[Chiesa/Omelie1/Cristo/Re/34C19ReinoCristoNoPolíticoServicioDonaciónVida]
Ø En la Solemnidad de Cristo Rey (2019). El Reino de Cristo. Jesús rechazó el título de rey cuando se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las naciones". No se trata de una realización política sino de una realidad transformadora del hombre, obra del Espíritu Santo. Comienza en nosotros cuando acaba el reino del pecado. Si ponemos en práctica el amor a nuestro prójimo, según el mensaje evangélico, entonces dejamos espacio al señorío de Dios, y su reino se realiza en medio de nosotros. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina.
v Cfr. Solemnidad de Cristo Rey - 24 de noviembre de 2019 Ciclo C Lucas 23, 35-43;
Col 1,12-20; 2 Samuel 5, 1-3
Cfr.Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno
C 2001, Piemme 1999, pp.339-343 ; Cfr. Raniero Cantalamessa, La Parola e la Vita , Anno C Città Nuova marzo 1998 pp.429-436
Lucas 23, 40-43: 35 El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes,
burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el
Mesías de Dios, el elegido!». 36 También los soldados se burlaban de él y,
acercándose para ofrecerle vinagre, 37 le decían: «Si eres el rey de los
judíos, ¡sálvate a ti mismo!». 38 Sobre su cabeza había una inscripción: «Este
es el rey de los judíos». 39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba,
diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el
otro le reprendía: - ¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a
Dios? 41 Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo
que hemos hecho; opero éste no ha hecho ningún mal. 42 Y decía: - Jesús, acuérdate de mí cuando
llegues a tu Reino. 43 Y le respondió: - En verdad te digo: hoy estarás conmigo
en el Paraíso.
Colosenses 1, 12-20: 12 Gracias al Padre que os ha hecho aptos para
participar en la herencia de los santos en la luz. 13 El nos libró del poder de
las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, 14 en quien tenemos
la redención: el perdón de los pecados. 15 El es Imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación, 16 porque en él fueron creadas todas las
cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos,
las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y
para él, 17 él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su
consistencia. 18 El es también la
Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia : El es el Principio, el Primogénito de
entre los muertos, para que sea él el primero en todo, 19 pues Dios tuvo a bien
hacer residir en él toda la
Plenitud , 20 y reconciliar por él y para él todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los
cielos.
2 Samuel 5, 1-3: 1 Todas las tribus de Israel se
presentaron ante David en Hebrón y le dijeron: «Hueso tuyo y carne tuya somos.
2 Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía
las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: «Tú
pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel». 3 Los ancianos de
Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en
Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.
1. El Reino de Dios y el Reino
de Cristo
·
La expresión Reino de Dios aparece en el Evangelio ciento veintidós
veces, en boca de Jesús noventa de ellas: es semejante a una semilla, a un
campo, a un tesoro escondido, a un banquete; el Reino de Dios está cerca, está
en medio de vosotros ... Jesús inició su predicación, pidiendo a las gentes que
se convirtiesen, “porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mateo 4, 15),
que es la misma realidad.
·
En las lecturas de hoy encontramos una tercera expresión, el Reino de
Cristo:
-
“Él (Dios Padre) nos arrebató del poder de las tinieblas y nos trasladó
al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención, el perdón de los
pecados. (...) Pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la
tierra y en los cielos” (Colosenses 1, 13-14).
-
“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Lucas 23,42).
·
Reino de Dios, Reino de los Cielos y Reino de Cristo indican la misma
realidad. Se trata de una realidad que significa el reinar o el Señorío de
Dios. Es la soberanía de Dios que coincide con su voluntad; al mismo tiempo se
refiere a la aceptación de esa voluntad por parte de nosotros.
2. El Evangelio hace diversas afirmaciones
sobre el Reino de Dios
o
a) está ya en medio de
nosotros (Lucas 17,21)
§ No se trata de una realización política sino de una realidad
transformadora del hombre, obra del Espíritu Santo.
