sábado, 25 de enero de 2020

LA PALABRA DE DIOS EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA






 

LA PALABRA DE DIOS EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


81  ... dos modos distintos de transmisión
«La sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo».
«La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 9).

103  Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el
Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (71) (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 21).

104  En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (Cf DV 24), porque,
en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).

108  Sin embargo, la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la
«Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval, Homilia super “Missus est” 4, 11 ). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (Cfr. Lc 24, 45).

123  Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios. La Iglesia ha
rechazado siempre vigorosamente la idea de prescindir del Antiguo Testamento so pretexto de que el Nuevo lo habría hecho caduco (marcionismo).

124  El Nuevo Testamento - «La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación
del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 17)). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo ((Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 20)..

131  LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA - «Es tan grande el poder y la fuerza
de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 58). «Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 58).

162  La perseverancia en la fe - La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don
inestimable podemos perderlo; S. Pablo advierte de ello a Timoteo: «Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe» (1 Tm 1, 18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente (Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe «actuar por la caridad» (Ga 5, 6) (St2,14, 26), ser sostenida por la esperanza (Rom 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

494 «Hágase en mí según tu palabra..» - Al anuncio de que ella dará a luz al «Hijo del Altísimo»
sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (Conc. Vat. II, const. Lumen Gentium, 56). María respondió por «la obediencia de la fe» (Rm 1, 5), segura de que «nada hay imposible para Dios»: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención (Cfr. Rm 1,5):
Ella, en efecto, como dice S. Ireneo, «por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano» (Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 56).  Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación,  coincidieron con él en afirmar: «el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe» (San Irineo de Lyon, Adversus haereses, 22,4). Comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes" y afirman con mayor frecuencia: «la muerte vino por Eva, la vida por María» (San Irineo de Lyon, Adversus haereses,  22,4).

543  El anuncio del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en
primer lugar a los hijos de Israel (Cfr. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cfr. Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al
pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Conc. Vat. II, Const.dogm. Lumen gentiun, 5).

752  En el lenguaje cristiano, la palabra «Iglesia» designa no sólo la asamblea litúrgica (106), sino también
la comunidad local (107) o toda la comunidad universal de los creyentes (108). ö Estas tres significaciones son inseparables de hecho. La «Iglesia» es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.

764  «Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo» (143). Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino» (144). El germen y el comienzo del Reino son el «pequeño rebaño» (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (145). Constituyen la verdadera familia de Jesús (146). ö A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva «manera de obrar», sino también una oración propia (147).

798  El Espíritu Santo es «el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en
todas las partes del cuerpo» (225). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la caridad (226): por la Palabra de Dios, «que tiene el poder de construir el edificio» (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (227); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por «la gracia concedida a los apóstoles» que «entre estos dones destaca» (228), ö por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas «carismas»] mediante las cuales los fieles quedan «preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia» (229).

1101 El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes, según las disposiciones de sus
corazones, la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las acciones y los símbolos que constituyen la trama de una celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración.
1480  LA CELEBRACION DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA - Como todos  los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote.
2653 La Palabra de Dios - ö La Iglesia «recomienda insistentemente a todos sus fieles... la
lectura asidua de la Escritura para que adquieran "la ciencia suprema de Jesucristo" (Flp 3, 8)... ö Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues "a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras"».  (3)
1802  La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la
oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral.
2040  Así puede desarrollarse entre los cristianos un verdadero espíritu filial con respecto a la Iglesia. Es el
desarrollo normal de la gracia bautismal, que nos engendró en el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del Cuerpo de Cristo. En su solicitud materna, la Iglesia nos concede la misericordia de Dios que va más allá del simple perdón de nuestros pecados y actúa especialmente en el sacramento de la Reconciliación. ö Como madre previsora, nos prodiga también en su liturgia, día tras día, el alimento de la Palabra y de la Eucaristía del Señor.
2056  El Decálogo en la Sagrada Escritura - La palabra «Decálogo» significa literalmente  «diez
palabras» (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas «diez palabras» Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió «con su Dedo» (Ex 31, 18; Dt 5, 22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (5). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Exodo (6) y del Deuteronomio (7). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las «diez palabras» (8); pero su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en Jesucristo.
2061  Los mandamientos reciben su plena significación en el interior de la Alianza. Según la
Escritura, el obrar moral del hombre adquiere todo su sentido en y por la Alianza. La primera de las «diez palabras» recuerda el amor primero de Dios hacia su pueblo:
Como había habido, en castigo del pecado, paso del paraíso de la libertad a la servidumbre de este mundo, por eso la primera frase del Decálogo, primera palabra de los mandamientos de Dios, se refiere a la libertad: ö «Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre» (Ex 20, 2; Dt 5, 6) (11).
2084  I «ADORARAS AL SEÑOR TU DIOS, Y LE SERVIRAS» -  Dios se da a conocer recordando su acción todopoderosa, bondadosa y liberadora en la historia de aquel a quien se dirige: «Yo te saqué del país de Egipto, de la casa de servidumbre». La primera palabra contiene el primer mandamiento de la ley: «Adorarás al Señor tu Dios y le servirás... no vayáis en pos de otros dioses» (Dt 6, 13-14). ö La primera llamada y la justa exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja y lo adore.
2465  I VIVIR EN LA VERDAD - El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su
Palabra es verdad (Cf Pr 8, 7; 2 S 7, 28.). Su ley es verdad (203). «Tu verdad, de edad en edad» (Sal 119, 90; Lc 1, 50). Puesto que Dios es el «Veraz» (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad (Cf Sal 119, 142).
2662  La Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad son fuentes de la oración.

Vida Cristiana

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