JUAN PABLO II - AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 15 de junio de 1988
Jesús fundador de la Iglesia. "...edificaré mi
Iglesia" (Mt 16, 18)
[El oficio de Pastor: Rey y Señor]
cfr.
Chiesa/Testi/Cristo/OficiosCristoJPII
o En
el centro de su anuncio se encuentra la revelación del reino de Dios
1. "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está
cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). En el
comienzo del Evangelio de Marcos, se dicen estas palabras casi para resumir
brevemente la misión de Jesús de Nazaret, Aquel que ha "venido para
anunciar la Buena Nueva". En el centro de su anuncio se encuentra la
revelación del reino de Dios, que se acerca y, más aún, ha entrado en la
historia del hombre ("El tiempo se ha cumplido").
o Del
Reino de Dios hablan
§ La
Escritura
2. Proclamando la verdad sobre el reino de Dios, Jesús
anuncia al mismo tiempo el cumplimiento de las promesas contenidas en el
Antiguo Testamento. Del reino de Dios hablan ciertamente con frecuencia los
versículos de los Salmos (cf. Sal 102/103, 19; Sal 92/93, 1). El
Salmo 144/145 canta la gloria y la majestad de este reino y señala
simultáneamente su eterna duración: "Tu reino, un reino por los siglos
todos, tu dominio, por todas las edades" (Sal 144/145, 13). Los
posteriores libros del Antiguo Testamento vuelven a tratar este tema.
Concretamente, puede recordarse el anuncio profético, especialmente elocuente
del libro de Daniel: "...el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás
será destruido y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a
todos estos reinos y subsistirá eternamente" (Dan 2, 44).
§ El Concilio Vaticano II
3. Refiriéndose a estos anuncios y promesas del Antiguo
Testamento, el Concilio Vaticano II constata y afirma: "Este reino brilla
ante los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo" (Lumen
gentium, 5)... "Cristo, en cumplimiento de la voluntad de Padre, inauguró
en la tierra el reino de los cielos" (Lumen
gentium, 3). Al mismo tiempo, el Concilio subraya que "nuestro
Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la Buena Nueva, es decir, la
llegada del reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura..." (Lumen
gentium, 5). El inicio de la Iglesia, su fundación por Cristo, se
inscribe en el Evangelio del reino de Dios, en el anuncio de su venida y de
su presencia entre los hombres. Si el reino de Dios se ha hecho presente entre
los hombres gracias a la venida de Cristo, a sus palabras y a sus obras, es
también verdad que, por expresa voluntad suya, "está presente en la
Iglesia, actualmente en misterio, y por el poder de Dios crece visiblemente en
el mundo" (Lumen
gentium, 3).
§ Jesús
dio a conocer de varias formas la venida del reino de Dios
Victoria sobre el poder del mal
4. Jesús dio a conocer de varias formas a sus oyentes la venida
del reino de Dios. Son sintomáticas las palabras que pronunció a propósito de
la "expulsión del demonio" fuera de los hombres y del mundo:
"...si por el dedo de Dios expulso yo a los demonios..., es que ha llegado
a vosotros el reino de Dios" (Lc 11, 20). El reino de Dios
significa, realmente, la victoria sobre el poder del mal que hay en
el mundo y sobre aquel que es su principal agente escondido. Se trata del
espíritu de las tinieblas, dueño de este mundo; se trata de todo pecado que
nace en el hombre por efecto de su mala voluntad y bajo el influjo de aquella
arcana y maléfica presencia. Jesús, que ha venido para perdonar los pecados,
incluso cuando cura de las enfermedades, advierte que la liberación del mal
físico es señal de la liberación del mal más grave que arruina el alma del
hombre. Hemos explicado esto con mayor amplitud en las catequesis anteriores.
Sembrador y semilla; grano en la tierra
5. Los diversos signos del poder salvífico de Dios ofrecidos
por Jesús con sus milagros, conectados con su Palabra, abren el camino para la
comprensión de la verdad del reino de Dios en medio de los hombres. El explica
esta verdad, sirviéndose especialmente de las parábolas, entre las
cuales se encuentran la del sembrador y la de la semilla. La semilla es
la Palabra de Dios, que puede ser acogida de modo que crezca en el terreno del
alma humana o, por diversos motivos, no ser acogida o serlo de un modo que no
pueda madurar y dar fruto en el tiempo oportuno (cf. Mc 4, 14-20). Pero
he aquí otra parábola que nos pone frente al misterio del desarrollo de la
semilla por obra de Dios: " El reino de Dios es como un hombre que echa el
grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y
crece sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma, primero,
hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga" (Mc 4,
26-28). Es el poder de Dios el que "hace crecer", dirá San Pablo (1
Cor 3, 6 ss.) y, como escribe el Apóstol, es Él quien da "el querer y
el obrar" (Flp 2, 13).