·
Nuevo Testamento, Eunsa 1999, nota a Hechos 1, 6-11: Jesús está
presente en la Iglesia
con su
palabra,
con sus sacramentos y sobre todo con su Espíritu. En los Hechos de los
Apóstoles (1, 6-8) leemos que le
preguntan “¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Dios?”, y Él contesta:
“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y
seréis mis testigos”. Como se ve, los Apóstoles pensaban en la restauración
temporal del reino de David, se reduce a un dominio nacional judío. En su
respuesta, el Señor les dirá que “los planes de Dios están muy por encima de
sus pensamientos; no se trata de una realización política sino de una realidad
transformadora del hombre, obra del Espíritu Santo”.
·
Según leemos en el Prefacio, se trata de un “reino de la verdad y de la
vida, de la santidad y de
La gracia,
de la justicia, del amor y de la paz”.
§ Lo más importante que nos planteamos en la fiesta de Cristo Rey es
si Jesús reina en mí, si es Señor de mi
vida.
Cfr.R. Cantalamessa, 21 noviembre
2004, Famiglia Cristiana
·
“La cuestión más importante que hay que plantearse en la fiesta de
Cristo Rey no es si él
reina
o no en el mundo, sino si reina o no
dentro de mí; no si su realeza es reconocida por los Estados y por los
gobiernos, sino si es reconocida y vivida por mí. ¿Es Cristo Rey y Señor de mi vida? ¿Quién reina dentro de mí, quién fija los
objetivos y establece las prioridades: Cristo u otro? Según San Pablo, existen
dos modos posibles de vivir: «o para sí mismo o para el Señor»(Cf. Romanos
14,7-9). Vivir «para sí mismo» significa vivir como quien tiene en sí mismo el
propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma,
orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva
alguna de eternidad. Vivir «para el Señor», al contrario, significa vivir en
vista de él, por su gloria, por su reino.
Se trata verdaderamente de una nueva
existencia frente a la cual la muerte misma ha perdido su carácter irreparable.
La contradicción máxima que desde siempre experimenta el hombre –aquella entre
la vida y la muerte— ha sido superada. La contradicción más radical ya no es
entre «vivir» y «morir», sino entre vivir «para sí mismo» y vivir «para el
Señor»”.
o
b) Significado de la petición
«venga tu reino» (Mateo 6,10; Lucas 11,1-4)
·
Debe todavía venir en el sentido de que los hombres y la sociedad
todavía están lejos de
responder
al proyecto de Dios. Debe venir también
en el sentido de que todavía no ha llegado el tiempo final en el que el
Reino llegará a su cumplimiento, cuando Jesús dirá: “Venid, benditos de mi
Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo” (Mateo 25, 34). San Pablo describe en una de sus Cartas que Cristo
entregará el Reino de Dios a Dios Padre, advirtiendo que esto no sucederá antes
de que “todo haya sido sometido a Él” (1 Corintios 15, 24 ss); entonces Jesús
se presentará ante su Padre para darle cuenta de que ha cumplido la misión que
le fue encomendada.
o
c) buscad el Reino de
Dios (Mateo 6,33; 13,44): comienza en nosotros cuando acaba el reino del pecado.
·
Por lo que se refiere al ámbito personal, la búsqueda del Reino de Dios
en nuestra existencia
consiste
en que, como afirma san Pablo: “no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal”
(Romanos 6,12). Aunque en el Bautismo ha sido destruido el pecado en el hombre,
sin embargo mientras el cuerpo no sea «revestido de inmortalidad» (1 Corintios
15, 54 ss), puede el pecado volver a “reinar”, como explica San Pablo de modo
convincente (Romanos 7,14-24; 8, 1-12): tras el pecado original, todo los
hombres podemos vivir en este mundo o bien según el Espíritu, buscando a Dios
por encima de todo y luchando contra las inclinaciones de la propia
concupiscencia con su gracia, o bien según la carne, es decir, dejándonos
llevar por las pasiones desordenadas. Cfr. CCE 1426.
