsabilidad primordial de los padres con la tarea de los maestros. Se
deben crear las condiciones para un encuentro constructivo entre los distintos
sujetos a fin de establecer un clima de transparencia, interactuando y
manteniéndose constantemente informados sobre las actividades para facilitar la
participación y evitar tensiones innecesarias que puedan surgir a causa de
malentendidos debido a la falta de claridad, información y competencia.
46.
En el marco de esta alianza, las acciones educativas deben ser
informadas del principio de subsidiariedad. « Porque cualquier otro
colaborador en el proceso educativo debe actuar en nombre de los padres, con su
consentimiento y, en cierto modo, incluso por encargo suyo ». Procediendo
juntos, la familia, la escuela y la sociedad pueden articular caminos de
educación a la afectividad y la sexualidad dirigidos a respetar el cuerpo de
los demás y respetar los tiempos de su propia maduración sexual y emocional,
teniendo en cuenta las especificidades fisiológicas y psicológicas, así como
las fases de crecimiento y maduración neurocognitiva de niñas y niños para
acompañarlos en su crecimiento de manera saludable y responsable.
La formación
de los formadores
47.
Con gran responsabilidad, todos los formadores están llamados a
la realización real del proyecto pedagógico. Su personalidad madura, su
preparación y equilibrio psíquico influyen fuertemente sobre los educandos. Por
lo tanto, es importante tener en cuenta su formación, además de los aspectos
profesionales, también aquellos culturales y espirituales. La educación
de la persona, especialmente en la era evolutiva, requiere un cuidado
particular y una actualización constante. No se trata solamente de una simple
repetición de argumentos disciplinarios. Se espera que los educadores sepan
«acompañar a los alumnos hacia objetivos elevados y desafiantes, demostrar
elevadas expectativas hacia ellos, participar y relacionar a los estudiantes
entre de ellos y con el mundo ».
48.
La responsabilidad de los dirigentes, el personal docente y el
personal escolástico es aquella de garantizar un servicio coherente con los
principios cristianos que constituyen la identidad del proyecto educativo, así
como interpretar los desafíos contemporáneos a través de un testimonio diario
de comprensión, objetividad y prudencia. De hecho, es comúnmente compartido que
« el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a
los que enseñan, […] o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio
». La autoridad del educador, por lo tanto, se configura como la
confluencia concreta « de una formación general, fundada en una concepción
positiva y constructiva de la vida, y en el esfuerzo constante por realizarla.
Una tal formación rebasa la necesaria preparación profesional y penetra los
aspectos más íntimos de la personalidad, incluso el religioso y espiritual».
49.
La formación de formadores – cristianamente inspirada – tiene
como objetivo tanto la persona del solo maestro como la construcción y
consolidación de una comunidad educativa a través de un
ventajoso intercambio educativo, emocional y personal. De esta manera se genera
una relación activa entre los educadores donde el crecimiento personal integral
enriquece aquella profesional, viviendo la enseñanza como un servicio de humanización.
Por lo tanto, es necesario que los maestros católicos reciban una preparación
adecuada sobre el contenido de los diferentes aspectos de la cuestión del gender y
sean informados sobre las leyes vigentes y las propuestas que se están
discutiendo en sus propios países con la ayuda de personas calificadas de
manera equilibrada y en nombre del diálogo. Las instituciones universitarias y
los centros de investigación están llamados a ofrecer su contribución
específica para garantizar una capacitación adecuada y actualizada durante toda
su vida.
50.
Con referencia a la tarea específica de la educación a el amor
humano– «teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de
la didáctica» – se requiere a los formadores « una preparación psicopedagógica
adaptada y seria, que le permita captar situaciones particulares que requieren
una especial solicitud ». Por lo tanto, « se impone un conocimiento claro de la
situación, porque el método utilizado no sólo condiciona grandemente el
resultado de esta delicada educación, sino también la colaboración entre los
diversos responsables».
51.
Hoy en día, muchas legislaciones reconocen la autonomía y la
libertad de enseñanza. En este contexto, las escuelas tienen la oportunidad de
colaborar con las instituciones católicas de educación superior para
profundizar los diversos aspectos de la educación sexual a fin de obtener
subvenciones, guías pedagógicas y manuales educativos establecidos en la «
visión cristiana del hombre ». En este sentido, tanto los pedagogos como los
docentes, así como los expertos en literatura infantil y juvenil pueden
contribuir a ofrecer herramientas innovadoras y creativas para consolidar la
educación integral de la persona desde la primera infancia frente a visiones
parciales y distorsionadas. A la luz de un pacto educativo renovado, la
cooperación entre todos los responsables – a nivel local, nacional e
internacional – no puede agotarse únicamente mediante el intercambio de ideas y
el intercambio exitoso de buenas prácticas, sino que se ofrece como un medio
importante de formación permanente de los propios educadores.
