LA PALABRA DE DIOS EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
81 ... dos
modos distintos de transmisión
«La sagrada Escritura es la palabra de Dios,
en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo».
«La Tradición recibe la palabra de Dios,
encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite
íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la
verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación»
(Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum,
9).
103 Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas
Escrituras como venera también el
Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de
vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de
Cristo (71) (Conc. Vaticano II, Const. Dei
Verbum, 21).
104 En la Sagrada
Escritura, la Iglesia encuentra sin
cesar su alimento y su fuerza (Cf DV 24), porque,
en ella, no recibe solamente una
palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está
en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con
ellos» (DV 21).
108 Sin embargo, la fe
cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la
«Palabra» de Dios, «no de un verbo
escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval,
Homilia super “Missus est” 4, 11 ). Para que las Escrituras no queden en letra
muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu
Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (Cfr. Lc 24, 45).
123 Los cristianos
veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios. La Iglesia ha
rechazado siempre vigorosamente la
idea de prescindir del Antiguo Testamento so pretexto de que el Nuevo lo habría
hecho caduco (marcionismo).
124 El Nuevo Testamento
- «La Palabra de Dios, que es fuerza de
Dios para la salvación
del que cree, se
encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (Conc.
Vat. II, Const. Dei Verbum, 17)).
Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su
objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus
enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia
bajo la acción del Espíritu Santo ((Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 20)..
131 LA SAGRADA ESCRITURA
EN LA VIDA DE LA IGLESIA - «Es tan grande el poder y la fuerza
de la palabra de Dios, que constituye sustento
y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del
alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (Conc. Vaticano
II, Const. Dei Verbum, 58). «Los
fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (Conc. Vaticano II,
Const. Dei Verbum, 58).
162 La perseverancia en
la fe - La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don
inestimable podemos perderlo; S.
Pablo advierte de ello a Timoteo: «Combate el buen combate, conservando la fe y
la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe» (1
Tm 1, 18-19). Para vivir, crecer y
perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la palabra de Dios;
debemos pedir al Señor que la aumente (Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe «actuar
por la caridad» (Ga 5, 6) (St2,14, 26), ser sostenida por la esperanza (Rom 15,13)
y estar enraizada en la fe de la
Iglesia.
494 «Hágase en mí según tu
palabra..» - Al anuncio de que ella dará a luz al «Hijo del Altísimo»
sin conocer varón, por la virtud
del Espíritu Santo (Conc. Vat. II, const. Lumen
Gentium, 56). María respondió por «la obediencia de la fe» (Rm 1, 5),
segura de que «nada hay imposible para Dios»: «He aquí la esclava del Señor:
hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser
Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación,
sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la
persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la
gracia de Dios, al Misterio de la
Redención (Cfr. Rm
1,5):
Ella,
en efecto, como dice S. Ireneo, «por su obediencia fue causa de la salvación
propia y de la de todo el género humano» (Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 56). Por eso, no pocos Padres antiguos, en su
predicación, coincidieron con él en
afirmar: «el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María.
Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su
fe» (San Irineo de Lyon, Adversus
haereses, 22,4). Comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los
vivientes" y afirman con mayor frecuencia: «la muerte vino por Eva, la
vida por María» (San Irineo de Lyon, Adversus
haereses, 22,4).
543 El anuncio
del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino.
Anunciado en
primer lugar a los hijos de Israel (Cfr. Mt 10, 5-7), este
reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cfr.
Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es
necesario acoger la palabra de Jesús:
pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la
semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Conc. Vat.
II, Const.dogm. Lumen gentiun, 5).
752 En el lenguaje
cristiano, la palabra «Iglesia» designa no sólo la asamblea litúrgica (106),
sino también
la comunidad local (107) o toda la
comunidad universal de los creyentes (108). ö Estas tres significaciones son
inseparables de hecho. La «Iglesia» es el pueblo que Dios reúne en el mundo
entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como
asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta
manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.
764 «Este Reino se
manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo» (143). Acoger la palabra de Jesús es acoger «el
Reino» (144). El germen y el comienzo del Reino son el «pequeño rebaño» (Lc
12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él
mismo es el pastor (145). Constituyen la verdadera familia de Jesús (146). ö A
los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva «manera de
obrar», sino también una oración propia (147).