El Reino de Dios comienza en nosotros en el
momento en que acaba el reino del pecado. Positivamente, buscar el Reino de
Dios significa “crecer en el amor” (1 Tesalonicenses 3,12).
§ No pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado
Cfr. Orígenes (185-254), presbítero, opúsculo sobre la oración, cap. 25 (en
el Oficio de Lecturas, Solemnidad de Cristo Rey)
·
“Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta:
del mismo modo que no
tiene
que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden estar
de acuerdo Cristo y el diablo, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y
el reino del pecado (Cfr. 2 Co 6, 14-15).
Por consiguiente, si queremos que Dios reine
en nosotros, procuremos que de ningún modo «el pecado siga dominando nuestro
cuerpo mortal» (Romanos 6,12), antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que
hay en nosotros (Cfr. Colosenses 3,5) y fructifiquemos por el Espíritu; de este
modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y
reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la
derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta
que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus
pies, y sean reducidos a la nada en nosotros los principados, todos los poderes
y todas las fuerzas”.
§ Es el Espíritu Santo quien nos da la gracia del arrepentimiento y
de la conversión
·
Es esta una realidad que aparece, con diversas palabras, en el
Catecismo de la Iglesia Católica.
El Espíritu
Santo da “al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la
conversión” ( Cfr. nn. 1098, 1433); ésta es “la primera obra de la gracia del
Espíritu Santo” (cfr. n. 1989).
§ Acerca de la eficacia ante Dios de un corazón contrito, el libro
de los Salmos dice:
·
Salmo 51, 19: El sacrificio que Dios quiere es un espíritu contrito; un corazón contrito y
humillado,
oh Dios, no lo desprecias.
·
Salmo 147, 3: El Señor sana a los que tienen quebrantado el corazón, y venda sus heridas.
3. Hoy en el evangelio de S.
Lucas (23, 35-43), se refieren las reacciones ante la Cruz de Cristo de los que estaban presentes en la
crucifixión
o Jefes, soldados y dos malhechores
·
R. Cantalamessa, en Famiglia
Cristiana, 21 noviembre 2004.Estaba el pueblo mirando; los
Jefes Se burlaban diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo
si él es el Cristo de Dios, el Elegido». También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre
y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!». Había encima de él
una inscripción: «Este es el Rey de los judíos». Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el
Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero
el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la
misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho».
(...)
En el momento de
su muerte, se
lee en el pasaje evangélico, sobre la cabeza de Cristo pendía una inscripción:
«Este es el Rey de los judíos»; los presentes le desafiaban a mostrar
abiertamente su majestad y muchos, también entre los amigos, se esperaban una
demostración espectacular de esta realeza. Pero él elige manifestarla
preocupándose de un solo hombre, un malhechor por añadidura: «“Jesús, acuérdate
de mí cuando entres en tu reino”. Le respondió: “En verdad te digo, hoy estarás
conmigo en el paraíso”».
·
Esas reacciones se deben en parte a que siempre aparecerá como algo
insólito el ver el título de
rey sobre una cruz donde el «rey» está
crucificado (“Encima de él había una inscripción: «Este es el Rey de los
judíos»”). Ciertamente no es la imagen «normal» de un rey. Solamente hay dos
personas que «ven» al rey en el crucificado: el buen ladrón (Lucas 23,42), y el
centurión (Lucas 23, 47).
§ Otros textos acerca del buen ladrón
·
“En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43).
Jesús “evoca la página
Fundamental
con la que se abre la Biblia ,
la del «paraíso» del Edén, del que fue expulsado el hombre por su pecado y por
su rebelión y al que vuelve ahora con la guía de Cristo” (en Ravasi, o.c. p.