§ Respuestas
de Jesús a Pilato
6. El reino de Dios, o "reino de los
cielos", como dice Mateo (cf. 3, 2, etc.), ha entrado en la historia
del hombre sobre la tierra por medio de Cristo que también, durante su
pasión y en la inminencia de su muerte en la cruz, habla de Sí mismo como de un
Rey y, a la vez, explica el carácter del reino que ha venido a inaugurar sobre
la tierra. Sus respuestas a Pilato, recogidas en el cuarto Evangelio, (Jn
18, 33 ss.), sirven como texto clave para la comprensión de este punto. Jesús
se encuentra frente al Gobernador romano, a quien ha sido entregado por el
Sanedrín bajo la acusación de haberse querido hacer "Rey de los
judíos". Cuando Pilato le presente este hecho, Jesús responde: "Mi
reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mi gente habría
combatido para que no fuese entregado a los judíos" (Jn 18, 36).
Pese a que Cristo no es un rey en sentido terreno de la palabra, ese
hecho no cancela el otro sentido de su reino, que Él explica en la respuesta a
una nueva pregunta de su juez. Luego, "¿Tú eres rey?", pregunta
Pilato. Jesús responde con firmeza: "Sí, como dices, soy rey. Yo para esto
he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad.
Todo el que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn 18, 37). Es la más
neta e inequívoca proclamación de la propia realeza, pero también de su
carácter trascendente, que confirma el valor más profundo del espíritu humano y
la base principal de las relaciones humanas: "la verdad".
7. El reino que Jesús, como Hijo de Dios encarnado,
ha inaugurado en la historia del hombre, siendo de Dios, se establece y
crece en el espíritu del hombre con la fuerza de la verdad y de la gracia, que
proceden de Dios, como nos han hecho comprender las parábolas del sembrador y
de la semilla, que hemos resumido. Cristo es el sembrador de esta verdad. Pero,
en definitiva será por medio de la cruz como realizará su realeza
y llevará a cabo la obra de la salvación en la historia de la humanidad:
"Yo, cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn
12, 32).
o La
enseñanza de Jesús sobre el Buen Pastor:
8. Todo esto se trasluce también de la enseñanza de Jesús
sobre el Buen Pastor, que "da su vida por las ovejas" (Jn 10,
11). Esta imagen del pastor está estrechamente ligada con la del rebaño
y de las ovejas que escuchan la voz del pastor. Jesús dice que es el Buen
Pastor que "conoce a sus ovejas y ellas le conocen" (Jn 10,
14). Como Buen Pastor, busca a la oveja
perdida (cf. Mt 18, 12; Lc 15, 4) e incluso piensa en las
"otras ovejas que no son de este redil"; también a ésas las
"tiene que conducir" para que "escuchen su voz y haya un solo
rebaño y un solo pastor" (Jn 10, 16). Se trata, pues, de una
realeza universal, ejercida con ánimo y estilo de pastor, para llevar a todos a
vivir en la verdad de Dios.
§ Jesús
llama al rebaño a reunirse en una “asamblea”, en griego “ekklesia”
9. Como se ve, toda la predicación de Cristo, toda
su misión mesiánica se orienta a "reunir" el rebaño. No se trata
solamente de cada uno de sus oyentes, seguidores, imitadores. Se trata de una
"asamblea", que en arameo se dice "kehala" y, en
hebreo, "qahal", que corresponde al griego "ekklesia".
La palabra griega deriva de un verbo que significa "llamar"
("llamada" en griego se dice "klesis") y esta
derivación etimológica sirve para hacernos comprender que, lo mismo que en la
Antigua Alianza Dios había "llamado" a su pueblo Israel, así Cristo llama
al nuevo Pueblo de Dios escogiendo y buscando sus miembros entre todos los
hombres. Él los atrae a Sí y los reúne en torno a su persona por medio de la
palabra del Evangelio y con el poder redentor del misterio pascual. Este poder
divino, manifestado de forma definitiva en la resurrección de Cristo,
confirmará el sentido de las palabras que una vez se dijeron a Pedro: "sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18), es decir: la nueva
asamblea del reino de Dios.
10. La Iglesia-Ecclesia-Asamblea recibe de Cristo el
mandamiento nuevo: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos
a los otros. Que, como yo os he amado... en esto conocerán todos que sois
discípulos míos" (Jn 13, 34-35; cf. Jn 15, 12). Es cierto
que la "asamblea-Iglesia" recibe de Cristo también su estructura
externa (de lo que trataremos próximamente), pero su valor esencial es la
comunión con el mismo Cristo: es Él quien "reúne" la Iglesia, es
El quien la "edifica" constantemente como su Cuerpo (cf. Ef 4,
12), como reino de Dios con dimensión universal. "Vendrán de
Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur y se pondrán a la mesa (con
Abraham, Isaac y Jacob) en el reino de Dios" (cf. Lc 13, 28-29).
Vida Cristiana
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