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Ø Fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, el 2 de febrero de 2020. A los cuarenta días de su nacimiento, siguiendo lo prescrito por la ley mosaica, Jesús fue presentado en el Templo, al mismo tiempo que su Madre realizaba la ceremonia de su purificación. Jesús se manifestó así como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel. Este año, la fiesta sustituye al 4º Domingo del Tiempo Ordinario.
v
Cfr. 2 de febrero de 2020:
fiesta de la Presentación del Señor
Lucas 2, 22-40 (forma breve: 2,
22-32); Malaquías 3,1-4; Salmo 23;
Hebreos 2, 14-18
Lucas 2, 22-40: Cuando se cumplieron los días de la
purificación de ellos, según la Ley de
Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén
para presentarle al Señor, 23 como
está escrito en la Ley del Señor: “Todo
varón primogénito será consagrado al Señor” 24 y para ofrecer en sacrificio
“un par de tórtolas o dos pichones”, conforme a lo que se dice en la Ley del
Señor. 25 Y he aquí que había en
Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba
la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. 26 Le había sido
revelado por el Espíritu Santo que
no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27 Movido por el Espíritu, vino al Templo;
y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley
prescribía sobre él, 28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29 «Ahora,
Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; 30 porque
han visto mis ojos tu salvación, 31 la que has preparado a la vista de todos
los pueblos, 32 luz para iluminar a los
gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»
33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. 34 Simeón
les bendijo y dijo a María, su madre: «Este
está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción – 35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin
de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» 36 Había también una profetisa,
Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse
había vivido siete años con su marido, 37 y permaneció viuda hasta los ochenta
y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en
ayunos y oraciones. 38 Como se
presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los
que esperaban la redención de Jerusalén. 39 Así que cumplieron todas las cosas
según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño
crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba
sobre él.
1. La fiesta de la Presentación del
Señor en el
Templo
v En el Antiguo Testamento
·
La Sagrada Familia fue a
Jerusalén para cumplir dos prescripciones de la Ley de
Moisés: la purificación de la madre
(Levítico 12, 2-8) y la presentación del primogénito (cfr. Éxodo 13,2.12-13).
·
Acerca de la segunda
prescripción, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica que
“la Presentación de Jesús en el templo lo
muestra como el primogénito que pertenece al Señor” (n. 529).
Efectivamente,
en el libro del Exodo se prescribía que todo primogénito de las familias
israelitas debía ser consagrado al Señor: “Yahvé dijo a Moisés: «Conságrame todo
primogénito, todo primer parto entre los israelitas, tanto de hombres como de
animales; es mío»” (13, 1-2; cfr. v.12). Esta prescripción forma parte del
Código de la Alianza, colección de leyes y costumbres: “Me entregarás el
primogénito de tus hijos. Lo mismo harás con el de tus vacas y ovejas” (Exodo
22, 28-29).
Era un
recuerdo de los primogénitos de Israel que no fueron matados por el ángel
exterminador, al contrario de los primogénitos de los egipcios, que sí fueron
matados como castigo porque el faraón no dejaba libre al pueblo israelita,
según se lo pedía Yahvé. Se trata de la conocida décima plaga (Exodo 12,
29-34).
v En el rezo del Rosario: ha sido meditado siempre como uno de los
misterios gozosos de la vida de Cristo.
·
El misterio de la «Presentación
de Jesús
en el templo» ha sido meditado siempre en
el rezo del Rosario, como uno de los
misterios gozosos de la vida de Cristo.
En su último
documento sobre el Rosario, Juan Pablo II afirma que “el misterio de la
presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y
extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será
«señal de contradicción» para Israel y de que una espada traspasará el alma de
la Madre (cf. Lc 2, 34-35)” (Rosarium Virginis Mariae, n. 20)).
Acerca de este cuarto misterio gozoso y
del quinto, «El Niño perdido y hallado en el Templo», el Papa añade que «aun
conservando el sabor de la alegría,
anticipan indicios del drama» (ibidem).
v
Catecismo de la Iglesia
Católica
o
Jesús es reconocido como luz de las naciones,
gloria de Israel y «signo de contradicción».
n. 529: “… Jesús es reconocido como
el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de
Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de
dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz
que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".