340). “La pasión y la muerte de Cristo se convierten en el «camino regio» que
devuelve a la humanidad pecadora al paraíso perdido, es decir, al Reino que
Cristo ha venido a reconstruir, después de que el hombre lo había demolido”
(Ravasi, p. 343).
·
Acerca del buen ladrón, nos dice San Juan Crisóstomo: “Este ladrón ha
robado el paraíso.
Nadie antes
de él escuchó una promesa semejante, ni Abrahán, ni Isaac, ni Jacob ni Moisés,
ni los profetas o los apóstoles: el ladrón entró antes que todos ellos. Pero
también su fe fue superior a la de todos ellos. Él vio a Jesús atormentado y lo
adoró como si estuviese en la gloria. Lo vio clavado a una cruz y le suplicó
como se estuviese en un trono. Lo vio condenado y la pidió una gracia como a un
rey. ¡O admirable malhechor! ¡Has visto un hombre crucificado y lo has
proclamado Dios! (en Ravasi o.c. p.
343).
4. Jesús ejerce su realeza desde la Cruz. Es un rey que salva con su sacrificio, con la donación de la vida.
·
El
Himno, que el Apóstol San Pablo recoge en su Carta (2ª Lectura) nos describe la
Realeza, el
Señorío, de
Cristo: "Él es el Principio", "el Primero en todo";
"Él es el Primogénito de toda criatura", "el Primogénito de
entre los muertos ", "la
Imagen de Dios Invisible "; "Por medio de El fueron
creadas todas las cosas" y "por medio de Él quiso Dios reconciliar
todos los seres".
·
Desde
el primer momento en que fue elevado en la Cruz (la elevación sobre la cruz es la
Exaltación gloriosa
de Cristo: Juan 12, 32-33; 3, 13-16; 8,28),
Jesús ejerce su Ministerio Real: "Te lo aseguro - le dice al
malhechor arrepentido -: Hoy estarás conmigo en el Paraíso".
o
Juan 3,14: Y como Moisés
elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre.
§
Biblia de Jerusalén
·
«Para Juan, el Hijo del hombre
debe ser «elevado» en la cruz (3,14); 8,28; 12,34), pero esto es
el
primer paso que debe llevarle junto a Dios (12,33+), en la gloria (12,23;
13,31); ver 1,51+, donde reinará después de destronar al Príncipe de este mundo
(12, 31-32). Al subir al cielo, el Hijo del hombre no hará sino retornar a su
lugar propio, recobrar la gloria que tenía antes de la creación del cosmos
(17,5); ver 3,13; 1,14+».
o
Sagrada Biblia, Nuevo
Testamento, Eunsa (Juan 3, 1-21):
·
«También Jesús exaltado en la cruz, es salvación para todos los que le
miren con fe. “Las
palabras
de Cristo son al mismo tiempo de juicio
y de gracia, de muerte y de vida. Porque solamente dando muerte a lo viejo
podemos acceder a la nueva vida. (...) Nadie se libera del pecado por sí mismo
y por sus propias fuerzas ni se eleva sobre sí mismo; nadie se libera
completamente de su debilidad, o de su soledad, o de su esclavitud. Todos
necesitan a Cristo, modelo, maestro, libertador, salvador, vivificador» (C. Vaticano.
II, Ad gentes 8).
o
Carta a los Colosenses, Himno
a Cristo, que se lee en la liturgia de hoy
·
San Pablo en el texto que se lee hoy, de su Carta a los
Colosenses, recuerda que «ha
reconciliado
para él todas las cosas, pero pacificándolas mediante la sangre de su cruz». La
pasión y muerte son «el camino real» que devuelve a la humanidad pecadora al
paraíso perdido. “Venciendo con la
muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total obediencia de amor,
Él ha traído a todos la salvación” (Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia,
10).
o
El Prefacio de la Solemnidad de hoy
expresa bien la unión entre sacrificio y realeza
·
«Has consagrado Sacerdote eterno y Rey del universo a tu Hijo
unigénito, nuestro Señor
Jesucristo,
para que, ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el
altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana; y sometiendo a
su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un Reino eterno y
universal.».
o
La misma realidad se refleja
en diversos números del Catecismo de la Iglesia Católica
·
CEC 160: el Reino de Dios «crece por el
amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los
Hombres
hacia El» (DV 11).