CONCLUSIÓN
52.
En conclusión, el camino del diálogo – que
escucha, razona y propone– parece ser el camino más efectivo para una
transformación positiva de las inquietudes e incomprensiones en un recurso para
el desarrollo de un entorno relacional más abierto y humano. Por el contrario,
el enfoque ideológico a las delicadas cuestiones de género, al tiempo que
declara respeto por la diversidad, corre el riesgo de considerar las diferencias
mismas de forma estática, dejándolas aisladas e impermeables entre sí.
53.
La propuesta educativa cristiana enriquece el diálogo por la
finalidad de « conseguir la realización del hombre a través del desarrollo de
todo su ser, espíritu encarnado, y de los dones de naturaleza y gracia de que
ha sido enriquecido por Dios ». Esto requiere un sentido y acogedor acercamiento
hacia el otro comprendiéndose como un antídoto natural contra “la
cultura del descarte” y el aislamiento. De esta manera, se promueve « una
dignidad originaria de todo hombre y mujer irreprimibile, indisponible a
cualquier poder o ideología ».
54.
Más allá de cualquier reduccionismo ideológico o relativismo
uniformador, las educadoras y educadores católicos – en su adecuación a la
identidad recibida de su inspiración evangélica – están llamados a
transformar positivamente los desafíos actuales en oportunidades, siguiendo
los senderos de la escucha, de la razón y la propuesta cristiana, así como a
dar testimonio, con las modalidades de la propia presencia, con coherencia
entre las palabras y la vida. Los formadores tienen la fascinante misión
educativa de « enseñar un camino en torno a las diversas expresiones del amor,
al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque
todo eso prepara un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un
compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el
matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido
por todo el camino previo ».
55.
Esta cultura de diálogo no contradice la legítima aspiración de
las escuelas católicas de mantener su propia visión de la sexualidad humana en
función de la libertad de las familias para poder basar la educación de sus
hijos en una antropología integral, capaz de armonizar todas
las dimensiones que constituyen su identidad física, psíquica y espiritual. Un
Estado democrático no puede, de hecho, reducir la propuesta educativa a un solo
pensamiento, especialmente en un asunto tan delicado que toca la visión
fundamental de la naturaleza humana y el derecho natural de los padres a tener
una opción de educación libre, siempre de acuerdo con la dignidad de la persona
humana. Por lo tanto, cada institución escolar debe estar equipada con
herramientas organizativas y programas didácticos que hagan que este derecho de
los padres sea real y concreto. De esta manera, la propuesta pedagógica
cristiana se concretiza en una respuesta sólida a las antropologías de la
fragmentación y de lo provisional.
56.
Los centros educativos católicos que ofrecen programas de
formación afectiva y sexual deben tener en cuenta las diferentes edades de los
alumnos, así como dar ayuda en el pleno respeto a cada persona. Esto se puede
lograr a través de un camino de acompañamiento discreto y
confidencial, con el que también se acoge a quien se encuentran viviendo una
situación compleja y dolorosa. La escuela debe, por lo tanto, proponerse como
un ambiente de confianza, abierto y sereno, especialmente en aquellos casos que
requieren tiempo y discernimiento. Es importante crear las condiciones para una
escucha paciente y comprensiva, lejos de las discriminaciones injustas.
57.
Consciente de la solicitud educativa y del trabajo diario que
realizan las personas empeñadas en la escuela y en los diversos contextos de la
actividad pedagógica formal e informal, la Congregación para la Educación
Católica alienta a continuar con la misión formativa de las nuevas
generaciones, especialmente de quien sufre la pobreza en sus diversas
expresiones y necesita del amor de los educadores y las educadoras, de modo que
« los jóvenes no solo sean amados, sino que también sepan que son amados» (San
Juan Bosco). Este Dicasterio también expresa gratitud agradecida y, con las
palabras de Papa Francisco, alienta a « los maestros cristianos, que trabajan
tanto en escuelas católicas como públicas, […] a estimular en los alumnos la
apertura al otro como rostro, como persona, como hermano y hermana por conocer
y respetar, con su historia, con sus méritos y defectos, riquezas y límites. La
apuesta es la de cooperar en la formación de chicos abiertos e interesados en
la realidad que los rodea, capaces de tener atención y ternura ».
Ciudad del
Vaticano, 2 de febrero de 2019, Fiesta de la Presentación del Señor.
Giuseppe
Card. Versaldi
Prefecto
Arciv.
Angelo Vincenzo Zani
Secretario
Vida
Cristiana
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