2. Jesús y el Templo, en el Catecismo de la Iglesia
Católica
583 Como los profetas
anteriores a él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén.
Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (Lc 2,22-39). A la edad de
doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se
debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2,46-49).
Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la
Pascua (cf. Lc 2,41);
su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con
motivo de las grandes fiestas judías (cf. Jn 2,13-14 Jn 5,1 Jn 5,14 Jn 7,1 Jn 7,10 Jn 7,14 Jn 8,2 Jn 10,22-23).
584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21,13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Ps 69,10)" (Jn 2,16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Ac 2,46 Ac 3,1 Ac 5,20 Ac 5,21 etc. ).
585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24,1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua (cf. Mt 24,3 Lc 13,35). Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf. Mc 14,57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf. Mt 27,39-40).
584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21,13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Ps 69,10)" (Jn 2,16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Ac 2,46 Ac 3,1 Ac 5,20 Ac 5,21 etc. ).
585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24,1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua (cf. Mt 24,3 Lc 13,35). Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf. Mc 14,57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf. Mt 27,39-40).
2. Exposición esquemática de algunos puntos de exégesis del
texto del Evangelio.
v
El respeto de la familia de
Nazaret por las prescripciones de la Ley
·
La Presentación es una prueba más del respeto de la familia de
Nazaret por las
prescripciones
de la Ley: junto con la prescripción de la
circuncisión, la purificación de la madre, etc. “Cumplidos los días de su
purificación según la Ley de Moisés,
lo llevaron a Jerusalén para presentarlo
al Señor, como está mandado en la Ley
del Señor” (Lucas 2, 22-23).
v
La acción del Espíritu Santo
en Simeón
·
Tres veces seguidas, se habla expresamente de la acción del
Espíritu Santo en
Simeón: «El Espíritu Santo estaba con él», «había recibido la revelación
del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor», fue al
Templo en el momento oportuno para encontrarse con la Sagrada Familia «movido
por el Espíritu Santo».
“Ante el Niño
Jesús, Simeón empieza a hablar con Palabras que no proceden del hombre. Profetiza: habla movido por el Espíritu
Santo; habla en vez de Dios, ese Dios en cuyo honor se construyó el templo y que
es su Dueño legal”. (Karol Wojtyla, Signo
de contradicción”, BAC 3ª edición, p. 54).
v
Simeón bendice a Dios por la
salvación universal
·
Simeón bendice en primer lugar a Dios con una alabanza porque se están
cumpliendo las profecías: “Tomó en sus
brazos al niño y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes .....» (Lucas 2, 29-32); bendice a Dios por la
salvación universal («luz para iluminar a los gentiles»), que viene de Israel,
que no es renegado («gloria de tu pueblo Israel»).
v
Delante del Niño no se podrá
ser neutrales: se acepta o se rechaza. Él nos juzgará
·
Simeón pronuncia una segunda bendición, al padre y a la madre del
Niño
(Lucas 2,34), señalando de este modo que
junto al origen divino del Niño, también hay un origen humano; en este momento,
Simeón también hace una profecía (vv. 34-35) que tiene varios elementos: el
Niño lleva a la “ruina” o a la “salvación” de muchos en Israel, y será “signo
de contradicción”: es decir, delante de ese Niño no se podrá ser neutrales,
hará falta tomar decisiones esenciales para la vida, de aceptación o
rechazo. La «espada que traspasará el
alma de María» y el hecho de que Él «descubrirá los pensamientos de muchos
corazones», hacen referencia a que Jesús pondrá al desnudo la verdad profunda
del hombre, y nos juzgará, provocando el que tengamos que tomar posición a su
favor o en contra.
3. Una meditación sobre el Cántico
de Simeón: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz...”.
1996, cap. III pp. 55-75
v El nacimiento del Niño tiene un significado determinante para la
humanidad entera. Jesús es presentado por Simeón
como luz para alumbrar a las naciones.