·
CEC 542: Cristo « realizará la venida
de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua:
Su Muerte
en la Cruz y su
Resurrección. «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí»
(Jn 12, 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf LG 3)
·
CEC 543: Para entrar en el Reino de
Dios, es necesario acoger la palabra de Jesús.
·
CEC 550: Por la Cruz de Cristo será
definitivamente establecido el Reino de Dios: «Regnavit a
Ligno Deus» («Dios reinó desde el madero de la Cruz ») (Himno «Vexilla Regis).
·
CEC 2816: En el Nuevo Testamento, la
palabra "basileia" se puede
traducir por realeza
(nombre
abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El
Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia
a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de
Cristo. El Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la Eucaristía está entre
nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a
su Padre. (...)
5. La vocación cristiana, nuestra
participación en la realeza de Cristo: los cristianos reinamos sirviendo.
v Servir y reinar.
o
a) Juan Pablo II, Enc.
Redemptor hominis, n. 21: el «servir » exige tal madurez espiritual que es necesario
definirla como el « reinar».
·
“El Concilio Vaticano II, construyendo desde la misma base la imagen de
la Iglesia
como
Pueblo
de Dios --a través de la indicación de la triple misión del mismo Cristo,
participando en ella, nosotros formamos verdaderamente parte del pueblo de
Dios-- ha puesto de relieve también esta característica de la vocación
cristiana, que puede definirse « real ». Para presentar toda la riqueza de la
doctrina conciliar, haría falta citar numerosos capítulos y párrafos de la Constitución Lumen gentium y otros documentos conciliares.
En medio de tanta riqueza, parece que emerge un elemento: la participación en
la misión real de Cristo, o sea el hecho de re-descubrir en sí y en los demás
la particular dignidad de nuestra vocación, que puede definirse como « realeza
». Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de
Cristo, que « no ha venido para ser servido, sino para servir».(Mateo 20, 28).
Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede
verdaderamente « reinar » sólo « sirviendo », a la vez el «servir » exige tal
madurez espiritual que es necesario definirla como el « reinar». Para poder
servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario
poseer las virtudes que hacen posible tal dominio. Nuestra participación en la
misión real de Cristo --concretamente en su « función real » (munus)-- está íntimamente unida a todo
el campo de la moral cristiana y a la vez humana”.
o
b) Catecismo de la Iglesia Católica : el pueblo de Dios
realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con
Cristo.
·
n. 786: El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de
Cristo. Cristo ejerce su
realeza
atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (Cf Juan 12,
32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no
habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por
muchos» (Mateo 20, 28). Para el cristiano, «servir es reinar» (Lumen Gentium
36) particularmente «en los pobres y en los que sufren» donde descubre «la
imagen de su Fundador pobre y sufriente» (Lumen Gentium 8). El pueblo de Dios
realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con
Cristo.
La señal de la cruz hace reyes a todos los
regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra sacerdotes;
y así, además de este especial servicio de nuestro ministerio, todos los
cristianos espirituales y perfectos deben saber que son partícipes del linaje
regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un espíritu que, sometido
a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una
conciencia pura y las inmaculadas víctimas de nuestra piedad en el altar del
corazón (S. León Magno, serm. 4, 1)?
o
c) San Josemaría, Homilía
«Cristo Rey» (Es Cristo que pasa), n. 182
Servidores de todos los hombres. Servicio.
¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por El, a todos los que han
sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos servir! Vamos a
confiar al Señor nuestra decisión de
aprender a realizar esta tarea de servicio, porque sólo sirviendo podremos
conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen.
