o
En España se suicidan cada año 3600 personas,
el doble de muertos que en accidentes de
tráfico
Ø El
suicidio, un grave problema al que no se da respuesta: ¿qué pueden hacer los
católicos?
El suicidio es
una cuestión de salud pública en la que en muchos países no se está dando
respuesta
J.L. / ReL - 31 enero
2020
El suicidio se ha
convertido en uno de los grandes dramas de nuestro tiempo sin que se esté
abordando de manera seria un problema que se lleva cada año la vida de miles de
personas. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud cada
año se suicidan en el mundo cerca de 800.000 personas.
En España, por
ejemplo, más de 3.600 personas se suicidan al año, unas cifras que impresionan aún más si
se comparan, pues son el doble que los fallecidos en accidentes de tráfico, 11
veces más que por homicidio y hasta 80 veces más que por violencia doméstica.
No son muy
diferentes los porcentajes en otros países como EEUU, donde en 2017 se
suicidaron 47.000 ciudadanos, una media de 129 personas al día. Y además,
el suicidio es una de las causas de muerte principales entre los jóvenes.
¿Qué
respuesta pueden dar los católicos?
Este problema de salud pública sigue
siendo tabú para las administraciones públicas, pero en gran medida todavía también
para la Iglesia. ¿Qué respuesta se puede dar desde el catolicismo ante esta
oleada de suicidios y ante las causas que pueden provocarlo?
Laura Lewis es experta en temas de
prevención de suicidio en la Universidad Estatal de Ohio
Laura Lewis, consejera clínica profesional y experta
en temas de prevención del suicidio en la Universidad Estatal de Ohio, aborda
este problema en un artículo publicado en Catholic Digest. Antes de nada, avisa que
el suicidio sigue siendo un tema complejo, sensible y difícil, donde todavía se
dan estigmas y conceptos erróneos.
Como experta
profesional en el ámbito de la salud mental, pero también como católica afirma
haber escuchado a menudo a cristianos realizar comentarios como “si hubieran
tenido fe no se habrían suicidado” o “ir a la iglesia de manera más constante
podría haberles salvado la vida”. Sin embargo, Lewis afirma que ojalá
todo esto fuera así de simple.
Una
realidad muy compleja
Por ello, esta
experta considera que como católicos hay que intentar entender y abordar mejor
la cuestión del suicidio pues no tiene una sola causa sino que es algo que no
entiende de nacionalidades, etnias, culturas, clases sociales o edades. “Si
bien a menudo se simplifica demasiado, el suicidio en realidad es una situación
muy compleja de entender y se da con mayor frecuencia cuando los
factores estresantes y de salud convergen creando una experiencia de
desesperanza y desesperación”.
Los factores de
riesgo para el suicidio –señala- “a menudo provienen de múltiples
fuentes”. Algunos de ellos pueden ser el sentirse desesperado o
indefenso, experimentar una situación de gran estrés como un divorcio o graves
problemas financieros, tener antecedentes de suicidio en la familia…
Además, los
trastornos de salud mental graves y persistentes también contribuyen al
comportamiento suicida aunque por sí solos no suelen ser la causa del suicidio.
De este modo, problemas como la depresión, la ansiedad, la psicosis, el uso
y abuso de sustancias y otros problemas mentales no tratados adecuadamente
pueden aumentar el riesgo de suicidio.
La fe,
uno de los grandes "factores protectores"
Pero igualmente
importantes para entender el “por qué” son los factores protectores,
características que pueden ayudar a disminuir el riesgo de suicidio de una
persona. Aquí se incluyen sistemas de apoyo social, familiar, creencias
culturales o habilidades para resolver problemas, entre otros muchos.
Y aquí entra en
escena también la fe. De hecho, uno de los factores protectores más
importantes son la espiritualidad y la religión, que pueden ser importantes
elementos de disuasión para el suicidio. Lewis afirma que distintas
investigaciones han demostrado que las personas con afiliación religiosa
muestran niveles más altos de apoyo social, bienestar y razones para vivir.
De este
modo, esta experta indica que esta fe y la práctica espiritual ofrece
conexión, significado y propósito, todo lo cual contribuye a sentirse más
esperanzado y tener una vida más satisfactoria.
Cuando la persona
tiene confianza en hacer frente a cada suceso, cree que otras personas se
preocupan por él o ella, y que hay razones para vivir el suicidio es
una posibilidad mucho más lejana.
Compartir
el amor de Cristo a las personas en riesgo de suicidarse
Y Lewis añade que como conocer a
Cristo es un elemento crucial, los cristianos deben compartir el amor de Cristo
con todos, especialmente con aquellas personas que pueden estar en riesgo de
terminar con sus propias vidas.
Por ello, es muy importante estar
atentos a las señales de advertencia pues muchas de las personas en
riesgo grave de suicidio no suelen pedir ayuda directamente. Pueden comunicar
su angustia de diferentes maneras y por ello es crucial prestar atención a
estas demandas de ayuda indirectas.
Las investigaciones demuestran de manera
consistente en que aquellos que han intentado suicidarse pero no lo han logrado
en realidad nunca quisieron quitarse la vida. El dolor se le había vuelto insoportable los que les
llevó a buscar una forma de aliviarlo. Es decir, estas personas no querían
morir sino que su dolor terminase.
Hablar de
de manera clara y directa sobre el suicidio
¿Cómo ayudar? Para derribar muros
y estigmas lo mejor es hablar de manera directa y precisa sobre la realidad del
suicidio y esto puede fomentar que la persona pueda buscar ayuda y
encontrar el tratamiento que necesita.
Los católicos están llamados por su fe a
ayudar a estas personas que en ese momento de su vida sólo ven oscuridad. Para ello, Laura Lewis recomienda hablar
con la persona que pueda tener esta tendencia con una actitud sin prejuicios,
teniendo en cuenta que muy a menudo sienten vergüenza lo que les lleva al
aislamiento y reduce la posibilidad de pedir ayuda.
Escuchar
y ofrecer esperanza
Hay que mostrar atención y preocupación
por la persona. Hay que escuchar de verdad, tener empatía y comunicar
esperanza y sanación. No es necesario caminar de puntillas sobre el tema o
evitar preguntas. Por ello, el lenguaje claro y directo puede ayudar
porque normaliza la conversación y así también será más fácil poder ofrecer
ayuda.
Además, esta experta en prevención de
suicidio recuerda a los católicos que muchos de los que han muerto por suicidio
creyeron en Dios, pero que en los días en los que se sentían felices y
realizados nunca soñaron con acabar con su vida y dañar su relación con Dios y
sus familias. Pero en un momento dado la desesperación pudo con ellos. Por
ello, anima a llevar el amor de Cristo a las personas desesperadas, pero
a la vez mirarlas como personas con una dignidad total.
Vida
Cristiana
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.