798 El Espíritu Santo es «el principio de toda acción vital y
verdaderamente saludable en
todas las partes del cuerpo»
(225). Actúa de múltiples maneras en
la edificación de todo el Cuerpo en la caridad (226): por la Palabra de Dios, «que tiene el poder de construir el edificio»
(Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo
(227); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo;
por «la gracia concedida a los apóstoles» que «entre estos dones destaca»
(228), ö por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples
gracias especiales [llamadas «carismas»] mediante las cuales los fieles quedan
«preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen
a renovar y construir más y más la Iglesia» (229).
1101 El Espíritu Santo es quien
da a los lectores y a los oyentes, según las disposiciones de sus
corazones, la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las acciones y los símbolos que
constituyen la trama de una celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y
a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin
de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y
realizan en la celebración.
1480 LA CELEBRACION DEL
SACRAMENTO DE LA PENITENCIA - Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción
litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y
bendición del sacerdote, lectura de la
Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición,
y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los
manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la
absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la
bendición del sacerdote.
2653 La
Palabra de Dios
- ö La Iglesia
«recomienda insistentemente a todos sus fieles... la
lectura asidua de la Escritura para que adquieran "la ciencia
suprema de Jesucristo" (Flp 3, 8)...
ö Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para
que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues "a Dios hablamos
cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras"». (3)
1802 La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos.
Es preciso que la asimilemos en la fe y en la
oración, y la pongamos en
práctica. Así se forma la conciencia moral.
2040 Así puede
desarrollarse entre los cristianos un verdadero espíritu filial con respecto a la
Iglesia. Es el
desarrollo normal de la gracia
bautismal, que nos engendró en el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del
Cuerpo de Cristo. En su solicitud materna, la Iglesia nos concede la
misericordia de Dios que va más allá del simple perdón de nuestros pecados y
actúa especialmente en el sacramento de la Reconciliación. ö Como madre
previsora, nos prodiga también en su liturgia, día tras día, el alimento de la
Palabra y de la Eucaristía del Señor.
2056 El Decálogo en la
Sagrada Escritura - La palabra
«Decálogo» significa literalmente «diez
palabras» (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas «diez palabras» Dios las reveló a su pueblo en la
montaña santa. Las escribió «con su Dedo» (Ex 31, 18; Dt 5, 22), a diferencia
de los otros preceptos escritos por Moisés (5). Constituyen palabras de Dios en
un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Exodo (6) y del
Deuteronomio (7). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las
«diez palabras» (8); pero su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en
Jesucristo.
2061 Los mandamientos reciben su plena
significación en el interior de la Alianza. Según la
Escritura, el obrar moral del
hombre adquiere todo su sentido en y por la Alianza. La primera de las «diez palabras» recuerda el amor primero de Dios
hacia su pueblo:
Como había habido, en castigo del
pecado, paso del paraíso de la libertad a la servidumbre de este mundo, por eso
la primera frase del Decálogo, primera palabra de los mandamientos de Dios, se
refiere a la libertad: ö «Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de
Egipto, de la casa de servidumbre» (Ex 20, 2; Dt 5, 6) (11).
2084 I «ADORARAS AL SEÑOR TU DIOS, Y LE SERVIRAS»
- Dios se da a conocer recordando su
acción todopoderosa, bondadosa y liberadora en la historia de aquel a quien se
dirige: «Yo te saqué del país de Egipto, de la casa de servidumbre». La primera palabra contiene el
primer mandamiento de la ley: «Adorarás al Señor tu Dios y le servirás... no
vayáis en pos de otros dioses» (Dt 6, 13-14). ö La primera llamada y la justa
exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja y lo adore.
2465 I VIVIR EN LA VERDAD
- El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su
Palabra es verdad (Cf
Pr 8, 7; 2 S 7, 28.). Su ley es verdad
(203). «Tu verdad, de edad en edad» (Sal 119, 90; Lc 1, 50). Puesto que Dios es
el «Veraz» (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la
verdad (Cf Sal 119, 142).
2662 La
Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes de la fe, la
esperanza y la caridad son fuentes de la oración.
Vida
Cristiana
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