6. Benedicto XVI, en la
Solemnidad de Cristo Rey
En el rezo del Angelus, el domingo 28 de
noviembre de 2008 – Ciclo A
o
Jesús rechazó el título de
rey cuando se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las
naciones" (cf. Mt 20, 25).
·
Celebramos hoy, último domingo del año litúrgico, la solemnidad de
nuestro Señor Jesucristo,
Rey del
universo. Sabemos por los Evangelios que Jesús rechazó el título de rey cuando
se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las
naciones" (cf. Mateo 20, 25). En cambio, durante su Pasión, reivindicó una
singular realeza ante Pilato, que lo interrogó explícitamente: "¿Tú eres
rey?", y Jesús respondió: "Sí, como dices, soy rey" (Juan 18,
37); pero poco antes había declarado: "Mi reino no es de este mundo"
(Juan 18, 36).
En efecto, la realeza de Cristo es
revelación y actuación de la de Dios Padre, que gobierna todas las cosas con
amor y con justicia. El Padre encomendó al Hijo la misión de dar a los hombres
la vida eterna, amándolos hasta el supremo sacrificio y, al mismo tiempo, le
otorgó el poder de juzgarlos, desde el momento que se hizo Hijo del hombre,
semejante en todo a nosotros (cf. Juan 5, 21-22. 26-27).
o
La realeza universal de
Cristo juez.
§ El reino de Cristo no es de este mundo, pero lleva a cumplimiento
todo el bien que, gracias a Dios, existe en el hombre y en la historia. Si
ponemos en práctica el amor a nuestro prójimo, según el mensaje evangélico,
entonces dejamos espacio al señorío de Dios, y su reino se realiza en medio de
nosotros. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo
no puede menos de ir hacia la ruina.
El evangelio de hoy insiste precisamente en
la realeza universal de Cristo juez, con la estupenda parábola del juicio
final, que san Mateo colocó inmediatamente antes del relato de la Pasión (cf. Mateo
25, 31-46). Las imágenes son sencillas, el lenguaje es popular, pero el mensaje
es sumamente importante: es la verdad sobre nuestro destino último y sobre el
criterio con el que seremos juzgados. "Tuve hambre, y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis" (Mateo
25, 35), etc. ¿Quién no conoce esta página? Forma parte de nuestra
civilización. Ha marcado la historia de los pueblos de cultura cristiana: la
jerarquía de valores, las instituciones, las múltiples obras benéficas y
sociales. En efecto, el reino de Cristo no es de este mundo, pero lleva a
cumplimiento todo el bien que, gracias a Dios, existe en el hombre y en la
historia. Si ponemos en práctica el amor a nuestro prójimo, según el mensaje
evangélico, entonces dejamos espacio al señorío de Dios, y su reino se realiza
en medio de nosotros. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios
intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina.
o
El reino de Dios no es una
cuestión de honores y de apariencias; por el contrario, como escribe san Pablo,
es "justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo"
Queridos amigos, el reino de Dios no es una
cuestión de honores y de apariencias; por el contrario, como escribe san Pablo,
es "justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos 14, 17). Al
Señor le importa nuestro bien, es decir, que todo hombre tenga la vida y que,
especialmente sus hijos más "pequeños", puedan acceder al banquete
que ha preparado para todos. Por eso, no soporta las formas hipócritas de quien
dice: "Señor, Señor", y después no cumple sus mandamientos (cf. Mt 7,
21). En su reino eterno, Dios acoge a los que día a día se esfuerzan por poner
en práctica su palabra.
§ El Reino de Dios y la Virgen
Por eso la Virgen María, la más humilde de todas las
criaturas, es la más grande a sus ojos y se sienta, como Reina, a la derecha de
Cristo Rey. A su intercesión celestial queremos encomendarnos una vez más con
confianza filial, para poder cumplir nuestra misión cristiana en el
mundo".
Vida Cristiana
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.