·
(...) “Podemos apreciar de
inmediato que el rito de la presentación aparece distinto
de como es habitual y se realiza de una forma totalmente
especial. Los términos se invierten
tácitamente: en lugar de ser los hombres quienes presentan un niño a Dios, en
este caso único es Dios quien presenta
un niño a los hombres, por medio de un profeta suyo. Dios «introduce a su Primogénito en el mundo»
(Hebreos 1, 6). Antes del rito legal de
la Presentación y del rescate del primogénito - que, aunque tuvo lugar, no se
describe -, encontramos el nuevo rito en el que Simeón, «movido por el Espíritu Santo», toma al niño Jesús entre sus brazos
y lo presenta al mundo con su cántico, donde lo define como «luz de los gentiles y gloria de su pueblo
Israel». (...) En pocas palabras, es proclamada una cosa de incalculable
importancia: el nacimiento de este niño tiene un significado determinante para
la humanidad entera, sobrepasa los confines de Israel; ante él se decide quién
se mantiene en pie y quién cae. (...)
v La lección de Simeón: desprendimiento, libertad de espíritu y
pureza de corazón
(...) Quizás
ahora podamos comprender mejor la parte inicial del cántico de Simeón que he
llamado parte subjetiva o personal. ¿Cómo se comporta Simeón frente a la
grandiosa perspectiva que ve abrirse para su pueblo, al despuntar los nuevos
tiempos mesiánicos? Saber esto se hace
actual e importante porque, a través del ejemplo de Simeón, la palabra de Dios
nos indica cómo debemos comportamos ante esas perspectivas nuevas que también
hoy la historia abre ante la Iglesia. Simeón, con pocas palabras, nos da una
enseñanza fundamental que sirve sobre todo para aquellos que desempeñan alguna
misión pública en la Iglesia. Nos enseña
el desapego, la libertad de espíritu y la pureza de corazón. Nos enseña cómo afrontar serenamente ese
momento tan delicado de la vida que supone la despedida del servicio, la
llamada jubilación; o, como se dice también, el estar jubilado, que tan a
menudo se convierte en un drama, o al menos en causa de sufrimiento y de
pérdida de la paz interior. Ahora, Señor - dice el anciano sacerdote
-, puedes, según tu palabra, dejar que tu
siervo se vaya en paz... Lo menos que se puede decir ante estas palabras es
que Simeón ve con serenidad su muerte.
No le importa tomar parte o inscribir su nombre en la incipiente era
mesiánica; está contento de que se realice la obra de Dios; si es con él o sin
él, no tiene importancia. (...)
v El cántico del Nunc dimittis
nos estimula ya ahora a vivir y a trabajar según su espíritu; a ocupar el
oficio que ocupamos y a desarrollar la misión que desarrollamos, pequeña o
grande, de forma que podamos dejarla con
serenidad y con paz.
(...) El Nunc dimittis no nos sirve solamente para la hora de nuestra
muerte, o de nuestra «despedida» del servicio.
Este cántico nos estimula ya ahora a vivir y a trabajar según su
espíritu; a ocupar el oficio que ocupamos y a desarrollar la misión que
desarrollamos, pequeña o grande, de forma que podamos dejarla con la serenidad
y la paz con que lo hizo Simeón. Vivir en el espíritu de la Pascua: con la
cintura ceñida, el bastón en la mano, las sandalias en los pies: dispuestos a
abrirle la puerta al Señor cuando llegue y llame...
Para
poder hacer esto es necesario que también nosotros, como el anciano Simeón,
«estrechemos al Niño Jesús entre los brazos».
Con él apretado a nuestro corazón, todo es más fácil. Simeón ve con gran serenidad su propia
muerte, porque sabe que ya también más allá de la muerte encontrará al mismo
Señor y será un estar todavía con él, de otro modo. «Si uno sale del mundo -
exhorta Orígenes -, si es liberado de la cárcel y de la morada de los
prisioneros para ir a reinar, tome entre sus manos a Jesús, rodéelo con sus
brazos, estréchelo a su pecho y entonces podrá ir exultante de gozo allá donde
desee»[1].
Vida Cristiana
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